Viernes de guardar. Este viernes 22 de mayo llegaron a la Ciudad de México los tres contingentes de la Caravana en Defensa del Agua, del Territorio, del Trabajo y la Vida. Las inició la tribu yaqui desde el lunes 11 y recorrieron toda la República por tres rutas: la noroeste, la noreste y la del sur. Llegan engrosadas por muchas y muchos activistas sociales de muy diversas causas, organizaciones y procedencias.
A la demanda inicial de los valerosos yaquis de defender el agua de sus presas y de sus ríos ante el proyecto del Acueducto Independencia del gobernador Padrés, se han sumado las demandas regionales, sectoriales, nacionales que las caravanas cosechan en su paciente caminar por la lacerada geografía de México.
El agua es un punto álgido que corre por todas las regiones, ciertamente. En Sonora es la defensa del agua de los yaquis pero también, la exigencia de detener la contaminación de los ríos Sonora y Vacancia y que se reparen los daños causados al medio ambiente y a las comunidades. En Chihuahua es la defensa de la cuenca del río del Carmen, de los acuíferos milenarios sumergidos hondo en los desiertos. El acceso al agua potable para las familias pobres. En buena parte del noreste y del Golfo es también la impugnación de hacer uso del sagrado líquido para extraer gas y petróleo mediante el fracking. Es el rechazo al trasvase del río Pánuco para surtir el inútil –para la gente- acueducto Monterrey VI. Es la defensa de las comunidades y sus territorios contra las presas como la de Temacapulín y La Parota. De los recursos hídricos comunitarios como los de Tepeaca. Es blandir la Iniciativa Ciudadana de Agua para Tod@s ante la iniciativa de Ley Korenfeld que sigue viva a pesar de que su autor está moribundo políticamente.
El agua moja la tierra para que broten otras protestas. Es muy importante la defensa del territorio. Los rarámuri detuvieron las obras del aeropuerto de Creel, luchan contra el derrame de aguas negras de los hoteles en sus portentosas barrancas, y combaten sus tierras invadidas por el Gasoducto El Encino-Topolobampo.
Los pueblos del Istmo de Tehuantepec han logrado contener la instalación de trasnacionales que pretenden instalar parques eólicos para generar energía eléctrica. Son muchas las comunidades que resisten a la minería más depredadora que se haya conocido, que tiene ya concesionada más de la mitad del territorio nacional.
La caravana es también por la vida porque ya han caído muchos luchadores y luchadoras en ella. Han sido asesinados Ismael Solorio y su esposa Manuelita Solís, en Chihuahua, en 2012 y apenas el 28 de febrero, Alberto Almeida, todos ellos defensores de la cuenca del río del Carmen.
Es una caravana por las libertades democráticas, que exige la liberación inmediata de cientos de presos políticos y de conciencia en todo el país, como Mario Luna Romero y Fernando Jiménez representantes de la tribu Yaqui, Marco Antonio Suástegui Muñoz del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Presa la Parota, Gestora Salgado y José Manuel Mireles Valverde de las autodefensas del estado de Guerrero y Michoacán.
El trabajo, el derecho al trabajo decente y remunerador es otra de las banderas de estas caravanas. Por eso se han integrado a ellas los jornaleros de San Quintín, los sindicalistas del SME, los vendedores ambulantes de Puebla, entre otros.
Todas estas banderas, todas estas demandas trashumantes de las caravanas, nos revelan que en esta fase del capitalismo demencial los datos han cambiado dramáticamente. Si antes se hablaba de los habitantes de los suburbios depauperados como “el ejército industrial de reserva”, ahora se puede considerar a las comunidades y a las personas donde se hace presente el extractivismo del agua, del gas shale, de la minería, como “el ejército territorial de desecho”.
Así lo expresaba la gente de la Sierra Tarahumara en la recepción de la caravana en la ciudad de Chihuahua: para los proyectos mineros, para los narcotraficantes, la población de las comunidades simplemente estorba. Estorba para controlar el territorio, estorba para que la colusión Estado-crimen organizado pueda realizar sus acciones de siembra, procesamiento y trasiego de drogas. Estorba para que las compañías mineras o forestales dejen exhaustos bosques y subsuelo. Para éstas es más fácil pactar y pagar las cuotas a los cárteles y a las gavillas que convencer a las comunidades que se dejen despojar.
Este país ha visto cómo en los años más recientes se multiplican las caravanas que recorren su vasta geografía. Caravanas por la paz, por la reactivación del campo, contra el hambre, en contra de los feminicidios, o para denunciar las desapariciones forzada.
¿Por qué? Porque somos un país centralista que concentra la generación y la solución de la problemática en la Capital. Porque la caravana es una larga peregrinación hacia la conciencia de la opinión pública, es un hecho necesario de comunicación y educación popular en un contexto donde los grandes media se sustraen a todos los agravios que más arriba se enumeran. Porque pasar por muchos pueblos y comunidades no sólo es difundir una lucha, sino construir una nueva y amplia solidaridad de los despojados, de los excluidos. Las caravanas son un evento importante de construcción de abajo hacia arriba, de la periferia al centro.
El gran desafío ahora es lograr que las caravanas continúen caminando de otra manera. Que la acumulación de fuerzas, que la amplia convocatoria que logran, no se disperse ni se difumine pasado este épico momento.