La Conferencia de Acción Política Conservadora, CPAC, organizó su último gran espectáculo de extrema derecha en México el 18 y 19 de noviembre. La reunión proporcionó una perversa y fascinante visión de las estrategias, ilusiones, mentiras y objetivos del movimiento neofascista global.
El programa contó con todas las luminarias y aspirantes internacionales ultraconservadores: Steve Bannon, operador internacionales; Donald Trump, y su exembajador en México, Christopher Landau: Ted Cruz; José Antonio Kast de Chile; Santiago Abascal del partido político Vox en España, Eduardo Bolsonaro de Brasil, el presidente guatemalteco Alejandro Giammattei; el ministro húngaro de Victor Orban, Gergely Gulyás; y Javier Milei, quien recientemente anunció su candidatura a la presidencia de Argentina en 2023.
La mayoría, sin embargo, envió mensajes de video en lugar de viajar para dirigirse a la escasa audiencia. El evento se llevó a cabo en el Hotel Westin en el distrito financiero de Santa Fe de la Ciudad de México. Ubicada en las colinas por encima de la capital de la nación, Santa Fe es un enclave corporativo empapado de riqueza, separado geográficamente, y en todos los sentidos, de la inmensa ciudad latinoamericana que se encuentra debajo.
La realidad paralela de Santa Fe coincidía perfectamente con la realidad paralela de la conferencia. En el mundo según CPAC, la extensión lógica de los derechos de género es la pedofilia legalizada, los derechos y la autonomía de las mujeres son una amenaza para sus familias, y la soberanía es cuando los multimillonarios estadounidenses y los políticos fracasados del mundo vienen a tu país a decirte cómo hacer elecciones, qué mensajes usar y dónde encontrar financiación internacional.
Mensajes a las masas
La extrema derecha global repite sus temas centrales una y otra vez, generalmente con la suposición incorporada de que la exactitud de lo que dicen se explica por sí misma. La conferencia mostró esta estrategia de mensaje, disparando un aluvión de declaraciones simplistas que desencadenan el miedo o el enojo, mientras desalientan el pensamiento crítico.
El gurú político del movimiento, Steve Bannon, abordó todos los temas nodales, aunque en su platica televisada desde Arizona, donde intenta sabotear el resultado de la elección por gobernadora que perdió, claramente estaba más obsesionado con su rabia por los resultados de las elecciones intermedias en EEUU que por lo que estaba sucediendo en CPAC México. Bannon marcó el campo de batalla entre “globalistas” y “soberanistas”, asociando a los globalistas con los medios de comunicación (de hecho, controlados por magnates de derecha), las instituciones multilaterales y la inmigración.
Para Bannon, el “globalismo” es una mezcla extraña de fuerzas y actores que tienen poco que ver entre sí: “Nuestro enemigo es el movimiento comunista internacional que trabaja con los capitalistas en este momento, desde Wall Street hasta Frankfort, la ciudad de Londres y también el Partido de Davos”. Viaja por todo el mundo construyendo movimientos “populistas/nacionalistas”, reclamando la soberanía mientras establece lazos y financiamiento con el extranjero, y participa directamente en campañas nacionales extranjeras.
Bannon arremetió contra las “máquinas” (sistemas de votación electrónica blindados contra la manipulación) y medidas para ampliar el acceso al voto con medidas como poder votar por correo, en un periodo más amplio, o con urnas más cercanas. Dijo que si continúan, “será casi imposible una victoria para cualquier republicano”, una confesión de que el futuro de este partido depende de sus tácticas antidemocráticas. Advirtió a México sobre los peligros de la tecnología electoral moderna que ha sido certificada por expertos de todo el mundo, y acusó a la “izquierda progresista” de “cosecha de boletas: la generación y fabricación de boletas”. Hasta lanzó la absurda idea de que las boletas marcadas (por la izquierda) son esencialmente diferentes que los “votos” (por la derecha). Advirtió que 2023 será “una tormenta económica a nivel mundial” con “luchas por la economía”, y describió las prioridades republicanas en el nuevo Congreso de los EE. UU.: investigar y enjuiciar a Hunter Biden, y detener la “invasión fronteriza” (incluido el impeachment de Garland y Mayorkas).
El exembajador de Trump en México, Christopher Landau, retomó el mismo tema: el control fronterizo entendido como pilar de la soberanía nacional, basado en negar la entrada de personas migrantes. Destacó la experiencia de la Unión Europea como una advertencia sobre la pérdida de soberanía, y al Brexit como un ejemplo por seguir. Al mismo tiempo, elogió el papel del gobierno de los Estados Unidos en la guerra contra las drogas en territorio mexicano.
El movimiento ultraconservador es experto en construir falacias del hombre de paja. Un tema central en los dos días de la conferencia, repetido con gran pasión y cero datos, fue la acusación de que la izquierda promueve el tráfico de niños y las redes de pedófilos. Este argumento ha sido común entre las organizaciones de la extrema derecha en EEUU, como el QAnon, grupo que recientemente fue declarado una amenaza terrorista nacional. A partir de un amplio consenso social sobre la necesidad de proteger a la niñez del problema real de la trata, los y las oradores de CPAC argumentan que permitir la fluidez y elección de género llevaría a las personas a reasignar su edad, por lo tanto, a la legalización de la pedofilia por la cultura “woke”.
Las ponencias incluyeron citas y estadísticas que, a verificarlas, resultaron ser apócrifas. Usaron con frecuencia el término “grooming”, que según su definición es la práctica de preparar a los niños y niñas para ser víctimas del abuso sexual. advirtieron sobre la hiper-sexualización de los niños para que puedan ser fácilmente reclutados en redes de pedófilos, debido a sus apetitos sexuales estimulados de manera no natural–lo que plantea la pregunta de cómo estos supuestos apetitos sexuales encajan en el escenario del tráfico. También crea una imagen perversa de la niñez y de la sexualidad que podría infundir terror en las mentes maleables.
Orador tras orador pintó un retrato del mundo como un lugar oscuro y aterrador, con terribles amenazas que acechan en los rincones más sacrosantos de nuestras vidas. Lo que es difícil de entender es cómo una visión tan horrible de la vida, puede ser tan atractiva para tantas personas.
Echando raíces
Sin embargo, el movimiento neofascista (y aplico el término según definiciones históricas e ideológicas) está ganando terreno, incluso donde pierde elecciones. La mayor parte de lo que escuché en CPAC México fue autocomplacencia o tácticas de miedo. Mucho de eso estaba muy lejos del discurso político común, especialmente lejos de la realidad de nuestro país. Pero sería una tontería descartarlo como la franja lunática.
Hace poco regresé de Brasil, donde el expresidente Lula da Silva derrotó al padre de Eduardo Bolsonaro, el actual presidente, Jair Bolsonaro. La diferencia entre los candidatos de izquierda y de derecha fue mucho menor de lo que nadie esperaba. Bannon y otros extranjeros en el CPAC calificaron las elecciones de fraude, aunque el sistema electoral nacional y los observadores internacionales declararon que las elecciones fueron justas y limpias. Eduardo Bolsonaro adoptó un enfoque más cauteloso, mostró fotos de las protestas y le pidió a la audiencia de CPAC que sacara sus propias conclusiones. Dos días después de las elecciones del 30 de octubre, Jair Bolsonaro anunció que su gobierno está cooperando con la transición, sin ceder. Unos días después de las declaraciones reiteradas de Bannon y CPAC México de que hubo fraude, un Bolsonaro envalentonado pidió formalmente la invalidación de votos, pero solo de la segunda vuelta. El Tribunal Superior Electoral no solo desechó la demanda, sino multó al Partido Liberal de Bolsonaro por haber actuado “de mala fé”. Ambos Bolsonaros saben que no tienen la base política, militar o legal para rechazar los resultados y han capitulado ante la realidad al menos por el momento, pero los extranjeros de extrema derecha aún repiten la acusación de fraude para reforzar su narrativa global.
Después de sufrir una derrota electoral, la derecha brasileña que Bannon y Bolsonaro Jr. trabajaron tan duro para construir, no se escabullirá para lamerse las heridas. Horas después de los resultados, los camioneros bolsonaristas se movilizaron para bloquear las principales carreteras. Semanas después, los seguidores de Bolsonaro protagonizan grandes manifestaciones en las calles de Río de Janeiro, Brasilia y otras ciudades, muchos pidiendo intervención militar. La ultraderecha ahora se transita a las tácticas de desestabilización y a redoblar la organización de base, confiando particularmente en las iglesias evangélicas que ayudaron contribuyeron a la sorprendente fuerza política mostrada por Bolsonaro en estas elecciones.
Recuerde que después de perder las elecciones presidenciales de 2020, en las elecciones intermedias de noviembre en EE. UU., las fuerzas de Trump regresaron con mucha fuerza y, en algunos lugares incluso ganaron, a pesar de algunas derrotas de alto perfil por parte de los candidatos activamente apoyados por Trump. Ahora se prepara una tercera candidatura de Trump a la presidencia.
En Chile, donde el ultraconservador José Antonio Kast perdió ante el joven líder izquierdista Gabriel Boric por más de diez puntos, la derecha frustró los planes de reforma constitucional de Boric al orquestar la derrota de la nueva constitución apenas unos meses después de sufrir el fiasco en las urnas. La conferencia CPAC México contó con una sesión didáctica sobre las tácticas para lograr la victoria de la derecha contra la constitución en Chile, con estrategias de marketing que incluyen un enfoque en la juventud y el uso intensivo de las redes sociales, el diseño de campañas para segmentos de mercado, y mensajes dirigidos en los medios masivos.
A primera vista, México no era una opción obvia para el próximo objetivo de CPAC. Después de perder Brasil, que muchos conservadores esperaban consolidaría el punto de apoyo fascista en América Latina bajo un segundo gobierno de Bolsonaro, la extrema derecha se encontró en clara desventaja. América Latina actualmente está gobernada por una gran mayoría de gobiernos progresistas o de izquierda: Andrés Manuel López Obrador en México, Alberto Fernández en Argentina, Luis Arce en Bolivia, Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras, Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia , Lula en Brasil y varias naciones del Caribe, incluida Barbados, que recientemente rompió con la corona y ha estado reexaminando su historia colonial de esclavitud y saqueo. Este no es un grupo homogéneo, pero comparten un compromiso con la integración sur-sur, diversos grados de restricciones a la explotación capitalista y un alejamiento de la hegemonía estadounidense en la región.
Trump se refirió indirectamente a este dilema para la derecha al señalar la urgencia de “detener la propagación del socialismo y no permitir que se extienda por esta región” en su discurso enlatado de un minuto y cuatro segundos que se presentó en el marco de la conferencia.
La extrema derecha claramente desprecia al presidente de México, quien se postuló con una plataforma antineoliberal y ha instalado la paridad de género en su gobierno, así como programas sociales para los pobres, entre otras medidas progresistas. López Obrador tiene un índice de aprobación superior al 60% y no puede presentarse a las elecciones presidenciales de 2024, así que la ultraderecha global no ha concentrado sus esfuerzos en los ataques contra AMLO, sino en dos objetivos de mediano plazo. El primero es sentar las bases para construir un movimiento ultraconservador capaz de ganar la presidencia en 2024. Incluso en la conferencia destaparon a su candidato, el ex actor convertido en activista político de extrema derecha, Eduardo Verástegui. Como la segunda economía más grande de América Latina y vecino de EE. UU. encargado de detener los flujos migratorios hacia EE. UU., la agenda de extrema derecha pone mucho énfasis en ganar a México como aliado en América Latina.
En CPAC los líderes del movimiento, tanto nacional como internacional, dejaron en claro que la derecha actual, en particular el conservador Partido Acción Nacional, no está a la altura. Su plan consiste en crear un nuevo partido de extrema derecha con una base religiosa y un discurso basado en su visión de “valores familiares”, vinculado a las fuerzas neofascistas globales representadas en la conferencia.
El segundo objetivo es atacar la decisión federal de México de otorgar a las mujeres el derecho a decidir si llevar a término sus embarazos. México declaró recientemente que está fuera del alcance del Estado criminalizar a las mujeres por abortar. Además de trabajar para revertir esa decisión, el movimiento ultraconservador cree que la decisión les permitirá unir a los católicos que se oponen al derecho de decidir de las mujeres, y a las fuerzas evangélicas. Están buscando bloquear el aborto legal en México y, a largo plazo, usar esa campaña para construir el movimiento de extrema derecha.
El tercer objetivo es detener el liderazgo mexicano en la formación de alianzas con otras regiones progresistas de América Latina que desafían la hegemonía de los Estados Unidos. México en la región. López Obrador ha sido líder en la reactivación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), un organismo de integración regional que no incluye a Estados Unidos y Canadá. Con gobiernos mayoritariamente de tendencia izquierdista, la extrema derecha neoliberal busca socavar la CELAC y otros foros donde la izquierda domina, y restaurar los fallidos intentos de consolidar agrupaciones de derecha. No puede lograr este objetivo con un México fuerte y progresista que defiende a la soberanía.
La asistencia a la conferencia de la CPAC-México incluía desde monjas a miembros adinerados de la élite mexicana. No fue una participación impresionante numéricamente, pero en lo que respecta al CPAC, esto es solo el comienzo.
El lenguaje de las mentiras, o “Inundando la zona con mierda”
Mientras escuchaba a los oradores expresar su creciente indignación frente a las amenazas que ellos mismos inventaban (casi sin mencionar amenazas reales como el cambio climático o el hambre), me preguntaba cuántos de ellos creían en las falacias y cuántos habían dominado el arte de la comunicación posverdad. Sospecho que el segundo grupo es, por mucho, la mayoría, pero dependen del primer grupo para construir su movimiento.
Gran parte de la tarea de convencer a ese grupo se basa en un lenguaje cuidadosamente elaborado. El intérprete no intentó traducir “woke”, por razones obvias. La traducción sería “despierto” o “despierta”, y es difícil demonizar un estado normal de conciencia para todo ser vivo. En las guerras culturales de la derecha, no hay nada peor que estar woke/despierto, porque implica tener la facultad de pensar. En términos netamente semánticos, esta es una doctrina política que define ‘estar despierto’ como un rasgo cívico negativo.
El feminismo (otra palabra satanizada en el léxico de la ultraderecha) nos ha enseñado que existe una complacencia familiar y opresiva en las dicotomías: ‘Nosotros somos los buenos, ellos son el enemigo’ ‘Defendemos a Dios, la Familia y la Patria, ellos los atacan’, ‘Si ganan, es que ellos hicieron trampa. Si ganamos nosotros es porque lo merecemos’. Las dicotomías reducen el mundo a escenario de los elegidos y los malvados. Las mesas sobre la comunicación conservadora exaltaron las virtudes de la mensajería “emocional” al sonámbulo, sin reparar en argumentos racionales.
Llamaron la atención las narrativas que la CPAC construye sobre si misma. Por un lado, los ultraconservadores afirman ser víctimas de las vastas conspiraciones que retratan. Sus candidatos son víctimas de fraude, sus hijos e hijas víctimas de “grooming”, sus jóvenes de “wokeness”, y en general, las sociedades de todo el mundo son víctimas de demócratas o progresistas que ‘controlan los medios’ y difunden el comunismo (la Guerra Fría ha vuelto en su visión del mundo).
Por otro lado, también se consideran ganadores. El mensaje es siempre ‘somos poderosos y numerosos, tenemos la razón y ganaremos’. No importa que la mayoría de los políticos en CPAC-México sean literalmente perdedores: perdieron sus elecciones presidenciales (Trump 2020, Bolsonaro 2022, Kast 2021, Walesa en 1995 y, de manera aplastante, nuevamente en 2000), sin mencionar la reciente sentencia de prisión de Steve Bannon, y los pocos logros de la mayoría de los oradores de CPAC, más allá de las esferas creadas por ellos y que se refuerzan a sí mismos.
Cada declaración rotunda de la extrema derecha parece encarnar una contradicción que nunca se reconoce. Afirman que la izquierda adoctrina a sus hijos, y son los conservadores quienes promueven campañas para restringir la educación para que se ajuste a su visión del mundo, y promueven la censura. La campaña contra la pedofilia silencia el hecho de que existe una larga lista de pedófilos republicanos conocidos, sin mencionar el abuso sistémico de niños y niñas en la Iglesia Católica, un crimen trágicamente omnipresente en México.
Gulyas, asistente de Orban, quien proclamó a Hungría “la esperanza de los conservadores en el mundo libre”, a pesar de que esa nación enfrenta fuertes sanciones por sus prácticas antidemocráticos y la corrupción. Una nueva investigación de la Unión Europea declaró que “Hungría ya no es una democracia”, documentando la discriminación, las restricciones a la libertad de educación y a la libertad de expresión, manipulación del poder judicial y espionaje estatal. El presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, se jactó de ser la “capital pro-vida de Iberoamérica” y afirmó que “estamos del lado correcto de la historia”, mientras su gobierno es acusado de corrupción, persecución a miembros del poder judicial y autoritarismo.
En manos de CPAC, el cristianismo se convierte no en una ética religiosa por la que vivir, sino en un garrote político contra cualquiera que no practique el modelo de cristianismo intolerante y represivo que ellos promueven. Pretenden defender a la familia mientras persiguen legal, política y socialmente a las familias que no están compuestas por un padre dominante, una madre servil e hijos dependientes, y a menudo en su vida personal se involucran en prácticas que no se adhieren a las normas que buscan imponer.
El uso, y el mal uso deliberado, del lenguaje siempre ha sido fundamental para construir movimientos fascistas. El miedo es un motivador y el odio es el fuego que “enciende” a las masas. Mientras que la izquierda habla de “narrativas en competencia” y la necesidad de “narrativas alternativas”, cediendo efectivamente el espacio de la “narrativa dominante”, la extrema derecha está años luz adelante en la construcción de narrativas globales que atraen a amplios sectores de la población, apelando a los sentimientos viscerales. Y lo logran con la importante desventaja de tener que convencer a la gente para que vote y actúe en contra de sus propios intereses objetivos: los trabajadores en un sistema escandalosamente desigual votan por los multimillonarios que los explotan, las mujeres votan por un sistema patriarcal que impone límites estrictos y punitivos a sus sueños y posibilidades de vida, las comunidades creen que las familias migrantes drenan en lugar de contribuir a las economías locales a pesar de la evidencia de lo contrario, y la juventud convencida de apoyar las fuerzas destructoras del planeta que cierran su futuro. El mantra de Steve Bannon de “inundar la zona con mierda” para confundir a las personas con una maraña de mensajes falsos, verdaderos y exagerados, estuvo a la vista en CPAC México.
El movimiento global de extrema derecha tiene grandes ambiciones y es abierto sobre sus objetivos y estrategias. La senadora colombiana de derecha, María Fernanda Cabal, pidió “mano dura contra Petro”, refiriéndose al presidente de Colombia elegido democráticamente, Gustavo Petro. Hermann Tertsch, diputado de Vox en el Parlamento Europeo, pidió un programa “para restaurar la civilización occidental”, y Kast instó a la creación de “un frente común por la libertad de nuestros pueblos”. El panel de jóvenes afirmó enfáticamente que rechazan la inclusión y la diversidad, mientras que el presentador, Verástegui, proclamó que el movimiento “es mayoría y vamos a crear una alternativa real”, aunque no precisó de qué son mayoría.
La extraña mezcla de miedo, falsas amenazas, mentiras y triunfalismo me dejó con una sensación de vértigo existencial. No es fácil vadear la inundación. Pero tenemos que hacerlo–debemos monitorear a la extrema derecha, entender cómo opera y quién lo financia, denunciar sus ataques a las libertades fundamentales y su visión de un futuro autoritario. Es nuestro deber analizarlo, exponerlo y vencerlo.
Laura Carlsen (lcarlsen(a)ciponline.org) es directora en la Ciudad de México del Programa de las Américas (www.americas.org) para el Centro para Políticas Internacionales (Center for International Policy). Una versión previa en inglés de este artículo fue publicado en Counterpunch.