La cumbre del G201 realizada en la capital argentina los días 30 de noviembre y 1° de diciembre evidencia la crisis actual del multilateralismo y pone fin a la razón de ser de este foro de cooperación internacional que agrupa a los países más poderosos del planeta, que en su conjunto representan más del 80% de la economía mundial. El G20 fue creado a nivel de jefes de Estado, en 2008, cuando se inició la más grave crisis económica y financiera mundial desde la gran depresión de 1929. En tales circunstancias, se buscaba abordar de manera coordinada, al más alto nivel, problemas centrales de la economía internacional.
Convertido entonces en la instancia de cooperación y supervisión más importante de la economía mundial, hoy se encuentra herido de muerte después de la Cumbre de Buenos Aires. Temas fundamentales como los conflictos comerciales y las diferentes visiones de lucha contra el cambio climático ya no se resuelven en esta instancia.
Estos emergen como puntas de un iceberg cuyos cimientos están conformados por la creciente presencia china en la economía internacional y la erosión del poder hegemónico norteamericano que, en sus manotazos de ahogado, inicia una guerra comercial y niega la ciencia al patear el tablero internacional de los acuerdos logrados en la lucha contra el cambio climático para autorizar la sobreexplotación de fuentes energéticas con altos impactos contaminantes.
Ello tiene lugar en un escenario en el que empiezan a gravitar un mayor número de gobiernos nacionalistas, una creciente xenofobia, el rechazo a los migrantes y, en el ámbito latinoamericano, un debilitamiento de los foros regionales de integración (Unasur, Celac, Mercosur y Comunidad Andina).
Fin de la etapa de coordinación por consenso
Desde su existencia, hace una década, las sucesivas declaraciones emitidas en las Cumbres del G20 expresaron enfáticamente, y por consenso, su respaldo a los temas que hoy enfrentan a Estados Unidos con el resto de los miembros: el libre comercio, el multilateralismo y la defensa del medio ambiente.
En ellos predominó el discurso anti proteccionista y la defensa del libre comercio, que se plasmaban en las declaraciones finales en frases como “la OMC es la columna vertebral del sistema multilateral de comercio y debe seguir desempeñando un papel central en la promoción del crecimiento económico y el desarrollo” (Cumbre de Antalya, 2015); o que es necesario defender la globalización y promover una economía abierta (Cumbre de Hangzhou, 2016).
Si bien es cierto que desde 2012, Estados Unidos empezaba a señalar que los desbalances globales estaban ligados a “la desleal intervención de China a través de sus políticas cambiarias expresadas en la subvaloración de su moneda” (Cumbre de Los Cabos, 2012) y ya con Donald Trump como presidente se convalidaron “instrumentos legítimos de defensa comercial ante prácticas injustas (Cumbre de Hamburgo de 2017), los líderes del G20 siempre rechazaron el proteccionismo. En cambio, la declaración final de Buenos Aires no sólo no lo rechazó, sino que declaró, por presión de Estados Unidos, que la OMC debía ser reformada y que el sistema comercial multilateral había fallado en sus objetivos.
Con respecto a la lucha por el cambio climático, las posiciones contrapuestas entre Estados Unidos y el resto de países, no permitieron siquiera un enunciado ambiguo que pudiera incluirlas en la declaración final denominada, paradójicamente, “Construyendo consensos para un desarrollo equitativo y sustentable”. Por ello esta recoge, por un lado, la posición de los miembros signatarios del Acuerdo de París sobre cambio climático, quienes instaron por su “completa implementación”, lo calificaron como “irreversible” y ratificaron el Plan de Acción de Hamburgo.
En un párrafo aparte, Estados Unidos reiteró su decisión de retirarse del Acuerdo de París, su fuerte compromiso con el crecimiento económico, así como con la seguridad energética, utilizando todas las fuentes de energía y las tecnologías relacionadas, protegiendo a su vez el medio ambiente. Las naciones del G20 generan el 75 % de las emisiones mundiales de dióxido de carbono. Solo China y Estados Unidos juntas producen casi la mitad de dichas emisiones en todo el mundo.
Lo esencial yano es visible en la declaración final del G20
En el documento aprobado por los presidentes, que contiene 31 puntos, se abordan temas económicos importantes como el impacto de los cambios tecnológicos en el mundo laboral; el efecto de la digitalización de la economía en el sistema tributario internacional; la creación de mecanismos que incentiven inversiones globales en infraestructura; la regulación para la inversión de las denominadas “criptomonedas”, de las cuales la más conocida es el bitcoin, entre otros. Estos temas son abordados con la impronta de la OECD, el FMI y el Banco Mundial.
Asimismo, se mencionan temas fundamentales como la promoción del trabajo decente, la erradicación del trabajo infantil, el acceso a la educación, la seguridad alimentaria y nutricional, igualdad de género, etc. sobre los cuales es casi imposible discrepar.
Sin embargo, lo nuevo de esta Cumbre radica en que los temas de conflicto serán resueltos fuera del foro del G20. Estados Unidos y China, por ejemplo, abordarán el tema de la guerra comercial de forma bilateral, independientemente de lo acordado por todos los líderes en la Cumbre de Buenos Aires. Ello ocurre, a pesar de las amenazas constantes que hace Estados Unidos a la Unión Europea para imponer aranceles a ciertos productos, y al hecho de que este grupo de países haya visto afectada su producción de acero y aluminio por los aranceles impuestos a dichos rubros por el gobierno norteamericano en mayo de este año.
Es así que apenas difundida la declaración oficial del G20, los presidentes Trump y Xi Jinping acordaron, en una reunión bilateral realizada también en Buenos Aires, una tregua de tres meses para dar solución a la guerra comercial que ambos mantienen. En ella se acordó que Estados Unidos suspendería por 90 días la aplicación de nuevos aranceles a las importaciones de China, los cuales debían entrar en vigor el 1 de enero, mientras que el segundo se comprometió a adquirir inmediatamente productos agrícolas estadounidenses. Alrededor del 90% de los productos que China ha gravado, en represalia a las medidas impuestas por el gobierno norteamericano, pertenecen al sector agrícola, bastión electoral del presidente Trump, y algunos productores señalan que la guerra comercial ya está dañando su negocio.
Asimismo, ambos acordaron iniciar inmediatamente negociaciones para conseguir “cambios estructurales” en lo concerniente a la transferencia forzada de tecnología, propiedad intelectual, barreras no arancelarias, intrusiones cibernéticas y ciberpiratería, entre otros. La Casa Blanca ha advertido que “si al cabo de ese lapso, las partes no logran un acuerdo, los aranceles que se ubican en 10 por ciento pasarán a 25 por ciento”. Las autoridades de los dos países han considerado los acuerdos como provechosos, pero el presidente Trump ha señalado que a pesar de “ver buenas señales” y “estar muy cerca de hacer algo con China” no sabe si quiere hacerlo2.“A mí me gustan las guerras comerciales” y “es fácil ganar”3, señaló Trump, meses atrás, alimentando el nacionalismo de sus seguidores. En contraposición, el presidente de China invocó a los líderes del G20 a apoyar el sistema comercial multilateral durante su discurso en la Cumbre.
En el tema del cambio climático, la Unión Europea planea asumir el liderazgo mundial. En referencia al Mercosur, el presidente Macron advirtió en Buenos Aires que no habría TLC con ningún grupo regional que tenga un socio que no sea miembro del Acuerdo de Paris, del cual el presidente electo de Brasil ha amenazado con retirarse. Días antes de la Cumbre, los brasileños retiraron su candidatura para ser anfitrión de la COP25, la próxima Conferencia sobre Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas, que tendrá lugar en 2019. “Francia no aceptará acuerdos con países que no respeten el Acuerdo de París y para ello tiene un motivo claro: no podemos exigir que nuestros conciudadanos, productores agrícolas y actores de la economía hagan una transición importante, y luego firmar un acuerdo con países que no se van a ceñir a esas obligaciones”, argumentó.4
En una actitud diametralmente opuesta, y desoyendo los informes sobre cambio climático publicados por Naciones Unidas y por entidades de su propio país, el gobierno norteamericano continuará con la explotación de zonas que fueron declaradas como reservas naturales en su país y construirá alianzas con naciones como el Brasil de Bolsonaro, quien emula a Trump en este ámbito.
El último informe de Naciones Unidas sobre cambio climático advierte que el mundo está retrasándose en los objetivos climáticos fijados en el Acuerdo de París para reducir el aumento de la temperatura global a menos de 1,5 grados centígrados, un objetivo fijado en 2015 que, de cumplirse evitaría los peores efectos de un cambio climático catastrófico5. En otro informe sobre la desnutrición en el mundo, la misma organización señala que el número de personas desnutridas y malnutridas está en aumento debido, en parte, al incremento de eventos climáticos extremos –sequías, inundaciones y tormentas– los cuales se han duplicado desde principios de los años noventa.6
Trump también desatiende el informe “La Evaluación del Clima Nacional”, documento de más de 1600 páginas, resultado de una investigación ordenada por el Congreso norteamericano en la que 300 científicos que se desempeñan en 13 agencias federales, advierten que “el cambio climático impulsado por el ser humano amenaza con reducir la economía de Estados Unidos hasta en un diez por ciento para finales de siglo. El informe también detalla cómo éste incide en el aumento de los incendios forestales, el desmoronamiento de la infraestructura, el empeoramiento de la calidad del aire, el fracaso de las cosechas y la mayor frecuencia en brotes de enfermedades”.
El creciente peso económico y político de China
El economista argentino Alieto Guadagni señala que, en 1980, el Producto Interno Bruto de los Estados Unidos era 9,5 veces más grande que el de China, pero hoy el PIB de China es 24% mayor al del primero. Hace 15 años las exportaciones de bienes y servicios de Estados Unidos eran el doble que las chinas, ahora las de China son 3% mayores. La balanza comercial china es positiva y la de Estados Unidos negativa. La cuenta corriente china tiene superávit (0.7% del PIB), mientras la de la segunda es negativa (2.5%).
Asimismo, el nivel de ahorro en proporción al PIB es en China más del doble que en Estados Unidos, razón por la cual el avance económico del primero es mucho más veloz que el norteamericano. Esta distancia entre China y Estados Unidos, sostiene Guadagni, aumentará en los próximos años por la simple razón que China invierte anualmente mucho más que Estados Unidos. El nivel de inversión en proporción al PIB es en China más del doble que en los Estados Unidos (44% versus 21%). En China el ahorro es mayor a la inversión, mientras en el país del norte ocurre lo contrario.7
Según Andrés Ferrari Haines y André Moreira Cunha, profesores de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, el presidenteXi Jinping trajo a la cumbre del G20 en Buenos Aires el sueño chino que consiste en “recolocar a China como imperio del centro del mundo, su ‘legítimo lugar’ que ocupó milenariamente hasta que los británicos la doblegaron a partir de la primera guerra del opio (1839-42), iniciando cien años de sojuzgamiento y deshonras, división y ocupación de su territorio entre países de Europa, Estados Unidos y Japón, y de imposición de tratados comerciales humillantes, que la llevaron a casi desaparecer”.
Añaden finalmente que “mientras que el presidente Trump patalea contra todo y todos y amenaza el orden mundial que su propio país creó al final de la Segunda Guerra Mundial, ese sueño chino se va colocando como una opción sobre la cual podría erguirse una nueva estructura de relaciones entre los países del mundo”.8
Si como todo parece indicar el G20 se desintegra en sus funciones centrales de coordinar y consensuar los problemas de la economía mundial, y Donald Trump logra una victoria más en su propósito de desmantelar los foros multilaterales, China estará más cerca de alcanzar su sueño.
Notas
- El G-20 comenzó como un foro de ministros de Finanzas y presidentes de bancos centrales. Fue creado el 25 de septiembre de 1999 en una reunión de ministros de Finanzas del G-7. En 2008, la crisis financiera obligó a que sea una cumbre de presidentes. Está compuesto por la Unión Europea y 19 países: Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía.
- https://www.pagina12.com.ar/159506-una-tregua-de-tres-meses-para-la-guerra-comercial
- Donald J. Trump en Twitter, 2 de marzo de 2018
- https://www.pagina12.com.ar/159312-otra-vez-le-dijo-que-no
- https://www.tvn-2.com/mundo-verde/clima-y-tiempo/cambio_climatico/ONU-mundo-aleja-objetivos-climaticos_0_5178232168.html
- https://news.un.org/es/story/2018/09/1441302
- https://www.ambito.com/en-el-g-20-ya-cambio-el-liderazgo-economico-n4039296
- https://www.pagina12.com.ar/159594-como-es-el-sueno-chino
Ariela Ruiz Caro es economista por la Universidad Humboldt de Berlín con maestría en procesos de integración económica por la Universidad de Buenos Aires. Consultora internacional en temas de comercio, integración y recursos naturales en la CEPAL, Sistema Económico Latinoamericano (SELA), Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL), entre otros. Ha sido funcionaria de la Comunidad Andina entre 1985 y 1994 y asesora de la Comisión de Representantes Permanentes del MERCOSUR entre 2006 y 2008. Ha sido Agregada Económica de la Embajada de Perú en Argentina entre 2010 y 2015. Es columnista del Programa de las Américas.