Por Laura Carlsen
El 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, sirve como barómetro de la fuerza de los movimientos feministas y de mujeres, sobre todo en América Latina donde desde hace años la gente se moviliza a favor de los derechos y la vida de las mujeres. Este año mostró una fuerza enorme que, a pesar de los contextos difíciles y abiertamente violentos en algunos países, sigue creciendo, exigiendo y construyendo en todo el continente.
Hablar de las marchas multitudinarias es sólo una parte de la medición. Por las docenas de miles de personas que marchan, hay miles de organizaciones locales, estatales y nacionales que día tras día hacen el trabajo de protección, incidencia, educación y resistencia para una vida libre, con seguridad e igualdad para todes. Además, van en representación de los miles de mujeres que no pueden marchar: las desaparecidas, las asesinadas, las que se queden cuidando a otrxs, las que tienen discapacidades y no tienen acceso fácil, y las que aún no superan traumas sufridas en un sistema patriarcal que genera violencia contra elles.
Para profundizar en los temas y los procesos organizativos detrás de las movilizaciones en América Latina, Mira habló con cuatro mujeres activistas feministas: Vanina Escales, desde Argentina, donde las feministas enfrentan un gobierno agresivamente antifeminista que intenta desmantelar los logros históricos del movimiento; Mariela Arce, desde Panamá, donde las mujeres exigen sus derechos después de una victoria histórica contra el modelo extractivistas y en vísperas de elecciones presidenciales, e Itzel Plascencia desde la Ciudad de México y Paola Alcázar del estado de Guanajuato, México, también en coyuntura electoral y con altísimos niveles de violencia contra las mujeres.
Las movilizaciones 8M
La movilización de la Ciudad de México, tanto en el centro como en distintos lugares de la periferia, es sin duda una de las más grandes del mundo. Este año fue calculada en más de 180,000 personas, solamente en el centro de la ciudad. Fue una marcha masiva, pacífica y protagonizada por la juventud feminista.
Itzel Plascencia es comunicóloga y artivista feminista bisexual en el grupo de comunicación Luchadoras. Su equipo cubrió las movilizaciones desde distintos puntos. “Fue una marcha muy, muy grande, se veía mucho la fuerza”, relata. “Pensamos que es súper necesario ocupar las calles, hacer del espacio público algo que es nuestro”.
Como todos los años recientes, las movilizaciones en México se centraban en la denuncia de la violencia contra las mujeres y las diversidades. “Estuvo muy presente el tema de la desaparición de mujeres, de las cifras que no bajan de feminicidios. Estuvo muy presente la comunidad trans, seguimos siendo el segundo país a nivel mundial en transfeminicidios. Entonces es muy preocupante, se ven reflejadas todas estas violencias, pero creo que también se ve reflejada la fuerza de la comunidad, la fuerza de las mujeres y las personas disidentes– disidentes en muchos sentidos, no solamente disidencias sexo-genéricas, sino disidentes de territorio, de lenguaje”.
Si en México convocaron para posicionar las demandas feministas, en Argentina este año se convocó para no perder el terreno ganado después de que la ultraderecha ganó la presidencia con Javier Milei. Vanina Escales, periodista en LatFem, activista feminista y trabajadora por los derechos humanos en el Centro de Estudios Legales y Sociales en Buenos Aires comenta:
“En Argentina las estimaciones que hacemos es que nos movilizamos un millón de mujeres, hombres y diversidades en todo el país. En la ciudad de Buenos Aires fue grandísimo –hacía tiempo que no veíamos una marcha tan numerosa. Trabajamos mucho para que así fuera, para que fuera una convocatoria amplia, porque sentíamos ‘Esta vez habría que estar. Esta vez, cambiaron las cosas’”.
Explica el contexto de 8M en Argentina este año. “Creo que la experiencia de Argentina es bastante pionera –la adquisición de los derechos a través de la legislación, a través de la movilizacion social, como el derecho al aborto, de la identidad de género… Entonces sentíamos en este escenario de tanta amenaza, tenemos que volver a recuperar la movilización, volver a recuperar la calle, como fue la Marea Verde, como fue ni Una Menos”.
El proceso organizativo antes de las movilizaciones en Argentina fue amplio y profundo. Se organizaron a través de asambleas abiertas en todas las provincias para debatir e identificar las principales amenazas, los ejes de la movilización y las demandas.
“Lo que más salió fue el hambre como un eje central”, dice Vanina. “Porque este gobierno no sólo es anti-feminista, es anti-personas. El ajuste económico es tan grande, la desregulación de la economía, hace que la gente vea empobrecer su vida cotidiana, que no hay alimentos”. Relata que un informe de UNICEF denuncia que está subiendo la pobreza infantil y si la política económica argentina sigue en esta línea, 70% de las infancias y adolescentes quedarán por debajo de la línea de la pobreza al finalizar este trimestre.
Hoy en día para la mayoría, ser feminista no es tanto una opción política, sino una estrategia de sobrevivencia.
Las movilizaciones centraron el tema de las violencias económicas, pero no dejaron fuera los derechos de mujeres. Señalaron que se están perdiendo por la vía de los recortes selectivos en el presupuesto público–han quitado la financiación a los programas de erradicación y prevención de la violencia basada en género, y de acompañamiento a víctimas. La amenaza más fuerte al derecho al acceso al aborto en este momento es la financiación del sistema pública de salud. Vanina termina advirtiendo:
“Creemos que [Argentina hoy] es un laboratorio de la ultraderecha en la región. Tenemos que organizarnos a nivel latinoamericano, a nivel regional, porque no es sólo la Argentina, estamos viendo señales de este tipo en toda Latinoamérica, en Brasil vimos a Bolsonaro, Kast en Chile hizo muy buena elección aunque no ganó, vuelve Trump a Estados Unidos aparentemente…” Hubo un consenso de fortalecer la solidaridad con Argentina y estar pendientes de su lucha, que tiene lecciones para todos nuestros países.
Surge la juventud feminista y el diálogo intergeneracional
Un aspecto común en las movilizaciones fue la inmensa presencia de la juventud. El movimiento feminista en América Latina es un manantial que se alimenta constantemente de las nuevas fuerzas que surgen desde abajo. El feminismo crece en las prepas, en las universidades, entre las mujeres jóvenes entrando en el mercado laboral o formando parte de la economía del cuidado. Hoy en día para la mayoría, ser feminista no es tanto una opción política, sino una estrategia de sobrevivencia.
“En este 8 de marzo, nosotros pudimos ver realmente los distintos rostros de la emergencia de las organizaciones de mujeres jóvenes. Es un fenómeno que pienso que en los últimos años se ha estado dando como tendencia en todo el mundo. Y eso realmente a las feministas de los 80, nos da un alivio y una alegría profunda. Entonces hablar de la ‘fuerza ascendente de los movimientos de mujeres en México y América Latina’ es hablar de mujeres jóvenes y de sus múltiples rostros”, dice Mariela Arce, panameña, economista, defensora de los derechos humanos y educadora popular feminista.
“Una de las cosas que a mí me parece importante es que han logrado crear nuevas formas de hacer política, haciendo síntesis entre en ciberactivismo y a la vez salir de las redes, dándole rostro, voces y cuerpas en las marchas, en las calles y haciendo la presencia social, que es importante para cualquier actor para generar poder público” señala. “Han logrado hacer agendas interseccionales e intergeneracionales. Eso también es un avance en términos estratégicos de la lucha:no solamente inundar las redes con consignas y hashtags etcétera, sino darle contenido y visión política y estratégica a un vaciamiento de la palabra feminista, dónde hay un feminismo lite desde hace rato que se está generando desde las instituciones–ponen su moño morado, ponen las rosas. Y ahora hay esta aclaración, que ´Este 8 de marzo no me felicites–sal a las calles y conmemora las luchas, celebra que tenemos mujeres que están dando su vida por las luchas nuestras’”.
Las palabras de Mariela resuenan fuertemente entre las mujeres de los otros países. Itzel habla de las jóvenes que están fortaleciendo los movimientos mexicanos– las jóvenes buscadoras de sus familiares desaparecidxs, las nuevas generaciones de defensoras de tierra y territorio, y por supuesto las feministas. Agrega:
“El tema intergeneracional es algo muy fuerte que tenemos que seguir poniendo sobre la mesa. Hay un montón de reflexiones que hay que dar entre todas, porque desgraciadamente, vemos como seguimos pidiendo lo mismo que pidieron ustedes, que han pedido un montón de mujeres a lo largo de los años, seguimos pidiendo exactamente lo mismo—que no nos maten, tener vidas dignas. Tener estos diálogos intergeneracionales definitivamente nos pone un piso común entre todas, todes“.
Mariela Arce
Paola Alcázar señala que son las mujeres jóvenes las que motivan a seguir en la lucha en contextos hostiles. Paola es activista por los derechos humanos, feminista y educadora popular en Guanajuato, el estado con los índices de violencia más altos de todo México. Ella ya tenía una larga trayectoria de organización feminista en otros estados antes de ir a vivir en Guanajuato.
Cuenta: “Es un Estado muy complejo, yo pensé mucho en participar otra vez abiertamente en el movimiento feminista en Guanajuato, por las problemáticas complicadas que existen. Sin embargo, justo son las mujeres jóvenes que nos están diciendo: ‘¿Dónde están? ¡Vamos a seguir luchando, salgamos de estos lugares, hay mucho por hacer!’ Me ha conmovido tanto ver a chicas de 14, 17 saliendo de sus casas, bien cuidadas, y se están atreviendo salir a la calle y organizarse”. En Guanajuato están formando una nueva colectiva de mujeres jóvenes involucradas con el arte, la educación y el feminismo. Paola también destaca la importancia de crear espacios donde coinciden mujeres de todas las edades y diversas experiencias.
Vanina relata cómo la movilización en Argentina encontró una forma creativa para promover la reflexión en torno a la continuidad transgeneracional de la lucha y recuperar la memoria histórica. “Nosotras este 8 de marzo hicimos una intervención en que recuperamos las fotos, las imágenes, del primer 8 de marzo después de la dictadura. Y los carteles dicen lo mismo”, comenta. “Entonces, el desafío es saber que las conquistas no son para siempre, que las conquistas caminan sobre hielo delgado, y para tener conquistas más permanentes, necesitamos hacer un trabajo más profundo, más humilde, más de hormiga, más de base, más de encuentro, de salir al encuentro con el otro. Tenemos muchos desafíos”.
Reflexionar sobre la cuestión intergeneracional es urgente en el movimiento, no sólo para recordar las aportaciones de antes sino para luchar por un mundo digno de las que siguen.
“Volvernos a las reflexiones sobre lo intergeneracional nos va a permitir no solamente anclarnos en una historia que es sumamente fuerte, sino también poder imaginar más allá de nosotras, más allá de nosotres, y poder pensar en quiénes vienen después. Eso es justo como tener bien anclado el pasado, y poder imaginar el futuro que queremos, y el presente que somos ahora” resume Itzel.
Mariela está de acuerdo. “Hay que saber combinar los movimientos tácticos con los estratégicos, tener claridad de que no puedes darte el lujo de tener el síndrome de Cristóbal Colón –de que todo empezó cuando tú te enteraste y te olvidas de que tú estás sobre tu piso que es el techo de las que venían atrás de ti y que tú techo es el piso de las que vienen después de ti”.
“Esta parida múltiple que hay de nuevas generaciones de mujeres, jóvenes feministas, yo pienso que eso también conlleva una gran responsabilidad. Porque hay que recuperar la memoria de nuestras luchas, dado que es un contínuo milenario–o sea, nosotras somos las herederas de las herederas de las herederas–es clave para cualquier movimiento recuperar sus raíces, su identidad. Porque si no, nos convertimos en una hoja al viento en una tempestad de vuelta al fundamentalismo patriarcal con sus múltiples rostros”, advierte Mariela.
Los nuevos/viejos temas y formas innovadoras de hacer política
Si bien los temas siguen siendo los mismos del movimiento de hace décadas, también hay nuevos temas o temas que se vuelven a incorporar en un nuevo contexto. Para México y Panamá no podía faltar el tema electoral. México enfrenta una elección presidencial este año, entre dos mujeres como candidatas principales. En las movilizaciones no se vieron sus imágenes ni propaganda partidista. La tónica de la marcha fue una actitud de desencanto con la política electoral y una demanda pareja a las candidatas, expresada en una llamada que repetían muchas manifestantes: ¡Señoras candidatas, todos los días nos matan!
Itzel comenta: “Hubo mucho enfoque en el tema electoral. Hay un montón de promesas, hasta ahora hay dos candidatas mujeres, pero que no necesariamente representan una agenda feminista. Eso hay que tenerlo muy claro– que de repente se intente ocupar este discurso de los feminismos, de la equidad, ese discurso de las mujeres, cuando en realidad no tienen una agenda política que responda a las necesidades y las violencias estructurales que vivimos las mujeres y las disidencias”.
Por otro lado, cada vez más el tema ambiental se integra a la agenda feminista. Para Mariela en Panamá, donde las mujeres lideraron una batalla exitosa contra la minería, este cambio marca un hito en el desarrollo de nuestros movimientos. “En estas agendas se están incorporando de manera sustantiva y central las demandas ambientales. Ya no es una cosa pequeña, ya es parte de un paradigma feminista. Ya no es el feminismo ambiental, no, ya es parte de la columna central”.
También en todas las movilizaciones registradas figuró la demanda de alto al genocidio contra Palestina. “Otra cosa que nos pareció muy importante este 8 de marzo fue el retomar lo que nosotras en la década de los 80 teníamos claro, tal vez porque veníamos de la izquierda–el asunto de la solidaridad con Palestina. Es saber que nuestra liberación está concatenada a la liberación y al respeto a la vida del pueblo palestino”, dice Mariela. Itzel reporta lo mismo desde México: “Palestina ha estado súper presente, que seguimos luchando porque se nombre este genocidio, que no es una guerra sino un genocidio, contra un pueblo que busca existir y proteger su territorio y su vida. La liberación del pueblo palestino está también con nosotras y es una de las grandes consignas”.
Todas destacaron las nuevas formas de hacer política en un momento de mucha violencia a nivel nacional y global. Se basa en fortalecer las redes de cuidado y cuidado colectivo, y el uso de prácticas de autocuidado. Para Paola, en una zona de conflicto, se trata también de mantener la organización pero con bajo perfil y mucho acuerpamiento entre las mujeres.
Con la cobertura mediática enfocada en las movilizaciones, a veces se soslaya el hecho de que la mayor parte del trabajo organizativo se sustenta fuera de los reflectores. “En el imaginario, está que solamente estamos en la calle y haciendo acción directa. Es una de las múltiples formas en que hacemos uso de nuestro legítimo derecho a la protesta. Pero hay muchas otras formas, como el acompañamiento a las familias de personas desaparecidas, a familias de víctimas de feminicidios, el acompañamiento de personas que son víctimas de violencia digital. La tarea y el quehacer de las personas que nos nombramos feministas no solamente está en el espacio público. Está en el espacio digital, en el acompañamiento y lo cotidiano, en la micropolítica–ahí está, ahí estamos todas”, dice Itzel.
“Necesitamos reimaginar la forma de hacer política, que la forma de hacer política está en las calles, está en las plataformas digitales, está en el arte, está en la fiesta, está en el placer y en el gozo”.
Los retos
En América Latina las mujeres están conscientes de su papel histórico al frente en la lucha antipatriarcal. A pesar de los retrocesos graves en Argentina, El Salvador, Estados Unidos y otros países o regiones que tienen un impacto más fuerte en las interseccionalidades, la movilización de base y en particular de jóvenes no tiene par en ninguna otra parte del mundo. Sin embargo, son muchos los riesgos y los retos.
Vanina identifica un reto en el crecimiento mismo del movimiento: “Me parece que hay problemas cuando los movimientos crecen y se vuelven masivos muy rápidamente, porque nos privan de una trayectoria de reflexión y de crecimiento en conjunto, colectivo, y hay muchos feminismos mainstream, blancos, confusos, contradictorios. Entonces tenemos que hacer un trabajo muy desde las bases y de mucha militancia y de mucha militancia comunicacional también, para volver hacernos entendibles, para salir de una lengua que solamente nos interpela a nosotras y poder hablar la lengua popular”.
Mariela destaca que otro reto relacionado es el de ampliar y profundizar los procesos de formación política “porque comienza a diluirse el sentido político de por qué hacemos las cosas, a qué cambio estamos apostando, a qué modelo estamos apostando, cuál es la radicalidad de las cosas que hacemos”. Esta dinámica lleva a un activismo no sostenible.
Seguir analizando y transformando nuestras propias formas de organización es otro desafío.
“Tenemos que hablar de los retos, porque esto no es así un jardín de flores. Es una construcción con sus idas y venidas, porque también recordemos que somos hijes del patriarcado en nuestros métodos políticos también. Entonces hay que deconstruir muchas narrativas, muchos estilos de liderazgo personalista, la competencia, etcétera, pero ahorita celebrar que estamos juntas, celebrar que estamos crecidas, celebrar que estamos pariendo, celebrar que somos una fuerza ascendente, el movimiento de mujeres, en un contexto de guerra múltiple a nivel global que se traduce a nivel nacional y local, eso se llama tener fuerza — porque no es lo mismo crecer en un contexto de paz a crecer en un contexto de guerra”, concluye Mariela.
Pero sobre todo en este mes de marzo, domina la esperanza. Concluye Itzel, “Estamos viendo una América Latina muy violentada, muy vulnerada, pero al mismo tiempo digo –no sé si yo soy muy optimista en eso– también vernos a todes marchando y vernos a todes con una esperanza de que las cosas pueden ser diferentes, cambia el panorama”.