Los resultados del domingo 25 de octubre fueron un shock. El clima y las encuestas indicaban que lo único que restaba saber era si el candidato del Frente para la Victoria–Daniel Scioli–ganaba en primera vuelta o no. Pero el termómetro estaba equivocado: el oficialismo perdió la gobernación de la provincia de Buenos Aires (ganó la candidata de Cambiemos, María Eugenia Vidal) y la distancia entre Scioli y Mauricio Macri fue de 3 puntos. Los resultados definitivos fueron 37,08 (FPV) contra 34,15 (PRO). Este domingo, casi 32 millones de argentinos votarán por primera vez en su historia en un balotaje al futuro presidente del país.
A partir del 26 octubre arrancó una campaña nueva. Los candidatos son sólo dos y las encuestadoras–que fallaron–ya no son creíbles. Sin embargo, los medios reflejan al candidato opositor triunfante y al oficialista corriendo desde atrás. Victorioso, Macri junto a su equipo anunció futuras medidas: devaluación rápida, arreglo con los fondos buitres y pedido de expulsión de Venezuela del Mercosur. Scioli denuncia a su contrincante, intenta explicar el shock económico que producirían las medidas que propone el candidato de Cambiemos y se presenta como el hombre del orden, la estabilidad y la previsibilidad. En lo que coincidieron ambos candidatos fue en sus promesas de reducir las retenciones al campo, modificar el impuesto a las ganancias y mantener las nacionalizaciones de las empresas que el kirchnerismo realizó en estos 12 años.
Ya en la carrera de la primera vuelta Scioli había anunciado a casi todo su gabinete, conformado principalmente por gobernadores del peronismo en su versión conservadora. Macri fue más prudente. Anunció sólo algunos de sus hombres, muchos de ellos provenientes del campo privado: el ex gerente de Monsanto, Leonardo Sarquís, sería el ministro de Asuntos Agrarios en la provincia de Buenos Aires; el ex CEO de la anglo-holandesa Shell Juan José Aranguren es el responsable de los temas energéticos del PRO y probable responsable de la nacionalizada YPF y un ex Jp Morgan–Alfonso Prat Gay–suena como posible futuro ministro de Economía.
En cuanto a la campaña, mientras Cambiemos ganó el clima mediático, el kirchnerismo ganó las calles. La militancia de base, no organizada, salió a militar de forma espontánea. Se buscó el voto uno a uno, casa por casa, plaza por plaza, desbordando a la conducción. En un contexto de cortocircuitos entre la Casa Rosada y el equipo de campaña del candidato, el fin de semana siguiente a las elecciones miles de personas se juntaron en un parque del centro de la ciudad a decir “Amor sí, Macri no”. Desde entonces, la campaña se multiplicó. Los científicos de universidades públicas se agruparon e hicieron una lavada de platos simbólica en la calle, para poner énfasis en lo que sería la política macrista respecto a la ciencia y el desarrollo nacional. Los vecinos salieron a pegar etiquetas por los barrios, con el mensaje que se les ocurriese. La movida se llamó ‘etiquetazo’ y el slogan fue ‘sacá tu muro a la calle’. Actores y representantes de la cultura se subieron a los colectivos para contarle a los viajantes por qué votan a Scioli. La gente comenzó a dejar cartas en los espejos de los ascensores contando argumentos. En las redes sociales, en un grupo privado de más de 300 mil miembros, cada cual contó su historia: desde personas que convencieron a sus ex novios hasta otros que decidieron convivir si gana el oficialismo. Una mujer que llevó un cartel en su carrito de supermercado que decía “quiero poder seguir llenando el changuito” y otro que contó que hablaba por teléfono por la calle con gente inventada sólo para ir diciendo en voz alta argumentos pro- Scioli.
Durante el mes que duró la campaña el sciolismo pasó por diferentes etapas. Una primera lectura anunciaba que para seducir a ese 21 por ciento que había votado al peronista opositor Sergio Massa era necesario deskirchnerizar la campaña. Por eso mismo el gobernador bonaerense publicó en sus redes que a partir de ese momento sería “más Scioli que nunca”. La presidenta procuró silencio hasta el jueves siguiente, cuando habló desde su despacho e indicó a las bases kirchneristas que había que ir a militar esquina por esquina el voto por la continuidad, aunque en todo su discurso procuró no nombrar en ningún momento al candidato por nombre y apellido.
El sábado pasado hubo actividades en sesenta plazas del país. Tres días después, el día de la militancia, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner escribió en sus redes sociales: “La calle volvió a ser protagonista. Pero en esta oportunidad no sólo había militantes, estaban hombres y mujeres, jóvenes y mayores, familias con sus niños que no van a ninguna local partidario, con carteles hechos a mano, con fotos recortadas y pegadas en sus casas. Docentes, científicos, trabajadores, pequeños comerciantes, y un sólo objetivo: defender conquistas y derechos logrados en estos 12 años y medio”.
El 26 de octubre Scioli dio una conferencia de prensa y convocó a Macri a un debate. De cara a la primera elección, seguro de su victoria, el gobernador bonaerense se había negado a participar. Pero de cara al balotaje el escenario ya no era el mismo. Así fue como el domingo 15 se televisó el primer debate presidencial de la historia argentina y hubo clima de mundial: tuvo un promedio de más de 54 puntos de rating y fue trending topic mundial en Twitter. No ganó nadie. O al menos ninguno sorprendió ni dio un batacazo. Como si fuera una batalla de box, ambos pegaron y recibieron. El debate por la interpretación posterior también fue parejo: oficialistas auguran una victoria de su candidato y los opositores hacen lo propio. Lo que es seguro es que no hubo knock out de ninguno de los dos contendientes.
A pesar de que–solamente durante los últimos meses–Macri prometió no hacer cambios estructurales respecto a la política kirchnerista, durante el debate se empeñó en acusar a Scioli de oficialista. Cada vez, Scioli se despegó del kirchnerismo, corrió el eje de la discusión e intentó ‘desenmascarar’ el plan económico de su oponente listando cómo votó en el congreso en contra de todos los proyectos que ahora dice defender. No hubo, de ninguno de los dos lados, demasiadas propuestas nuevas.
Diego González (gonzalezdiegofernando@gmail.com) es periodista en Buenos Aires. Su blog es www.diegofgonzalez.blogspot.com. TW: @ diegon2001. Es analista del Programa de las Américas. Julia Muriel Dominzain es periodista con sede en Buenos Aires.