Por primera vez en la historia argentina habrá balotaje presidencial. Será el 22 de noviembre entre el candidato oficialista Daniel Scioli y el opositor Mauricio Macri. En las elecciones del 25 de octubre obtuvieron 36,8% y 34,3% respectivamente.
El resultado sorprendió a los candidatos, a los votantes, a los militantes, a los funcionarios y refutó a las encuestadoras. Y si lo cerrado del resultado final era inesperado, el triunfo de la candidata macrista en la provincia de Buenos Aires fue una bomba. Maria Eugenia Vidal será la próxima gobernadora en el distrito más poblado del país -un 37 por ciento del electorado. Así, la provincia será gobernada después de 28 años por alguien que no pertence al Partido Justicialista. En ese clima se reinicia el debate en un país que hasta el domingo a la noche asumía que Scioli ganaba, sólo que no sabía si en primera o en segunda. La gran pregunta, ahora, es por el 21 por ciento que eligió a Sergio Massa, también peronista, ex funcionario y ahora visceral opositor que habla de “cambio”.
El domingo por la noche en el búnker de Scioli la noticia de los desalentadores números era una verdad que todos sabían pero nadie explicitaba. Los militantes cantaban con la cabeza gacha, mirando el celular. El escenario estaba vacío, la cumbia remixada sonaba a un volúmen intolerable y se superponía con el sonido de los bombos y el intento fragmentado de las organizaciones de cantar una canción completa. Cerca de las 10 de la noche, mucho antes de lo previsto, el candidato salió al escenario del Luna Park y dio un discurso que confirmaba que la campaña seguía: “Existen dos visiones muy diferentes del presente y del futuro de la Argentina que están en juego. Nuestra prioridad son los humildes, los trabajadores y nuestra clase media. A quienes antes eligieron otra propuesta los convoco muy especialmente porque para un argentino no hay nada mejor que otro argentino. Y yo creo, como Perón, que todos unidos triunfaremos”.
Cerca de las 12 de la noche el Ministro de Justicia Julio Alak dio los primeros números oficiales. En ese momento, con más del 60 por ciento escrutado, Macri superaba a Scioli por casi dos puntos y, aunque durante la madrugada se revirtió, el efecto fue inmediato: el bunker se vació como si hubiera habido una evacuación por incendio. En la sala de periodistas el estrés llegó al pico máximo. En pocos minutos, en el mítico predio en el que se conocieron Perón y Evita en 1944, no hacía calor. “Otra vez a comer polenta y vino malo”, gritó uno. Mientras tanto, en Costa Salguero, el frente Cambiemos daba inicio al frenesí que les dura hasta hoy. Globos, bailecitos, discursos sentimentales, palabras genéricas: “cambiemos”, “por el cambio”, “cambiar”.
El PRO de Macri es un joven partido de derecha empresarial que nació de dos think tanks después de la crisis de 2001, que se hizo fuerte en la Ciudad de Buenos Aires: Es la primera vez que se presenta a elecciones. Su campaña hizo eje en la idea del “cambio”. Con el frente Cambiemos, el PRO encolumnó detrás suyo a la Unión Cívica Radical y sectores del peronismo. Es un partido que propuso una nueva estética, se presentó como “lo nuevo” y a mediados de este año dio un giro discursivo y empezó a decir que garantizaría muchas de las medidas que tomó el kirchnerismo y a las que antes se habían opuesto: la Asignación Universal por Hijo, no volver a privatizar Aerolíneas Argentinas. Hasta inauguraron un monumento de Juan Domingo Perón.
Quizá la mayor novedad haya sido que Vidal, un cuadro técnico formado en la Universidad Católica Argentina, ganase como gobernadora de la provincia frente al actual Jefe de Gabinete de Cristina Fernández de Kirchner, Aníbal Fernández. En Buenos Aires no hay balotaje, los 39,4 puntos que obtuvo Vidal le alcanzaron para ganarle a los 35,1 de Fernández.
Un análisis más detallado del distrito permite observar que los votos de Julián Domínguez -que había disputado las internas del Frente para la Victoria (FPV) con Fernández- no se trasladaron al otro candidato oficialista de forma completa. Además, hubo quienes cortaron boleta y eligieron a Scioli como presidente y a Vidal como gobernadora. Cambiemos ganó intendencias claves como La Plata, Mar del Plata, Quilmes y Tres de Febrero, entre otras. Vidal no sólo ganó sino que también ayudó a Macri a posicionarse mejor para el balotaje.
De las lluvias al sol peronista
El 9 de agosto, en Buenos Aires llovió con saña y hubo quienes no pudieron ir a votar. A la elección del domingo pasado se sumaron 2 millones de votos. Con una participación de más del 80 por ciento del padrón, el domingo de octubre sumaron votos casi todos los candidatos. Sin embargo, Macri logró reducir la diferencia de 8.5 que le había sacado el actual gobernador bonaerense en las primarias a tan solo 2.5 puntos. De una elección a la otra, Macri sumó 1,6 millones, Sergio Massa 600 mil y Scioli solamente 280 mil votos.
En síntesis, aunque todos sumaron en cantidad de votos, la distancia entre las tres primeras fuerzas, en vez de agrandarse se redujo. El FPV no pudo retener el 38,7 y cayó dos puntos, Cambiemos creció casi 5 puntos (de 30,12 a 34,4) y el Frente Renovador se mantuvo (de 20,57 a 21,3).
Poder real
El domingo no sólo se votó a presidente y vice; también se eligieron 11 nuevos gobernadores 43 parlamentarios del Mercosur, 24 senadores, 130 bancas en la Cámara de Diputados.
En la cámara de diputados, el bloque del FPV perdió 24 butacas y las ganó Cambiemos. Así y todo, el oficialismo seguirá siendo la primera minoría (107 diputados) y le sigue el macrismo con 93. Ninguno, por sí mismo, puede lograr quorum. El bloque de Massa (que había hecho una gran elección en la Provincia de Buenos Aires en 2013), será de 31. El Frente para la Victoria sí retuvo el quorum en Senadores con una notable bancada de 45; Cambiemos se quedó con 15 y el massismo con 8. Ahí se configuró un comodín: el FPV tiene poder de veto.
Lo que queda para disputar hacia las elecciones del 22 de noviembre son 8 millones de voto repartidos entre el 21.3 por ciento que votó a Massa, la izquierda trotskista que llevó Nicolás del Caño (3.2 por ciento), Margarita Stolbizer (2.5) de progresistas y el ex gobernador de San Luis, el también peronista Adolfo Rodríguez Saá (1.6).
La izquierda ya arrancó una campaña por el voto en blanco. Rodríguez Saá por ahora procura silencio. Stolbizer habla de cambio y Massa ya aclaró que no quiere que gane Scioli. Nadie es dueño de los votos, pero todo indica que a pesar del triunfo técnico en primera vuelta al oficialismo le costará expandirse. Mientras el PRO vive un aura victorioso, las noticias del sciolismo son por ahora sombrías.
Diego González (gonzalezdiegofernando@gmail.com) es periodista en Buenos Aires. Su blog es www.diegofgonzalez.blogspot.com. TW: @ diegon2001. Es analista del Programa de las Américas https://www.americas.org/es/. Julia Muriel Dominzain es periodista con sede en Buenos Aires.