“Defender el territorio-tierra sin defender el territorio-cuerpo es una tremenda contradicción, porque así como el extractivismo mata, el machismo también.”
Betty Vázquez es defensora de la tierra del departamento de Santa Bárbara en el noroeste de Honduras, una región con una concentración notable de megaproyectos extractivistas en un país que se declaró “open for business” (abierto para los negocios) después del golpe de estado de 2009. Habla de un concepto desarrollado por mujeres indígenas, que integra la lucha por los derechos a la tierra y territorio, y los derechos de la mujer. En un trabajo de síntesis que tuve la oportunidad de hacer con la feminista comunitaria maya Lolita Chávez y la pionera en modelos de protección feminista, Marusia López Cruz, lo resumimos así: “El territorio se entiende como una red de vida que conecta con nuestros cuerpos e historias, lo cual crea un vínculo entre las luchas por la defensa de los cuerpos de las mujeres y de los territorios que nos sostienen.”
En el contexto del Día de la Tierra, se juntaron cuatro defensoras de cuatro países para reflexionar sobre sus luchas, en un conversatorio que se centraba en la defensa del cuerpo-territorio, vistos como partes interdependientes de esta red de la vida. Destacaron que la relación de los cuerpos de las mujeres con la tierra y sus bienes y el cuidado mutuo que esto implica, también se refleja en las amenazas y las múltiples violencias contra los cuerpos de las mujeres y contra la tierra y el planeta que emanan del mismo sistema capitalista-patriarcal que busca el dominio total de ambos territorios.
Actualmente se está organizando una caminata de casi 2000 kilómetros en territorio mapuche, que engloba en el término la resistencia contra “el feminicidio, el genocidio, el ecocidio y todas las formas que nos matan”, cuenta Moira Millán, weychafe mapuche de la Patagonia argentina.
“Cuando planteamos que toda vez que se viola y se mata la cuerpa de las mujeres indígenas… es la forma en que se viola y se va matando la tierra. Es decir, que hay una proyección de este patriarcado, de este matriz civilizatoria dominante que encuentra su similitud entre la relación con la mujer y la relación que establece con la tierra. Entonces hablar de procesos emancipatorios de los pueblos indígenas sin pensar en los procesos de lo que llamamos libre determinación de nuestras cuerpas, es un proyecto incompleto”
Para Rocío Moreno, comunera de Mezcala, unir la defensa del territorio con la defensa del cuerpo de las mujeres y sus derechos ha sido un aprendizaje colectivo importantísimo para los pueblos indígenas organizados en el Congreso Nacional Indígena (CNI). “Decimos acá: ‘tenemos que armar una lucha contra el capitalismo patriarcal’, y llevarla a las asambleas y las comunidades nos ha nutrido y nos ha fortalecido enormemente. Por ejemplo, los grandes triunfos que nosotros vemos en unos poquitos años de una seria y profunda discusión sobre el patriarcado en nuestras asambleas y en nuestras comunidades, pues desde ahora se están viendo nuevas formas de hacer política y es justo por la presencia de las compañeras.”
Miriam Pixtún, maya kaqchikel de la Resistencia Pacífica La Puya (Guatemala) describe un proceso por “intentar trascender estos mecanismos de opresión internalizados en los hombres y las mujeres”, en que han logrado avanzar en reconocer el aporte de todo el mundo desde la diversidad y valorar el liderazgo de las mujeres en la lucha por defender a sus comunidades contra la imposición de los grandes proyectos mineros. “El derecho colectivo es la suma de todos los derechos individuales. Las mujeres, los niños, los ancianos tienen derechos. Es respetar la diversidad que hay.”
Dentro del concepto de lucha en defensa del cuerpo-territorio y reflexionando sobre el Día de la Tierra, tampoco faltaban los avisos sobre los daños profundos que ellas viven en carne propia, la criminalización y persecución y la discriminación que enfrentan, incluso por parte de los compañeros en sus organizaciones. En Honduras, Betty platicaba de la devastación de los huracanes, el ritual de reconciliación con el río después de culparlo por desbordarse, y la devastación ambiental que desplaza a la gente migrante. En Jalisco, Rocío enfrenta la gran tristeza de “un río tóxico” debido a los desechos del corredor industrial, un río que antes daba vida. En territorio mapuche y en Guatemala, los estragos de la minería y la deforestación implican destrucción de la tierra y de la vida.
Pero la visión al final no es pesimista. Desde sus distintas culturas, historias y geografías, las defensoras indígenas identificaban una visión compartida. Mientras en las cumbres oficiales para el Día de la Tierra, los auto-nombrados amos del universo debatían cómo “mitigar” los daños que ellos mismos causan, las comunidades hablaban de una fuerza, una esperanza de vida, que no reside principalmente en la reglamentación o la política, no depende de lo que deciden en las cumbres, es una fuerza que emana de la tierra misma y de los conocimientos ancestrales que la sociedad contemporánea ha olvidado o no quiere recordar o intenta reprimir. Para Moira es “la fuerza telúrica”. “Habrá que interpelar absolutamente todo, para ver como volvemos a recuperar este vinculo sagrado con la vida y la tierra. Nuestro principal aliado contra el terricidio es la tierra misma.”
Rocío advierte: “Para nosotros, la muerte está encima con estos proyectos”. Dice que “Reconstruir el vínculo con el territorio es nuestra única alternativa para poder permanecer en nuestros territorios y con vida en la actualidad.” Betty habla de la “sanación de la madre tierra”, uniendo fuerzas entre sus seres y su propia capacidad de sanación. Enfatiza “la defensa colectiva de nuestro cuerpo-territorio libre de violencia, pero también de nuestros territorios libres de extractivismo y de violencia —es la conexión perfecta dentro de nuestra cosmovisión indígena ya que la vida no tiene una relación desconectada o antropocéntrica entre la vida humana y el resto de la vida natural… En ese sentido, no está permitida la contradicción de que los compañeros luchen contra megaproyectos y al mismo tiempo practiquen violencia contra esposas o compañeras de la organización. Se les llama la atención e invita a que acompañen a las mujeres, pero respetando sus autodeterminaciones. Luchar por la tierra es luchar por la dignidad y por los derechos humanos de las mujeres y de la niñez, especialmente de los pueblos originarios.
Rocío añade: ¡En el CNI tenemos que armar una lucha contra el capitalismo patriarcal y llevarla a las asambleas y las comunidades. Eso nos ha forjado enormemente. Después de serias discusiones hemos tenido grandes logros, nuevas formas de hacer política. Con la presencia de las compañeras, tenemos que construir espacios para nosotras las mujeres y el México de abajo. Nosotros somos tierra. Nuestra vida y cultura dependen de ella, entonces defenderla y conservarla tiene que ser parte natural de nosotras.”
“Estamos sembrando esperanza —señala Betty—, aún en tiempos de pandemia, de huracanes. Las prácticas ancestrales del pueblo lenca y de las mujeres ante el cambio climático, los intercambios de semillas, el monitoreo de violencia durante la pandemia COVID-19, intercambios entre pueblos, pactos territoriales, etc., nos acercan hacia una economía feminista para el buen vivir que genera desarrollo local. Migrar es un derecho pero quedarse es un derecho y defender el territorio es un derecho.”
Miriam concluye: Tenemos que sentir que no estamos solas en esta lucha por garantizar la red de la vida, sentirnos acompañadas por la energía del universo de la luna, el sol, de las estrellas, del aire, del agua, de las montañas y los ríos, que también tienen vida, que también ellos aportan a esta lucha.
El Día de la Tierra es también día de las mujeres.
Por Laura Carlsen, originalmente publicado en Desinformémonos.com