En Lima, durante dos semanas y 30 horas, se llevaron a cabo las negociaciones entre representantes gubernamentales de 195 países en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP20). Paralelamente, durante cuatro días, una gran diversidad de organizaciones sociales, movimientos y procesos de resistencia del Perú y del mundo realizó la Cumbre de los Pueblos Frente al Cambio Climático.
La COP20 cerró la madrugada del domingo 14 con la firma de un borrador1 que contiene compromisos débiles para instrumentar planes nacionales con el fin de frenar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), el cual será la base de un acuerdo global que sustituya el protocolo de Kioto en París el año próximo.
Enfrentada al fracaso inminente, la conferencia redujo al mínimo sus pretensiones y aprobó de última hora un texto con promesas voluntarias de reducción de emisiones que cada nación presentará hasta marzo.
Por su parte, la Cumbre de los Pueblos cuestionó en su Declaración de Lima2 la captura corporativa de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, principal obstáculo para conseguir acuerdos que constituyan soluciones verdaderas a la crisis del clima:
“Las corporaciones transnacionales ‘acompañan’ a los gobiernos en las negociaciones globales para acordar medidas que tienen por único fin limpiar de responsabilidades a los países industrializados por sus emisiones de GEI y por ser los principales responsables del cambio climático.”
En declaraciones al Programa de las Américas, Pablo Solón, ex representante del gobierno boliviano en las negociaciones sobre cambio climático, coincidió en lo anterior y explicó el papel actual de las corporaciones en la Conferencia de las Partes:
“Hoy día, las trasnacionales están mejor armadas y organizadas en la COP20 en Lima en relación a como estaban en Cancún, en 2010, y de lo que estaban en Copenhague, y ya para entonces estaban muy bien paradas”.
“La prueba clara es que en cuestión de mercados de carbono, la oposición ahora, adentro, es mucho menor que antes. Un negociador me decía: la diferencia es que la mayoría de las trasnacionales han visto que ya no es bueno oponerse; hay que decir, más bien, ‘nos sumamos al acuerdo pero para hacer negocios’, por eso ahora tienen una actitud diferente: ‘hagámoslo pero a nuestra manera, que consiste en acordar compromisos bajos que no nos afecten mucho y al mismo tiempo generamos más mecanismos de mercado de los cuales obtener más ganancias’”, señaló Solón.
Por su parte, el legendario agrarista peruano Hugo Blanco dijo al Programa de las Américas que en el marco de la COP20 “los gobiernos no son más que sirvientes de las trasnacionales, son el verdadero gobierno mundial. Obama, Humala son viles empleados de ellas, así como el poder judicial y la mayoría parlamentaria, las fiscalías y la gran prensa.”
“La última vez que se pactó la rebaja de emisiones de GEI fue en Kioto, pero como no firmaron los principales calentadores del mundo como China y Estados Unidos, entonces el acuerdo no cumplió su cometido”, y París 2015 apunta a repetir la historia.
“Ahora China y Estados Unidos ya se reunieron y pactaron, entonces nadie les puede imponer un acuerdo general como el que se pretende firmar el próximo año, y así no se puede esperar nada positivo” de la COP20, expresó Blanco.
Los pueblos deben tomar en sus manos este problema, aseguró quien por sus luchas por la tierra, a costa de represión, cárcel y destierro, desencadenó la reforma agraria peruana de los años sesenta. “Esta Cumbre de los Pueblos representa un salto histórico porque gente de varios países que quiere defender a la Madre Tierra ha intercambiado conocimientos; yo que soy un viejo de 80 años he aprendido mucho acá. Así, gente de otros pueblos ha aprendido acerca de la forma en que ha estado siendo atacada la naturaleza y cómo luchar contra eso.”
Blanco considera que el cambio climático es un síntoma de que el capitalismo global está en su crisis final, pero hay dos formas en que puede terminar: “una es que la humanidad recupere el poder y ésta sea la que gobierne; la otra es que el capitalismo acabe con todos nosotros y extinga a la especie humana en menos de cien años”.
En su declaración final, la Cumbre de los Pueblos cuestionó la estrategia del capital, que ha agudizado los procesos de privatización, mercantilización y financierización de la naturaleza, imponiendo los principios de la economía verde, que presenta falsas soluciones a la crisis climática.
Enumeró algunas de ellas: Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL), programa de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los bosques (REDD), transgénicos, agrocombustibles, geo ingeniería, megaproyectos hidroeléctricos, centrales nucleares, fractura hidráulica (fracking) y agricultura climáticamente inteligente.
“La estrategia del capital pasa también por lo que llamamos arquitectura de la impunidad de las corporaciones transnacionales y gobiernos, a través de los tratados de libre comercio y protección de inversiones, entre otros, que pretenden privatizar servicios esenciales como el agua, la educación, salud y vivienda, y atentan contra los derechos humanos de trabajadores y de los pueblos.
El pronunciamiento de la cumbre enfatizó la necesidad de que todas las alternativas a la crisis del clima deben incorporar la perspectiva feminista y promover una relación más justa entre hombres y mujeres.
Ruth Curruchich, de la organización CEIBA, parte de la Convergencia Nacional Maya Waqib´Kej que agrupa a la mayoría de las organizaciones indígenas de Guatemala, dijo haber venido a la Cumbre porque es un espacio donde se puede manifestar el desacuerdo con las negociaciones de la COP20 y presentar al mundo alternativas reales para enfrentar el cambio climático, que no violen los derechos de los pueblos y de la Madre Tierra.
“He participado en las mesas relacionadas con mujer y cambio climático para presentar las propuestas de las mujeres indígenas, dar a conocer medidas que ya se están llevando a cabo, además de conocer la realidad del Perú, que por lo visto, no está muy alejada de lo que pasa en Guatemala. Hemos venido a enterarnos también de cómo se está manejando la transición energética en otras partes del mundo y cómo los pueblos están enfrentando las agresiones del sistema extractivista”.
Además de la demanda reiterada de justicia climática que implica el reconocimiento de la forma diferenciada en que los países han contribuido a generar la crisis climática, con la que deberán guardar correspondencia las aportaciones a la solución, de entre la enorme riqueza de las aportaciones de los participantes, la cumbre planteó en su declaración una demanda concreta:
“Exigimos que los pagos por servicios de la deuda externa e interna —que ahogan a los pueblos y limitan la capacidad de los Estados para atender necesidades básicas de las poblaciones—, se destinen a hacer frente a la crisis ambiental y climática, porque de ello depende la sobrevivencia de la Humanidad y todas las especies vivas del planeta.”
En entrevista con el Programa de las Américas, el físico peruano Ramiro Valdivia Herrera, además de criticar el lenguaje arbitrario y mercantilista de la COP20, propuso una autonomía energética familiar como la mejor estrategia para reducir la vulnerabilidad social a riesgos climáticos, una soberanía energética impulsada desde la familia y la comunidad.
“Una cosa fundamental que podemos hacer —señaló— es ir todos a la puerta de los bancos y decir: ¡financiamiento ecológico!, no verde, porque hay que decir las cosas con las palabras correctas. Financiamiento para termas solares que cuando termines de pagarla ya no tendrás a nadie más a quien pagar. Igual con energía fotovoltaica, eólica, etc.”
Eduardo Gudynas, por su parte, después de la presentación de su libro “Cambio climático y transiciones al buen vivir” declaró que el problema es que nuestra forma de vida está equivocada.
Y para cambiar la forma de vida todas las personas tenemos un ámbito dónde trabajar: desde una asociación barrial o vecinal, un grupo de productores rurales, una organización indígena, una comunidad; desde la academia, desde la militancia política, desde cualquier lado se puede incentivar este cambio, lo que hay que saber es para dónde.
“Me parece que está bastante claro —sostiene Gudynas— que lo que entendemos por desarrollo y todos percibimos como crecimiento económico, mayor consumo, un estilo de vida vinculado a cierto consumo material, esto ya no puede ser más el objetivo de nuestras vidas y el de la sociedad.”
Por eso retomamos la idea del Buen Vivir —explica— y le damos mucha relevancia a ciertas cosmovisiones indígenas que entienden que la buena vida no tiene nada que ver con el consumo, ni con lo que uno tiene sino con lo que uno es, con la vida en comunidad, con la armonía con los demás y con el medio ambiente.
“Ese cambio tiene un montón de escenarios de trabajo y de militancia. La clave está en no dejarnos encandilar por el crecimiento del PIB, de cuántos autos más se venden, de cuánto más exportamos… ése ya no es el futuro.”
En la Declaración de Lima las organizaciones y movimientos presentes en la Cumbre expresaron que seguirán articulando sus luchas en las movilizaciones y encuentros del año próximo, con destino en París, donde se llevará a cabo la COP 21. “Desde ya los movimientos sociales del mundo nos preparamos para dar continuidad a las luchas desde nuestros territorios en defensa de la vida, hasta que nuestras exigencias sean atendidas. ¡Seguiremos en lucha hasta cambiar el sistema… no el clima!”
Más información:
2. http://cumbrepuebloscop20.org/es/