Mexicanos rechazan la guerra de Calderón

El reloj de la Torre Latinoamericana marca las 17:00  del 6 de abril cuando la congregación variopinta que llena la explanada de Bellas Artes grita no más sangre y fueras a Felipe Calderón. No es un lugar usual de encuentro para iniciar una manifestación, pero esta marcha ha sido convocada por poetas y artistas, amigos, discípulos, hombres y mujeres lectores de los versos y artículos de Javier Sicilia, quienes piensan que la poesía y el arte triunfarán sobre la muerte.

El poeta y luchador social, tras el asesinato de su hijo Juan Francisco Sicilia Ortega y seis de sus compañeros, el 28 de marzo en Cuernavaca, lanza un manifiesto “Carta abierta a los políticos y a los criminales” en el que condena la guerra de Calderón, “mal planteada, mal hecha, mal dirigida, que ha puesto al país en estado de emergencia”, y llama a la ciudadanía a manifestarse por paz y justicia.

Su carta ha sido un poderoso catalizador para la movilización de una sociedad harta de tanta violencia. “Estamos hasta la madre porque los políticos sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia”.

A través de las redes ciudadanas del estado de Morelos el poeta convoca a una marcha nacional el 6 de abril, a las 5 de la tarde, del monumento de la Paloma de la Paz al Palacio de Gobierno en Cuernavaca. E invita a replicar la movilización en las ciudades y municipios del país: “Si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, señores políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, señores criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generando nos llevará a un camino de horror sin retorno”.

La marcha empieza precedida por un debate en la web sobre la inutilidad de las marchas. Predomina la voz de quienes también están hasta la madre de los que piensan que todo es inútil y sólo queda contemplar el derrumbe del país como convidados de palo. Hay que marchar, informarse, discutir, organizarse, encarar desde la sociedad a las mafias políticas y a los criminales, no quedarse sin palabra.

Por eso, No más sangre, ni un muerto más, es la divisa de esta marcha que arranca —simultánea a muchas más en el país—  rumbo al Zócalo de la Ciudad de México. Y el ingenio asoma junto a la indignación en cada cartulina, lona, manta, volante, pancarta:

“¡Ya basta! (la paloma de Picasso levanta una vez más su vuelo).” “¡No más pinche guerra, hoy debe acabar!” “200 mil litros de sangre derramados por Calderón y sus sicarios.” “La guerra de Calderón es el holocausto de los jóvenes.” “Yu Es Ei – para tus armas, no te hagas güey.” “14 mil huérfanos en Ciudad Juárez, más de 300 niños asesinados.” “Los asesinos están en Los Pinos.”

Investigadores del instituto Nacional de Antrpología e Historia llevan un mensaje directo: “Cuando ustedes  (los campeones del empleo y de las manos limpias) hablan del crimen organizado, millones de mexicanos sabemos que ustedes son el crimen organizado, junto con los dueños de los medios de comunicación y sus testaferros autollamados comunicadores” .

Por el cambio de horario, el sol aún quema la piel mientras siguen llegando jóvenes y contingentes del SME, círculos obradoristas, integrantes de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, mujeres con manojos de flores que demandan el fin de los feminicidios y demás crímenes en Ciudad Juárez. Una señora comenta que su hermana por temor a la violencia ya no quiere salir ni a las tortillas, mientras un aroma de flores blancas inunda el aire. “Las gardenias huelen riquísimo. Los claveles no, pero aguantan más, aunque su tallo es quebradizo”, explica la mujer.

Se calcula en 10,000 la asistencia a la marcha en la capital; en Cuernavaca más de 40,000 se unen a Javier Sicilia con las mismas demandas. Hay marchas en Culiacán, Hermosillo y en ciudades de 21 estados del país. Muchos salen a manifestarse en Monterrey a pesar de los riesgos en ese lugar.

A las 17:20 la columna avanza, bloquea el eje central y pronto llena la calle 5 de Mayo. Una docena de machetes representa al pueblo de Atenco. Los jóvenes gritan por escuelas y trabajo; quieren hospitales no quieren militares.

En los quioscos de periódicos, Proceso marca la pauta: “¡Estamos hasta la madre!” reza su portada y anuncia la carta a los políticos y criminales de Javier Sicilia en interiores. El Chamuco aborda el pacto de los medios encabezado por el duopolio televisivo como el “acuerdo para la tapadera de la violencia” y una enorme calaca cubre la cara de Calderón. Incluso Letras Libres exhibe un arma de fuego y una mancha de sangre, mientras en Milenio la DEA justifica la violencia en México.

Cuando parece que la columna va a terminar, a la entrada de 5 de Mayo, por el eje central, se acercan nuevos contingentes. Desde las aceras mucha gente observa con seriedad pero sin animadversión o rechazo. Algunas miradas parecen traslucir una convicción: esta marcha es necesaria como preludio de acciones que den un vuelco a la situación límite a la que el país ha sido llevado.

Al llegar al Zócalo la columna rodea los plantones del SME y los mineros y ocupa los espacios disponibles. Frente al Palacio Nacional la multitud corea: Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir que el pinche gobierno se tiene que morir. Pero “Juárez no debe morir”. Ante el número 40,000 formado por tres fémures y cuatro cráneos descarnados, los estudiantes proponen “Parar las balas con cultura y educación”. La cifra es el cálculo de los muertos en la guerra contra el narcotráfico.

Casi veinte performanceros de la UNAM yacen sobre las baldosas. Cuatro o cinco encapuchados, con casacas militares, los tirotean, rematándolos. Uno de ellos me apunta con su fusil de cartón en sus manos ensangrentadas. Bang, me dispara. Muevo la cabeza hacia atrás como sacudida por el impacto. En calidad de espectadores mediáticos promedio, las personas vemos  escenas de violencia todos los días al punto de la insensibilización. El joven orador advierte: “Ahora cada uno de nosotros está en riesgo de morir por el fuego cruzado y las ‘bajas colaterales’ de esta guerra, y las marchas no serán suficientes para detenerla. Tenemos que pensar bien cómo parar la carnicería. Un paro nacional es la propuesta”.

Son las 18:15 y el zócalo está lleno en lo posible. El mitin inicia subrayando la singularidad de la marcha que cristaliza una rabia largamente contenida. Desde la tribuna se emiten poemas, no tanto discursos.

Sí son nuestros muertos y no es nuestra guerra. “Allá vienen los muertos tan solitos, tan mudos, tan nuestros, engarzados bajo el cielo enorme del Anáhuac, caminan, se arrastran, con su cuenco de horror entre las manos, su espeluznante ternura.

“Se llaman los muertos que encontraron en una fosa en Taxco, en parajes alejados de Chihuahua, esparcidos en parcelas de cultivo, tirados en la Marquesa, colgando de los puentes, sin cabeza, en terrenos ejidales, a la orilla de la carretera, en coches abandonados, en San Fernando, los sin número que destazaron y aún no encuentran, las piernas, los brazos, las cabezas, los fémures de muertos disueltos en tambos.

“Se llaman restos, cadáveres, occisos, los muertos a los que madres no se cansan de esperar, a los que hijos no se cansan de esperar, los muertos a los que esposas no se cansan de esperar, imaginan entre subways y gringos.

“Se llaman chambrita tejida en el cajón del alma, camisetita de tres meses, la foto de la sonrisa chimuela…  Fragmentos del poema leído por su autora María Rivera.

Con profunda indignación algunos oradores repudian el discurso de que el principal flagelo de este país es el narcotráfico; definen al ejecutivo federal como impulsivo pero pusilánime; piden su renuncia. Legalizar las drogas sería parecido a la expropiación del petróleo, en tanto acto de dignidad que opta por los ciudadanos, no por la guerra y el imperio.

Otros recuerdan a Javier Sicilia como quien ha enseñado de qué se trata el oficio de poeta y cómo ver el mundo desde la poesía, anteponiendo los valores humanos a la usura y la codicia. Lamentan su voto de silencio poético y se suman a su llamado a la lucha.

En el micrófono, un prolífico y reconocido narrador e historiador dice: “Me llamo Paco Ignacio Taibo, soy escritor y estoy aquí por las mismas razones que ustedes.” Y cuenta la anécdota de una joven de Azcapotzalco a quien escuchó decir que los verdaderos ninis son los que están en el gobierno porque ni gobiernan ni nos representan. “Vámonos preparando porque nos va a costar mucho trabajo echar a los ninis que nos gobiernan”, concluye su breve discurso.

“¿Qué es lo que sigue?”, le pregunto a PIT II.

“Lo que sigue es cantar el Himno Nacional e irnos a preparar y convocar la siguiente y la siguiente y la siguiente. Sólo nosotros podemos parar esto. Las cosas están empeorando, deshacen una banda el lunes y el martes se rehace. Esto nunca debió iniciarse sin depurar a las policías infiltradas por el narco. Así toda la primera fase de la lucha la dirigió el mismo Chapo (Guzmán), Pero Calderón vive en Disneylandia. Y México ahora está viviendo en el infierno.”

Al terminar el acto, pregunto lo mismo a Daniel Giménez Cacho, actor de importante trayectoria en el cine nacional. “No sé, no soy adivino”, responde, para ganar tiempo, “pero creo que lo que sigue es apoyar el plan que propone Javier Sicilia, realizar más manifestaciones, ir al plantón que el poeta instala en Cuernavaca. A Radio Bemba el actor declara que de México le duele la impunidad, la sordera, la falta de esperanza, el racismo, el clasismo y la búsqueda del dinero a toda costa.

Gabriela Barajas, joven empleada, dice que le da miedo salir a la calle y ya no regresar. Propone tomar conciencia de la realidad del país y buscar la unidad.

La marcha ha revivido los reclamos no sólo contra la violencia sino contra las otras calamidades que asuelan a la sociedad mexicana, como la falta de acceso a educación y salud de calidad y la avaricia de gobernantes y grandes empresarios.

La única forma de salir de este laberinto es la educación, dice Victoria Núñez, estudiante de sociología. Una educación que haga que la gente se cuestione. “Nos han quitado la filosofía, la lógica, las artes, todo lo que nos hace pensar y ser nosotros mismos. Los planes educativos atacan la socialización y promueven el individualismo.  Hay que ir a las acciones para recuperar lo perdido, no quedarnos sólo en plática y diálogo”, sostiene.

Fabiola De Nutella, profesionista, me dice que lo primero es tener claro el objetivo del movimiento y no olvidar que los gobernantes son nuestros empleados que deben rendirnos cuentas y vivir sin privilegios. Por ejemplo,  deben usar el ISSSTE y no cargarnos sus costos de medicina privada carísima.

En el asta bandera al centro del zócalo no hay lábaro patrio, que debería estar a media altura, en señal de luto por tantos muertos. Pero en la base, al final del acto, hay centenares de flamas que ondean como minúsculas banderas con el viento del atardecer. Hay lágrimas, sollozos, llanto incontenible, flores blancas, recuerdos y propuestas formando una gran ofrenda. Ahí están las níveas gardenias y los claveles albinos que portaban en el pelo y en las manos miles de manifestantes.

“Algunos padres son poetas… Todos los hijos son poesía.” “Calderón, entiende, mis hijos no habitan en búnker”. Otros mensajes hacen referencia al reciente pacto entre algunos medios promovido por el gobierno que establece la auto-censura en la cobertura de la violencia, como si la realidad pudiera cambiarse mediante un giro de criterio editorial. Abundan las críticas al papel alienante del duopolio televisivo: “Iniciativa México es el cártel de la desinformación”.

Hay también un mensaje de marcador sobre cartulina: “Felipe, ¿y si uno de los jóvenes asesinados se apellidara Calderón Zavala, seguirías con tu guerra?”

Alfredo Acedo es director de comunicación social y asesor de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas México.

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