Texto originalmente publicado en Desinformémonos
Por Laura Carlsen
La ciudad de Gaza está invadida. Las fuerzas israelíes ahora enfocan los ataques en los hospitales, que también sirven de refugios para la población desplazada y bombardeada. La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios reporta testimonios de que después de bombardear a los hospitales, francotiradores dispararon contra doctoras, pacientes y civiles que huían del edificio. La macabra cifra de la matanza en Palestina ya superó los 11 mil, y las dos terceras partes de las víctimas son mujeres y niñez. Mientras Joe Biden, quien ha tomado la decisión fatal de apoyar incondicionalmente a Israel en el genocidio, decía que las cifras son infladas, su propia subsecretaria de Oriente Próximo dijo que las muertes son mayores de las que se citan.
Israel combina el bombardeo aéreo a blancos civiles con la invasión terrestre en una campaña para despoblar toda la zona. Ha dictado que la población en el norte de Gaza tiene que salir hacia el sur y documentos hechos públicos revelan una propuesta de expulsarla a Egipto.
La campaña de desplazamiento forzado de una población entera es una clara violación de leyes internacionales y de los derechos humanos, y el bombardeo de civiles constituye un genocidio en curso. Sin embargo, mientras sigue la masacre día tras día existe un vació de liderazgo global. Por un lado, los gobiernos de Israel y Estados Unidos apuestan por el exterminio de Palestina y su gente. Por el otro, Palestina resiste, con grandes muestras de solidaridad en las calles de cuidades en todo el mundo.
A pesar del alto riesgo de que el conflicto se extienda, y con la apremiante necesidad moral y política de parar el genocidio, ni las Naciones Unidas ni los gobiernos de los países supuestamente democráticos han podido articular una respuesta por la paz. No es ineptitud. Es la falta de voluntad por parte de los países imperialistas, incluyendo el veto del gobierno de Biden a una resolución de Brasil que llamaba a revocar la orden de evacuación de Gaza y pedía pausas humanitarias para suministrar ayuda.
Desde una perspectiva feminista, el mandato es claro—un alto al fuego inmediato. Defendemos a la vida y exigimos la erradicación de todas las formas de violencias. Promovemos el diálogo y rechazamos el uso de la fuerza para dominar y matar.
Solo días antes del estallido del conflicto, la organización feminista israelí Women Wage Peace (Mujeres en acción por la Paz) y palestina Women of the Sun (Mujeres del Sol) realizaron manifestaciones de miles de personas para exigir una solución negociada al conflicto. En su “Llamado de las madres” se lee:
“Nosotras, las madres palestinas e israelíes, estamos decididas a detener el círculo vicioso del derramamiento de sangre y cambiar la realidad del difícil conflicto entre ambas naciones, en beneficio de nuestros hijos”.
El feminismo (o por lo menos los feminismos decoloniales y comunitarios) ha desarrollado una profunda crítica al militarismo y a las masculinidades tóxicas que provocan las guerras y que son propagadas en la guerra—en cualquier guerra. Y esta no es cualquier guerra. No se trata de la violencia de combatientes de un lado contra combatientes del otro. Se reconoce como genocidio por los incesantes ataques enfocados en destruir el tejido y la infraestructura sociales del pueblo palestino. Este tipo de guerra de exterminio tiene un impacto mucho mayor y especifico en las mujeres por ser quienes mantienen el tejido social, y reproducen y sostienen la vida aún en las condiciones más hostiles, que es el caso de Gaza en las últimas décadas.
En todo el mundo, organizaciones feministas por la paz están marchando, investigando, denunciando, presionando a sus gobiernos, y exigiendo estar incluidas en un necesario proceso de paz para llegar a una solución negociada con respeto a los derechos humanos.
En EEUU, el grupo feminista anti-guerra Code Pink irrumpió en una audiencia del Senado donde el secretario de Estado Antony Blinken intentaba justificar el apoyo a Israel. Con las manos pintadas de rojo por la sangre de la gente de Gaza gritaron “¡Cese al fuego ahora!” y “Salvan a los niños y las niñas de Gaza” hasta que los agentes de seguridad las sacaron del salón. La cofundadora de Code Pink, Medea Benjamin, explicó: “Estamos totalmente en contra de la posición de nuestro gobierno que está apoyando a Israel no solo en cuestiones diplomáticas, sino está ahora a punto de mandar 14 mil millones más a Israel para continuar con su masacre. Por eso hicimos la acción”.
También fueron mujeres–el grupo Mujeres por la Transparencia en el Comercio de Armas-que sacaron a la luz pública la solicitud del gobierno de Biden de un paquete de 106 mil millones de ayuda militar a Ucrania y Israel (con otro apartado para la frontera sur con México dentro de esta misma lógica de guerra) que además de financiar el genocidio, contiene una cláusula que solicita permiso para aprobar unilateralmente toda venta de equipo y armas militares a Israel sin notificarlo al Congreso, una exención casi sin precedentes.
Siguiendo el liderazgo de las feministas palestinas en su tierra y en la gran diáspora palestina, las organizaciones feministas construyen un movimiento feminista transnacional por Palestina, desde una postura inmovible a favor de la paz. En la marcha pro-Palestina más grande en la historia de Estados Unidos, integrantes del Colectivo Feminista Palestino hablaron del costo de la guerra con perspectiva de género: 70% de las muertes son mujeres, niños y niñas. En Gaza hay actualmente y 50,000 mujeres embarazadas que tendrán que parir sin hospitales, agua o energía. La ONU Mujeres destaca que existen 690,000 mujeres y niñas desplazadas por los ataques quienes están expuestas a la violencia sexual, además de los ataques y bombardeos.
En medio de la tragedia, las feministas palestinas no dejan de ver la esperanza. El Colectivo Feminista Palestino reafirmó su resistencia:
“Este ataque a los cuerpos y sexualidades de las mujeres indígenas está entretejido en el patrón genocida del colonialismo de los colonos israelíes, pero nuestro amor y cuidado mutuo, nuestra insistencia en vivir, nuestra persistencia en dar a luz a la próxima generación de palestinos en nuestra patria para mantenernos firmes en medio de lugares inhabitables es un testimonio del hecho de que nos negamos a morir en silencio.
Rechazamos los términos de nuestro destierro. Somos un pueblo que enseña vida y sigue creando vida a pesar del genocidio a través de nuestra vida revolucionaria, nuestro amor por los demás y nuestro amor por nuestra patria. Y ese amor es algo que el colonizador nunca nos podrá quitar. “
Noura Erakat, feminista palestina y abogada“Estamos aquí porque Palestina revela la hipocresía desnuda del universalismo occidental, y revela nuestra realidad colonial que perdura, y nos ofrece una mirada a un futuro sin colonialismo.”
Los mensajes de las mujeres palestinas son claras. Nosotras, feministas organizadas, tenemos la obligación politica y moral de escucharlas. En un evento de South Feminist Futures, la activista palestina, Samaher Elkady agradeció a las feministas presentes y suplicó a la audiencia:
“Debemos seguir clamando por la verdad, la justicia y la liberación, escuchar el grito de cada persona que está muriendo en este momento–entre 15 y 20 mueren cada 60 minutos en Gaza… ¡Tenemos que detener las matanzas!”
Yamila Hussein, doctora en la Universidad de Harvard, definió la solidaridad que se necesita de esta manera:
“Es para apoyar al pueblo palestino, pero también la gente tiene que defender la humanidad– su propia humanidad. La gente que no está haciendo todo lo que puede, día y noche, se tiene que preguntar: ¿Qué clase de ser humano soy y qué clase de ser humano quiero ser? ¿Y en qué mundo quiero vivir? ¿En qué mundo quiero que mis hijos crezcan?”
Laura Carlsen es directora de Mira: feminismos y democracias. Es analista, investigadora, periodista y consultora en temas de relaciones internacionales, construcción de movimientos y justicia.