Gilberto Cuetia carga todo el tiempo un bastón de mando que lleva unos listones rojos y verdes. Son los colores del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), una organización formada por indígenas de diez etnias del departamento colombiano del Cauca, en su mayoría nasas.
Gilberto coordina las 150 guardias indígenas encargadas de garantizar la seguridad de los participantes en el Encuentro Internacional de Liberadores y Liberadoras de la Madre Tierra, un espacio donde entre el 3 y 6 de agosto personas procedentes de varios países latinoamericanos compartieron sus plataformas de luchas y sus análisis sobre mega proyectos, resistencia y represión.
El día anterior al comienzo del evento, el Escuadrón Móvil Anti Disturbios (ESMAD) atacó a los nasas, hiriendo a dos. “Dispararon balas de goma e incendiaron los cambuches de los participantes, destruyeron toda la logística que se había organizado para el evento, la caseta, los baños, la cocina y, abusivamente, se consumieron los alimentos que se habían preparado para los participantes del encuentro”, afirma el CRIC en un comunicado. El ESMAD dejó unas huellas negras de pasto quemado en el lugar donde surgía el auditorio y los cambuches construidos para el encuentro.
“Cuando hay eventos hay que estar muy alerta”, explica Gilberto Cuetia, que forma parte de la Guardia Indígena desde su nacimiento. “Siempre hubo guardias en contra de la persecución de los españoles, a pesar de que entonces no se llamaban así. La Guardia Indígena nace el 28 de mayo de 2001 en el Resguardo de Caloto, porque los grupos paramilitares y las autoridades mataban a muchos lideres. Se creó con tres objetivos: acompañar a las asambleas, a las marchas y cuidar nuestras autoridades. No tenemos armas, sólo bastones y piedras”.
A pocos metros del acceso al Encuentro Internacional de Liberadores y Liberadoras de la Madre Tierra, que se llevó a cabo en el Resguardo indígena de Corinto (Cauca), Don Gilberto Cuetia espera a que otras Guardias Indígenas lleguen para que se dé el cambio de turno.
Afirma que hasta hace pocos años la tierra alrededor de nosotros, donde hoy crece pasto y plantas silvestres, estaba sembrada de caña de azúcar, planta que cubre unas 250 mil hectáreas del territorio del Norte del Cauca. Los monocultivos, finalizados a la producción de agrocombustibles, pertenecían al ingenio INCAUCA y eran de propiedad del industrial colombiano Carlos Ardila Lülle, dueño también de otras grandes empresas como RCN Televisión y la refresquera Postobón.
Don Gilberto Cuetia señala un terreno colindante con la carretera que une el pueblo de Corinto a Miranda, y recuerda que allí el 9 de mayo fue asesinado Daniel Felipe Castro Basto durante una Minga de Liberación de la Madre Tierra.
“En lo que va de la liberación, el Gobierno Nacional ya ha asesinado a tres comuneros indígenas y los ataques han dejado más de 250 personas heridas, que compromete no solo a los agentes del Esmad, sino fuerzas privadas de seguridad del Ingenio y grupos armados ilegales”, denuncia el CRIC.
Son 1282 los acuerdos firmados por el gobierno colombiano y nunca cumplidos, una situación que llevó una parte de los integrantes del CRIC a decidir de retomar las tierras que ancestralmente les pertenecen. Les han sido arrebatadas en el siglo XVI por los conquistadores españoles, que los empujaron a vivir en las montañas.
Durante las Mingas de Liberación de la Madre Tierra, los indígenas del Cauca cortan con sus machetes la caña de los ingenios azucareros de la región, reapropiándose de sus tierras.
“Hablamos de liberar a la Madre Tierra en lugar de recuperarla porque con nuestra acción la estamos liberando de tanta contaminación ambiental, de tanto químicos, de tanto maltrato”, explica una mujer que llamaremos Carmela, pues prefiere no revelar su verdadero nombre para garantizar su propia seguridad.
Carmela es pariente de Daniel Felipe y recuerda que el muchacho dejó a su viuda embarazada de unos pocos meses. La mujer hace un gesto como para abrazar a las tierras que nos rodean y explica que las fincas liberadas en el Resguardo de Corinto ya son tres: Quebrada Seca, Miraflores, Granaditas, y que en total en el departamento han sido liberadas 16 fincas.
“Estas tierras son un bien colectivo, la queremos cultivar para sembrar alimento para nuestras familias”, afirma Carmela. Recuerda que después de tantos años de químicos y venenos, la tierra necesita descansar antes de ser sembrada nuevamente, y reconoce las dificultades que encontrarán al hacerlo: cuando sembraron maíz en unas 70 hectáreas de tierra liberada, llegó una avioneta a fumigar los cultivos.
De acuerdo con Vilma Rocío Almendra Quiguanás, nasa misak integrante del colectivo Pueblos en Camino, las recuperaciones de tierras que empezaron en los años ’70 tras el nacimiento del CRIC se detuvieron a partir de 1991. “Esencialmente fue por dos hechos: en aquel año se aprobó una nueva Constitución que por primera vez reconocía los derechos de los pueblos indígenas. Esto de un lado fue una ganancia, pero del otro llevó a una fragmentación de la lucha: empezaron a llegar las transferencias (dinero) para los resguardos indígenas y las estructuras organizativas de CRIC y ACIN (Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, una de las nueve organizaciones que conforman el CRIC) se enfocaron más en administrar el dinero que en lucha por la tierra”, explica la activista. “El segundo hecho que paró las recuperaciones fue la masacre de El Nilo de diciembre de 1991, justo seis meses después de la aprobación de la nueva Constitución. Allí asesinaron a 20 compañeros indígenas durante la recuperación de una finca, y la gente se asustó mucho”.
Luego en 2004, tras el fortalecimiento de espacios de formación política donde debatían sobre las dinámicas de despojo no sólo en el Cauca, sino también en otras regiones de Colombia y de Abya Yala, las comunidades indígenas desde el norte del Cauca pasaron otra vez a la acción.
“En aquel momento la gente empezó a reflexionar sobre el hecho de que no es suficiente recuperar la tierra, que quitársela al patrón para seguir con su mismo monocultivo es seguir matando a la tierra. Entonces se empezó a hablar de la necesidad de liberar la Madre Tierra”. Como dice el mandato de Liberación: “…mientras sigamos siendo indígenas, o sea, hijos de la tierra, que nuestra madre no es libre para la vida, que lo será cuando vuelva a ser suelo y hogar colectivo de los pueblos que la cuidan, la respetan y viven con ella y mientras no sea así, tampoco somos libres sus hijos”[1], explica Vilma Almendra. “Hoy las y los liberadores se están oponiendo al sistema capitalista y extractivista. Se enfrentan al empresario Ardila Lülle y están confrontando también el autoritarismo interno en la organización: en los últimos años la dirigencia más visible ha estado muy cercana al gobierno de Santos, en apoyarlo con votos, en el proceso de paz, con la promesa del dinero del postconflicto. Algunos líderes decían a sus bases que sí salían a tomar las fincas, iban a entorpecer las mesas de negociación”.
[1] http://anterior.nasaacin.org/index.php/libertar-para-la-madre-tierra/50-libertad-para-la-madre-tierra
Orsetta Bellani nació en Italia y desde hace años vive y viaja por América Latina. Trabaja como reportera freelance, y es licenciada en Comunicación y Relaciones Internacionales.