Una campaña de alfabetización para los haitianos

A través del espectro político de Haití, la educación ha emergido como un tema central de los planes para la reconstrucción y el desarrollo futuro del país. En su discurso inaugural, el presidente Michel Martelly propuso garantizar la educación gratuita para todos los niños.  Por su parte, el ex presidente Jean-Bertrand Aristide, a su regreso Haití, comentó su deseo de enfocarse principalmente en la educación.

Para ellos, la educación juvenil es, con razón, su primera preocupación.  No obstante, en una nación donde el 55 por ciento de los adultos no pueden leer ni escribir, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO),  también vale la pena de considerar el valor potencial de un esfuerzo a gran escala para aumentar la tasa de alfabetización.

Aunque muchos países en desarrollo han llevado a cabo campañas de alfabetización, tal vez la experiencia más relevante sea la de un país hermano de América Central.  Nicaragua, al igual que Haití, sufrió una larga ocupación por el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos a comienzos del siglo pasado, seguida de una brutal y duradera cleptocracia familiar, estrechamente ligada a Washington.  Los Somoza se apoderaron de Nicaragua como su feudo privado desde 1936 hasta 1979.  Saquearon las riquezas del país, estrangularon su vida política, y lo dejaron en ruinas, con una pobreza profunda y una tasa de analfabetismo de más del 50 por ciento.

Tras la insurrección que derrocó a Anastasio Somoza Debayle, la primera iniciativa importante del nuevo gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional fue lanzar una campaña nacional de alfabetización.  En 1980, menos de un año después del final de la guerra, el FLSN reclutó como voluntarios a unos 60,000 estudiantes y 30,000 enseñantes, principalmente de las ciudades, que se trasladaron a las zonas rurales para enseñar  a leer y escribir a más  de 400,000 personas.  Globalmente, la campaña involucró a más de la quinta parte de la población del país.  El 60% de los voluntarios eran mujeres, así como el 50% de los estudiantes.  Al cabo de cinco meses el analfabetismo había disminuido en dos tercios, hasta el 13%.

El proyecto contó con la asesoría del educador brasileño Paulo Freire, en cuya pedagogía estaba basado parte del mismo.  Freire hizo hincapié en la importancia que tenía la participación activa de los estudiantes tanto en la lectura, como en la escritura, y en la reflexión sobre sus propias vidas.  El aprendizaje fue bidireccional y en muchos casos cambió la vida de los participantes.  Para muchos voluntarios urbanos, la experiencia representó su primer contacto personal con la aplastante pobreza endémica del campo, y animó a algunos a continuar profundizando en diversos tipos de enseñanza.

Debido a su alcance e inclusividad, los esfuerzos de alfabetización se extendieron rápidamente por todo el país, convirtiéndose en un tema central del debate público y entrelazándose con las vidas de una gran mayoría de familias nicaragüenses.  Algunos amigos que vivieron este momento me han descrito las emociones tan fuertes y el orgullo nacional que despertó la campaña.  Con esta empresa, el nuevo gobierno hizo una declaración clara de sus prioridades y objetivos.

Al final de la campaña, la UNESCO otorgó el premio “Nadezhda K. Krupskaya” al pueblo y al gobierno de Nicaragua por los logros obtenidos.  Su entonces Director General Amadou M. M’Bow calificó la campaña como un “experimento apasionante tanto desde un punto de vista ético como pedagógico”.

“La cruzada,” dijo el coordinador nacional, el jesuita Fernando Cardenal, “no es una historia de técnicas complicadas ni de análisis complejo de costo-beneficio.  Más bien es una historia de gente y del potencial extraordinario de liberación y creación que existe dentro de las naciones”.

Muchos otros países de América Latina y del resto del mundo han llevado a cabo programas de alfabetización de similar envergadura.  A partir de ellos ha surgido un cuerpo sustancial de conocimientos, materiales y prácticas ejemplares, del cual la UNESCO es un repositorio importante.

En Haití, como en Nicaragua, una campaña lo suficientemente grande para alcanzar la masa crítica podría ayudar a reafirmar los derechos humanos y aumentar la productividad de la mayoría de los haitianos.

Los que no saben leer ni escribir no pueden participar plenamente en la vida política, social o económica.  Una campaña que abarcara el territorio entero de Haití podría incluir a más de la mitad de los haitianos el debate público, brindándoles las herramientas necesarias para hacer escuchar sus propias reivindicaciones y mejorar sus vidas.  Dicha empresa alentaría el desarrollo del capital humano, de las capacidades humanas, y de las libertades democráticas.

Haití ya organizó con anterioridad campañas de alfabetización de adultos durante ambas presidencias de Aristide, que fueron truncadas por sendos golpes de estado. Según el filósofo político canadiense Peter Hallward, entre 2001 y 2004, participaron en ellas 300,000 personas reduciéndose del 64% al 45% la tasa de analfabetismo adulto.

Desde 2007, la UNESCO y el gobierno de España han cooperado con la Secretaría de Estado para la Alfabetización de Haití en un pequeño proyecto llevado a cabo en el departamento del Sudeste.  Unos 5,000 jóvenes han recibido capacitación en alfabetización, habilidades profesionales y jardinería.  El proyecto ha sido implementado dentro del marco de LIFE (Literacy Initiative for Empowerment – Iniciativa de Alfabetización Saber para Poder), la campaña mundial de la UNESCO para superar al analfabetismo.

Las cifras son minúsculas en comparación con los aproximadamente  tres millones de haitianos analfabetos.  Según informes de prensa, el presupuesto original del programa fue drásticamente recortado, y el apoyo político, escaso.  Sin embargo, el entonces Secretario de Estado para la Alfabetización, Carol Joseph, informó al diario haitiano Le Nouvelliste que 2,200 centros de alfabetización, cada uno con capacidad para 25 estudiantes, fueron establecidos en siete de los diez departamentos de Haití.  Estos centros podrían servir como escenario de esfuerzos futuros.

A raíz del terremoto del año pasado, Haití cuenta con un recurso con el que Nicaragua no contaba: miles de personas educadas cuyos puestos de trabajo y hogares fueron destruidos aún permanecen atrapados en los campamentos para personas desplazadas.  Yo conocí a algunos mientras trabajaba como voluntario en un centro de alojamiento en mayo de 2010.  En estos mismos campamentos se encuentra mucha gente pobre e iletrada.

En esta situación, emplear a las personas letradas para enseñar a leer y escribir a sus vecinos se traduciría en un beneficio indiscutible para la comunidad.  Aun cuando los programas de efectivo por trabajo que permiten obtener unos ingresos por cavar zanjas pueden resultar útiles cuando hacen falta zanjas, resultaría más efectivo aprovechar las habilidades de cada cual y desarrollar al máximo el potencial humano existente  en Haití.

Más allá de los campamentos, otras iniciativas en las regiones rurales podrían alcanzar a un mayor número de personas analfabetas.  Reclutar a estudiantes y profesores urbanos (así como a residentes de campamentos) para extender la alfabetización al mundo rural  representaría también un paso modesto hacia la descentralización.  El trasvase de conocimiento y experiencia desde los ámbitos urbanos fortalecería las comunidades y economías rurales.  En este sentido, una campaña ambiciosa, junto con otros incentivos, podría ayudar a aliviar el hacinamiento en la metrópoli.

En un país desgarrado por profundas divisiones históricas entre clases, la participación podría acercar ambos lados de la brecha social, y abrir un camino hacia la reconciliación entre los sectores alienados de la sociedad.

La campaña de Nicaragua fue principalmente voluntaria y tan solo costó  30 dólares por persona alfabetizada.  En el caso de Haití, sin embargo, se podría pagar a los enseñantes con una parte de la ayuda internacional destinada a educación, generando así empleos y estimulando la demanda interna.

Si bien la educación infantil y la educación de adultos pueden parecer prioridades en competencia, lo cierto es que se refuerzan mutuamente.  Los programas de alfabetización adulta mueven a los padres a defender la educación y a exigirla para sus hijos (aunque en mi experiencia muchos haitianos ya muestran un gran interés por la educación).  Tales campañas pueden convertirse asimismo en una oportunidad de aprendizaje para futuros maestros, que luego serían reclutados para la enseñanza formal de la juventud.

Evidentemente estos esfuerzos deberían ser parte de un plan de alfabetización un plan de alfabetización a largo plazo que estuviera integrado en las estrategias nacionales y locales de educación, para evitar que la gente caiga en el analfabetismo funcional.  Por la misma razón, habría que coordinarlos con otras iniciativas de desarrollo que les permitan utilizar sus nuevas capacidades para mejorar sus condiciones económicas.

Es indudable que Haití puede sacar lecciones de las dificultades que enfrentó Nicaragua para sostener su progreso.  Los avances de la alfabetización a principios de los años 80 se vieron erosionados durante la década siguiente por la guerra de los “Contras” y la crisis económica resultante.  Los programas de seguimiento continuaron a lo largo de los años 80, pero fueron anulados por los gobiernos posteriores.  En los últimos años, sin embargo, un nuevo gobierno sandinista ha vuelto a poner en marcha otra vez actividades de alfabetización a gran escala.

En la historia latinoamericana, las dictaduras y oligarquías siempre han desatendido e intentado desmantelar la educación popular.  No obstante, a menos que uno prefiera un modelo estilo de capitalismo salvaje como el del siglo XIX, erigido sobre las espaldas cicatrizadas de una fuerza de trabajo malnutrida, ignorante y “flexible”, en cualquier modelo de desarrollo económico actual debería comprenderse la alfabetización de los campesinos y trabajadores como una de las claves del crecimiento de la productividad.  Por un lado, se estarían sentando las bases para la capacitación continua y estimulando el aumento de los ingresos y la demanda interna.  Por el otro, facilitaría enfoques de desarrollo favorables  a los pequeños agricultores, así como estrategias para el crecimiento industrial y tecnológico.

Sumado a esto, la alfabetización sirve también como catalizador para el crecimiento de otras capacidades y libertades humanas.  Este aprendizaje es imprescindible para que la gente pueda participar de manera significativa en la democracia y en los diferentes ámbitos de la  vida pública.  Y a un nivel más personal, constituye un elemento básico para promover la autoestima y el respeto a sí mismo, además de una puerta que se abre a la integración.

Desarrollo y Libertad, el economista  laureado con el Premio Nobel Amartya Sen  plantea la importancia de la educación en distintas esferas.  En el capítulo doce de dicho trabajo el autor explica: “Si la educación aumenta la eficiencia de una persona en la producción de bienes, se trata de una mejora del capital humano, que puede aumentar el valor de la producción de la economía, así como la renta de la persona educada. Pero incluso con el mismo nivel de renta, una persona puede beneficiarse de la educación, al poder leer, comunicarse, discutir, elegir teniendo más información, ser tomada en serio por los demás, etc.” (p. 351).

Un poco más adelante, afirma: “El reconocimiento de la contribución de las cualidades humanas al fomento y el mantenimiento del crecimiento económico –con todo lo trascendental que es– no nos dice nada sobre la causa por la que se busca el crecimiento económico para empezar” (p. 353).

Y concluye su razonamiento: “En cambio, si centramos la atención, en última instancia, en la expansión de la libertad humana para vivir el tipo de vida que tenemos razones para valorar, la contribución del crecimiento económico a la expansión de estas oportunidades a de integrarse  en la comprensión más fundamental del proceso de desarrollo como la expansión de la capacidad humana para llevar una vida que merezca la pena y más libre” (p. 353).

Peter Costantini es un periodista y analista establecido en Seattle, al noroeste de Estados Unidos.  Ha informado sobre Haití, Nicaragua y otras partes de América Latina durante los últimos 25 años.

Redactora Sara Plaza

Referencias

Peter Hallward. Damming the Flood: Haiti, Aristide and the Politics of Containment. Verso Press, 2007, pg. 133. Cited on http://www.answers.com/topic/jean-bertrand-aristide.

Dr. Ulrike Hanemann. “Nicaragua’s literacy campaign”. UNESCO Institute for Education, Hamburg, Germany, March 2005. http://unesdoc.unesco.org/images/0014/001460/146007e.pdf

Le Nouvelliste. « Discours d’investiture du président Michel Joseph Martelly ». 14 mai 2011. http://www.lenouvelliste.com/article.php?PubID=&ArticleID=92507

“Orígenes de la Cruzada Nacional de Alfabetización”. 1 febrero 2004. http://www.sandinovive.org/cna/CNA-origen.htm

Amartya Sen. Development as Freedom. New York: Alfred A. Knopf, 1999.

Amartya Sen. Desarrollo y Libertad. Barcelona: Editorial Planeta, 2000.

Jean Max St-Fleur. « L’alphabétisation : entre l’alpha et l’oméga ». Port-au-Prince : Le Nouvelliste, 14 Juillet 2008. http://www.lenouvelliste.com/article.php?PubID=&ArticleID=59671

UNESCO Haiti (newsletter). June 2010. http://unesdoc.unesco.org/images/0018/001883/188343e.pdf

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