Durante los ocho años de gobierno del presidente Uribe 5 millones de desplazados han engrosado los grandes cinturones de miseria del país. La mitad de la gente sigue viviendo en la pobreza. Se han registrado 150.000 ejecuciones extrajudiciales de civiles inocentes en todo el país. Se reveló que 2.000 cadáveres que el ejército presentó como guerrilleros fueron “falsos positivos”, o civiles asesinados a sangre fría y disfrazados de combatientes. Apareció una gigantesca fosa común donde el Ejército Nacional estuvo depositando 2.000 cadáveres desde hace 5 años. El Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), máxima instancia de seguridad del gobierno colombiano, emprendió una cacería criminal contra miembros de la oposición política, periodistas y defensores de derechos humanos. Se denunció el vínculo de funcionarios del gobierno con el paramilitarismo, que generó el gran escándalo conocido como la “parapolítica”. Recientemente el propio hermano del presidente, Santiago Uribe, fue sindicado de conformar grupos paramilitares.
Estos hechos que en otro país hubieran causado la destitución de un presidente, en Colombia parecen haber sido sucesos aislados que para nada trastocaron la fascinación de la mayoría de los ciudadanos del común con el gobierno Uribe y sus supuestos logros en materia de seguridad. En vista de que no pudieron elegirlo a él nuevamente (luego de que la Corte Constitucional le cerrará las puertas en febrero de este año a una segunda reelección presidencial), terminaron por darle la victoria en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 30 de Mayo a su exministro de defensa y heredero político: Juan Manuel Santos, quien desde el lanzamiento de su campaña – en representación del Partido de la Unidad Nacional (mejor conocido como el Partido de la U, del que es fundador – se comprometió a seguir adelante con el programa político del actual gobierno.
El resultado tomó por sorpresa a sectores antiuribistas que estaban esperando un posible triunfo del candidato del Partido Verde – el matemático y ex–alcalde de Bogotá de ascendencia lituana, Antanas Mockus – luego de que dos semanas antes de las votaciones, las encuestas lo hubieran dado como ganador.
Nada más alejado de la dura realidad electoral . El triunfo de Mockus que las encuestas registraron fue el del voto de opinión, mayormente concentrado en las clases medias y altas educadas de las 4 ciudades principales. Ese 30 de mayo, Juan Manuel Santos, no sólo le ganó a Mockus, sino que lo hizo con el doble de los votos. Alcanzó el 46.56%, seguido por contra un 21.49%, de Mockus. Los siguieron Germán Vargas Lleras del Partido Cambio Radical –también de tendencia uribista – con el 10.13% y Gustavo Petro, del partido izquierdista Polo Democrático Alternativo con el 9.15% . Los partidos que dominaron la política colombiana 150 anõs antes de que Uribe llegara al poder, ocuparon los últimos lugares, con un 6.14 % de los votos para Noemí Sanín del Partido Conservador y un 4.38% de Rafael Pardo, del Partido Liberal.
Y es que ni la algarabía de los seguidores de Mockus, ni las denuncias de corrupción y clientelismo en torno a la campaña de Santos pudieron hacer frente a la gigantesca maquinaria electoral que rodea a este último. A continuación se examinarán en detalle algunos de las principales características de este monstruo de mil cabezas.
Guerra sucia en el juego electoral.
Mockus está con los pantalones abajo, haciendo referencia a una de sus famosas acciones simbólicas durante sus años como Rector de la Universidad Nacional de Colombia. Se encuentra de espaladas a un grupo de hombres de mirada lasciva conformado por el presidente de Venezuela Hugo Chávez, el de Ecuador, Rafael Correa y de Cuba, Fidel Castro. En medio aparece una frase: “Vote por Santos”.
Se trata de una valla publicitaria que apreció días antes de la primera vuelta electoral en la ciudad de Villavicencio.
En otras regiones aparecieron volantes y otro tipo de recursos publicitarios en donde se sugería que Mockus quería extraditar al Presidente Uribe, que iba a eliminar los programas sociales del Estado y que – aún peor para un pueblo extremadamente religioso como el colombiano – que es ateo.
En varias ocasiones Santos afirmó que estas eran acciones publicitarias aisladas que no provenían de su campaña. Pero curiosamente la aparición de esta ola de propaganda coincidió con la vinculación de un oscuro personaje a la campaña: el publicista y consultor venezolano antichavista Juan José Rendón. A él se sumaron también algunos asesores norteamericanos con un pasado igualmente siniestro.
Rendón –quien además es un viejo conocido de Santos que se encuentra en la junta directiva del partido de la U – es conocido en el panorama político latinoamericano como “el rey de la propaganda negra”. En Colombia se le conoció en las elecciones del 2006 cuando asesoró a ese mismo partido. Su logro principal fue crear una campaña de desprestigio contra los en ese entonces candidatos a la presidencia Rafael Pardo (del Partido Liberal) y Carlos Gaviria (Polo Democrático), en donde se les acusó de tener vínculos con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Entre los calificativos favoritos para desprestigiar a sus adversarios se encuentran: “homosexual, ‘narcotraficante’, ‘pederasta’, ‘drogadicto’ y ‘violador”, entre otros. No en vano, José Obdulio Gaviria – el controvertido asesor político del presidente Uribe y ahora también asesor de campaña de Santos – escribió una columna publicada en el Periódico El Tiempo, en donde acusó a Mockus de promover la pederastia, interpretando de una manera perversa un planteamiento de este último en materia de salud sexual y reproductiva.
Pero no es de extrañar que El Tiempo permita la publicación de difamaciones de esta clase. El periódico de más amplia circulación nacional es sólo una muestra del imperio mediático propiedad de la familia Santos, una de las élites más antiguas del país. El propio Juan Manuel fue director de esta publicación en los años 80, y la mayoría de los actuales directivos son primos u otros familiares suyos.
Entre tanto, pese a que desde diversos sectores se le exigió al Presidente Uribe que no interviniera durante las campañas electorales, este aprovechó sus apariciones públicas para influir en el voto de la población a favor de Santos. La más controvertida de estas intervenciones fue la que llevó a cabo en la Emisora Todelar de Nariño, donde le pidió a los oyentes que no dejaran sin “gallina” a los tres huevitos de la prosperidad, el de la seguridad, el de la promoción de la inversión y el de la política social. La excéntrica fábula de hacendado creada por el presidente al parecer logró cautivar un buen sector de la población.
Casualmente, a esta ola de rumores y propaganda negra también se sumarían amenazas proferidas, en diferentes momentos de sus respectivas campañas, contra los candidatos Mockus y Petro.
La utilización de los programas del Estado como plataforma electoral
Antes y durante la jornada electoral los aliados políticos del uribismo en las regiones pusieron en práctica sus ya tradicionales métodos para obtener una victoria segura: la compra de votos, los contratos millonarios entregados a conglomerados de obras públicas para obtener financiación electoral, la propagación de promesas falsas, entre otras artimañas propias del quehacer político electoral mediado por la corrupción.
Si bien estas estrategias ya eran predecibles, lo que si es una novedad – y muestra los alcances más oscuros del clientelismo – es acumular votos, usando como plataforma los programas sociales del propio gobierno Uribe, tales como Familias en Acción. Tal iniciativa supuestamente se encarga de administrar los subsidios estatales de nutrición y educación para los niños de familias pobres o que hayan sido desplazadas por la violencia.
Durante su visita de observación pre-electoral a Colombia en Febrero del presente año, la Misión Internacional de Observación Pre-Electoral organizada por la organización internacional Global Exchange afirmó que, de acuerdo a sus entrevistas con diferentes fuentes, miembros del partido de la U y otros aspirantes al Senado y Cámara por la bancada uribista habían asistido a reuniones con los beneficiarios del programa en vísperas de las elecciones legislativas. Allí les habían manifestado que si no votaban por ellos los subsidios se acabarían. Así mismo, la organización observó que existen coincidencias entre el aumento del número de subsidios otorgados por Familias en Acción y el crecimiento en votos obtenidos entre 2006 y 2010 por los partidos políticos cercanos al gobierno de Álvaro Uribe Vélez.
A estas denuncias se suman las emitidas por el noticiero “Noticias Uno” en abril de este año sobre la convocatoria de beneficiados por este mismo programa en la ciudad de Bucaramanga (Santander) para asistir a concentraciones en apoyo a Juan Manuel Santos. Allí eran forzados a firmar planillas de asistencia bajo la amenaza de que si no lo hacían no les darían más subsidios.
La extinción de las alternativas.
En medio de este panorama devastador, Antanas Mockus pareció haber perdido el rumbo de su campaña. Sus posiciones confusas y contradictorias sobre temas claves para el país como las relaciones internacionales, la educación, y la salud lo hicieron quedar muy mal en los debates televisados con otros candidatos.
Muchos votantes no ven en Mockus una verdadera opción política frente a Santos. Sus propuestas tienen cada vez más coincidencias con el discurso Santos-Uribe. En muchas ocasiones por ejemplo, reiteró su negativa al acuerdo humanitario, que muchas fuerzas políticas opositoras al Uribismo ven como la salida más viable y humanitaria para que los secuestrado s de las FARC recuperen su libertad. Señaló que todos los médicos deberían recibir solamente el salario mínimo y afirmó que se respetaría el convenio a través del que militares de Estados Unidos podrían instalarse en siete bases militares ubicadas en diversos puntos del país. Incluso aseguró que iba a pedir más ayuda militar norteamericana.
Pero lo que terminó de sepultar cualquier posibilidad de seducir a los sectores de izquierda, fue el hecho de que hubiera señalado en varias ocasiones que el Polo Democrático Alternativo es un partido que apoya la lucha armada—una aseveración no sólo injustificada, sino también muy delicada en el contexto del conflicto armado en el país . Asimismo, no ha asumido una posición clara frente a la reparación de las víctimas del conflicto armado, en especial, de los crímenes de Estado como el caso de las ejecuciones extrajudiciales o falsos positivos, ni a la persecución o enjuiciamiento de los victimarios.
Asimismo, su discurso abstracto no alcanzó mucho eco en las regiones, especialmente en los áreas rurales y entre los sectores populares. “En las zonas rurales la gente quiere candidatos que les solucionen sus necesidades inmediatas,” explicó a esta publicación Camila Loboguerrero, editora de Votebien, un portal de noticias electorales de alta perfil en Colombia, apoyado por varios medios masivos y organizaciones no gubernamentales.
“Mockus no ofrece eso y lo pudimos detectar cuando acompañamos al candidato en el Chocó. Cuando el estaba en Quibdó, mucha gente allá quería que el hablara de las necesidades reales de la población: las carreteras que no tienen , el alcantarillado que no tienen, más allá de llevar un discurso en torno a la moralidad política, de que hay que cambiar la ética desde el poder, etcétera.
“Ese discurso allá no cala… La campaña de Santos, en cambio, sí mencionaba las necesidades de la gente, así sea para hacer promesas falsas. Pero lamentablemente eso tiene acogida en los sectores populares en donde esa manera de hacer política es una costumbre.”
Para Gustavo Petro, candidato del Polo Democrático, el balance tampoco fue muy alentador. Los medios de comunicación constantemente destacaban su buen desempeño en los debates televisados. Su programa de gobierno era el único que representaba rupturas claves con la agenda uribista en puntos importantes como las relaciones políticas con Estados Unidos, el Tratado de Libre Comercio (TLC) y el acceso gratuito a servicios básicos y las soluciones al problema del secuestro. En resumen, presentaba soluciones basadas en la soberanía nacional y la equidad social. Sin embargo, el hecho de haber formado parte de la guerrilla del M-19 durante los años 80, es algo que muchos sectores del pueblo colombiano siguen viendo como su peor pecado.
La consolidación de la derecha y el suicidio político de Mockus
Aunque la batalla electoral aún no ha terminado y habrá una segunda vuelta de las elecciones el 20 de julio, entre Santos y Mockus (en vista de que ninguno de los dos obtuvo el 50 por ciento) todo apunta a que Santos ya cuenta con otro triunfo asegurado.
Sumado a los factores que incidieron en su triunfo, ya mencionados anteriormente, ahora están las alianzas que logró concertar con otras partidos de derecha. El pasado 9 de Junio , Santos dio a conocer su acuerdo de Unidad Nacional: un documento de diez puntos que giran en torno a aspectos como la “prosperidad democrática”, “la seguridad democrática”, la ‘‘transparencia”, “cero corrupción en lo público y privado”, y el “buen gobierno”. El documento es básicamente la repetición de algunos aspectos fundamentales del gobierno Uribe con algunas modificaciones sin mayor importancia.
Luego de que se conociera oficialmente el documento, los partidos tradicionales (Liberal y Conservador) anunciaron su apoyo a la campaña de Santos, a pesar de la oposición de sus propios excandidatos a la presidencia. También terminó por conseguir el apoyo de excandidato Germán Vargas Lleras y su partido, Cambio Radical.
Desde antes de las elecciones, el Polo había hablado de la posibilidad de aliarse con los verdes para enfrentarse con el uribismo. Pero Mockus fue insistente en rechazar alianzas con cualquiera de los otros partidos en contienda, argumentando la falta de coherencia política que eso implicaría: “Estamos en un proceso de transición democrática y tememos que se repita el expediente del Frente Nacional” (el acuerdo que acabó con La Violencia de los años 50, en el que los Liberales y Conservadores compartían el poder, acabando la matanza partidista pero quitando casi todo el poder a los votantes). Dijo además que en el Polo “aún hay fuerzas que no han roto lazos de justificación de la pelea armada”.
Pese a la indignación que esta última afirmación había generado, el Polo le envió una carta abierta a Mockus después del 30 de mayo para proponer cinco puntos básicos que el Partido Verde podría adoptar para contar con el apoyo oficial del partido de izquierda. El Polo fue enfático en afirmar que no estaba a la búsqueda de puestos. “Declaramos explícitamente que no aceptamos conversaciones o pactos sobre cuotas burocráticas,” anunció la presidente del partido, Clara López, “ni participaremos en un eventual gobierno del Partido Verde dadas nuestras profundas diferencias en las concepciones sobre el modelo económico y social”.
Los puntos del acuerdo recogían aspectos tales como la superación de la influencia de la mafia del narcotráfico sobre el Estado Colombiano; la verdad, la justicia y la reparación de los crimenes de lesa humanidad; el fin del hostigamiento a la oposición y a los movimientos sociales; la confiscación de tierras que se encuentran en manos del narcotráfico para ser entregada a los campesinos de bajos recursos; definir una nueva política de relaciones internacionales basada en la soberanía nacional; y la construcción de mecanismos para hacer que derechos fundamentales como la salud y la educación sean gratuitos.
El 4 de junio, Mockus – visiblemente temeroso de perder posibles votos del uribismo light – decidió cerrar totalmente cualquier acuerdo con el Polo. Afirmó que si bien está de acuerdo en la necesidad de superar la influencia de las mafias sobre el Estado colombiano y en garantizar la eficacia de los principios de verdad, justicia y reparación de los crímenes de lesa humanidad, las diferencias con las propuestas del Polo están en el ámbito de las relaciones internacionales y en la estatización de los servicios de salud y educación.
El Polo llamó inmediatamente a sus militantes a la abstención: “Consideramos un imposible ético convocar a la ciudadanía a apoyar un candidato y un partido que se niegan a suscribir un acuerdo público sobre temas de importancia fundamental para el progreso de Colombia”, señaló la presidente del PDA, quien también acusó a Mockus de optar por “el continuismo del actual gobierno”.
En la última semana Mockus ha dicho que su partido se enfocará en captar a los abstencionistas y los jóvenes que voten por primera vez. Pero muchos abstencionistas declarados no entienden cómo una de las banderas principales de Mockus es la búsqueda de la educación para alcanzar la paz, pero por otra parte rechaza la posibilidad de que esta sea gratuita. Y aquellos que se encuentran en zonas de difícil acceso no van a hacer un esfuerzo monumental para ir a votar por un candidato que no logra convencerlos o siquiera diferenciarse mínimamente de su opositor, como afirma Loboguerrero:
“En algunas regiones es difícil ir a votar. No hay transporte garantizado. Hay mucha desconfianza en la política de este país y el sistema electoral. Se tiene la creencia de que los políticos corruptos van a ganar.”
La falta de disposición y capacidad de sumar fuerzas opositoras, sumado al fortalecimiento de la maquinaria electoral de Santos con sus recientes alianzas electorales y la consolidación del uribismo en el imaginario colectivo, hace que un eventual triunfo de Mockus sea improbable, por no decir que imposible, teniendo en cuenta los resultados de las últimas encuestas de opinión. Como bien lo explico el reconocido periodista independiente colombiano Antonio Morales al Programa de las Américas:
“Hay que entender que este país en un enorme porcentaje es un país permeado por el narcotráfico, que está de acuerdo con él (el narcotráfico)”, explicó Morales. “Y los sectores populares mismos que votan por un personaje como Juan Manuel Santos tienen una antiética similar a la que ofrece el Estado a través de Uribe y del pensamiento uribista. No hay que creer que el pueblo colombiano es un pueblo sano. El país está enfermo, la sociedad colombiana está enferma y de eso no se salva el pueblo que vota contra sus propios intereses.”
Todo parece indicar que a Colombia le esperan cuatro largos años más de sangre, de impunidad y de corrupción. Ni los “falsos positivos”, ni las interceptaciones ilegales de los organismos de seguridad a la oposición, ni los desaparecidos, ni los vínculos del primo del Presidente Uribe con el narcotráfico, entre otros escándalos, parecen pesar más que los supuestos logros del actual gobierno.
Así es, un gran sector de la población aun se siente agradecida con Uribe por haber sido lo que se denomino como un “presidente con pantalones” y de paso sienten la obligación de garantizar la protección de sus huevitos de la prosperidad:
El de la seguridad, que indudablemente enfrentó la insurgencia con mano dura. Pero también esta contaminado por el hecho de que esos golpes exitosos implicaron el desplazamiento de millones de campesinos, o fueran generados a través de falsos positivos, o de detenciones a activistas sociales convertidos en “milicianos” por falsos testigos.
El de la promoción de la inversión, que efectivamente ha traído recursos extranjeros al país que antes no se veían por miedo a los problemas de seguridad. Estos, sin embargo, lejos de generar más empleos (según los últimos datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística -DANE- la tasa de desempleo aumentó en un 12%) sólo ha permito que las empresas multinacionales queden libres de pagar impuestos, mientras explotan territorios de campesinos, indígenas y afrocolombianos a su antojo.
Y por último está el huevito de la política social con algunos programas sociales estratégicos como Familias en Acción que han ganado la lealtad de muchos colombianos pobres, quienes ante su desesperación son capaces de someterse a lo que sea con tal de obtener un subsidio. Este huevito también esconde que el programa uribista ha personalizado y privatizado lo público, cortando presupuesto por todos lados (a excepción del gasto militar).
Pero los fanáticos del presidente Uribe no deben preocuparse, todo parece indicar que estos huevitos pronto estarán bien cuidados por los herederos de siempre, esos que se seguirán repartiendo la torta del país como un botín de guerra. ¿Para los pobres? Las migajas.
Laura Del Castillo Matamoros es una periodista colombiana independiente. En el transcurso de su carrera ha escrito reportajes y columnas de opinión para medios independientes sobre conflicto armado, movimientos sociales, corrupción política y la presencia de corporaciones multinacionales en Colombia. También se ha desempeñado como traductora y editora. Actualmente vive en Boston, Masachusetts. Su último artículo sobre la explotación del carbón en Colombia para alimentar plantas eléctricas en Massachusetts fue publicado recientemente en El Planeta, un periódico para la población hispana que reside en esta área de Estados Unidos.
Para mayor información
Elecciones en Colombia: El voto bajo las armas
https://www.americas.org/es/archives/2228
Elecciones en Colombia 2010
https://www.americas.org/es/archives/2218
“Elecciones en Honduras”, una parodia de democracia