En la ciudad natal de Francia Márquez, quienes han sufrido la peor parte de la violencia y la desigualdad dan la bienvenida a un nuevo futuro.
A las 8 a.m., los residentes de Suárez, un municipio en el norteño departamento de Cauca en Colombia, hacen fila desde el polideportivo lleno de cabinas de votación, hasta el retén de la policía, donde las fuerzas de seguridad controlan la entrada. Las autoridades locales me dicen que están viendo a muchas más personas que en elecciones pasadas y esperan una participación histórica. No es de extrañar. Esta es la ciudad natal de Francia Márquez, la activista ambiental y ahora, con el apoyo de millones de colombianos empobrecidos como sus habitantes, la primera vicepresidenta negra en la historia de la nación.
Suárez refleja las condiciones que llevaron al poder a Gustavo Petro, exalcalde y senador de izquierda, y a Francia Márquez, luchadora afrocolombiana y defensora de los derechos, al poder el 19 de junio. Sus habitantes son una mezcla de comunidades negras, indígenas y campesinos. A pesar de tener derechos de propiedad colectiva por ley, sus tierras son invadidas por grupos armados e intereses mineros corporativos. Francia es su candidata y por primera vez muchos vieron las elecciones como una salida a la violencia y la pobreza.
Olga Lucía Pechené, miembro de la asociación de 43 consejos comunitarios que administran la propiedad colectiva afrocolombiana en el norte del Cauca, observa la votación y saluda a las personas que hacen fila. “Teniendo a Francia Márquez en la vicepresidencia, podemos cambiar las cosas a favor de nuestras comunidades, especialmente las más vulnerables de Colombia”, dice. Ella marca una lista de problemas locales: el ya “terrible sistema de salud” colapsó bajo la pandemia; los jóvenes no tienen acceso a la educación superior; y el racismo estructural, la falta de seguridad y el modelo económico van en contra de sus comunidades.
Muchas de las personas que esperaban para votar viajaron hasta cuatro horas desde las laderas circundantes, a pie y en desvencijados autobuses. El transporte no es su único obstáculo. Las colinas que rodean el pueblo son el hogar de productores de café y comunidades campesinas, pero también de grupos armados de narcotraficantes y mineros ilegales. Apenas dos días antes de las elecciones, una motocicleta bomba estacionada frente a la comisaría dejó a un agente gravemente herido.
Cientos de personas que se vieron obligadas a abandonar Suárez por la violencia y la falta de oportunidades económicas alquilaron autobuses para volver a casa a votar desde las ciudades, especialmente de Cali. Después de más de 60 años de conflicto armado, Colombia tiene la segunda tasa de desplazamiento interno más alta del mundo–unos 5,6 millones de personas.
Justo antes del mediodía, el murmullo de la en el estadio sub de tono, empiezan a salir a la calle en anticipación. Olga Lucía hace una llamada telefónica. “Ella está llegando”, anuncia. Minutos después, Francia Márquez baja de una camioneta blanca y es inmediatamente rodeada por su gente. Miembros del Consejo Comunitario La Toma, su pueblo, forman son los encargados de la seguridad de la candidata, en lugar de soldados armados o policías del estado. Ha recibido amenazas de muerte durante años, pero se mueve relajadamente entre las mesas de votación, saludando a todos y todas por su nombre. Sonríe ampliamente, abraza a viejos amigos y amigas, recibe saludos y estrecha la mano de cada con todas las personas que manejan las mesas de votación. Después de marcar su boleta por Petro-Márquez, la muestra a los fotógrafos e insta a la gente a votar. Luego se dirige a la capital de la nación para esperar los resultados.
Un poco más de una hora después del cierre de las urnas, escucho un clamor afuera. En el pequeño bar del hotel, la televisión ha dado el primer conteo—está ganando Francia. El grupo de sus compatriotas de Suárez no puede contener su alegría. Grita, se abraza. Cuando minutos después sale la noticia de que ganó la fórmula Petro-Márquez, la gente sale corriendo a las calles, gritando: “¡Una nueva Colombia!”, “¡El cambio está aquí!”, y “¡Francia, vicepresidenta!”.
De vuelta en Bogotá junto al presidente electo, Francia Márquez–madre soltera, ex trabajadora doméstica y dirigente comunitaria–le dice a una multitud cargada: “Después de 214 años logramos un gobierno del pueblo… un gobierno de la gente de manos callosas, el gobierno del pueblo de a pie, el gobierno de los nadies y las nadies de Colombia”. Agradece a sus pobladores y en particular a la población afrocolombiana “por haber construido este camino, por haber sembrado la semilla de la resistencia y la esperanza”. Agrega un saludo especial a las mujeres, diciendo: “Vamos, mujeres, a erradicar el patriarcado en nuestro país”.
¿UNA NUEVA POLÍTICA?
El lugar de Francia Márquez como candidata a la vicepresidencia es probablemente lo que empujó a Petro a la victoria. Petro obtuvo el 40 por ciento de los votos en la primera vuelta, frente al 28 por ciento del candidato derechista Rodolfo Hernández, quien quedó en segundo lugar, llevándolo a la segunda vuelta contra Petro. El candidato apoyado por el expresidente Álvaro Uribe, Federico Gutiérrez, obtuvo solo el 24%, y quedó fuera. Respaldó de inmediato a Hernández, creando un bloque de derecha potencialmente ganador.
Todo indica que llegó un momento en que la élite política del país y el gobierno de los EE. UU. tomaron la decisión consciente de no respaldar más a las fuerzas políticas mermadas del ex presidente Uribe, y calcularon que sería más fácil vencer a Petro en una segunda vuelta con el candidato independiente Hernández. Construyeron una plataforma e una identidad política para Hernández que enfatizaba el cambio y el combate a la corrupción para rivalizar con las promesas de Petro. Hicieron una campaña intensa en las redes sociales.
Lo que marcó la diferencia fue la alta participación y el voto abrumador de las áreas afrocolombianas e indígenas de la costa del Pacífico, que votaron en promedio 80 por ciento por Petro, y el Caribe con un promedio superior al 60 por ciento. Petro también tomó la capital, Bogotá, con el 59 por ciento de los votos.
Las mujeres, que constituyen la mayoría de las personas votantes del país, votaron por Petro en gran número. Agregue a eso a la juventud, que lideró las protestas masivas de 2021, y no solo se logra el triunfo electoral, sino se ha conformado una base política activada y motivada que puede ser de gran apoyo en la difícil tarea de gobernar.
Petro reconoció su papel en su discurso de la noche del domingo: “No es extraño que de estos 11 millones de votos que nos dieron este triunfo, la mayoría son jóvenes y mujeres. Una marea juvenil, una marea femenina, decidió hoy tomar las urnas”. Hernández, un multimillonario conservador y exalcalde de Bucaramanga, quien ha afirmado que el lugar de la mujer está en el hogar y no en la política y expresó su admiración por Hitler, obtuvo la mayoría de sus 10,5 millones de votos de los departamentos centrales. Fueron los nuevos votantes, de las zonas marginadas, que cambiaron la política de Colombia.
Petro, quien asumió el cargo el 7 de agosto, nombró entre las primeras acciones de su gobierno una campaña de emergencia contra el hambre. En un momento en que la crisis mundial de la pandemia ha llevado a una crisis alimentaria e incremento del hambre en toda la región, la campaña incluye ayuda y vinculación a una reforma agraria que fomente la producción de alimentos de pequeña escala. También ha solicitado a la Fiscalía General la libertad de los presos políticos.
El gobierno ha suspendido el fracking y está promoviendo una transición energética. Petro prometió un alto en la exploración de petróleo y gas en el país. Esto ha provocado la ira de los poderosos intereses del petróleo y el gas y la simpatía del movimiento por la justicia climática a nivel mundial.
En su discurso, Petro llamó a dialogar con el gobierno de EE.UU. sobre una transición energética, destacando el papel de EE.UU. en la emisión de los gases de efecto invernadero que absorbe la selva amazónica de Colombia. Instó a otros gobiernos progresistas a no depender del alto precio del petróleo y el gas para financiar programas de justicia social y redistribución y comprometió a su gobierno a emplear nuevas tecnologías y conocimientos indígenas y afros ancestrales para equilibrar a Colombia con la naturaleza. Ha afirmado que reducirá la dependencia de las industrias extractivistas que están en el centro de los sangrientos conflictos por la tierra y el territorio.
Colombia es uno de los países más desiguales del mundo, con 3,6 millones más de personas empujadas a la pobreza durante la pandemia. Petro ha criticado constantemente el neoliberalismo, pero la noche de las elecciones llamó a la necesidad de “desarrollar el capitalismo” para aumentar la producción y el crecimiento. La línea parecía estar dirigida a apaciguar a los críticos que, como ahora es norma en cualquier elección en América Latina donde se presenta un candidato progresista, lo acusan de ser el nuevo Chávez.
Petro ahora tiene que caminar en la cuerda floja de gobernar un país dividido, y enfrentar a poderosos intereses para hacer los cambios prometidos. Ha insistido en dar la bienvenida a los votantes de la oposición y rechazar un camino de persecución o venganza. A pesar de las advertencias de la derecha, los indicadores económicos se han mantenido estables hasta el momento, pero los intereses económicos, legales e ilegales, no renunciarán a la ligera a los privilegios que les otorgaron los gobiernos anteriores.
La polarización política y económica en Colombia no se expresa solo en debates ideológicos. Impactan las vidas de millones de personas. Indepaz informó que al menos 80 personas murieron en el paro nacional de 2021, liderado por jóvenes que exigían necesidades y servicios básicos, casi todos a manos de las fuerzas de seguridad o francotiradores de derecha. El grupo de derechos humanos Somos Defensores registró 199 defensores de derechos asesinados en 2020 y 139 en 2021. Global Witness nombró a Colombia como el lugar más peligroso del mundo para ser un defensor de la tierra y el medio ambiente en los últimos dos años consecutivos.
La tasa de homicidio aumentó el año pasado bajo la administración de Iván Duque, después de que el presidente derechista abiertamente intentó socavar los acuerdos de paz de 2016. Han surgido grupos armados más pequeños, provocando guerras territoriales. Como señaló una fuente, que pidió no ser identificada, “ahora es más complicado, los grupos se han multiplicado y no tenemos a quién acudir”. La militarización generalizada bajo gobiernos de derecha con décadas de apoyo de los EE. UU. Y el Plan Colombia ha agravado la situación, mientras que gran parte de la población ha perdido la fe en las instituciones políticas que durante mucho tiempo han sido cómplices de los intereses privados y criminales.
Un desafío inicial es la gestión de las expectativas. “Sabemos que un país no se puede arreglar de un día para otro”, dijo Pechené de la Asociación de Consejos Comunitarios, pero la euforia puede convertirse en decepción sin logros tempranos. Aunque Petro tiene un sólido bloque de apoyo en el Congreso, no controla la mayoría. Tendrá que construir alianzas para enfrentar a la oposición conservadora.
Petro pidió un “gran acuerdo nacional”. Antes de las elecciones, se reunió con figuras del centro y de las facciones liberales para demostrar su apoyo y tratar de llegar a un consenso sobre el aumento de los impuestos a los ricos, la reforma de las pensiones y la implementación de los acuerdos de paz. Al igual que con cualquier diálogo que reúna intereses diversos y opuestos, este proceso estará plagado de riesgos políticos de negociaciones con élites que diluyan las promesas de cambio. Por otro lado, la inclusión de sectores excluidos y reprimidos, constituye una nueva fuerza política. En la noche de las elecciones, anunció la inclusión de “no solo los que se han levantado en armas, sino también esta mayoría silenciosa de campesinos, indígenas, mujeres y jóvenes”.
Este último punto es fundamental. Si bien el escenario político en la cima es complicado, mucho dependerá de si puede fortalecer y desarrollar los movimientos sociales que lo eligieron. Ha llamado a diálogos regionales para definir agendas y mecanismos para incluirlos en el nuevo gobierno. A diferencia de otros gobiernos progresistas que asumieron que los movimientos que representaban ya no serían necesarios después de tomar el poder, Petro parece estar contando con una participación y cooperación activas continuas mientras avanza para hacer las reformas anunciadas en su campaña.
UN NUEVO MAPA DE LAS AMÉRICAS
Colombia bajo Petro representa un gran cambio en el cambiante mapa geopolítico de América Latina. No solo es la cuarta economía más grande de la región, también ha sido un bastión para los intereses políticos y militares estadounidenses. Petro pidió “un diálogo en las Américas sin la exclusión de ningún pueblo o nación”, una referencia velada a la Cumbre de las Américas de Joe Biden, que fracasó con la decisión de no invitar a Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Petro propuso que América Latina “se integre más decididamente”, en alusión a la cooperación sur-sur. La elección de Colombia ciertamente fortalecerá a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, un foro de integración regional. Los esfuerzos de toda la región para oponerse al modelo de mercado neoliberal y la hegemonía estadounidense y desarrollar modelos para una satisfacción más amplia de las necesidades humanas recibirán un impulso del país considerado durante décadas como el menos probable para desempeñar ese papel.
El Departamento de Estado felicitó a Petro, y al día siguiente de su elección, Petro habló con el presidente Biden en una llamada que Petro dijo que era “amistosa” y durante la cual propuso una “relación más igualitaria”. Una gran pregunta será qué tiene que decir el Pentágono al respecto. La posición del Partido Republicano es predecible. El gobernador de Florida, Ron DeSantis, tuiteó que los resultados de las elecciones colombianas fueron “desastrosos” y llamó a Petro un “ex narcoterrorista”.
Con la elección del izquierdista Lula da Silva de Brasil e 30 de octubre, es de esperar una mayor retórica de la guerra fría desde la derecha internacional, que intenta perfilar a América Latina como un ejemplo peligroso para el resto del mundo.
Sin embargo, por ahora millones de colombianos que han sufrido el impacto más brutal de la violencia y la desigualdad del país, están dando la bienvenida a un nuevo futuro. Apenas unos días antes de las elecciones en el pequeño pueblo afrocolombiano de Timbiquí en la costa del Pacífico, al que solo se puede acceder en canoa motorizada o un avión de hélice, Eblin Dionicio Rodríguez resumió por qué la gente salió a votar esta vez.
“Con la candidatura de Gustavo Petro y Francia Márquez, tenemos una esperanza que nunca antes habíamos tenido. Por primera vez nos sentimos representados”. En sí, esto es un gran logro para cualquier democracia.
Laura Carlsen (lcarlsen(a)ciponline.org) es directora en la Ciudad de México del Programa de las Américas (www.americas.org) para el Centro para Políticas Internacionales (Center for International Policy).