Una Nación Atormentada
El incidente se ha convertido en un punto de inflexión en la historia mexicana: Hace un año, la noche del 26 de septiembre de 2014, las fuerzas de seguridad mexicanas atacaron a un grupo de 100 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa.
Los estudiantes se intentaban asegurar autobuses para viajar a Ciudad de México para asistir a la manifestación anual que conmemoraba la masacre estudiantil del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco. Los ataques contra los estudiantes a manos de cuerpos policiales y comandos armados de Iguala y Cocula continuaron hasta primera hora de la mañana del 27 de septiembre de 2014. Miembros del ejército que se encontraban en los alrededores no hicieron nada para proteger a los estudiantes, y atrasaron deliberadamente el servicio de primeros auxilios y la atención médica a heridos.
Seis personas murieron aquella noche, entre ellas tres estudiantes de Ayotzinapa. Un estudiante aún permanece en coma, y otros 43 sufrieron una desaparición forzada a manos de las autoridades mexicanas. A día de hoy, el paradero de los estudiantes y la razón de su desaparición continúa siendo un misterio.
Las Escuelas Rurales en el Punto de Mira
No fue la primera vez que fuerzas gubernamentales atacaban a estudiantes de una Escuela Rural. Estas escuelas proporcionan acceso a la educación a familias campesinas sin recursos, y durante más de ocho décadas ha sido castigada de forma violenta sistemáticamente por el Estado por su pedagogía socialista y su enfoque revolucionario de la educación.
Un informe del Centro de Derechos Humanos de Tlachinollán resalta las fuertes raíces del movimiento Justicia para Ayotzinapa, así como la formación de las Escuelas Rurales en México en 1917. Tras la Revolución Mexicana, se establecieron dichas escuelas para “crear ciudadanos conscientes de sus derechos.” A lo largo de los años, se han clausurado forzosamente muchas escuelas tras recortes presupuestarios y la supresión militarizada de su defensa de una pedagogía que desafía las políticas neoliberales dominantes del gobierno. Apenas 17 de las 36 Escuelas Rurales originales continúan en funcionamiento.
Los traumáticos eventos de Iguala y la inadecuada y corrupta respuesta del Estado ha provocado tanto duelo como indignación. Las desapariciones han conmocionado a muchos, que ahora se preguntan qué tipo de sociedad permite que se asesine, se torture y se haga desaparecer a sus estudiantes. Pero también ha provocado una recuperación de conciencia de los valores representados en las Escuelas Rurales, y su marca educativa a favor del cambio social.
Los ataques, asesinatos, y desapariciones de los estudiantes de Ayotzinapa han despertado la conciencia de México, y la de gran parte del mundo, al conectar varias luchas a favor de la justicia que comparten un objetivo generalizado: el rechazo a la violencia sustentada por el Estado, y la afirmación del gran poder colectivo que se consigue al alzarse todos juntos en la lucha por un mundo que valore las vidas humanas.
Transformando la Angustia en Acción
¿Qué avances ha habido en la búsqueda de la justicia y de esos 43 estudiantes? Todos los avances que se han hecho para obtener justicia y esclarecer la verdad han sido liderados por padres y madres, familias, y aliados de los 43 – no por el Estado, que es el supuesto encargado de investigar y procesar. El Grupo Interdisciplinar de Expertos Independientes (GIEI) publicó recientemente un informe en el que exponía que las conclusiones del gobierno sobre el caso de Ayotzinapa eran inconsistentes además de incluir testimonios desordenados, escenas del crimen obstruidas, una respuesta tardía al inicio de búsqueda de los estudiantes desaparecidos, además de pruebas insuficientes o alteradas. La investigación por parte del Estado ha fracasado a la hora de proporcionar el motivo tras los ataques y las desapariciones forzadas. Las pruebas presentadas por el Estado no demostraban ninguna de las cuatro versiones oficiales del crimen que recogía el informe.
Los ataques han tenido un impacto traumático en los supervivientes de Ayotzinapa y las familias de las víctimas. Algunos de los estudiantes que sobrevivieron han dejado la Escuela Rural de Ayotzinapa por miedo. Todos ellos están aún enfrentándose al estrés pos-traumático de los ataques y el hecho insoportable de que sus compañeros y amigos aún siguen desaparecidos.
Las familias de los 43 estudiantes desaparecidos están rotas. Sus padres y madres se han reubicado a la Escuela de Ayotzinapa, dejando atrás sus trabajos y otros hijos para dedicar todo su tiempo, energía y alama a la búsqueda de sus hijos desaparecidos. Muchas de esas familias ya tenían pocos recursos antes de los ataques, pero ahora tienen aún menos ya que han tenido que abandonar su trabajo y pagar por el desplazamiento a las reuniones con oficiales del gobierno, a parte de otros gastos. No se sienten completos, les falta una pieza de su familia. Centran sus esfuerzos en la búsqueda de sus hijos y la justicia – no sólo la estabilidad de las familias se ha visto comprometida, sino que muchos señalan que no pueden alimentarse de forma regular y a menudos enferman.
“No saber nada… de él… de dónde está ahora, cómo está, qué le ha pasado, pues la verdad, sentimos… un dolor fuerte, le dolor es tan fuerte. Este dolor duele mucho,” declaró uno de los familiares de los 43. La búsqueda de los 43 y el espacio colectivo que se ha creado en la Escuela de Ayotzinapa, da dado a los padres y madres esperanza y una salida a ese dolor. Sin apoyo ni avances en la investigación por parte del gobierno, los familiares han tomado las riendas de la búsqueda de sus hijos. Su desesperación e inquebrantable dedicación en esa búsqueda ha conmovido a la comunidad mexicana e internacional, convirtiéndolos en el alma de este movimiento a favor de la justicia
Así lo expresó Epifanio Álvarez, el padre de un de los 43 estudiantes desaparecidos: “Un hijo no puede olvidar… Lucharemos hasta el final, con el apoyo de usted los que siente por lo que estamos pasando. A veces, a las dos de la mañana, lo recordamos y empezamos a llorar. Con su apoyo continuaremos, sin parar.”
¡No están solos!
Las primeras 72 horas después de la desaparición de una personas son críticas para el éxito de la investigación. ¿Cumplió el estado mexicano con los estándares y protocolos de búsqueda? Ni lo hizo entonces, ni hasta ahora. Fueron los padres y madres los que iniciaron la búsqueda el 27 de septiembre, y fueron los padres y madres y estudiantes supervivientes de Ayotzinapa los que crearon la lista de estudiantes desaparecidos antes del 30 de septiembre. Fueron los profesores y profesoras lo que aparecieron la noche de los ataques, y que continuaron organizando y apoyando a la comunidad de Ayotzinapa. Desde el principio profesores, padres y estudiantes se organizaron y pasaron a la acción para descubrir la verdad, buscar a los 43 desaparecidos, y exigir justicia.
La noche de los ataques, los estudiantes de Ayotzinapa activaron las redes sociales para dar publicidad a la emergencia. Desde el principio, la gente se organizó para ayudarlos. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), la corriente democrática del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), unió a profesores que proporcionaron comida a los familiares de los 43, y empezaron a volver cada sábado para ver cómo podían ayudarlos. La CNTE ayudó a los parientes a construir redes nacionales e internacionales para informar al mundo de lo que había ocurrido, y construir solidaridad en la búsqueda de sus hijos y por la justicia.
El grupo indígena de Chiapas, los Zapatistas, ofrecieron su apoyo transcultural en la primera semana. Su primer acto de solidaridad fue un comunicado especial del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) el 7 de octubre, declarando “No están solos” y haciendo una llamada a una acción común organizada. Un día después, 21 ciudades y 15 países participaron en diferentes acciones por la paz. En aquel momento, el movimiento Justicia para Ayotzinapa se extendió por todo México.
Los crímenes de Ayotzinapa movilizaron al pueblo mexicano por tres razones principales:
Ser estudiante no es un crimen. Los estudiantes de las Escuelas Rurales se unieron como siempre lo hacen, y la noticia se extendió a estudiantes de otras universidades que también se movilizaron. Los estudiantes mantienen que el ataque contra los estudiantes de Ayotzinapa en Iguala no fue un hecho aislado y que realmente representó un ataque contra todos los estudiantes. Afirman que la reforma educativa de Peña Nieto pretende eliminar escuelas como las de Ayotzinapa y que el paso a favor de privatizar la educación restringiría el acceso a la misma. Para ellos, los actos de violencia institucionalizada contra la juventud y los estudiantes muestran que el gobierno no quiere un sistema educativo que anime a las generaciones más jóvenes a liderar el cambio.
La educación puede ser una herramienta para fortalecer a la sociedad, pero también puede ser un instrumento para controlar y reprimir a la sociedad y los movimientos sociales. Los ataques de Ayotzinapa demostraron que estudiantes y jóvenes se han convertido en el blanco de la violencia institucionalizada. Esto ha llevado a profesores y estudiantes a las calles, porque cualquier podría ser el desaparecido número 44.
El amor de un padre o una madre. El dolor tangible e inconsolable que los padres de los 43 sienten ha transcendido familias, culturas, incluso fronteras. Al mismo tiempo, la ferocidad con la que los padres luchan por la justicia y buscan a sus hijos, ha convertido este caso en un gran foco de atención y ha motivado el apoyo de la sociedad. Muchos otros parientes de desaparecidos en México han dado un paso adelante y se han unido a los parientes de los 43, promoviendo que la nación vea que esta es una guerra sistémica sustentada por el estado contra el pueblo.
Este aspecto es crítico porque establece las bases para que las familias de los desaparecidos se organicen y responsabilicen al gobierno para que prevengan más desapariciones forzadas. El gobierno mexicano informa de la existencia de unos 25.000 desaparecidos en México, pero expertos en derechos humanos estiman que este número podría ser mucho más alto teniendo en cuenta que el país no tiene un sistema de contabilización oficial a nivel nacional, ni protocolos legales en materia de desapariciones forzadas o personas desaparecidas.
La nación ha empatizado con los familiares – una frase repetida en las manifestaciones es “Podría ser tu hijo.” Una de las madres de los 43 dijo: “Todos fuimos (a la primera manifestación) tristes y muy pensativos. No sabíamos exactamente qué íbamos a hacer. Bajamos (del autobús) en un cruce de Chilpancingo. Recuerdo que había mucha gente que empezó a gritar ‘¡No están solos! ¡No están solos!’ y lo único que podía hacer era llorar.” Los padres y madres no pueden olvidar a sus hijos, y gracias a sus voces, el mundo tampoco.
Su rabia es nuestra. Los ataques contra los estudiantes de la Escuela Rural de Ayotzinapa fueron la gota que colmó el vaso para los grupos afectados por la violencia institucionalizada. En vez de analizar los casos por separado, la indignación y determinación colectiva por transformar el país ha crecido tanto que el Estado ya no puede contenerla. Jóvenes, campesinos, mujeres, indígenas, trabajadores, el colectivo LGBTI, periodistas y ecologistas, todos reconocieron el nexo común de corrupción e impunidad entre el Estado y el crimen organizado. La gente posee ahora rabia, y la utilizan como combustible en la lucha por la justicia de los 43 estudiantes y demás oprimidos.
Omar García, uno de los supervivientes de Ayotzinapa y portavoz del movimiento, manifestó: “El dolor que sentimos es una oportunidad única para aumentar la presión, alcanzar una movilización más amplia que trascienda a Ayotzinapa y Guerrero, que pueda poner fin de una vez por todos a la intolerable situación de violencia e impunidad que llevamos sufriendo en México desde hace años.”
Ayotzinapa, el Alma del Movimiento Global
El movimiento de Justicia para Ayotzinapa cruzó fronteras, obtuvo apoyo a nivel global potenciando redes de solidaridad internacionales en luchas similares. Otros movimientos y personas reconocieron su dolor y sus esfuerzos reflejados en el movimiento de Justicia para Ayotzinapa. De ahí que la frase “¡Todos somos Ayotzinapa!” se escuche en calles de todo el mundo. Los Sandinistas de Nicaragua, el EZLN, #YoSoy132, las comunidades migrantes, chicanos y latinos en EE.UU., y muchos otros acogieron la lucha por la Justicia para Ayotzinapa como propia.
También hay solidaridad con otros países que han vivido luchas similares a favor de un cambio social como Egipto, Túnez o Grecia entre otros. Asimismo, países latinoamericanos como Argentina, Colombia y Guatemala que han vivido desapariciones forzadas masivas durante sus dictaduras (también instigadas por la política exterior de EE.UU., como pasa con México hoy), recibieron con los brazos abiertos a las familias de los 43 estudiantes desaparecidos. Conocer a las madres del movimiento de la Plaza de Mayo en Argentina, y ser testigos del compromiso inquebrantable en la búsqueda de sus hijos y por la justicia durante los últimos 40 años, dio fuerza a los familiares de los 43 estudiantes.
La tragedia de Ayotzinapa también sensibilizó sobre el papel de EE.UU. en la lucha contra la droga, y sobre la violencia sustentada por el gobierno en México a través de la Iniciativa Mérida. Esta iniciativa, que empezó con el ex-presidente Bush en 2007 y se ha alargado de forma indefinida hasta el actual presidente Obama, ha proporcionado unos 3.000 millones de dólares para la lucha contra la droga en México. El resultado de este presupuesto ha sido un aumento de la militarización en una batalla contra los cárteles de la droga que han dejado 100.000 muertos, más de 25.000 desaparecidos, y un incremento en el número de ataques contra migrantes, mujeres, y otras poblaciones vulnerables. Estos datos exponen una de las causas de los ataques de Ayotzinapa: que en nombre de la guerra contra la droga, las políticas y planes de financiación del gobierno estadounidense han emparejado al gobierno mexicano con el crimen organizado.
Durante años, las organizaciones estadounidenses congregadas en el Grupo de Trabajo Mesoamericano (MAWG en inglés) y otros se han organizado para desmilitarizar la política exterior de EE.UU. en América Latina. Estos grupos han condenado la Iniciativa Mérida y su inherente implicación en los ataques contra los estudiantes. Arturo Viscarra, Coordinador Defensor de los Derechos del movimiento School of Americas Watch (SOA), miembro del MAWG, explicó al Programa de las Américas que “hay un consenso de que la militarización está empeorando las cosas. De que el estado no tiene un interés real en derrotar al crimen organizado, sino que en luchar contra el pueblo organizado.”
Durante una rueda de prensa en noviembre el Procurador General de México, Jesús Karam Murillo, que dimitió en su momento, respondió a preguntas sobre las declaraciones del estado de que los estudiantes fueron incinerados en el vertedero de Cocula con “No más preguntas. Ya me cansé.” Aquello provocó la propagación del hashtag #YaMeCansé en Twitter para promover el crimen de Ayotzinapa y la respuesta corrupta y negligente del estado.
Activistas estadounidenses y chicanos dieron un paso más para denunciar el papel desempeñado por el gobierno de EE.UU. en el aumento de la violencia en México con el movimiento #USTired2. Este movimiento, en solidaridad con el de Justicia para Ayotzinapa, movilizó a estudiantes, latinos, migrantes y muchos otros residentes en EE.UU. para exigir que se pusieran fin a la Iniciativa Mérida, se promoviera la paz, y se fomentara la trasparencia. El movimiento #USTired2 se organizó en más de 50 ciudades estadounidenses a principios del pasado diciembre.
Durante el año pasado, familias y compañeros de los 43 de Ayotzinapa han viajado por México y el mundo entero en caravanas, retransmitiendo los crímenes sustentados por el estado, y organizando un eje de solidaridad a favor de la justicia. Desde Ferguson (EE.UU) a París (Francia) a São Paulo (Brasil), ha surgido una tendencia común: la violencia institucionalizada y la brutalidad policial proliferan. El 22 de octubre de 2014 las caravanas habían llegado a 50 ciudades de México y otras 20 del mundo entero. En marzo, las familias y compañeros de los 43 de Ayotzinapa viajaron a 50 ciudades estadounidenses, y en abril la caravana de Ayotzinapa llegó a Canadá. Entre los meses de abril y mayo, la Euro-caravana visitó 19 ciudades de Europa. De mayo a junio, una caravana visitó varios países de América del Sur.
Lo que hace el movimiento Justicia para Ayotzinapa es conectar diferentes luchas para que haya un colectivo que luche a nivel internacional por un mundo que no permita estos actos de violencia y represión. El movimiento nos ha enseñado que “al igual que ellos han globalizado la represión, nosotros debemos globalizar la resistencia.”
Transformación, No Mártires
El movimiento Justicia para Ayotzinapa ha invitado al pueblo a manifestarse en las calles, a presionar a los gobiernos y a crear arte con conciencia; todo ello para encontrar a los 43 estudiantes desaparecidos y para erradicar la represión sistémica que existe en el mundo. ¿Qué diferencia al movimiento de Ayotzinapa? ¿Cómo ha triunfado, y cuál debe ser el siguiente paso para conseguir justicia y descubrir la verdad?
Justicia para Ayotzinapa ha cruzado fronteras y conectado movimientos, ha sido un movimiento calculado que surgido de abajo a arriba, y se ha negado a ser controlado por aquellos en lo alto de la jerarquía social. En la misma línea, ha unido a personas a través de sentimientos de opresión y rabia colectivos, y ha reclamado humanidad y poder. Al establecer vínculos con organizaciones locales y activistas en México y el exterior, el movimiento se ha concentrado en ser liderado por lugareños que conocían bien el contexto, y que han estado construyendo y organizando sus raíces durante años. El movimiento se ha apoyado en esas redes solidarias, para poder proporcionar alojamiento y comida para las familias y compañeros de los 43 en su recorrido mundial en las caravanas de Ayotzinapa.
Justicia para Ayotzinapa ha acogido movimientos antiguos y nuevos bajo su seno. La policía de la comunidad indígena de Guerrero se ha unido a las familias en su búsqueda de los estudiantes – una misión peligrosa, ya que peinan terreno controlado por el crimen organizado y fuerzas armadas corruptas. Artistas y músicos colaboraron para denunciar de forma creativa la violencia institucionalizada en busca de justicia y verdad. El uso de canciones, artes gráficas, bailes y teatro callejero pretenden llamar la atención sobre los crímenes de estado y movilizar comunidades enteras. Numerosos activistas han colaborado a través de las redes sociales creando hashtags que han fortalecido y ampliado el movimiento.
La Asamblea Nacional Popular (ANP), que surgió a raíz del movimiento, ha organizado “Días de Acción Global” el 26º día de cada mes que pasa sin los 43 estudiantes. Estudiante y activista de Ayotzinapa Omar García dijo al Programa de las Américas que es hora de hacer algo más que marchar en la calle. “No podemos seguir recorriendo el mismo camino de siempre. Tenemos que hacer algo diferente y lo tenemos que construir nosotros mismos.” Esto es exactamente lo que hace Justicia para Ayotzinapa, junto con la comunidad internacional que se ha convertido en el mejor aliado para luchar por el cambio y la justicia.
García resaltó la importancia de no convertir a los 43 desaparecidos en mártires, ya que ello implicaría que están muertos; pero las familias y demás defensores insisten con razón que, hasta que no haya pruebas que demuestren lo contrario, debemos asumir que los estudiantes continúan con vida. Además, catalogar a los estudiantes de mártires “para defender una causa mayor” impulsaría una línea de acción que debilita las causas y objetivos del movimiento. Dicho movimiento pretende: encontrar a los 43 estudiantes con vida, eliminar la relación corrupta entre el estado y el crimen organizado del país, erradicar la violencia sistémica, y garantizar que atrocidades como esta no vuelvan a ocurrir ni en México ni en ningún otro lugar del mundo.
Para alcanzar dichas metas, el movimiento ha identificado varios pasos necesarios:
Implementar de forma inmediata las recomendaciones del informe del GIEI. Esto significa investigar de nuevo el crimen, los hechos, los motivos, y quién dio las órdenes. Es vital que el estado reanude la búsqueda de los estudiantes con vida. También conlleva una investigación sobre la obstrucción de la justicia y el papel jugado por el estado, incluyendo la acción del centro de comando y comunicaciones C-4 que monitorizaba a los estudiantes la noche del 26 de septiembre.
Además, se debería crear un sistema nacional de documentación y gestión de casos de desaparición forzada, incluyendo procesos que impliquen y apoyen a familiares de desaparecidos – como por ejemplo comunicarles información actualizada antes que a los medios de comunicación, involucrándoles en el proceso de búsqueda, y apoyándoles económicamente, en cuestión de salud e incluso de su propia seguridad. También resulta crucial que el gobierno mexicano apruebe la Ley de Desapariciones Forzadas. Si desea presionar al gobierno a que implemente estas recomendaciones, firme esta petición.
No olvidarse de los 43 estudiantes, y mantener la dinámica del movimiento. Hay que recordar sus caras, nombres, historias, y las familias y amigos que tanto sufren al no saber de ellos y necesitar desesperadamente que vuelvan. La empatía es crucial: si el mundo en el que vivimos permite esta injusticia, podría pasarnos a nosotros o nuestros seres queridos. Estas 43 personas tienen toda una vida por delante, y con su ausencia, y la ausencia de la verdad, lo que queda atrás son familias y comunidades rotas. Si estos individuos son olvidados o deshumanizados, entonces los familiares y compañeros se quedarán solos en su búsqueda de la justicia. También hay que recordar que hay miles más desaparecidos en México y ataques violentos a diario. Hay que recordar que cada una de estas vidas tiene un valor que debe ser respetado. Para que esto se convierta en una norma de nuestra sociedad globalizada, tenemos que seguir luchando por los 43 y otros muchos.
Hacer responsable a EE.UU. por sus acciones, y desmantelar la violencia institucionalizada del mundo. Para los que somos de Estados Unidos, es crucial que hagamos a nuestro gobierno responsable por los crímenes de Ayotzinapa y la violencia causada en la autodenominada lucha contra la droga. El gobierno de los EE.UU. tiene una larga historia de financiación y militarización de otros países, y esto debe parar ya. En vez de gastar miles de millones en la Iniciativa Mérida, y centrarse en armar y entrenar a las fuerzas de seguridad mexicanas, EE.UU. debería dedicarse a financiar proyectos de rehabilitación para drogadictos y la regulación de la droga en su propio país. El apoyo de EE.UU. en la lucha contra la droga ha exacerbado la violencia y erosionado el estado de derecho, creando un mayor alianzas entre el crimen organizado y el gobierno mexicano – mientras que el mercado ilegal de drogas supone una lucrativa fuente de ingresos para los criminales.
Condenar al estado de México no es suficiente. Como ciudadanos estadounidenses, debemos condenar a nuestro propio gobierno y el papel que juega facilitando dichos crímenes. El terrible impacto de nuestra estrategia policial militarizada se hace visible en Ferguson, Baltimore, Nueva York, Oakland, y prácticamente en cualquier ciudad o pueblo de Estados Unidos. Es importante ser capaces de identificar estas conexiones, y entender que la lucha para eliminar la Iniciativa Mérida también está relacionada con la lucha para acabar con el estado policial en Estados Unidos.
Continuar insistiendo en la educación por el desarrollo humano y no el de las grandes empresas. Muchas Escuelas Rurales han sido clausuradas a lo largo de los años, algunos estudiantes de Ayotzinapa han abandonado sus estudios, y muchos otros jóvenes se sienten disuadidos o incluso tienen miedo de volver. ¿Qué consecuencias tiene algo así en la sociedad? Si una élite corrupta toma el control del sistema educativo, estará tomando el control sobre futuras generaciones. La gente debería continuar rechazando la privatización y las reformas neoliberales de la educación, y exigir que se implemente una educación a favor de la justicia social. Estos actos atroces también requieren, como indica el informe del GIEI, la implementación de una educación en derechos humanos a todos los niveles en México, desde las fuerzas de seguridad a la juventud.
Curarse como comunidad y transformar la sociedad. Incluso cuando la justicia y la verdad se alcanzan, ¿cómo avanza una comunidad? Curarse es una parte importante del proceso para la transformación de la sociedad. Tal y como recomienda el informe del GIEI, es imprescindible que se lleven a cabo proyectos de memoria y reparación histórica para que el país pueda curarse, y asegurarse de que estos crímenes no se repetirán jamás. Lo que realmente necesitan las familias de los 43 y de todos los desaparecidos en México y más allá para seguir adelante y curarse es que sus hijos vuelvan y saber la verdad sobre lo sucedido. Amor, solidaridad y memoria son ingredientes clave para que los individuos y las comunidades se curen de forma colectiva. Si las heridas continúan abiertas, el resultado puede ser desastroso para la sociedad e impedir el proceso de cambio.
El 26 de septiembre 2015 se cumplió un año desde los horribles ataques contra los estudiantes de Ayotzinapa. Miles se unieron por el Día de Acción Global en las calles de Ciudad de México y alrededor del mundo, para expresar su indignación y exigir justicia y verdad. Pero la lucha no termina aquí: el movimiento debe persistir y continuar organizándose por las 43 víctimas y tantos otros de México y el mundo entero.
Nicole Rothwell es una pasante con el Programa de las Américas y escribe sobre movimientos sociales internacionales, educación y los derechos humanos en la región.
Fotos por Nicole Rothwell
Traducción por Paula Villanueva De Miguel