Un día como hoy, ahora.

Militarización en el Bajo Aguán, Honduras. Fotografía de Giorgio Trucchi.Un día como hoy, ahora.

¿Qué hora es en Centroamérica? Preguntó el cañón

Y el eco respondió: Medianoche, todavía…

Sergio Ramírez en Centroamérica cuenta

Un día como hoy, hace cinco años, me levanté con el ruido de los aviones militares surcando los cielos, sin luz, sin agua, sin noticias. Era un 28 de junio de 2009 y las crónicas de lo imposible, estaban aún por escribirse. Me explico: en todo en mundo, aún en Honduras, nuestra generación pensaba que los Golpes de Estado habían pasado a la historia y que en este nuevo siglo, lo que nos esperaba era el fortalecimiento de la democracia, la conquista de nuevos derechos, en suma, seguir avanzando hacia la construcción de un mundo y un país mejor.

Al principio, cuando llegamos, mujeres y hombres de diversos lados, frente a Casa Presidencial, nuestro primer pensamiento fue que ni el país, ni el mundo, iban a permitir un Golpe de Estado, que significaría un retroceso enorme para todas las democracias del planeta. Pensamos eso el primer día, el segundo y luego, casi todo un año. Esto va a pasar, repetíamos, no puede durar mucho. Para nuestra sorpresa, no solo pasó, si no que se sostuvo por casi seis meses, ante la impasibilidad de las grandes potencias, incluida los Estados Unidos.

Posteriormente, se impuso un gobierno de derecha, electo por la minoría de la población, el del Porfirio Lobo Sosa. Luego, pensamos, sería posible un cambio, a través de las urnas y el Partido Libertad y Refundación (LIBRE), que aglutinaba una buena parte de la resistencia hondureña. Para nuestra sorpresa y aún con la amenaza de fraude en los resultados, ganó Juan Orlando Hernández, sucesor de la derecha, con un 36.8% de los votos activos y apenas un 21.4% del Censo Electoral.

Cuando tomó posesión de su cargo anunció “seguiremos en el poder cincuenta años más”, agregando su famosa frase de campaña “voy a hacer, lo que tenga que hacer”. No es posible, re-pensé, pero reconozco a estas alturas en las que mi mente se ha equivocado muchas veces, ya no sé que creer. Uno de los estandartes de campaña, fue la creación de la Policía Militar que anota en sus logros, haber irrumpido por la fuerza, a petición del Presidente del Congreso Nacional, miembro del partido en el poder, y lanzado gases a diputados y diputadas de libre, incluyendo al ex presidente Manuel Zelaya Rosales. Nunca en mi vida, había visto un ex presidente gaseado. Y volví a pensar: cosas veremos…

Nada nos preparó para esto, ni para el retroceso espantoso de los derechos humanos a nivel de políticas públicas, producto del Golpe que se mantienen hasta hoy, entre ellas: la prohibición de las píldoras de anticoncepción de emergencia (PAE), convirtiendo a Honduras en el único país de América, donde este medicamento es prohibido y penalizado. Hay que mencionar además, la absorción de Secretarías de Estado como la Derechos Humanos, el Instituto Nacional de la Mujer entre otros, que pasan a formar parte de un mega ministerio de Desarrollo Social, así como la negación de información pública de la Secretaría de Seguridad al Observatorio de la violencia, alegando que ellos mismos colocarían en línea su sistema de estadísticas, como efectivamente lo hicieron en el año 2013. La violencia doméstica, que es el delito más denunciado a nivel nacional, no aparece en esa base de datos.

No se puede dejar de mencionar el número creciente de periodistas, abogados y transportistas que son asesinados, ante la vista y paciencia tanto del Estado, como de la Policía Militar. A esto se suma el alto índice de asesinato de jóvenes, hombres y mujeres (cuyo crecimiento por año va más acelerado que los asesinatos de hombres). La impunidad en la resolución de estos crímenes, es el denominador común.

Hoy nos encontramos con el drama de las niñas y los niños migrantes hacia Estados Unidos, noticia que el mandatario hondureño, recibía durante su asistencia al mundial de fútbol en Brasil. En declaraciones públicas, expresó que el creciente flujo migratorio de menores sin acompañante, no solamente al deseo de reunirse con padres sino a la violencia generada por el narcotráfico. “Son desplazados de guerra y yo creo que Estados Unidos debe hacer más.1. Nada dice de las condiciones paupérrimas en que su gobierno mantiene a la mayoría de la población, ni de los constantes aumentos a la gasolina, la luz, el agua y la canasta básica en general, que fue el primer “regalo” de sus diputados al pueblo hondureño al asumir su mandato.

Nada dice, de la alarmante violencia, producto de la represión y la pobreza, mientras la clase oligárquica se enriquece cada día más. La mayoría de los migrantes, que se calcula en unos 60 o 70 personas por día, son madres, jefas de familia, con sus hijos e hijas. “No se puede vivir aquí”, mencionaba una de ellas, “no hay trabajo, no hay condiciones, hay mucha violencia2”.

Otra de ellas, expresaba“(…) los padres que tenemos hijas adolescentes o jóvenes solteras sabemos que hay un lema: es peligroso ser bonita y joven. (…), Los padres nos encargamos de hacerles las fiestas, convocar a sus amiguitos y estar encima de ellos porque no se puede. Por eso esa es una falsa paz que nosotros vivimos, porque nosotros sabemos qué es lo que sucede, y por qué la gente está sacando sus (hijas). (…)3

La respuesta gubernamental ha sido enviar a un equipo de visita, incluyendo a la Primera Dama, a los albergues de Estados Unidos. Este equipo, al más puro estilo militar es llamando “fuerza de tarea” y no se sabe con certeza, cual es su función. Hasta ahora, solo hemos escuchado exhortaciones hacia la responsabilidad de Estados Unidos, sin escuchar, que propuestas existen o se proponen desde el Gobierno hondureño, para frenar o combatir esta migración.

En resumen, en cinco años, parece que las cosas no han cambiado mucho y de paso, han arrastrado nuestras esperanzas de que los países del mundo, cualquiera, intervengan para frenar esta situación.

Hay días que parecen interminables y en los que toca construir la vida poco a poco. Tenemos un país, lleno de rejas, físicas y mentales, donde no podemos caminar, pensar o hablar libremente. Un país, donde las noticias del horror siguen asombrándonos. Este no es el país que una vez soñamos para nosotros, para nuestras hijas e hijos.

Queremos quedarnos a vivir aquí, pero a veces, como ya ha demostrado el éxodo en masa hacia los países del Norte, la única opción que nos queda, es precisamente, salir de él. Queremos la alegría, la risa fácil, el café de las mañanas, el gozo de las tertulias y el abrazo de las amigas. Queremos la paz, en medio de un país que vive una guerra interna, no declarada, pero vivida. Y es por eso que sabemos, que queda mucho camino para seguir resistiendo…

Jessica Isla, hondureña, es periodista, autora y miembro de Feministas en Resistencia. Ella es columnista del Programa de las Américas

1 http://www.lavanguardia.com/vida/20140613/54408982043/presidente-de-honduras-eeuu-debe-hacer-mas-ante-guerra-que-desplaza-a-ninos.html

2Entrevista madre migrante. Junio 2014

3Entrevista pobladora. Mayo 2014

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