Se pusieron en marcha el 25 de febrero, desde distintas regiones de un país destrozado. En silencioso desafío, entraron a la ciudad capital de Tegucigalpa el 6 de marzo, y en el Día Internacional de la Mujer declararon sus demandas a un régimen que ha pisoteado sus derechos y causado un baño de sangre desde que el estado de derecho fue arrasado hace tres años y medio.
La “Caminata por la Dignidad y la Soberanía Paso a Paso” reunió organizaciones campesinas e indígenas, entre ellas COPINH y OFRANEH, Vía Campesina, jesuítas y otros grupos religiosos, defensores de derechos humanos, trabajadoras y trabajadores y profesionistas. Feministas hondureñas de todas las edades, organizadas e independientes, participaron no sólo para apoyar las demandas en general, sino para insistir en que los fundamentos de una nueva sociedad deben incluir el fin de la violencia contra las mujeres y el pleno reconocimiento de sus derechos y aspiraciones.
Gilda Rivera, directora del Centro para los Derechos de las Mujeres en Tegucigalpa, y que caminó la mayor parte de la ruta de 200 kilómetros, resumió así la movilización, “Es un paso potente especialmente para la articulación del movimiento social y popular. El hecho de construir juntos y juntas esta caminata fortalece esta unidad del pueblo hondureño. Y de feministas, ser parte de la caminata hace que hay un reconocimiento y se respete el movimiento feminista nacional y se reconoce como parte de la lucha.”
La Caminata para salvar una nación
Las hondureñas continúan arriesgando sus vidas para defender sus derechos y manifestarse contra la violencia y las violaciones contra derechos humanos que han llegado a caracterizar a su país desde el golpe de estado del 28 de junio de 2009. Su participación como parte activa de la oposición al golpe de estado y al subsecuente gobierno del Presidente Porfirio Lobo ha resultado crítica para el movimiento democrático. Además de agregar el compromiso de mujeres de toda la nación, Honduras es hoy uno de los pocos países en donde las demandas feministas forman parte, de manera explícita, de un amplio movimiento de justicia social.
La Caminata fue una respuesta a la crisis generalizada en el país. Sus demandas expresan las preocupaciones populares ante la degradación ecológica, la transferencia de recursos de comunidades indígenas y campesinas a inversionistas nacionales y extranjeros: La Ley de Minería, la reforma constitucional llamada de “Regiones Espe
ciales de Desarrollo” o Ciudades Modelo, y la Ley de Modernización Agrícola. De acuerdo con la Declaración de la Caminata, estas leyes hacen caso omiso de la oposición pública, violan la soberanía nacional y causan destrucción ambiental, persecución y muerte al provocar desplazamientos y generar conflictos. Haciéndose eco de los conflictos en toda Iberoamérica, en la Declaración se exigió que se rescindan las concesiones mineras, así como las concesiones para el uso del agua por extranjeros.
La movilización se pronunció también contra “el desplazamiento, la militarización, represión y violación del derecho a la autodeterminación la soberanía nacional y la vida”, y demandó la inmediata liberación de José Isabel Morales López, miembro del movimiento campesino de Aguán, el cese a la criminalización de la lucha agraria y los movimientos sociales y a la militarización intensiva, así como que se investigue el asesinato de por lo menos 92 miembros de esos movimientos. La Caminata llamó al cumplimiento de la Convención 169 de la OIT y la Declaración de la ONU de los Derechos de los Pueblos Indígenas, que reconoce el derecho de los pueblos indígenas a participar en la toma de decisiones que afecten sus territorios y recursos.
Prioridad a los problemas de la mujer para lograr justicia social
Veintenas de organizaciones femeninas caminaron bajo el lema “Paso a paso por la Soberanía Nacional y la Autonomía de las Mujeres”. La influencia de las feministas en el movimiento general por la democracia y justicia social en Honduras se refleja en el punto final de la Declaración: “Las Mujeres y feministas en este país estamos hartas de la violencia contra las mujeres y el aumento de feminicidios. Exigimos: no más indiferencia legal, misoginia e impunidad institucionalizadas, y respeto a los derechos humanos económicos, sociales, culturales y sexuales de todos.”
Las feministas hondureñas también emitieron su propia “Declaración Feminista a la Sociedad Hondureña” durante la caminata en coincidencia con el Día Internacional de la Mujer, en los siguientes términos:
1. Que las mujeres de todos los rincones del país, históricamente hemos sobrellevado la desigualdad, la pobreza, la marginación y la exclusión del patriarcado, que se agrava cada día más con la profundización de la crisis del capitalismo neoliberal. Manifestamos que en este país, sus gobernantes, solo tienen como respuesta el uso de la violencia, la represión, la corrupción y la militarización de las mentes y de los espacios públicos y privados de la sociedad.
2. Que todas las mujeres hondureñas, sin excepción, compartimos las consecuencias derivadas de la violencia generalizada que nos desangra y que ubica a nuestro país en una guerra no declarada, donde las mujeres somos carne de cañón, objeto de intercambio, de uso y abuso, de compra y venta y el blanco perfecto en ajustes de cuentas entre hombres criminales. Somos, a fin de cuentas y dentro de esta lógica, el eslabón más vulnerable, aunque se pretenda neutralizar este hecho, con reformas a leyes que sólo son paliativos a nuestros problemas reales.
3. Que somos conscientes que en esta guerra no declarada, donde la excusa es la lucha contra las drogas, están militarizando el país con ejércitos propios y extraños para expropiarnos de nuestros recursos naturales, de nuestros territorios, así como históricamente han pretendido expropiarnos de nuestros cuerpos y de nuestras vidas.
4. Que esta guerra que nos lleva de encuentro, es una guerra con cuartel, implantada como una nueva, renovada y más sutil –o a veces descarnada- forma de colonialismo en la que un puñado de familias hondureñas reciben recompensas y la bendición de otros poderes nacionales y transnacionales.
5. Que la corrupción de este país no sólo está en la policía, está también en los cuarteles, en los operadores de justicia, en las instituciones públicas, en las instituciones políticas, en los grandes medios de comunicación, en los púlpitos. Son una falacia estas medidas cosméticas que no resultan y que su objetivo real es enfrentarnos, confrontarnos y llevarnos a un caos tal que el país sea visto como un Estado fallido.
6. Que nosotras no criamos asesinos. Los asesinos son producto de este mismo sistema y de esta misma cultura voraz y devastadora que va encaminada a destruir nuestra vida, la vida de nuestra tierra y sus recursos.
7. Que los políticos de este país, así como las fuerzas legales y paralegales nos llenan de vergüenza e indignación y las políticas de seguridad establecidas por estos gobernantes, no nos sirven. No le sirven a las mujeres, ni a la población de a pie que sueña y trabaja por otra Honduras.
8. Que seguiremos en la defensa de un Estado laico hondureño porque el fortalecimiento de los grupos fundamentalistas en el poder del Estado, profundiza un escenario amenazante, para el avance de nuestros derechos sexuales y derechos reproductivos, como derechos ciudadanos y contra los avances sociales y culturales que ha impulsado el movimiento feminista. Que seguiremos desafiando los fundamentalismos que quieren instalarse en nuestras vidas porque no claudicamos en nuestro afán de construir libertad, dignidad, buena vida, felicidad, sororidad y justicia.
9. Que nos oponemos a la aprobación de la Ley de Regiones Especiales de Desarrollo y de la ley de Minería, porque producirán un proceso agresivo de desposesión de los recursos naturales que está conduciendo a una des-territorialización de grandes sectores de la población, mayor presencia de bases militares estadounidenses que lesionan peligrosamente la soberanía nacional.
En el camino
Las miembros de las organizaciones de mujeres y feministas que participaron en la caminata concordaron en que la experiencia les dio visibilidad y permitió al resto de la nación saber que muchos ciudadanos estaban dispuestos a oponerse públicamente a las políticas del gobierno del Presidente Lobo a pesar de los riesgos para sus personas.
Daysi Flores, de Feministas en Resistencia y Just Associates (JASS-organización internacional feminista) escribió en un blog al iniciarse la caminata, “Esta realidad es demasiado abrumante para quedarse sentada y aguantarla en un solo cuerpo, esta realidad solo puede enfrentarse en la colectividad. Por eso, el pueblo de Honduras ha emprendido su camino hacia la soberanía nacional… y cual si fueran ríos que se juntan para llegar al mar con fuerza, muchas caminatas inician en sus propias comunidades y se encuentran en Siguatepeque, Comayagua.
“La palabra Siguatepeque, que proviene del vocablo indígena nahualt “Cihuatepetl” significa: Tierra de Mujeres; y es el punto donde también se encuentran las feministas del Norte, el Sur, el Centro y el Occidente para seguir Paso a Paso hacia Tegucigalpa exigiendo Pueblos con Soberanía, Mujeres con
Autonomía.”
La protesta Paso a Paso cubrió lugares simbólicos en el colapso posterior al golpe de Estado en Honduras: la penitenciaría de Comayagua, en donde 361 personas murieron el día de San Valentín en un incendio, mostrando muchos de sus cadáveres signos de haber sido ejecutadas; la base militar estadounidense en Soto Cano, conocida también como Palmerola, donde el régimen golpista y el de Lobo han permitido un fortalecimiento de la presencia militar de Estados Unidos comparable solamente a la de los años 1980s, cuando el país fue usado como campo de operaciones preparatorias de guerras para sostener dictaduras de derecha en la región. La caminata rodeó, sin internarse en ellos, los barrios pobres y vecindades infestadas por la delincuencia, los ríos contaminados y cerros deforestados.
Pese a la movilización nacional, el gobierno hondureño no entabló ningún diálogo con los manifestantes, mucho menos contestó a sus demandas. Rivera afirmó que ya se esperaba esa respuesta debido a la estrecha integración de poderosos intereses económicos y políticos detrás de las nuevas leyes de uso de la tierra.
“No van a retroceder con la Ley de Minería, no van a retroceder con la Ley de Ciudades Modelo, ” dijo, señalando que Juan Orlando Hernández, actual presidente del Congreso, es promotor acérrimo de las nuevas leyes.
Jessica Sánchez, feminista hondureña y columnista del Programa de las Américas y también participante en la Caminata, declaró: “Creo que el papel de las mujeres ha sido fundamental. Somos la mitad de la gente en la marcha. En las estaciones, hicimos turnos y los hombres también barrían y cocinaban; vimos un cambio de roles, un cambio cultural.” Hizo notar la participación de nuevas clases de grupos de mujeres como el de Mujeres Afectadas por las Minas, procedentes del Valle de Siria, que no necesariamente se definen como feministas pero que se han organizado como mujeres en defensa de la ecología y de sus comunidades.
Agregó, “El tema de la venta del territorio nacional en las Regiones Especiales de Desarrollo es partir el país en pedazos. No es solo académico; es un dolor profundo que se siente como una espina.”
“Seguimos aquí”
Una de las imponentes barreras para las organizadoras es el control de la prensa en Honduras. La prensa ignoró la Caminata hasta su final, con poco eco de la misma en la prensa internacional. El número de periodistas asesinados y amenazados en el país advierte a los reporteros hondureños que informar sobre hechos relativos a la oposición puede ser una ocupación peligrosa.
A las manifestantes les preocupa que la comunidad internacional parece haberse olvidado de Honduras, justo cuando la situación en el país se ha deteriorado hasta el punto de convertirlo en una de las naciones más violentas del mundo, un desastre en términos de derechos humanos y un proyecto piloto global para el control trasnacional de los recursos nacionales.
“Después del boom del golpe, como que se apagó el interés internacional, después de Porfirio Lobo. Desde la comunidad internacional es importante no dejar el tema de Honduras, porque junto con Haití es del país mas amenazado por el avanzado del neoliberalismo de la derecha, la violencia y la venta del territorio,” dice Sánchez. “Es importante qu vengan a visitar y ver. Es difícil para nosotros hablar por el riesgo, por eso no hay que dejar a Honduras fuera del escenario publico al nivel internacional.”
Las mujeres que participaron en la Caminata y las manifestaciones en la capital todavía esperan que sus acciones hagan la diferencia. En su Declaración, concluyen, “Seguimos caminando con el espíritu feminista, que no es otro que el de asumirnos como humanas por mantener la esperanza y la alegría frente a una cultura de muerte y dolor. Nuestro espíritu feminista florece en la lucha con el pueblo hondureño.
“Aquí estamos y aquí seguimos.”
Laura Carlsen es directora del CIP Programa de las Américas en la Ciudad de México www.americas.org/es.
Fotos: Luis Méndez