Cuando Pablo Solón acudió el año pasado a la COP16 en ese espléndido lugar del Caribe mexicano todavía fungía como embajador del gobierno de Bolivia ante la ONU y encabezaba la delegación de su país en las pláticas sobre calentamiento global con una posición clara y beligerante basada en el Acuerdo de los Pueblos de Cochabamba.
El Acuerdo de los Pueblos estableció con énfasis la causa de fondo de la crisis climática provocada por la elevación de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI): el modo de producción y consumo capitalista que busca la ganancia sin límites, impone una lógica de competencia y convierte todo en mercancía: el agua, la tierra, las semillas, el genoma humano, las culturas ancestrales, la biodiversidad, la justicia, los derechos de los pueblos y la vida misma.
El acuerdo demanda justicia climática en el sentido de que los países industrializados reconozcan su deuda ecológica con el resto del mundo y reduzcan sus emisiones a la mitad al final de la presente década. Rechaza asimismo las falsas soluciones como los mercados de carbono y los agrocombustibles.
Hoy, Solón ha venido a Durban invitado por varias universidades y organizaciones de Sudáfrica para ofrecer un conjunto de charlas y asistir a diversas actividades. Forma parte de los delegados de la sociedad civil que participan en la COP17 y ya no es parte de la delegación oficial boliviana que se opuso hasta el final a los mercados del carbono y que dejaron sola el resto de los gobiernos en Cancún.
“Ahora habría que hacer lo mismo que en Cancún —dice—, aun si uno se quedara solo otra vez, porque uno no puede decir: acepté el genocidio para no quedarme solo; si yo veo que se va a cometer genocidio, y eso es lo que se va a cometer como resultado de Cancún y ahora de Durban, yo tengo que levantarme y decir: estoy en contra. De otro modo es ser cómplice. Y no hay peor cobardía que ser cómplice diciendo: es que estaba solo.”
“Y lo que viene aquí es peor que el resultado de Cancún porque el nivel de reducción de emisiones ahora se va a atornillar definitivamente para esta década. Cuando estuvimos en Cancún a la delegación boliviana nos dijeron: miren, no se preocupen, ahora vamos a salvar el proceso de negociación y en Durban vamos a salvar el clima.”
“Ahora estamos en Durban y lejos de salvar el clima van a atornillar promesas de reducción de emisiones miserables: Estados Unidos y Canadá van a reducir el 3 por ciento de sus emisiones de los niveles que tenían en 1990 en toda esta década hasta el 2020, eso quiere decir que van a seguir contaminando en forma increíble. En este campo, lo que se hace ahora, no se puede deshacer mañana rápidamente, las emisiones de GEI se quedan alrededor de 100 años en la atmósfera.
El año pasado murieron 350 mil personas por desastres ocasionados por el calentamiento global, según el Instituto de Vulnerabilidad Global dirigido por el ex secretario general de la ONU Kofi Annan. Se trata de un genocidio y está ocurriendo cuando ni siquiera ha llegado a un grado centígrado el incremento de la temperatura global. ¿Podemos imaginar lo que significaría un incremento de 3 o 4 grados?, pregunta Solón y reclama:
Las delegaciones que siguen los pasos de Cochabamba tienen que levantarse de esta COP y no ser cómplices de este genocidio.
“En el marco de la COP17 en Durban, en el texto amalgamado, como así lo llaman, están recogidas en buena medida las propuestas de Cochabamba pero eso no quiere decir que han sido acordadas sino que están como alternativas, y lo más probable es que quienes andan negociando en los pasillos, cenas y almuerzos reservados, a los que la mayoría de delegados no tiene acceso, están cocinando un documento que va a omitir las propuestas de Cochabamba de la misma forma que lo hicieron en Cancún.
Lo bueno de esto es que se ha generado debate, evalúa Solón: “Propusimos que los derechos de la Madre Tierra fueran un ítem de agenda en la reunión de junio de este año en Alemania y eso generó difusión y discusión. Pero los gobiernos de los países desarrollados razonaron: si les reconocemos derechos a la Madre Tierra eso va a crear conflicto con los intereses de las grandes corporaciones que buscan lucrar con los recursos naturales, especialmente con la economía verde que va a significar nuevos mecanismos de mercado en relación a los servicios ambientales.”
Pablo Solón no se hace ilusiones pero se permite ser optimista en el largo plazo: “Al interior de la COP —básicamente una estructura que representa a los gobiernos, no a los pueblos—, no hay forma de creer que a través de estos procesos se va a lograr en un corto plazo una declaración que significa cambiar el paradigma de toda la civilización occidental que ha puesto al hombre en el centro del modelo de desarrollo y lo que estamos diciendo es que también hay que poner a la naturaleza. Es un cambio de visión. Ahora es posible avanzar en el debate pero esto tardará bastante tiempo en ser asumido. En los estados nacionales tenemos casos como Ecuador y Bolivia que están un paso adelante y la posición de otros que resulta interesante. Pero esto abrió un proceso, va a ser uno de los grandes desafíos —y ojalá resultados— de este siglo. Pero ya es un proceso que tiene amplia audiencia y respaldo en los movimientos campesinos e indígenas, incluso entre los científicos.
A Solón le tocó defender en la ONU el establecimiento del Día Internacional de la Madre Tierra, y había quienes se oponían aduciendo que se trataba de una idea mística de los andinos que hablan de la Pacha Mama. Y Solón argumentó que no es una creencia o religión sino una idea científica, porque los seres humanos forman parte de un sistema viviente con la Tierra. Y llevó posiciones, estudios y pronunciamientos de científicos de la NASA y de Europa que dicen: a la Tierra hay que concebirla y tratarla como un organismo vivo porque todos sus componentes están interrelacionados.
“Y cuando hablamos de la Madre Tierra queremos decir que tenemos con el planeta no una relación de propiedad sino de pertenencia, no somos dueños sino que pertenecemos a la Tierra. Después de un largo debate, se logró la aprobación del 22 de abril como el Día Internacional de la Madre Tierra. Es un paso muy importante, pero de ahí a los derechos de la Madre Tierra hay todavía un largo trecho, porque reconocerlos implica establecer un balance en el sistema, ya que si no sólo los seres humanos tienen derechos sino también la naturaleza, entonces estamos obligados a respetar los ciclos vitales.”
Solón afirma que el cambio climático es producto de no haber respetado las leyes naturales que rigen el ciclo del carbono al emitir un tercio más del CO2 del que normalmente hay en la atmósfera y la civilización avanza a emitir otro tercio más e incluso duplicar las emisiones en los próximos 40 años.
Esto altera el equilibrio natural con consecuencias multiplicadoras nefastas en varios niveles, con impactos en la salinidad de las aguas, en el derretimiento de los polos y glaciares, es decir, generando una reacción en cadena, de la que países y entidades causantes buscan y logran con frecuencia eludir su responsabilidad.
En la maraña de información descontextualizada en torno a la conferencia de las partes sobre cambio climático poco se aborda el Protocolo de Kioto, el único marco multilateral vinculante cuya vigencia terminará el próximo año.
Solón está convencido de que el Protocolo de Kioto tiene que ser preservado, aún con todas sus fallas y lagunas. “El problema es que lo quieren sustituir por un acuerdo con mecanismos todavía más flexibles de promesas voluntarias, lo cual es ir hacia atrás. Entonces, si no hay algo mejor para sustituirlo, por lo menos hay que mantenerlo.”
“La cuestión es que el Protocolo de Kioto es una forma y lo importante es la sustancia, el contenido, es decir la cifra de reducción de emisiones que se establecerá para el período 2013 -2020 y si es una cifra miserable, aún si el protocolo se mantiene, con esa cifra será una tragedia.
“Estados Unidos está en una posición realmente imperial. No es sólo que no quiera adherirse al protocolo sino que ha dicho: yo voy a reducir el 3 por ciento y ya lo dije en Cancún y ni siquiera lo voy a repetir aquí. Ese es un hecho y punto, y así será porque mi economía no me permite más. ¿Y qué hay de la economía del resto del mundo que va a ser impactada? Pues ese es problema del resto del mundo.
“No es la misma posición de su sociedad civil pero es fundamental que el movimiento de Ocuppy Wall Street asuma que la batalla por la justicia climática es la batalla también contra ese 1 por ciento de la población que no solamente nos está quitando el empleo y apropiándose de la riqueza sino condenando al resto de la humanidad a su extermino por los desastres naturales que provoca su modelo de desarrollo.
“China ha hecho una promesa de reducción de emisiones para el año 2020, posición conocida por todos los países desarrollados. Les he preguntado: ¿ustedes creen que China debe incrementar su promesa? Y todos, incluyendo Estados Unidos han contestado: no, está bien lo que China dice, el problema es que lo cumpla. Sin embargo, es una situación diferente a la de Estados Unidos que aunque cumpla su promesa ésta es prácticamente irrelevante.
“China no es parte del Anexo 1 que incluye a los países desarrollados obligados a reducir sus emisiones. Si sumamos todas las promesas de reducción de emisiones de los países más industrializados, es decir, los principales causantes de la crisis climática, para el 2020 reducirían 3.1 giga toneladas de CO2 anuales. Mientras que China, Brasil, la India y la mayoría de los países en desarrollo más importantes, reducirían 5 giga toneladas. Es notable que quienes no son los principales causantes del problema están sin embargo dispuestos a hacer el esfuerzo más grande en esta década. Y ojo, lo que se haga en este terreno durante los próximos 10 años será crucial para la humanidad.”
Alfredo Acedo se encuentra en Durban, Sudáfrica para cubrir al COP 17 para la agencia de información ALAI www.alainet.org. Es director de comunicación de la UNORCA México y colaborador del Programa de las Américas www.americas.org