En su nombre: Marisela Escobedo Ortiz

OV3A6944Este artículo es el primero de una serie con la que el Programa de las Américas pretende honrar a las mujeres mexicanas defensoras de los derechos humanos, y que se publicará durante los 16 Días de Activismo Contra la Violencia de Género entre el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer (25 de noviembre) y el Día Internacional de los Derechos Humanos (10 de diciembre). Consulte el resto de la serie aquí y por favor envíe sus comentarios a: info@americas.org. -Laura Carlsen, Editora

Las mujeres mexicanas se han organizado de forma consistente contra la violencia de género. Mujeres cuyos hijos han desaparecido, cuyas hijas han sido asesinadas, o que han sido ellas mismas atacadas, han utilizado su rabia y sufrimiento para organizarse de forma colectiva para crear un México donde esta violencia no exista, o donde al menos sea llevada ante la justicia. Estas defensoras de los derechos humanos trabajan en un país donde la violencia contra la mujer es una pandemia y en el que, al dedicar sus vidas a la defensa de los derechos humanos, ellas mismas están a menudo en peligro.

En 1993, Ciudad Juárez se hallaba en expansión gracias a la industria maquiladora que atrajo a miles de mujeres a la ciudad en busca de trabajo con compañías transnacionales como General Electric, Alcoa y Dupont. En 2009 ya habían bautizado a la ciudad fronteriza de Chihuahua como la “capital mundial de los asesinatos” al alcanzar una cifra récord de homicidios per cápita. El capitalismo y los acuerdos de libre comercio como NAFTA inspiraron la creación de las maquiladoras o talleres clandestinos que atraían a las mujeres con bajos ingresos en busca de empleo. Entre 1993 y 2014, en el Estado de Chihuahua de Ciudad Juárez se produjeron 1.530 feminicidios—el término utilizado para describir el asesinato de una mujer por le hecho de serlo.

Esta violencia contra las mujeres va más allá de las fronteras de Ciudad Juárez y se ha convertido en un trágico fenómeno que se extiende por todo el país. Según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), entre 2012 y 2013 se produjeron un total de 3.892 feminicidios en el país. Sólo 24% fue investigado, y apenas un 1.6% fue penado. Bajo un velo de impunidad masiva, la violencia ha aumentado hasta la cifra actual de 6 mujeres asesinadas cada día en México.

Con estas abrumadoras estadísticas es fácil olvidarse de que cada número representa a una mujer, su nombre, su voz, su vida y su dignidad. Neyra Cervantes, Beatriz Alejandra Hernández Trejo, Lilia Alejandra García, Esmeralda Herrera Monreal, Claudia Ivette González, y Nadia Vera son sólo algunas de las mujeres a las que una cultural patriarcal y sociedad violenta robaron sus futuros. Estas miles de mujeres no son sólo números, sino seres humanos con sueños, propósitos, familias, y tanto más.

Violencia Contra Mujeres Defensoras de los Derechos Humanos

Las defensoras de los derechos humanos en todo el mundo son un símbolo de valor, mientras la violencia sistemática ha ampliado su objetivo hacia las mujeres activistas para quitarles poder, debilitar los movimientos a favor del cambio social y mantener un Estado Mexicano patriarcal y militarizado. Entre 2010 y 2014, la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos documentó 615 ataques contra mujeres defensoras de los derechos humanos. En los últimos cinco años, 36 mujeres defensoras de los derechos humanos han sido asesinadas.

A pesar de ser sobrecogedoras, estas estadísticas no sólo deberían provocar indignación y acción si un número suficiente de mujeres son asesinadas por ser mujeres. Una mujer es suficiente; una mujer es demasiado.

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A pesar de ser sobrecogedoras, estas estadísticas no sólo deberían provocar indignación y acción si un número suficiente de mujeres son asesinadas por ser mujeres. Una mujer es suficiente; una mujer es demasiado.

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Las defensoras de los derechos humanos arriesgan sus vidas cada día para crear un México donde ser mujer no implique de forma inherente estar condenada a ese destino. Bety Cariño, María del Rosario Fuentes Rubio, Susana Chávez, Malena Reyes, Luisa Ornelas, Josefina Reyes, Sandra Luz Hernández, Norma Angélica Bruno, y Juventina Villa Mojica son sólo algunas de esas heroínas caídas que han sacrificado sus vidas para defender las de otros.

Para honrar sus vidas, su resiliencia y su trabajo, y para ilustrar la grave realidad de las mujeres defensoras de derechos humanos en México, el Programa de las Américas está publicando una serie que recalca las historias de algunas defensoras asesinadas. Deberíamos decir sus nombres. Y deberíamos aprender de su legado feminista y así continuar con su trabajo.

MariselaMarisela Escobedo Ortiz

Madre de una víctima de feminicidio, activista y defensora de los derechos humanos, asesinada el 16 de diciembre de 2010.

En agosto del 2008 Rubí Marisol Frayre Escobedo, la hija de 16 años de Marisela Escobedo, se marchó de casa y nunca regresó. Rubí estaba en una relación tumultuosa con Sergio Barraza, quien tenía lazos con el cártel de la droga de Los Zetas. Juntos tenían una hija, Heidi, de apenas 6 meses en el momento de la desaparición de Rubí. Meses después encontraron los restos desmembrados y parcialmente quemados de Rubí en un vertedero.

El activismo de Marisela estaba motivado por el amor por su hija, la desesperación por su pérdida, y una constante búsqueda de la justicia en un país donde la impunidad prospera. Cuando la búsqueda del culpable por parte de las autoridades falló, Marisela tomó las riendas del asunto con sus propias manos. Descubrió que el asesino era Sergio Barraza y siguió su pista hasta que fue arrestado. Una vez bajo custodia, Barraza admitió haber golpeado a Rubí hasta la muerte y después haber quemado su cuerpo.

A pesar de que el juicio estaba respaldado por dicha confesión, tres jueces de Chihuahua—Catalina Ochoa, Rafael Boudib y Netzahualcóyotl Zúñiga—liberaron a Barraza de acuerdo con lo que ellos consideraban pruebas insuficientes. La presión por parte de grupos de derechos humanos provocó un nuevo juicio en el que Barraza fue sentenciado a 50 años de cárcel, pero él ya había huido.

Marisela se organizó junto con otras madres de desaparecidos o hijos asesinados. Organizó varias manifestaciones, e incluso marchó durante una protesta envuelta en un poster de Rubí. “Lo único que exijo y necesito es justicia y no más feminicidios”, afirmó. Representaba la convicción, el valor y la creatividad de una madre, una activista, y un ser humano. En un foro en el que denunciaba la falta de justicia y el crimen cometido contra su hija, Marisela leyó una carta dirigida a Rubí, aguantando las lágrimas:

“Hay momentos en los que siento que el dolor va a explotar en mi pecho. Cada día que me pasa pienso, no puedo sentir mayor dolor que éste, y entonces el día siguiente es aún más doloroso… No quiero que el tiempo borre tu cara, tus gestos, tu sonrisa, tu felicidad, tus hábitos. Quiero recordarte para siempre y así un día poder contarle a tu hija todo sobre ti… En mis noches de insomnio, busco tu cara en las estrellas. Pero no te encuentro. Todo lo que veo es oscuridad y tristeza… Si tienes que irte, ayúdame a encontrar paz para cuidar a tu hija como te amé a ti”.

Pero Marisela no encontró paz y nunca podrá hablarle a Heidi sobre su madre Rubí. Durante el tiempo que Marisela continuó siguiendo la pista de Barraza para llevarlo ante la justicia por el asesinato de su hija, tanto ella como su familia empezaron a recibir amenazas de muerte.

El 16 de diciembre de 2010 Marisela tomaba parte de una vigilia de paz con la organización Justicia para Nuestras Hijas a las afueras de las oficinas del Gobernador Cesar Duarte en el Capitolio de Chihuahua. A plena luz del día, un asesino la disparó mientras corría por su vida. Calló en las escaleras del edificio gubernamental donde tantas veces había exigido justicia por el feminicidio de su hija; la sede central de las autoridades que se encargan de proteger a la ciudadanía.

El hijo de Marisela, Juan Manuel Frayre Escobedo, recalcó: “Siempre he mantenido que mi madre se había convertido en un problema para las autoridades y que por ello permitieron su asesinato justo en frente de sus instalaciones”.

La muerte de Marisela pone al descubierto la incapacidad, la negativa, y el fracaso del estado para proteger las vidas de las mujeres. Laura Carlsen, Directora del Programa de las Américas, afirma: “La muerte de Marisela en las escaleras del Capitolio del Estado simboliza la relación en materia de violencia de género entre la esfera privada y la pública, entre el sexismo letal de hombres que matan a mujeres y de gobiernos que dejan que salgan impunes, entre una lucha contra las drogas fuera de control y el extenso periodo de delitos de género con total impunidad”.

Los gobiernos mexicano y estadounidense han invertido miles de millones en la guerra contra las drogas, de los cuales aproximadamente 3.000 millones de dólares proceden de EE.UU. y la Iniciativa Mérida. En vez de pacificar el crimen organizado, la guerra contra las drogas ha provocado un aumento de la militarización del estado y una violencia extrema contra la mujer. El patriarcado, el capitalismo, la militarización y un gobierno que conspira con el crimen organizado, ha convertido a las mujeres en objetivos de la violencia, las desapariciones, los abusos sexuales, el acoso, y el asesinato.

Tras el asesinato de Marisela, secuestraron y mataron a su cuñado. La familia de Marisela continuó recibiendo amenazas, por lo que apenas unos días tras su muerte, Heidi, Juan, cuatro tías y tíos y otros familiares se dirigieron a Estados Unidos en busca de asilo político.

Durante los dos años siguientes, el estado desarrolló tres historias diferentes acusando a tres sospechosos distintos: Sergio Barraza; Héctor Miguel Flores Morán alias “El Payaso”, y José Enrique Jiménez Zavala alias “El Wicked”. Juan no está de acuerdo con ninguna de estas versiones sobre el crimen y cree que fue Antonio Barraza, el hermano de Sergio, quien asesinó a Marisela.

En noviembre del 2012 Sergio murió en un enfrentamiento entre los militares y Los Zetas. En diciembre del 2014, encontraron a José Enrique Jiménez Zavala “El Wicked”, encarcelado por el asesinato de Marisela, sufriendo convulsiones en su celda y poco después declararon su muerte. Inicialmente se dictaminó que la causa de la muerte fue un ataque cardíaco, pero tras un segundo examen se le encontraron fracturas en las vértebras cervicales que indicaban una muerte violenta. No hubo ninguna investigación posterior sobre su muerte en la cárcel. Cuando la violencia prevalece, no se salva ni valora vida alguna.

Marisela era una madre motivada por el amor fuerte e inagotable hacia su hija. Era una influyente activista por los derechos humanos cuyas palabras conmovían a la gente. Con su valentía y su implacable sentido de la justicia, Marisela era el tipo de ciudadana que México necesita, una líder con un compromiso inquebrantable. Ya no está aquí para compartir su pasión, ni su visión de futuro, ni sus memorias de una vida anterior a la muerte de Rubí. Un mundo roto se la llevó.

Una vez que Marisela hablaba sobre su hija, proclamó: “Le diré algo que ningún asesino ni las autoridades saben. Mi hija tiene un nombre: Rubí. Tenía una personalidad. Tenía una familia que la amaba. Y tenía un bebé de seis meses que desgraciadamente tuvo que presenciar el asesinato de su propia madre. Y algo más – mi hija no será un número. No será una de las 7.649 mujeres violadas y asesinadas en Ciudad Juárez durante los últimos 17 años”.

Marisela tampoco será un número. Su coraje, como el de otras defensoras a lo largo y ancho del país, sirve para dar ejemplo.

La lucha de las mujeres de cualquier parte del mundo es también la nuestra. Esta guerra contra las mujeres nos silencia y quita poder. Los principales medios de comunicación ignoran en gran medida las voces de las mujeres activistas, y ocultan sus muertes bajo la alfombra. No debemos dejar que la violencia de género nos disuada; debemos unir nuestras voces para crear un mundo que valore la vida de las mujeres.

Descansa en paz, Marisela. Continuaremos tu lucha.

Nicole Rothwell es una pasante con el Programa de las Américas y escribe sobre movimientos sociales internacionales, educación y los derechos humanos en la región.

Arte por Sarrah Hashim

Foto por Maria de la Guardia

Traducción por Paula Villanueva De Miguel

Para más información:

Las víctimas invisibles de la guerra contra las drogas Por: Laura Carlsen

https://www.americas.org/es/archives/6337

Las asesinadas de Ciudad Juárez Por: Laura Carlsen

https://www.americas.org/es/archives/3901

Crímenes de guerra contra mujeres: un infierno privado Por: Laura Carlsen

https://www.americas.org/es/archives/2360

Las defensoras de derechos humanos, expuestas a la muerte y a la discriminación Por: Laura Carlsen

https://www.americas.org/es/archives/4111

La Ciudad Ultrajada: Los impactos de la violencia en Ciudad Juárez Por: El Programa de las Américas

https://www.americas.org/es/archives/5716

El Archivo de Equidad de Género por el Programa de las Américas

https://www.americas.org/es/archives/category/equidad-de-genero

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