Ante la noticia, primero fue el shock. Luego una lenta calma de incredulidad, vieja costumbre heredada del golpe de estado de 2009, donde cada vez que creíamos que la represión se revertiría y que el mundo no iba a soportar semejante desatino en pleno siglo XXI, se instalaban nuevas medidas. Una de ellas, con dedicatoria a todas las mujeres fue el decreto ejecutivo que prohibía la píldora de anticoncepción de emergencia (PAE). Aprendimos a normalizar las malas noticias, como si de cambios de clima se tratara, con impasibilidad y resignación.
Así las cosas, este 8 de marzo, a las 9:00 de la noche recibimos la noticia de la firma de un acuerdo ejecutivo que declara el libre uso y comercialización de las PAE, firmado por el ministro de Salud y la Presidenta Xiomara Castro Sarmiento. Inmediatamente se hicieron sentir tanto las muestras de alegría, como las de “indignación” por parte de aquellos que se oponían a la despenalización de las PAE, siendo Honduras uno de los escasos países en el mundo en prohibirla. La opinión médica de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que la PAE no es abortiva, y (discusión aparte) aun si lo fuese, ya la ONU declaró que el aborto es un derecho humano. Pero mucho camino queda por recorrer en materia de derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en el país.
Honduras es un país centroamericano, con una población aproximada de 9,673,261 millones de habitantes donde según el instituto de estadística las mujeres siguen siendo la población mayoritaria con 4,967,139 mujeres (51%) y 4,706,122 hombres (49%). Muchas de estas mujeres son jóvenes con edades entre 10 a 25 años, cifra que coincide con las principales víctimas de agresión sexual, según estudios del Observatorio de la violencia en Honduras.
Con la elección de la Corte Suprema de Justicia, en febrero pasado, el diputado Tomás Zambrano del partido conservador nacionalista, expresó lo siguiente: “La Corte Suprema de Justicia no se le puede entregar en bandeja de plata a Libre con su agenda socialista, porque van a querer “legalizar” el aborto y el matrimonio igualitario… La familia en Honduras la componemos mujer y hombre con nuestros hijos”. Lejos está el diputado de saber la realidad de las familias de Honduras, donde según datos del Instituto Nacional de Estadística, el 73% de los hogares se encuentra en pobreza y de ellos, el 53.7% en pobreza extrema y por ello, muchas “familias” se ven obligadas a huir y desplazarse de manera forzada rumbo a Estados Unidos, España o países de Europa.
Poco saben, que vivir en Honduras siendo niña o adolescente implica un mayor riesgo de abuso sexual y, por ende, de embarazos tempranos en un país donde la impunidad campea. Poco saben de las violaciones “correctivas” a mujeres lesbianas como parte de un proceso para llegar a ser “mujer como debe ser”. Poco saben de las madres que huyen del país o las regiones por las amenazas del crimen organizado de captar a su hija para ser introducida a una red de explotación sexual. Poco saben, me parece, de la realidad de las mujeres, en aquellos lugares donde sus autos de lujo no llegan. No saben de los llantos de las adolescentes por un embarazo no deseado, porque las mujeres sufrimos en silencio, desesperadas, buscando alternativas. Por ello, la realidad de las mujeres en Honduras, al menos de la mayoría, también es una cuestión de clase. Las mujeres más pobres, más jóvenes y más vulnerables son obligadas a parir un niño, salido del cuerpo de otra niña. Por lo tanto, esta es no sólo una cuestión de mujeres, es un tema de clase social.
Me ha tocado acompañar casos de niñas con intentos de suicidio por estar embarazadas de su padre o algún otro pariente. Algunas han muerto en el proceso y otras niñas tienen que pasar por cesáreas obligatorias, porque sus cuerpos no están listos. Casi en todos los casos de niñas y adolescentes menores de 15 años la cesárea es la opción indicada. Yo, que tengo dos cesáreas, sé que es un procedimiento brutal y jamás se vuelve a ser la misma.
Así que yo sí estoy a favor de la vida de esas niñas, de esas adolescentes, de esas mujeres. La aprobación de las PAE no es un regalo–es una de las promesas de campaña de la Presidenta Castro, hechas a las mujeres. Es acaso una de las primeras que cumple en más de un año de gobierno, pero aún así, se agradece. Aunque todavía nos falte mucho y sigamos siendo uno de los países con más altos índices de femicidios en el mundo, este es un paso adelante. Sabemos que puede ser un logro frágil porque está cercado por las fuerzas conservadoras y de poder, condicionada por los recursos de las iglesias evangélica y católica para tener control de los cuerpos de las mujeres. Sabemos eso y, como feminista, estoy atenta a lo que pueda ocurrir en detrimento porque, como les comentaba al principio del texto, aprendí a desconfiar y no dar por sentadas las buenas intenciones.
Por hoy, la despenalización de las PAE, basta para ser feliz y ponerme a bailar, a cantar, a celebrar. No por nada tuvimos trece años de espera.
Jessica Isla
En el país post golpe de las PAE liberadas.
Jessica Isla, hondureña, es periodista, escritora, investigadora, y activista de Feministas en Resistencia en Tegucigalpa. Es columnista del Programa de las Américas.