Argentina defiende masivamente la educación pública.

“Estudia, así no creés que el liberalismo es nuevo”; “Nací pobre y hago ciencia”, “Liberal es poder estudiar”, “Villero y universitario, el terror de los libertarios”: así rezaban algunos de los miles de carteles hechos a mano en la Marcha Federal Universitaria que se llevó adelante en Argentina el 23 de abril. Estudiantes, docentes y graduados de todas las franjas etarias se movilizaron en diferentes puntos del país para denunciar los intentos del presidente libertario Javier Milei por desfinanciar a las universidades. Si bien las marchas fueron en todo el país, solo en Buenos Aires, el gobierno reconoce que hubo 150 mil personas; los organizadores dicen que fueron entre 500 mil y 800 mil.

El centro porteño estaba colapsado, para llegar había que dejar pasar varios metros porque todos estaban repletos de manifestantes y era difícil moverse entre la multitud. Además, la marcha era tema de conversación en cada comercio, esquina o parada de bus. 

Chiara, estudiante de la Universidad de Luján, habló con Mira desde las marcha: “Estoy acá porque como estudiante del profesorado de historia sé que la educación es la espina dorsal del país.  Argentina es reconocida por la educación pública y laica y no tiene por qué ser un privilegio estudiar”. 

Chiara tiene 18 años, es hija de una bibliotecaria. Agregó: “La gente votó con odio, muy resentida, la crisis viene desde hace mucho tiempo. Pero Milei es alguien que vino a implantar el caos y privatizar. Nosotros estamos muy orgullosos de la ciencia argentina y queremos defender lo nuestro: la patria no se vende”. 

La educación gratuita es un orgullo argentino. Y Javier Milei, en los hechos, generó una disminución interanual real del presupuesto de un 34 %. Además, el salario de trabajadoras y trabajadores de la educación perdió un 50% de poder adquisitivo respecto de la inflación. 

Tal como sostiene el periodista e historiador Pablo Stefanoni, la marcha “fue una respuesta al desfinanciamiento pero también a la guerra ideológica de Milei contra la educación pública ‘adoctrinadora’ y ‘enemiga de la libertad’.” Y es que el ataque del presidente no fue solamente económico sino que también da la batalla en lo cultural. Según él, las universidades se usan “para hacer negocios turbios”.

Al terminar la jornada de la movilización, el presidente posteó en redes sociales una imagen de un león tomando un café en una taza que dice: “Lágrimas de zurdo”. Un par de horas después, escribió un comunicado en el que acusó a políticos opositores de montarse sobre una causa justa “para despojar a los argentinos”. También niega querer cerrar las universidades y promete “garantizar los fondos para el funcionamiento de las universidades” pero “auditar cómo se utilizan esos fondos”. Pero son solo promesas. Al día siguiente de la marcha, su partido no dio quórum a una sesión en el Congreso que promovió la opositora Unión por la Patria para tratar el presupuesto universitario.  

Las universidades han sido una  herramienta social importante para la movilidad ascendente. Según datos de Daniel Schteingart, el 68% de los estudiantes de universidades públicas tiene padres sin estudios terciarios. La cifra es mayor todavía (llega al 85%) si se analiza el dato de las universidades del conurbano, como la de José C. Paz, Jauretche y del Oeste. 

Una de las fotos más viralizadas de la jornada fue de una mujer que sostenía un cartel que decía “universitaria”. A su lado, su madre sostenía otro que decía “ama de casa”. En el otro costado, su padre tenía uno igual: “Albañil”. 

La universidad es un espacio al que acceden personas de clase media y baja. Según información de la Universidad General Sarmiento, la gran mayoría de los estudiantes trabajan o buscan trabajo y el 30% de los estudiantes son sostén de hogar. Pero, como dice Teresa,  de Tigre (Provincia de Buenos Aires) en diálogo con MIRA, el presidente “es un cipayo vendepatria, este Gobierno viene a hacer negocios, no a mejorarle la vida a la gente”. Teresa vino con su marido e hija a marchar a más de una hora y media de su casa. 

Caldo de cultivo y números concretos

A comienzos de año, el Gobierno decidió no actualizar el monto para las universidades, a pesar de que en 2023 hubo más de 211% de inflación. A raíz de eso, las universidades alertaron que solo tenían dinero para funcionar hasta mitad de año: “Es tiempo de advertir, con la gravedad que la situación impone, que, de no mediar acciones que rectifiquen el rumbo, se verá seriamente afectado el pleno funcionamiento de las instituciones universitarias públicas”, escribió en un comunicado en febrero el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN). También sostuvieron la necesidad de “incrementar razonablemente los gastos de funcionamiento mensuales” y actualizar “los salarios de docentes y no docentes y dar continuidad a los programas universitarios vigentes destinados a inversión en obras de infraestructura, equipamiento y sostenimiento de los programas de becas”.

El recorte presupuestario afecta a las facultades, hospitales y escuelas de la Universidad de Buenos Aires, y a las 57 universidades nacionales. Contra las cuerdas y para intentar evitar la masiva convocatoria, el Gobierno anunció un 70% de suba en el presupuesto primero y otro tanto la semana pasada. 

Sin embargo, no alcanza ni cerca. Según Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), los anuncios indican un aumento de la “Asistencia Financiera para el Funcionamiento Universitario” (que explica sólo el 7,9% del gasto) y de la “Asistencia Financiera a Hospitales Universitarios” (apenas el 1%). El presupuesto total aumentaría sólo un 4,1%. O sea: un 71% menos que en 2023 ¿en términos reales?. El presupuesto universitario está en su nivel más bajo desde 1997.  La semana pasada, en universidades, colegios universitarios y algunos hospitales, empezaron a dosificar el uso de la luz para ahorrar.

Si bien la cuestión detrás de la movilización fue la emergencia universitaria provocada por las políticas implementadas por el gobierno de Milei, las universidades no estuvieron solas: contaron con el apoyo de centrales obreras como la Confederación General del Trabajo, y de la política, como el peronismo, el radicalismo y la izquierda. Además, se sumaron docentes y alumnos de universidades privadas, como el centro de estudiantes de la UADE (Universidad Argentina De la Empresa), que incluso denunció persecución tras anunciar que marcharía. 

Amamos la educación pública

La historia de la educación pública en Argentina se remonta al siglo XIX, cuando se establecieron las primeras escuelas públicas bajo el gobierno de Bernardino Rivadavia en 1821. Sin embargo, fue con la Ley 1420 de Educación Común de 1884 que se sentaron las bases del sistema educativo argentino moderno, estableciendo la obligatoriedad y gratuidad de la educación primaria. Durante el siglo XX, se expandió la cobertura educativa con la creación de escuelas secundarias y universidades públicas.

La educación pública en Argentina ha ganado prestigio por varios motivos. En primer lugar, su acceso universal ha permitido que la mayoría de la población tenga la oportunidad de recibir una educación de calidad, independientemente de su situación económica. Además, las universidades públicas argentinas se destacan a nivel internacional por su excelencia académica y su contribución a la investigación científica. Por ejemplo, la Universidad de Buenos Aires (UBA) se encuentra entre las mejores de América Latina y ha producido destacados científicos.

Varios premios Nobel argentinos han sido productos del sistema educativo público.  reconocidos científicos como Bernardo Houssay, ganador del Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1947, y Luis Federico Leloir, galardonado con el Premio Nobel de Química en 1970, recibieron su formación primaria y secundaria en escuelas públicas argentinas. 

Cuatro de las 57 universidades estatales, la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), están dentro del top 100 de las mejores de Latinoamérica, según el ranking Quacquarelli Symonds.

Quizá por todo esto, en la era de la post verdad y el descreimiento, las universidades tienen mayor credibilidad que otras instituciones como la Iglesia Católica, las Fuerzas Armadas o -muy por debajo- los partidos políticos.

De Argentina, al mundo

Otro de los tópicos que recorrió la escena, fue la cuestión de las y los estudiantes extranjeros. Desde el Gobierno de Milei, proponen cobrarles para estudiar. lo planteó el vocero presidencial y aparecía en la Ley Ómnibus que propuso Milei al asumir y que no logró ser aprobada en el Congreso. 

Según datos del Ministerio de Educación de Argentina, de los más de dos millones de estudiantes universitarios, la presencia de extranjeros representa un 4,1%. La Ley de Educación Superior establece que los estudiantes nativos y extranjeros pueden realizar sus estudios de grado de forma gratuita, sin necesidad de residencia permanente. Esto abre los brazos a miles de jóvenes de distintas partes de Latinoamérica. Principalmente, vienen de Perú, Brasil, Paraguay, Venezuela, Colombia, Chile y Ecuador. En menor medida, México, República Dominicana, El Salvador y Costa Rica. Eso también nos pone orgullosos. Como indica nuestra Constitución, legislamos “para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.

Fotos: Julia Muriel Dominain, marcha 23 de febrero 2024, Buenos Aires.

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