Río de Janeiro. En pleno desarrollo de la Copa Mundial, Jamil Jorge opinaba sobre el auspicio de Brasil, a la vez que fumaba una pipa frente a su casita de ladrillos, en camino hacia la cima de su nativa Vidigal, favela burbujeante que mira los barrios más elegantes de Río: “La Copa Mundial beneficia sólo a personas e instituciones con dinero, no a la gente como yo”.
Jamil recién terminaba de meditar en una de esas noches con brisa marina e impresionante vista que ofrece Vidigal. Este apostadero público yace a los pies de una de las muchas casas que posee nada menos que David Beckham, reflexión del desarrollo desigual y volátil que ha experimentado Brasil solo en el transcurso de la última década. En años recientes, muchos millones han llegado a la clase media, sin embargo dejando a muchos otros atrás, como lo sugiere el puesto número 85 del Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas.
Al preguntársele sobre la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado, en inglés) y sus intenciones respecto a la Copa, el Sr. Jorge sonrió para luego ofrecer con sus manos el gesto universal para el dinero: “alguien está sacándole provecho a esta Copa Mundial, no soy yo … ni nuestras favelas”.
Cuando la FIFA anunciara hace siete años que Brasil sería la sede de la Copa Mundial 2014, los brasileños lo celebraron en las calles. El entonces progresista Presidente Luiz Inácio Lula da Silva, vivía el boom brasileño, el país ubicado en el séptimo lugar entre las economías mundiales. Al mismo tiempo los directivos de la FIFA fueron saludados por lo que ellos orgullosamente describieron a los medios de prensa, “celebraciones espontáneas” de los brasileños, las encuestas revelando casi 80% de apoyo a convertirse en sede de la Copa.
En 2009 el anuncio que los Juegos Olímpicos también se llevarían a cabo en Brasil dos años después de la Copa Mundial, sólo sirvió para fortalecer el entusiasmo. Por donde se observara, Brasil era pura anticipación.
Sin embargo, en este año electoral, el apoyo a la Copa y a la Presidenta Rousseff, de las filas del Partido de los Trabajadores (PT) al igual que su popular predecesor, han caído a niveles muy bajos. Por el contrario de las expectativas generales, las encuestas demuestran que la mayoría de la gente –del mismo país que ha gozado más victorias en Copas Mundiales que ningún otro país– ya no estaba tan convencida de auspiciar este torneo, cuyo partido final se jugó el 13 de julio.
¿A qué se debe este cambio tan drástico en la opinión pública, tratándose de un deporte que los brasileños de verdad adoran?
Promesas que se caen
“Era como un terremoto. La tierra se estremeció en forma violenta”, Daniel Magalhães dijo a los reporteros cerca del lugar de un accidente. “Oí un ruido ensordecedor. Miré y ví el puente sobre nivel colapsado”.
Los titulares en el mundo de inmediato cubrieron las noticias el 3 de julio. El colapso de un puente ubicado en la ciudad de Belo Horizonte, huésped del Mundial, cerca del Estadio Mineirão, donde se jugarían los partidos. El puente cayó sobre un autobús y automóviles, una escena muy fuerte, captada en video. Quien conducía el autobús, Hanna Cristiana Santos, y Charlys do Nascimento, de 24 y 25 años de edad respectivamente, murieron en forma instantánea. Se contaron en más de dos docenas los heridos. La compañía constructora –anunció la ciudad– aportaría a las dos familias para cubrir gastos de funerales.
La caída del puente de Belo, no fue el único colapso. Justo al día siguiente, el defensa de la Selección de Colombia Juan Camilo Zúñiga, saltó al aire en forma temeraria para conseguir una pelota y fue a caer arriba nada menos que de Neymar Jr., la mayor esperanza de Brasil en la Copa Mundial. Neymar le comentó a un compañero de equipo, “no siento mis piernas” luego de sufrir el golpe de Zúñiga.
Para muchos brasileños, las esperanzas que su país ganara la Copa Mundial se comenzaron a abollar si no es que se rompieron, con la noticia de Neymar herido y Thiago Silva, capitán del equipo, ausente por descalificación, debido a acumulación de tarjetas amarillas. Los acontecimientos llevaron a la seleção (Selección Nacional) a sufrir la peor derrota en una ronda eliminiatoria de la Copa Mundia en la historia. Los alemanes, que al final ganaron y se llevaron la Copa a casa, sin piedad golpearon a la defensa brasileña y ganaron 7 a 1. Así aumentando la ironía cruel, porque la derrota ocurrió en Belo Horizonte, mismo lugar donde el puente se vino abajo.
El partido por el tercer lugar agravó el dolor, puesto que Brasil fue de nuevo humillado, un 3 a 0 de parte de Holanda. El partido se jugó en Brasília, una ciudad que ni siquiera tiene equipo de fútbol de primera división y que muy difícilmente puede atraer un público de más de mil personas a sus partidos en la segunda división. Ahora la capital tendrá que luchar para buscarle utilidad al estadio que cumple con los estándares de la FIFA.
Muchos observadores antes de la Copa Mundial acordaron que Brasil ganando la Copa en su territorio y en el mismo estadio donde sufrió su más penosa derrota histórica, era la única manera de salvar la situación de las relaciones públicas en que se encontraban la FIFA y el gobierno brasileño. Dicha derrota en manos de Uruguay, sucedió en el encuentro final del Campeonato de 1950 (conocido como el “Maracanazo” entre los brasileños, una referencia al Estadio Maracaná en Río, que entonces tenía capacidad para acomodar a casi doscientas mil personas). Pero no hubo final en Río. En cambio, los brasileños se manifestaron en las calles de la ciudad, donde se reportaron robos en masa, especialmente en el distrito playero de Copacabana.
De igual manera que ningún brasileño esperaba la tremenda derrota sufrida frente a Alemania, pocos han de haberse sorprendido cuando uno de los proyectos de infraestructura que tenían que completarse antes del comienzo de la Copa del Mundo, terminara convirtiéndose en la muerte de sus propios compatriotas. Menos de 10 de los 56 proyectos de infraestructura, con un costo de miles de millones de dólares en gasto público, fueron acabados a tiempo para el campeonato.
“Casi nada me sorprende de lo que significa auspiciar la Copa Mundial”, dice Leonardo Silva, un chofer de taxi de 59 años de edad, que lleva trabajando por mucho tiempo en Natal, una ciudad playera de destino turístico, donde se dieron algunos juegos de México y de los Estados Unidos.
La FIFA manda
Antes que comenzara la Copa Mundial, la atmósfera en muchas de las ciudades de Brasil andaba bajoneada en cuanto a lo que se esperaba en 2007. Los reportes de la prensa, uno tras otro, describían la atmósfera pre-torneo como “sin brillo” y “apoyo mucho menor que el recibido en Copas Mundiales anteriores auspiciadas por otros países”.
Las protestas multitudinarias, atrayendo a millones de personas, muy enojadas, a las calles de ciudades por todo Brasil, surgieron un año antes que siquiera comenzara la Copa Mundial. La cobertura de la prensa internacional, en general refería que el alza del precio de los boletos del transporte colectivo habría causado dicho malestar. Gil Castello Branco, director y fundador de Open Accounts (Cuentas Abiertas), una ONG con base en Brasília, que trabaja como grupo que vigila el presupuesto del gobierno brasileño, señaló que los asuntos inherentes a las protestas iban más allá que el alza de pasajes e incluía la Copa Mundial.
“Usted vio las protestas el año pasado, ¿verdad Andrew?, preguntó un Castello apasionado, el día después del colapso del puente. “El pueblo de Brasil pedía beneficios públicos del evento. Decían que querían colegios para los niños brasileños, que se construyeran de acuerdo a los estándares de la FIFA, como sucedía con los estadios”.
La juventud brasileña, que acudió en masa a las protestas del año pasado y al comienzo del torneo, sigue siendo un vacío de desarrollo muy obvio para el país. Mientras aproximadamente 40 millones de brasileños han salido de la pobreza en el rápido salto desarrollista de Brasil desde comienzos del siglo, la juventud por lo general queda fuera de esta película, en especial cuando se trata de trabajo estable y a largo plazo. De acuerdo a datos del Instituto de Geografía y Estadísticas de Brasil, cerca de 42% de la juventud debe depender de la precaria economía informal para su subsistencia.
“La promesa a la FIFA de 12 estadios en 12 ciudades, era demasiado que ofrecer. Estos estadios, especialmente en Manaus, Brasília, Cuiabá y Natal, jamás verán su capacidad total en uso”, dijo Castello.
Claudio Weber Abramo, director ejecutivo de Transparency Brasil (Transparencia Brasil), se sumó a los sentimientos de Castello. “La FIFA formula sus demandas y ellos se las arreglan para desarrollar doce lugares en donde organizar juegos. Esto es simplemente demasiado. En algunas de esas ciudades, como Manaus, ni siquiera existía el fútbol profesional. Ridículo”.
Aparentemente, los funcionarios brasileños ni siquiera le pusieron atención a las palabras de uno de los ídolos más famosos de Brasil, Chico Buarque, cantante, compositor de canciones y poeta, quien advirtiera, “Ustedes no pueden ubicar su fe en un estadio de fútbol, esa es la lección aprendida después de 1950”. Se refería a la creencia que un estadio enorme repleto de la fanaticada brasileña, llevaría a la victoria a su equipo. Su decir también podría aplicarse a la política de auspiciar mega eventos deportivos.
Tan pronto como en la Copa de las Confederaciónes, el torneo de calentamiento de la Copa Mundial, que tiene lugar en el país sede un año antes del mega evento, la prensa comenzó a informar sobre las muertes de trabajadores y demoras en la construcción, con un valor de miles de miles de millones de dólares. Millones de brasileños parecieron recordar las palabras de Chico Buarque cuando se tomaron las calles. El jugador Neymar, que raramente manifiesta sentimientos políticos, anunció en Facebook que, “de ahora en adelante, entraré a la cancha inspirado por este movimiento”, agregando que quería ver “un Brasil que es más justo, seguro, sano y más honesto, que es la obligación del gobierno”.
Incluso la cara misma del fútbol brasileño, el legendario Pelé, manifestó simpatía con las protestas y criticó la forma en que se han gastado los fondos del Estado. “Dinero que se podía invertir en escuelas, en hospitales”, dijo Pelé a la prensa en mayo último. “Brasil lo necesita. Está claro. Sobre ese punto, estoy de acuerdo con las protestas”.
Los planes de erigir una estatua de Pelé de 300 kilos, antes que comenzara la Copa Mundial, frente al Estadio Maracaná también se vieron detenidos. El artista frustrado que fuera comisionado para terminar la estatua, explicó al periódico Times of India (Times de India), que el proyecto fue “abandonado políticamente” unos pocos días luego de los comentarios de Pelé.
A la vez que se desarrollaba el torneo, la hoja enumerando los problemas relacionados con la Copa del Mundo se hacía más larga. Neil de Mause, coautor de Field of Schemes (“Campo de intrigas”) y especialista en el gasto público usado por los estadios privados de deportes, publicó un artículo en internet, un poco antes que comenzara la Copa del Mundo, en que señalaba los peores problemas sociales y políticos causados por el torneo de fútbol:
– El gasto incurrido en las preparaciones llegaron a $15 mil millones, tragándose por completo los presupuestos regionales de desarrollo y contribuyendo a encender huelgas masivas por los salarios bajos.
– Se estima que 200.000 personas fueron desalojadas de sus hogares, ya sea para darle paso a proyectos de construcción relacionados con la Copa o porque sus vecindarios fueron designados como áreas de “alto riesgo”.
– Ocho trabajadores murieron en accidentes de la construcción, en medio de la urgencia por terminar estadios nuevos, a tiempo para la Copa, a pesar que, igual, los estadios no estuvieron terminados.
– Los proyectos de construir escuelas y hospitales nuevos, a la vez que otras obras públicas, en un principio prometidas, desaparecieron de la agenda de la construcción, una vez que los presupuestos se secaron.
– El Gobierno gastó $900 millones adicionales en tecnología policial, incluso drones para la vigilancia, para asegurar que nadie que anduviera molesto con todo esto, fuera a causar mucho lío.
De Mause explicó que esos problemas eran parte de un “modelo deportivo diseñado para socializar todos sus costos, de manera que se puedan privatizar todas las ganancias. Es mucho más fácil hacer bastante dinero si alguien distinto está pagando sus costos. Eso es algo que usted puede observar ya sea que se trate del Estadio de los Yankees de Nueva York o la Copa Mundial”.
¿Podría haberse anticipado tal problemática? La respuesta de Chris Gaffney es un rotundo “Sí”. Gaffney, Profesor Visitante en la Universidade Federal Fluminense, vive en Brasil hace media década y estudia la forma en que mega eventos, tales como la Copa del Mundo, se echan a andar y se manejan.
“Los funcionarios públicos podrían haber exigido a la FIFA que solicitara mayor apoyo de sus patrones corporativos”, explica Gaffney. “Pero esto no se trata de usar el dinero público sabiamente. Es un negocio extractivo en que la FIFA articula sus intereses comerciales y consigue socios interesados entre las elites gubernamentales y económicas del Brasil”.
El cuadro de un modelo comercial “extractivo” que pinta Gaffney, es similar a cómo el Profesor Bent Flyvbjerg, otro especialista en mega eventos, de la Escuela de Negocios de Oxford, lo describe en sus conclusiones investigativas. En particular, cuando se trata del gasto de Olimpíadas y Copas del Mundo, Flyvbjerg dice que, “el costo resulta siendo significativamente más alto que lo estimado inicialmente … mientras que en el lado de los beneficios, hallamos lo opuesto. Aparece que los beneficios reales son menores. Entonces uno consigue este doble impulso, con costos más altos y beneficios menores, que cualquier hombre de negocios diría no es una situación favorable”.
Agrega Flyvbjerg, “En general observamos que a los políticos les gusta construir monumentos deslumbrantes y cierto que son ejemplo, los estadios para la Copa Mundial inspirados en la FIFA. Desafortunadamente, se hace muy difícil para estos burócratas encontrar un uso sensible para dichos estadios, una vez que se acaba la Copa Mundial”.
Nada de buena situación en particular, para el público, agrega Weber. La FIFA “dice quiero esto y aquello. Esa es su función. Y consiguen lo que solicitan, el costo recayendo en el público”.
Tanto el proceso de concurso como el de negociación por lo que se ofrezca, solicite y acuerde, sigue cubierto de misterio y secreto. Dice Weber, “Todo es confidencial. La FIFA y el comité organizador de Brasil podían y decidieron esconder todo lo que quisieron”.
Esta es la razón por la cual, como explica Gaffney, “La propuesta de Brasil para auspiciar la Copa Mundial nunca ha visto la luz del día. Circuló en 2007 entre el ex vicepresidente de la FIFA, el caído en desgracia Ricardo Texeira, y el jefe de la FIFA Sepp Blatter. El documento nunca fue de dominio público”.
Una vez la FIFA asignó a Brasil la Copa Mundial y el gobierno inició los preparativos, se ha conocido el gasto público y de proyectos relacionados.
En 2007, luego que Brasil fuera elegido como país sede, Lula hizo promesas y coreó grandes expectativas de que se constituirían sociedades públicas-privadas. Prometió que “los estadios serán construidos por completo con recursos del sector privado. No se gastará ni un centavo del erario público”. Por ese mismo tiempo, personeros de la Federación Brasileña de Fútbol repitieron las palabras de Lula. Sin embargo, en vista de que fracasaron los planes público-privados, el gasto público explotó, seguido de una pista de papel bastante importante, información que estudian en detalle Weber y Castello.
En el caso de Brasília, la capital del país, una corte de auditoría municipal hizo circular un informe de 140 páginas en que se detallan más de $275 millones de gasto por encima de lo presupuestado, $900 millones, para la construcción de un estadio en la ciudad huésped del Mundial. El estadio es el segundo más caro del mundo de acuerdo a fuentes futbolísticas, en fuerte contraste con la falta de un equipo profesional, que pueda llenar los asientos después que termine la Copa.
Para Weber, incluso con las mordaces revelaciones del informe de auditoría, cuanto se sabe hasta ahora todavía es limitado. “Ya son pésimos los totales actuales en cuanto a gasto por sobre lo programado en estadios y la corrupción inherente; serán incluso peores que cuanto la gente sabe y piensa ahora”.
Carol Campos, una joven brasileña de 22 años de edad, que participó en varias de las protestas por la Copa, señalaba la existencia de otro estadio suntuoso, construido en Natal. Asegura que ese campo deportivo tan costoso no tendrá uso definido después del Mundial.
“En verdad es un estadio precioso, si lo mira desde el cielo, parece una duna de arena, que es lo típico de Natal. Pero, es que se trata de una situación bien loca. Se construyó un tremendo estadio para cuatro encuentros. ¡Cuatro encuentros!”.
¿Concursando para conseguir problemas?
El llamado a concurso para la Copa Mundial 2014, que de acuerdo al reglamento de la FIFA tenía que suceder en América Latina ese año, sólo recibió un solicitante: Brasil.
Algunos expertos comentan que la razón por la que Brasil no tuvo competencia en el llamado a concurso para América Latina, rotación designada por la FIFA, es que existe un costo político para quienes quieran construir monumentos llamativos que lleven sus nombres, además del costo económico. Sólo en términos políticos, ciertamente en el caso de Brasil, el auspiciar mega eventos ha demostrado ser arriesgado e impredecible. La forma en que se están elaborando últimamente los asuntos para la Presidenta Rousseff, al parecer fundamenta lo anterior.
La asociación bastante cercana entre Brasil y la FIFA, a la vez que la desaceleración de su economía, no le han ganado puntos a la Presidenta Dilma Rousseff. En esta Copa Mundial, la FIFA ha levantado opiniones controversiales. Escándalos surgidos de informes que señalan que el soborno ha sido un factor en el intento victorioso de Qatar por obtener la sede del Mundial de 2022. La concesión a Qatar provocó arqueo de cejas de observadores del fútbol del mundo entero, teniendo bastante que ver las temperaturas tipo desierto que se registran en Qatar en los meses de verano, en que sucede la Copa. Otros escándalos incluyen uno en donde un oficial de la FIFA se vio implicado en un negocio de venta de boletos con base en Brasil, que obtuvo millones de dólares de ganancia en reventas, como también un escándalo en cuanto a la “fijación” de un encuentro, que implicó a jugadores y posiblemente a ejecutivos del equipo de Camerún.
Hablando de política brasileña, una investigación de la Associated Press (Prensa Asociada) publicada en junio de 2014, revela que las compañías a quienes se asignaban proyectos de financiamiento público y relacionados con construcciones de la FIFA, correspondieron aumentando el monto de sus donaciones a campañas electorales de los mismos oficiales, que en su momento distribuyeron esos contratos. En algunos casos, las contribuciones de campaña aumentaron hasta en 500% de las anteriores.
El índice de apoyo de la Presidenta Rousseff bajó a un nimio 38% en abril de 2014, para descender a 34% al inicio de la Copa Mundial. Sin embargo, quien está más cerca de desafiarla en octubre, mes de la elección presidencial, se posiciona a muchos puntos porcentuales por debajo de ella, al comparar sus encuestas.
Si bien la Presidenta Rousseff puede sobrevivir los límites bajos de popularidad a la luz de la Copa Mundial desastrosa, los gobiernos –en particular aquellos de economías que recién se desarrollan o subdesarrolladas– tal vez ahora pensarán dos veces antes de interesarse en auspiciar la Copa del Mundo.
Esos segundos pensamientos pueden ser particularmente pesados, si la gente del país sede tiene algún poder político cuando se toma la decisión.
Traducción: María Stella Dabancens