Como el presidente Obama ha señalado en numerosas ocasiones, la lucha política sobre el acuerdo nuclear de Irán se reduce a una dura elección: la diplomacia o la guerra.
En Estados Unidos, entre los partidarios del acuerdo se incluyen el propio presidente, la mayoría de los demócratas en el Congreso, y una red de control de armas y organizaciones de política exterior que incluye el Fondo Ploughshares, la Asociación de Control de Armas, Ganar Sin Guerra, el Consejo Nacional Americano-Iraní (NIAC) y J Street, una organización moderada de judíos estadounidenses que apoya una solución diplomática al conflicto palestino-israelí.
Entre los opositores del acuerdo se incluyen el Primer Ministro Israelí, Benjamín Netanyahu, el poderoso Comité Americano de Asuntos Públicos de Israel (AIPAC), multimillonarios conservadores como Sheldon Adelson, y toda la dirigencia nacional del Partido Republicano, incluyendo a los miembros del Congreso y los 19 candidatos presidenciales republicanos declarados.
El acuerdo está diseñado para evitar que Irán desarrolle un arma nuclear al menos por 10 a 15 años. Se incluye una disposición que exige a Irán deshacerse del 98% de sus reservas de uranio enriquecido, cerrar un importante número de centrifugadoras que pueden ser usadas para enriquecer uranio, y abrir sus instalaciones a las más rigurosas inspecciones jamás impuestas en un acuerdo de de este tipo.
Si uno de los signatarios del acuerdo decide que Irán lo ha violado gravemente, hay una disposición a “retraer el acuerdo” o imponer nuevas sanciones económicas. La cláusula de “retraer el acuerdo” se puede aplicar a petición de cualquiera de las seis partes que negociaron el acuerdo con Irán -Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia o China.
Una resolución diplomática de asuntos internacionales sobre el programa de armas nucleares iraní sería un acontecimiento positivo en sí mismo, y también sentaría un importante precedente al demostrar que es posible llevar a cabo una iniciativa diplomática con éxito en una región que es en este momento el foco de múltiples conflictos superpuestos.
Entonces ¿Por qué alguien querría oponerse al trato? Los factores clave que impulsan la oposición al acuerdo son las políticas de poder y las ideologías conservadoras.
En Estados Unidos, un componente clave de la oposición consiste en neoconservadores como John Bolton que fueron defensores de la invasión de EEUU a Irak en 2003. Los neoconservadores afirmaron que una guerra con Irak sería corta y relativamente incruenta, y que sería el comienzo de una nueva era de paz y democracia en Irak y Oriente Medio en general.
En cambio, la intervención de Estados Unidos desató una guerra de diez años que costó trillones de dólares y cientos de miles de vidas, mientras se preparaba el escenario para el ascenso al poder del vicioso régimen sectario de Nouri al-Maliki. La represión del gobierno de al-Maliki a los ciudadanos suníes de Irak desató una dura oposición, incluyendo en algunos casos el apoyo de ISIS, el grupo terrorista que ahora controla grandes partes del norte de Irak así como el territorio de Siria. Y el grupo ISIS es el sucesor de Al Qaeda en Irak (AQI), que se formó en respuesta a la ocupación estadounidense de Irak.
En resumen, es difícil imaginar una iniciativa de política exterior más desastrosa que la invasión estadounidense de Irak. Sin embargo, los medios de comunicación y miembros clave del Congreso aún están justificando seriamente esa guerra como su lucha por derrotar el acuerdo nuclear de Irán. Algunos opositores del acuerdo Iraní, al igual que el ex funcionario de la administración Bush John Bolton, han pedido abiertamente la guerra. Otros simplemente han tomado posiciones poco realistas que podría preparar el escenario para la guerra en un tiempo.
Los opositores al actual acuerdo propuesto con Irán han sugerido que hay un “mejor trato” para implementar si solamente el mundo incrementara las sanciones económicas y las amenazas militares, y las fuerzas de Irán aceptaran la eliminación completa de su programa nuclear. Pero en el mundo real, no hay un “mejor trato” que hacer. La propuesta actual es el producto de dos años de negociaciones entre Irán y las seis potencias citadas anteriormente. Si el acuerdo no es ratificado, los principales miembros de la coalición anti-nuclear -incluyendo Rusia, China, y posiblemente la Unión Europea- es probable que deseen aliviar las sanciones contra Irán. Y la escalada de amenazas militares por parte de Israel y algunos actores en la escena política estadounidense otorgaría a Irán el incentivo para embarcarse en un programa de choque para adquirir un arma nuclear. En resumen, debilitar el acuerdo actual hará más probable que Irán adquiera una bomba nuclear, no menos.
Si este es el caso ¿Por qué hay tan feroz oposición al acuerdo?
En el caso del Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu, la oposición parece fluir de un deseo de debilitar a Irán tanto como fuera posible, e incluyendo el cambio de régimen en Teherán. Netanyahu teme que un acuerdo nuclear podría ser un primer paso para estrechar relaciones entre Estados Unidos e Irán que debilitarían la posición política de Israel en la región.
El gobierno de Arabia Saudita tiene preocupaciones similares, que han impulsado a lanzar una campaña de bombardeo brutal en Yemen basado en afirmaciones exageradas de conexiones iraníes con los rebeldes Houthi que controlan gran parte de ese país. Las posiciones israelíes y saudíes aumentan la posibilidad de una guerra regional en el nombre de la política de poderes geopolíticos.
El acuerdo nuclear iraní vale la pena por derecho propio. También es valioso porque si un acuerdo puede ser logrado, podría debilitar a las proposiciones de guerra como una solución al problema, no sólo en Israel, Arabia Saudita y los Estados Unidos, sino también en Irán.
Por último pero no menos importante, un acuerdo diplomático con Irán podría abrir un espacio político para la creación de una política exterior de Estados Unidos menos militarizada, lo que tendría consecuencias positivas para la seguridad mundial.
La lucha de Irán es mucho más que sólo las armas nucleares. Se trata de las perspectivas de la guerra versus las esperanzas de paz.
William D. Hartung es el director del Proyecto Armas y Seguridad en el Centro para la Política Internacional y asesor del Observador de Asistencia para la Seguridad y columnista de Programa de las Américas www.americas.org.
Traducido por: Viviana Vitulich