Cuando representantes de 136 países acudieron a la Conferencia de Donantes Internacionales de alto nivel en New York el 31 de marzo, parecía una buena noticia para Haití. La conferencia, organizada conjuntamente por los Estados Unidos y la ONU, obtuvo compromisos de grandes sumas de dinero de los donantes y pidió una mayor coordinación con el gobierno haitiano, a cargo de dirigir los esfuerzos. En total, los estados donantes se comprometieron públicamente con 9,5 mil millones dólares que se desembolsarán durante los próximos diez años.
Estos compromisos de los donantes son importantes. Pero conferencias de donantes anteriores para Haití indican que no solamente hay pronunciamientos sino mucho más en este proceso, y muchos pasos deben tomarse antes para que la ayuda llegue a donde más se necesita. Enormes sumas también fueron ceremoniosamente prometidas en las conferencias de donantes en 2004 y 2009. En la siguiente Conferencia de abril 2009, sólo el 30% de las donaciones prometidas se habían desembolsado casi un año después de cuando ocurrió el terremoto.
Contrariamente a los estereotipos, estos fondos desaparecidos no se esfumaron en las profundidades de un gobierno haitiano corrupto, sin embargo se evaporaron cuando los colaboradores internacionales simplemente no cumplieron con sus obligaciones. En la conferencia del 31 de marzo del 2010, el enviado especial de las Naciones Unidas Bill Clinton reconoció públicamente su propio fracaso para recolectar el dinero prometido en el pasado, e hizo hincapié en la importancia del cumplimiento de los compromisos internacionales.
Mala comunicación, vías poco claras para la prestación de asistencia y la falta de reportes uniformes contribuyo a este triste récord. En ausencia de la adecuada supervisión y coordinación, es difícil evaluar cómo se utiliza la ayuda y la eficacia de su impacto. La ayuda exterior que respete los derechos humanos del pueblo haitiano requerirá de los donantes para acordar la aplicación de los principios de transparencia, la participación de beneficiarios y el alineamiento con las prioridades del Gobierno de Haití para garantizar la eficacia de la ayuda.
Buenas intenciones, pobre seguimiento
El flujo enorme de solidaridad con Haití, que comenzó después del terremoto que azotó la isla el 12 de enero aún se podía sentir en marzo en la ciudad de Nueva York. Sin embargo, a pesar de todas las buenas intenciones de los donantes en la Conferencia, la historia reciente de ayuda a Haití plantea serias interrogantes sobre si las medidas de los donantes y los millones de dólares detrás de ellos se traducirán en una mejora significativa en las vidas de la mayoría de los haitianos. Los medios y los mecanismos existentes para la prestación de asistencia están muy por detrás de la retórica. La complejidad de la situación real en el terreno de los hechos y los intereses a menudo contradictorios que participan en el establecimiento de proyectos de desarrollo después de los desastres hace difícil romper con los viejos hábitos.
La necesidad de un apoyo presupuestario directo es un ejemplo. Antes de la Conferencia, varios funcionarios de los gobiernos donantes citaron la incapacidad o la corrupción del gobierno de Haití como una razón para no proveer financiamiento directo. Pero la reflexión sobre la historia reciente de la asistencia de donantes a Haití ayudaría a los críticos a entender por qué, en el contexto de miles de millones de dólares prometidos en los últimos años, la infraestructura pública de Haití sigue siendo débil.
En primer lugar, como se señaló anteriormente, una gran proporción de los fondos prometidos nunca fueron entregados. Por otra parte, los donantes internacionales de ayuda han contribuido efectivamente a erosionar la capacidad pública administrativa que ahora tratan de restaurar después de un terremoto. La práctica habitual de pasar por alto las instituciones de Haití ha generado que las estructuras privadas y las ONGs suplanten el papel del gobierno, desviando así los recursos humanos y financieros fuera del sector público. No es sorprendente la inexistencia de una estructura de gobierno que sirva para coordinar y asegurar la rendición de cuentas de los proyectos de ayuda. En conjunto, la falta de información pública sobre la ayuda a Haití y los grandes sistemas paralelos existentes crean graves problemas de rendición de cuentas. Sin nadie que supervise la presente situación de los proyectos sin terminar o que investigue proyectos que causan daño a las comunidades, los haitianos no tienen vías significativas para la participación y rectificación de estos.
Financiamiento poco fiable y estructuras paralelas han socavado sistemáticamente la capacidad del gobierno de Haití para evaluar y coordinar la ayuda, y consecuentemente, garantizar los derechos de asistencia con respecto a Haití. Los donantes en la Conferencia de marzo hablaban de la propiedad y el liderazgo de Haití, pero hablaron poco acerca de aportar fondos a través del Fondo de Reconstrucción Multi Donante de Haití, el cual aseguraría la coordinación con los ministerios de Haití y facilitaría mayor precisión en el seguimiento y en la contabilidad de la asistencia. Con la excepción de unos pocos estados donantes, entre ellos Brasil, España, Francia y Venezuela, la mayoría de los estados donantes no estaban dispuestos a comprometerse públicamente con el Fondo de Reconstrucción Multi Donante o con apoyo presupuestario directo.
La retórica de los donantes en la Conferencia de la ONU reflejó un reconocimiento de los desafíos arriba mencionados, pero las declaraciones no correspondieron con cambios específicos en la provisión de ayuda. La magnitud de la devastación de Haití demanda que las acciones de los donantes estén de acuerdo con su retórica; están en juego los derechos de las personas así como las formas más básicas de las necesidades humanas—acceso al alimento, agua limpia para beber y una calidad de vida decente.
La ayuda alimentaria de E.U. como se encuentra estructurada actualmente, es un buen ejemplo de una política contraproducente que puede ser mejorada. Cuando se dona bajo el título II del Acta de Alimentos para la Paz, la ayuda alimentaria está sujeta a las condiciones de que tiene que ser comprada en los Estados Unidos y que el 15% se vende en el país receptor. En lugar de ayudar a los haitianos a cultivar sus propios alimentos, estos requisitos desplazan gradualmente los hábitos alimentarios hacia productos del exterior en detrimento de la producción nacional de alimentos. Desde el terremoto, ha existido un esfuerzo importante por parte de los E.U. de destinar una porción de los fondos para permitir la compra de alimentos en Haití. Sin embargo, el apoyo temporal de las compras locales no es suficiente para el apoyo que se necesita y para la protección requerida para los productores haitianos para prosperar al lado de algunas de las agriculturas altamente subsidiadas en el mundo.
Que muchos de estos problemas ya ocurrieron antes del terremoto, en un contexto de no-emergencia, subraya la importancia de monitorear la ayuda prometida a Haití en la conferencia. Con estas sumas grandes de dinero y el bienestar de millones de por medio, la ayuda debe ser bien hecha. Implica la compilación de datos de dos docenas de países, cada uno con más o menos entre 1 y 20 agencias gubernamentales trabajando con sistemas distintos de contabilidad y cobertura, un gran número de ONGs o contratistas privados que tienen varios roles para llevar a cabo los proyectos, que pueden ademas emplear a subcontratistas. Dirigir esta complejidad y la multitud de actores requerirá que los donantes rompan con el modo actual de operación para que, en el largo plazo, las instituciones haitianas puedan conducir la apropiada vigilancia y monitoreo.
Los Estados donantes han acordado que la coordinación, transparencia, rendición de cuentas y participación son fundamentales, y se han pronunciado así en la ampliamente adoptada Declaración de París sobre la Eficacia de la Ayuda (2005) y el Programa de Acción de Accra (2008). Pero si la asistencia de los donantes es respetuosa de los derechos dependerá de cómo y si estos principios se llevan a cabo. Esto significa la aplicación de los mecanismos necesarios para determinar el impacto que la ayuda está teniendo en términos concretos. Esos mecanismos podrían incluir un fondo de múltiples donantes, como se utiliza en Aceh y Afganistán, que integraría una representación significativa de la sociedad civil de Haití y las redes de base, junto con apoyo técnico y presupuestario de los donantes. Otras opciones incluyen una base de datos de monitoreo accesible al público o un foro para garantizar la participación de las bases de la comunidad y participar en la forma en que el dinero se está utilizando. La remarcable admisión del ex-Presidente Clinton de que había fallado en una de sus principales responsabilidades como enviado especial de la ONU a Haití – para garantizar el pago de los compromisos de los donantes de la Conferencia de Donantes de 2009 debe servir como una advertencia. Si nosotros no podemos reunir la voluntad política de hacer las cosas de manera diferente de cómo lo hemos hecho en el pasado en Haití, también habremos fracasado.
Salvador G. Sarmiento es un funcionario del Centro Robert F. Kennedy para la Justicia & Derechos Humanos y un colaborador del CIP Programa de las Américas.
Para usar este artículo, favor de contactar a americas@ciponline.org.
Para mayor información
Asegurando el Desastre en Haití
http://www.ircamericas.org/esp/6673
Las crisis alimenticia y de salud de Haití
http://www.ircamericas.org/esp/5498
Víctimas de la masacre en Haití obtienen históricas victorias en las cortes de EEUU
http://www.ircamericas.org/esp/5345