Jesús Ortiz caminó más de dos horas para llegar a Cochoapa el Grande, sin encontrar sombra de árbol, ni agua, ni tortilla, ni una raíz de nada. Recorrió el camino polvoriento con su guitarra.
Uno creerá a veces, que en medio de este camino entre tanta vegetación habría sombra y agua: que no se podría encontrar nada al otro lado, al final solo esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos.
Se oye el ladrido de los perros y se siente con el aire el olor de ocote del humo y se saborea ese olor de la gente como si fuera el fin de recorrido.
Pero el pueblo donde hace años Jesús empezó a cantar está todavía muy allá. Es el viento el que lo acerca, de la fiesta y la pobreza.
He venido caminado desde temprano. Ahorita son algo así como las diez de la mañana. Ricardo se asoma al cielo, estira los ojos hacia donde está colgado el sol y dice. ‘”Son como las once.”
Jesús vino de una comunidad lejana de la cabecera municipal de Cochoapa el Grande para comprar despensas. Llegó con su guitarra y violín, instrumentos musicales que siempre lo acompañan, en su andar como músico.
Su ropa lo delata ante los demás que es trabajador del campo y que igual que muchos de sus paisanos no sabe leer ni escribir.
“Aquí estoy para cantar estas canciones que compuse,” dice en tu’un savi.
A sus cincuenta años de edad, Jesús habla con total soltura de música. Sabe de guitarra y violín, además compone canciones, muchas de ellas pirateada por los grupos musicales de la región porque él nunca ha registrado una pieza.
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“La política pública y educativa está diseñada para que los pueblos indígenas dejen de ser ellos”
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La pobreza en la Montaña de Guerrero es la más alta del país, según el Consejo Nacional Población (CONAPO). Los municipios de Metlatonoc, Cochoapa el Grande, Acatepec, Malinaltepec y Atlamajalcingo del Monte–todos ellos habitados por indígenas Ñuu Savi y Me’phaa–son ahora los últimos en desarrollo económico en México.
Cochoapa el Grande se creó a partir del Decreto N° 588 publicado en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Guerrero, el viernes 13 de junio de 2003, al segregarse del municipio de Metlatonoc. Así se convirtió en el municipio más marginado de América Latina.
“Lo hacemos (la fiesta), para no olvidar que somos Ñuu Savi. Sirve también para decirles a los demás que aquí estamos. Para cantar, como don Jesús, en nuestra lengua materna y gritar a los cuatro vientos que somos Ñuu Savi (pueblo de la lluvia)”, dice Santiago García
Garcia baja el tono de la plática y de su morral de palma saca su cuaderno de apuntes. Lo hojea, luego anota lo que escucha.
“La política pública y educativa está diseñada para que los pueblos indígenas dejen de ser ellos. Hasta ahora no ha sido clara, tampoco se ha entendido que es necesario propiciar estrategias que ayuden a fortalecer la identidad nacional, en los distintos idiomas que cubren lo largo y ancho del país,” afirma.
“En los últimos años se sabe que ocho de cada diez niños que nacen ya no hablan la lengua materna de su padre. ¿Qué pasará cuando todos dejen de hablar Tu’un Savi?”, pregunto.
“Que te puedo decir,”me dice, con preocupación. “Todos sabemos que la pérdida de una lengua de su contexto cultural representa la quema de un libro de consulta único del mundo natural, en donde los secretos de la naturaleza, guardados en las canciones, las historias, el arte y las artesanías de los pueblos indígenas, podrían perderse para siempre como resultado de la creciente globalización.”
“Espérame tantito,” me pide, mientras se va corriendo al otro extremo para ver si ya están listos todos para el desfile.
Al lado norte se ve la carretera Tlapa-Metlatonoc, que serpentea los cerros, de donde brota el aroma de pino. Hacia el camino que va a la comunidad de Joya Real, entre las copas de los árboles sale humo en forma de espiral.
“Se está incendiando el bosque,” dice una niña en su casi inaudible voz en tu’un savi.
Diez minutos después, Santiago regresa y reanuda la plática. Antes de contestar voltea a ver hacia donde está Jesús con su guitarra:
“Lo triste sería dejar de hablar tu’un savi. Cuando esto suceda, habremos sepultado nuestro pueblo como cultura,” dice con voz entrecortado.
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De la población de Cochoapa el Grande, 76% son analfabetas, 94% no tiene drenaje ni sanitario y seis de cada 10 habitan en viviendas sin energía eléctrica y sin agua entubada.
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Con rostro surcado de cansancio y labios resecos, y su camisa de manta ribeteado de azul, Santiago insiste en que la política del gobierno es excluyente, que esto ha hecho que las poblaciones indígenas no quieran hablar su lengua materna, porque hablarlo significa ser discriminado y condenado a vivir en la pobreza.
“¿Qué es lo más difícil en este proceso de aculturación, a esto que también se le agrega la pobreza?” pregunto.
“Mira, tengo un documento que es del Consejo Nacional de Población. Nos muestra que Cochoapa el Grande es el municipio con mayor marginación de México, con una población que no rebasa los 15 mil habitantes, de la cual 76% son analfabetas, 94% no tiene drenaje ni sanitario y seis de cada 10 habitan en viviendas sin energía eléctrica y sin agua entubada.
Para una población de 18,778 habitantes en el municipio de Cochoapa, apenas se cuenta con ocho médicos y 5 unidades médicas. Esto contrasta con el desarrollo humano del municipio de Acapulco donde se cuenta con 1,591 médicos y 119 unidades médicas.
“Ven, vamos a ver cómo van los señores con la limpia,” invita.
En el interior del ayuntamiento, en un pequeño altar improvisado con unas piedras que sirve de deidad del inframundo, dos señores de unos 70 años de edad hacen limpia a los que le pidan.
“Este trabajo, la iglesia católica llama brujería. Para nosotros es parte de nuestra vida. Acá, lo vemos como medicinal, cuando los niños se enferman o cuando las mujeres van aliviarse,” aclara Garcia.
Cuenta que el municipio de Cochoapa es donde más ocurren muerte materna y muerte infantil, ante la falta de médicos, sin embargo no se sabe, porque es muy difícil tener información detallada.
“Es preocupante la situación de este municipio. Aquí en todo el municipio cuando mucho en diez comunidades hay clínica, y si lo hay no tienen médicos, ni medicinas, así que para no morir, acudimos con los sacerdotes Ñuu Savi para que nos hagan una limpia,” explica del inusual rito.
“Los jóvenes Ñuu Savi, ¿practican la limpia como medicina?,” interrogo.
“Es parte de la identidad cultural que se está perdiendo ante la migración. Los muchachos de la montaña al cumplir sus 16 años de edad se van al gabacho ante la falta de oportunidades. Acá, nueve de cada diez se van, dejando cada vez más despoblado La Montaña,” dice ahora de los jóvenes.
“¿Por qué los Ñuu Savi no quieren hablar su lengua?,” indago.
“Hay muchos factores, como la discriminación permanente en la esfera del gobierno. Desde fuera es bastante visible– estas formas de discriminar que es la institucional y jurídica. Por eso los Ñuu Savi niegan su identidad para no ser visto como menores de edad.”
En el corredor del majestuoso edificio de la presidencia municipal de Cochoapa el Grande, una banda de música pone el toque festivo. Las mujeres bailan al compás de Ra loko ku yu (Soy un loco), ondeando sus coloridos huipiles. Por un rato se olvidan de la pobreza.
Santiago Garcia voltea su vista al baile, y como que quiere bailar, pero se detiene en la conversación.
“¿Entonces crees que no existe una política de estado para fortalecer la identidad cultural?”, le pregunto.
“No. Para fortalecer las lenguas indígenas, hace falta una verdadera política cultural. Porque ni con la nueva Universidad Intercultural se podrán resolver las demandas de las lenguas porque la política educativa está diseñada con el fin de “desindianizar” a México. Además porque a pesar de que sus contenidos pretenden ser multiculturales y multilingües, la política es uniforme, monolingüe y monocultural,” refuta.
“Demos la vuelta ahora donde están las mujeres, con su tela de cintura,” sugiere.
De otro extremo, en el kiosco que adorna la plaza central, se ve el colorido: entre rojos y rosas, son huipiles que las mujeres exponen para la venta. Además del taller de telar de cintura.
“Ku’va, ka’an xi’in ta ñani sa ya’vi xikun xiko un”. (Compañera, dígale al compañero cuanto cuesta el huipil) le pide a la mujer en tu’un savi.
“Uvi mil, ya’vi a ku’va (Cuesta dos mil pesos compañero),” contesta.
Garcia habla del valor comercial del huipil. “Muchos se espantan cuando preguntan el precio de un huipil, porque no saben lo que se tarda en hacer un lienzo para hacer esta blusa. Tardan entre diez y onces meses para hacerlo, si dividimos dos mil entre los 300 días. Las mujeres ganan al día seis pesos. Es el salario en este municipio,” explica.
“¿Cuál es el grado de estudio de las mujeres en este municipio, cuando se separó de Metlátonoc en 2003?” quiero saber.
“Es complicado,” me contesta. “El 95 por cientos no saben leer ni escribir. Las mujeres se han casado muy jóvenes, más bien sus padres deciden por ellas cuando son apenas adolescentes.”
Santiago Garcia se despide, no sin antes dejarme una hoja con apuntes. “No podemos permanecer impasibles ante situaciones tan injustas que han acorralado a los pueblos en un laberinto sin salida porque no ha existido la iniciativa de parte de las autoridades para revertir estos rezagos sociales y educativos.”
Se deja entrever que este binomio indígena-pobreza es producto de políticas discriminatorias y excluyentes por parte del Estado para con los pueblos, lo que causa una violencia silenciosa por negarles los derechos sociales imprescindibles para el desarrollo individual y comunitario como en este caso es el derecho humano a la educación.
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“La pérdida de una lengua de su contexto cultural representa la quema de un libro de consulta único del mundo natural”
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El frío intenso de la mañana no impidió que niños, maestros, mujeres y música de viento se reunieran en la plazoleta de la iglesia para observar a los que adornan el día desfilando por la calle principal de Cochoapa
Vivir en la montaña es aprender a sobrevivir a la carencia de servicios básicos como, salud, electricidad, vías de comunicación y escuelas. Es además conocer el abandono total en que se encuentran miles de niños y mujeres que sufren a diario la inacción del gobierno, federal y estatal. Datos dados a conocer por INEGI en el censo nacional de 2010 revela que el municipio Cochoapa el Grande es el más pobre de América Latina, por debajo de las comunidades de África.
Santiago García regresa a la conversación y agrega: “Para que no se muera la lengua tu’un savi, tenemos que hablarlo, cantarlo, llorarlo, usarlo para poner nombre de las calles, de los hijos, de las tiendas, y de las escuelas.”
“No importa cómo se hable,” dice, “pero se tiene que hablar porque nadie lo hará por sí sólo. Es compromiso de los hablantes hacerlo para que no se acabe la identidad milenaria de los pueblos Ñuu Savi.”
Para el ex alcalde de Metlatonoc, Felipe Ortiz Montealegre, la montaña es pobre por múltiples factores que intervienen, desde la condición geográfica, política y religiosa.
“La pobreza es enorme pero lo estamos superando paulatinamente. No se ha podido avanzar como debiera, porque hace falta mayor inversión a los productores y creadores artesanales. Los pobres ahí están, que el gobierno no tenga la capacidad de generar condiciones favorables para los pueblos indígenas es porque no quieren acabar con la pobreza. Hasta ahora la participación del gobierno federal es aislada, no se está trabajando con los interesados,” afirmó.
El ex diputado local expuso que otro de los factores importantes gira en torno a la falta de apoyo por parte del gobierno federal, excusándose de que la falta de capacitación de los habitantes llevaría a no manejar de una manera adecuada los recursos destinados.
“El gobierno federal retiene fondos para la zona, diciendo que no hay condiciones para aplicarlos, o no ejecutan las obras, ahí están los damnificados de 2013, hasta ahora ellos siguen viviendo en la precariedad porque el recurso que se destina en mucho de los casos no llegan o se desvían para otro rubro. En otro de los casos el presupuesto regresa a Hacienda con el argumento de que no hay necesidades”.
El ex funcionario dice que las tradiciones y costumbres que tienen los pueblos son otros factores que generan pobreza de la Montaña de Guerrero. “Podemos considerar que a estos pueblos no les interesa la forma en la que pueden llevar su vida, sino las relaciones beneficiosas que tengan que ver con su religión y lo que en ella competen. Ellos migran a los campos agrícolas o siembra su tierra para tener dinero con el cual festejar a los santos”.
Ortiz Montealegre, no dijo que en esta zona morir por diarrea, parasitosis, gripe, parto, infecciones en las vías respiratorias o tuberculosis, sarampión y mordeduras de víbora de cascabel, sucede por falta de centros de salud, médicos y medicina suficiente.
Este reportaje forma parte de la serie “De la pobreza a los surcos” sobre el trabajo jornalero en el norte de México y la pobreza extrema de las comunidades del sur de donde salen los y las jornaleros. Para ver los otros reportajes de la serie escritos por Kau Sirenio dar click AQUÍ.
Kau Sirenio Pioquinto, (Cuanacaxtitlán, Guerrero), periodista ñuu savi (indígena). Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.
Fotos: Carlos Alberto Carbajal