Por Laura Carlsen
La mayoría de ustedes conoce las cifras duras y frías: cerca de 50,000 homicidios relacionados con las drogas en menos de cinco años; cientos de miles de heridos, huérfanos, desaparecidos, desplazados y traumatizados. Las violaciones de los derechos humanos por las fuerzas armadas uf02d unos 45,000 desplegados en todo el país uf02d y la policía, están por las nubes. La tortura, violaciones y otros actos de violencia de género han aumentado. Todo esto se lleva a cabo en el contexto de un sistema judicial que procesa satisfactoriamente sólo 2% de los delitos.
Si no por otra razón, nos debe importar la violencia en México porque representa una crisis humanitaria de enormes proporciones.
En su lugar nos dicen que nos debe importar uf02do más bien preocuparuf02d México por una razón muy diferente. La prensa y el gobierno nos dicen, con estridencia cada vez mayor, que México es una gran amenaza para la seguridad nacional de EE.UU.
Es increíble lo rápido que esta interpretación se ha generalizado. He vivido en México durante 25 años y sólo en los últimos cuatro años, la relación entre mi país natal y el país donde nacieron mis hijos ha pasado de ser una relación de vecinos uf02d no exenta de contradicciones y tensiones uf02d a una relación completamente dominada por la lógica de la guerra.
No necesito decirles esto a ustedes, los residentes de la zona fronteriza más integrada del mundo, que México es nuestro vecino más cercano de América Latina, con una red estrecha de relaciones personales, culturales, económicas e históricas entre las dos naciones.
Lo que debe considerarse una relación mucho más matizada y compleja bilateral, partiendo de vínculos humanos, geográficos y medioambientales compartidos, ahora gira en torno a la evaluación de amenazas y de un marco de la era Bush de seguridad nacional. La Iniciativa Mérida estadounidense y la militarización de México y la frontera son la consecuencia directa de la imposición de este marco.
De vecino y socio comercial, México ahora se representa como una amenaza a la seguridad nacional de EE.UU. Desde las exageraciones sobre los derrames de violencia de la guerra contra las drogas (estadísticamente falsas), hasta las advertencias de un “estado fallido” (también inexactas), y las declaraciones de que los cárteles mexicanos no sólo buscan hacerse cargo del gobierno mexicano, sino también infiltrar y debilitar los Estados Unidos, las diatribas alarmistas y con motivaciones económicas han superado a la formulación de políticas basadas en hechos.
La expresión de urgencia fingida más reciente de ‘controlar a México’ se produjo cuando varios comités de la Cánara de Representantes estadounidense celebraron una audiencia titulada “Mérida Parte 2: Terrorismo e insurgencia”. El nombre suena como la secuela a una película de horror, y si la política estadounidense sigue en esa dirección, indudablemente veremos una multiplicación de los horrores que afectan actualmente a nuestro vecino en el sur.
En la audiencia, el representante Michael McCaul, un republicano de Texas procurando el galardón de belicista mayor de la frontera, tildó a los cárteles de drogas de “terroristas” y pidió que se clasificaran como Organizaciones Terroristas Extranjeras. Esto metería a México dentro del paradigma de lucha contra el terrorismo de George W. Bush que justifica la intervención unilateral y golpes preventivos. Incluso en el apogeo de su poder, las organizaciones colombianas de narcotráfico no fueron clasificadas oficialmente como “terroristas”.
“Estos terroristas tanto en México como en Estados Unidos son una amenaza a la seguridad nacional y deben ser tratados como tal”, dijo McCaul. Hizo un llamamiento para luchar contra ellos “por todos los medios posibles”. Y añadió, “Hay una guerra por la frontera y el enemigo está infiltrando nuestras ciudades de forma encubierta”.
El Programa de las Américas ha estado analizando estos tipos de declaraciones y su relación con la militarización y la involucración agresiva uf02d y a menudo ilegal uf02d en el extranjero durante más de tres décadas. Se conoce como una “evaluación exagerada de riesgo”, y es invariablemente un preludio a la escalada de la intervención en conflictos extranjeros.
La historia reciente nos ha demostrado que estas campañas militaristas uf02d las cuales comienzan con el discurso histérico, se presentan en el Congreso como proyectos de ley para desviar enormes cantidades de recursos públicos para la industria de defensa, y terminar en despliegues extranjeros y despilfarros domésticos uf02d aumentan en lugar de reducir la violencia y la inseguridad pública, tanto aquí como en el extranjero. Terminan chupando recursos públicos cada vez más escasos para escenarios de guerra falsamente elaborados e imposibles de ganar.
En el caso de los cárteles mexicanos de la droga, esta evaluación no sólo es exagerada, sino que está totalmente equivocada. Cualquiera que se haya fijado en la dinámica de la violencia allí sabe que hay una diferencia entre la política de organizaciones terroristas que buscan socavar un sistema político y carteles de la droga que buscan proteger un negocio ilegal y altamente lucrativo. Esto es igual al abismo conceptual que hay entre las insurgencias revolucionarias y las organizaciones de tráfico de drogas. Su lógica es diferente, sus tácticas y los motivos son diferentes, sus acciones son diferentes y su relación con los gobiernos es diferente.
Esta descripción deliberadamente equivocada, junto con las políticas errantes de “defensa” llevan a consecuencias terribles.
Cuatro años tras comenzar la Iniciativa Mérida podemos ver los resultados de aplicar la lógica de la guerra al crimen organizado en México. Todos los estudios que tenemos muestran una correlación directa entre el comienzo de la guerra contra las drogas en diciembre de 2006 y su expansión constante desde entonces con una explosión, en lugar de control de la violencia en México. Las muertes relacionadas con la guerra contra las drogas se han disparado de un promedio de 2,000 al año desde que los dos gobiernos pusieron en marcha esta política, a 15,000 el año pasado.
Un nuevo estudio realizado por Eduardo Guerrero en la revistaNexos ilustra con gráficos la manera en que la guerra contra el narcotráfico promovido por el gobierno de los Estados Unidos, ha incrementado y dispersado la violencia en el país, fragmentando alguno de los principales cárteles. Cuando el gobierno mata o detiene a un operario de un cártel, esto desencadena guerras territoriales entre los cárteles, que a menudo implican ataques a funcionarios vistos como vinculados a los rivales y la muerte de ciudadanos atrapados en el fuego cruzado.
México ahora se enfrenta a una doble amenaza muy grave: la enfermedad y la supuesta cura.
La enfermedad la conocemos demasiado bien. Los grupos transnacionales de crimen organizado y sus miles de aliados incluyen desde los grupos armados en Colombia uf02d la mayor parte siendo paramilitares alentados por los programas de contrainsurgencia del gobierno de Uribe y el apoyo de EE.UU. mediante el Plan Colombia uf02d hasta América Central, donde las pandillas se unen con los narcotraficantes, entran a México y por todo Estados Unidos.
Los cárteles mexicanos se han convertido en los principales actores en este esquema, ya que han apoderado no sólo del tráfico de cocaína, sino también del vínculo con los minoristas en los Estados Unidos, por la producción tradicional y el tráfico de marihuana y heroína, y más recientemente metanfetaminas.
A medida que su negocio ha crecido debido a los cambios en la globalización del comercio de la droga, estos grupos luchan entre sí a brazo partido para mantener o ganar el control de las rutas de tráfico de drogas y cuotas de mercado. No cabe duda alguna de que son brutales y despiadados.
La cura: El modelo de guerra contra las drogas se basa en la prohibición, la criminalización y bloqueo del suministro de sustancias ilícitas al mercado de EE.UU. Este modelo, desarrollado por Richard Nixon en 1971, nunca ha funcionado uf02d en absoluto.
En México no ha reducido los flujos de drogas ilícitas, el consumo en EE.UU. ha aumentado y la seguridad pública en algunas regiones se ha erosionado hasta el punto de crisis. En los Estados Unidos ha desviado a las fuerzas policiacas locales de encargarse del control de la delincuencia violenta, y ha enviado a miles de jóvenes a la cárcel por posesión simple, en su mayoría jóvenes de color en un patrón claro de represión.
La guerra contra las drogas está pesando enormemente en la sociedad, y encima de eso no está produciendo NINGÚN resultado positivo.
No. Me equivoco. Se han visto resultados muy positivos para algunos sectores muy poderosos.
Los que ganan perpetuando la guerra contra las drogas saben muy bien quiénes son, aunque la mayoría del resto de nosotros no. Son políticos de la línea dura que tratan de explotar la inseguridad pública y consiguen fondos federales para sus distritos, clamando por políticas de mano dura. Ellos son los mamuts de la industria de la defensa. Son empresas privadas de seguridad. Cada vez más, también son los productores de la vigilancia electrónica y equipo de inteligencia que se han incorporado como los nuevos miembros de este complejo militar industrial revisado.
También están las agencias del Pentágono, en especial el Comando Norte y otras agencias de EE.UU. El Pentágono ha soñado durante mucho tiempo con lograr un mayor acceso a los servicios de inteligencia y el aparato de seguridad de México. La expansión de Bush del TLCAN en la seguridad tenía en su esencia el objetivo de crear un sistema de gestión de seguridad regional bajo el mando del Pentágono subsumiendo el sistema de defensa nacional de México. La denominada “Alianza para la Seguridad y la Prosperidad” colocó la piedra angular de esta ambiciosa expansión. Hoy en día hay agencias estadounidenses operando en suelo mexicano planificando, equipando, dirigiendo y, según numerosos informes en el terreno, ejecutando operaciones en todo el país.
Los promotores de la guerra en el sector privado y público devengan cientos de millones de dólares de fondos públicos. Se hacen más fuertes según sus cabilderos compran a los políticos con dinero (helicóptero) para campañas electorales y el Departamento de Defensa se asegura la mejor parte del dinero de los contribuyentes.
La paz es su enemigo.
Eso significa que cuando hacemos un llamado para soluciones no violentas a la guerra contra las drogas, nosotros somos sus enemigos. Tenemos que entender que para esforzarnos por alternativas de paz y contra la militarización, acabamos cabalmente en sus miras.
En un artículo reciente sobre los ganadores y perdedores en la guerra contra el terrorismo, Gareth Porter lo resumió así: “Las guerras agresivas estadounidenses no son simplemente el resultado de políticas equivocadas, sino de instituciones de seguridad nacional persiguiendo sus propios intereses a expensas de los intereses del pueblo estadounidense”.
La ofensiva de la guerra contra las drogas de la Iniciativa Mérida sólo puede entenderse realmente a la luz de la suma adicional de $3.6 billones de dólares prodigados en el sector de la seguridad nacional durante la última década. Este sector militar-industrial no solo busca mantenerse, sino de expandir. Hoy en día, incluso con los recortes, tiene planes para expansión y México se ve como la nueva frontera.
Nuestras investigaciones no han hecho más que absolutamente afirmar esta dinámica. Hemos visto grupos de cabildeo en Washington presionando para continuar e intensificar la Iniciativa Mérida del sector de la defensa, y las empresas privadas de seguridad ansiosas de conseguir contratos en una nueva guerra. De acuerdo con un nuevo estudio realizado por el Center for International Policy y Common Cause, la industria de armas de EE.UU. tiene más de 1,000 cabilderos y gastaron $ 22.6 millones de dólares en campañas en las elecciones de 2009/2010. Aunque las cifras exactas son difíciles de conseguir, dado que la Iniciativa Mérida prohíbe la entrega de dinero a México para la contratación, y el Departamento de Estado en la actualidad subcontrata alrededor de 80% de su trabajo, esto significa que una gran parte de los $1.6 billones hasta ahora en fondos para Mérida es para al complejo militar industrial.
Mientras que las necesidades humanas básicas no se están satisfaciendo en la nación más rica del mundo, los esfuerzos para engullir la economía de guerra están en marcha.
Pero hay otra razón siniestra detrás de la guerra del narcotráfico en México. La militarización de México con las fuerzas armadas en las comunidades sirve para sofocar rebeliones populares, en especial y estratégicamente las batallas locales por los recursos naturales, tales como las campañas contra la minería, el agua, la tierra y el petróleo
Estamos vislumbrando un futuro formándose en una época de escasez y crisis del medio ambiente en el que no será la supervivencia del más apto, sino la supervivencia de los que fueron más implacables y maquinadores en tomar el control de los recursos naturales que necesitamos para continuar en este planeta. Lo que está pasando con la apropiación de tierras y el agua, las concesiones de la biopiratería, y las concesiones mineras y de petróleo es mucho más que la privatización de los bienes comunes uf02d es la reasignación masiva de los recursos de las comunidades a un pequeño número de élites para un día en que, si el sistema actual continúa, ninguno podrá sobrevivir. México es y será un campo importante para esta batalla. Las comunidades locales están luchando y la militarización proporciona una manera de controlarlos.
En las conversaciones sobre las relaciones entre EE.UU. y México por el país, he conocido a miles de ciudadanos estadounidenses que están viendo el deterioro de las relaciones binacionales con grave inquietud, y otros que se preguntan francamente, ¿por qué nos debe importar?
* Para ustedes que viven en la frontera, a ustedes les importa porque justo al otro lado de este edificio uf02d al cruzar la línea, el río, la valla uf02d viven sus parientes, sus amigos y sus vecinos. No podemos quedarnos a los márgenes mientras el miedo, la violencia y la represión destruyen sus vidas, y los jóvenes son privados de un verdadero futuro.
* También nos importa porque nuestro gobierno ha promovido, financiado y sostenido la guerra contra las drogas, la causa fundamental de la violencia, y es hora de decir NO MÁS.
* Nos debe de importar porque si trabajamos juntos podemos encontrar soluciones no violentas en ambos lados de la frontera: la reforma de la política de drogas, operaciones serias contra los delitos financieros, el desarrollo comunitario, programas de lucha contra la pobreza y de educación, la creación de empleos, la regulación y los mecanismos para la distribución equitativa de la riqueza, la participación ciudadana, campañas de lucha contra la corrupción, y cada país mejorar sus propios sistemas de justicia de seguridad pública en todos los niveles.
Esta conferencia es el primer paso en la transformación de que nos importe a tomar acción. Ya se han unido al pueblo Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad de México para pedir el fin de la guerra contra las drogas y el apoyo de EE.UU. bajo la Iniciativa Mérida.
Debemos detener la guerra contra las drogas y pedirle al Congreso que deje de financiar la Iniciativa Mérida de inmediato y brinde fondos para estas otras opciones.
Es cierto que hay mucho sobre lo cual preocuparse ahora, especialmente para los jóvenes que están iniciándose en un mundo de amenazas e incertidumbre. Pero todos tenemos sino dos opciones: podemos darle la espalda a lo que parece amenazarnos, o podemos darle la cara, y preguntarnos qué se puede hacer, y encontrar a otros que plantean las mismas preguntas y podemos construir respuestas locales y globales.
El movimiento de Ocuppy Wall Street es una fuente de inspiración en este sentido. Nuestro trabajo aquí encaja entre las demandas al exigir que los $1.6 mil millones de fondos para Mérida vayan para las necesidades humanas y la seguridad pública en el país y ayuda de desarrollo para México. En un mundo globalizado tenemos que poner fin a la falsa división entre la política exterior y la política interna. La política exterior define lo que somos en el mundo y las políticas como la Iniciativa Mérida nos roban los recursos que necesitamos para escuelas y hospitales, así como amenazan y matan a personas inocentes en el extranjero.
Nos han dicho que la política exterior es el terreno de los expertos. Pero como miembros responsables de una democracia tenemos que creer en nuestro propio poder de entender y hacer frente a amenazas como las nuevas guerras contra las drogas, y detener los acrecentamientos militares antes de que el impulso total del consorcio de armas y dinero en efecto nos atropelle.
Tengo una enorme cantidad de confianza en nuestra capacidad para hacer eso. He visto la inquietud de todos ustedes, estudiantes y otros residentes de la frontera, aquí y en todo el país. Si juntamos nuestros conocimientos y compromiso, aquí y estrechándonos por la frontera, podemos detener este derramamiento de sangre y comenzar a reconstruir la comunidad transfronteriza y una relación de respeto entre naciones soberanas que se han desgarrado en dos por esta guerra.
Laura Carlsen es directora del Programa de las Américas
Traducción: Annette Ramos