Nota de la Editora: En junio, la contribuidora al Programa de las Américas Rupa Chinai realizó una gira por Haití como parte de un grupo de reporteros cubriendo el acceso a servicios de salud. La crisis alimenticia que ocasionó manifestaciones generalizadas en Haití se ha cubierto a cabalidad en la prensa dominante y en estas páginas. Se sabe mucho menos acerca de la crisis silenciosa en los servicios de salud que está arrasando con vidas y paralizando a generaciones futuras. Ambas crisis tienen las mismas raíces: la pérdida de la soberanía alimenticia y la habilidad básica de una nación de dar de comer a su pueblo.
—LEC
Haití hoy día es un ejemplo trágico de cómo las naciones en vías de desarrollo pueden perder el derecho soberano de asegurar el acceso a servicios de salud cuando pierden el derecho a la autosuficiencia alimenticia bajo la globalización.
Según viajaba por las zonas rurales de Haití estudiando el acceso a los servicios de salud, rápidamente me di cuenta de que hay una ausencia de recursos y de voluntad política—tanto a nivel nacional como internacional—para resolver los problemas fundamentales de salud. Retos críticos para construir su infraestructura de salud básica, crear una base de conocimientos y destrezas dentro de sus recursos humanos, y producir comida nutritiva que fomenta la salud y la supervivencia de los pobres, siguen sin lograrse y en muchos casos, sin siquiera reconocerse.
Morir en Jacmel
Al examinar los servicios de salud en un hospital público en el departamento rural de Jacmel se puede apreciar la realidad de cerca. En la sala de las mujeres dentro de este hospital, las monjas—las únicas personas a la vista que están cuidando a las pacientes—ven desesperadamente a mujeres retorcerse de dolor, entrar y salir de comas, o yacer sangrando profusamente. El hospital no provee medicinas salvavidas de gratis y las mujeres son demasiado pobres para comprarlas.
El hospital público de Jacmel está situado en medio del departamento, por la costa, y sirve a una población de 500,000. Las personas que viven en las faldas orientales u occidentales o en las zonas interiores accidentadas carecen de acceso fácil a éste. No hay carreteras o transportación pública. Los pacientes que vienen de la periferia tienen que viajar hasta ocho horas por bote para llegar hasta Jacmel. El boleto cuesta $8, mientras que el haitiano promedio gana $50 al mes.
Incluso si los pacientes llegan al hospital de Jacmel, no hay garantía de que los servicios van a estar disponibles. El último cirujano que trabajó en este hospital partió en el 2004. No ha habido un anestesista en el hospital por más de un mes y ningún obstetra desde el 2006. A los doctores no le s pagan y muchos no están dispuestos a trabajar aquí. Los doctores carecen de salarios regulares, equipo y apoyo.
Al hacerle preguntas para una entrevista en la ciudad capital de Puerto Príncipe, el Ministro de Salud y Población de Haití, Dr. Robert Auguste dijo que el gobierno ofrece cuidado obstétrico de gratis en sus "centros de parto" y las mujeres pueden acudir a "promotores de salud" para obtener drogas gratis. Así es que, ¿por qué no están ubicados dentro del único hospital público en todo Jacmel? No he recibido contestaciones claras.
"Todavía estamos lidiando con una situación muy difícil en términos de proveer servicios de salud al pueblo", dijo el Dr. Auguste. "Pero estamos coordinando con donantes y organizaciones internacionales para mejorar el sistema de salud de Haití. Haití ha vivido con más de 20 años de desorden y estamos empezando a reconstruir nuestra nación", dijo.
De acuerdo a las ONGs haitianas, las agencias gubernamentales no están proporcionando medicinas básicas salvavidas. Mientras que la Organización Mundial de Salud provee algunas drogas generales, la mayoría de los donantes de Haití se enfocan exclusivamente en las medicinas VIH-SIDA.
Haití solo tiene un doctor por cada 10,000 personas en su población entera. Una gran cantidad de los profesionales médicos de Haití han dejado el país para trabajar en otros lugares y Haití ahora depende de Cuba para sus doctores adiestrados. Haití y Cuba tienen un acuerdo de cooperación de 10 años para el desarrollo de los profesionales médicos de Haití. Los doctores haitianos entrenados allá tienen que prometer ofrecer 10 años de servicio gubernamental pero hasta la mitad rehúsan regresar o se van a trabajar en Estados Unidos.
Por tres semanas corridas, el hospital de Jacmel ha estado sin electricidad tras haberse quebrado el generador sobrecargado y no tener mecanismo de respaldo alguno. El suministro de electricidad del pueblo, con base en la gasolina, se ha deteriorado—los consumidores no pueden pagar por el aumento en el costo de combustibles y por lo tanto el suministro se limita a apenas dos horas al día—con suerte. Durante nuestros cuatro días en Jacmel, la ciudad nunca tuvo electricidad. Sólo hay una ambulancia en el Hospital de Jacmel, el cual se supone que sirva al departamento completo.
Los problemas principales de salud de Haití tienen que ver con la alta mortalidad materna e infantil; la tuberculosis, VIH-SIDA, malaria, enfermedades infecciosas, alta presión de la sangre y problemas dentales, nota Deslouches Gaston, el Director de Servicios de Salud de Jacmel.
"Los recursos humanos y todo lo demás está en Puerto Príncipe", admite Gaston. Pero los pacientes no pueden viajar directamente a la capital para el tratamiento. A pesar de que están severamente enfermos, se ven forzados a perder dos días de viaje para venir primero al Hospital de Jacmel y ser referidos. La elite de Haití procura servicios en el país vecino de la República Dominicana o en Estados Unidos. El resto, como las mujeres en la sala de las mujeres del Hospital en Jacmel, no tienen más remedio que esperar a morir.
La relación entre la crisis alimenticia y la de la salud
Los pacientes procuran atención médica profesional como última medida. Aparte de las dificultades en el acceso, sólo aquellos con dinero pueden tomar decisiones oportunas para ir a una instalación de salud. El alto índice de mortalidad materna—630 de cada 100,000—mayormente se debe a la anemia, la cual ocasiona complicaciones relacionadas al embarazo tales como la eclampsia y las hemorragias y el nacimiento de bebés de bajo peso, y se puede tratar fácilmente si se detecta a tiempo.
El índice de mortalidad infantil de Haití es de 87 de cada 1,000 para los niños de menos de cinco años de edad; 53 de cada 1,000 para aquellos de menos de un año, dice la oficina de UNICEF de Haití. Las causas principales de muerte son la pulmonía y la diarrea.
"En el contexto regional, la situación está muy mala", dice una portavoz de UNICEF en Haití, la Dra. Teresa de la Torre, directora de salud y nutrición. "No hay país en la región de las Américas que tenga indicadores comparables. El índice de mortalidad materna es comparable a los peores países africanos. La vulnerabilidad es extrema debido a la mala nutrición", dice.
UNICEF señala estudios que demuestran que 23% de los niños en Haití sufren de desnutrición "crónica" mientras que el 9% están "sumamente" desnutridos. En algunas zonas de Haití la desnutrición aguda ha llegado al 10%, una marca que exige apretar "el gatillo de emergencia" de acuerdo a los estándares internacionales, dice UNICEF.
La desnutrición crónica está muy generalizada en Haití y es una causa subyacente de otras enfermedades. Afecta el desarrollo a largo plazo y el potencial del niño. Para la edad de dos, su impacto en el niño es permanente. La desnutrición aguda se reconoce por las piernas torcidas en arcos, y las piernas y brazos hinchados y delgados. Esto surge de la falta de comida nutritiva—alimentos básicos y micronutrientes. Las mujeres jóvenes necesitan tener acceso a tales comidas mucho antes de que salgan embarazadas. Las intervenciones durante el embarazo son demasiado tarde. Se ha revelado en estudios internacionales el vínculo entre bebés de bajo peso y las enfermedades del corazón una vez llegan a ser adultos.
Incluso el Banco Mundial (el cual no se conoce por preocuparse de los indicadores sociales) se refiere a la desnutrición crónica en Haití como el "obstáculo principal" que impide sacar al país de la pobreza, señaló el portavoz de UNICEF.
Los esfuerzos de UNICEF en pro de los niños en Haití tienen que ver con las vacunas, y con llevar a cabo inspecciones y preparaciones para promover la "comida terapéutica". Este suplemento listo para consumir en el instante está elaborado de leche, cacahuates y micronutrientes químicos añadidos. "Se considera una droga y se debe utilizar de cierta forma—en cantidades específicas y a cierto ritmo. Es un tratamiento y es importante que permanezca como tal", clarificó UNICEF.
Las agencias de salud laborando en Haití, incluyendo a UNICEF, saben claramente que las drogas y las terapias alimenticias no abordan asuntos claves—la producción nacional de comida y la restauración de la autosuficiencia agrícola.
"No estamos prestándole atención a la producción nacional de alimentos. Estamos importando todo, incluyendo plátanos y frutas cítricas de la República Dominicana. Durante la década de 1950 Haití le daba de comer a otras islas del Caribe. No le hemos dado importancia a desarrollar su potencial durante los últimos años", dijo Elisabeth Augustin, una haitiana que trabaja con una agencia de ayuda internacional.
Aparte de los cubanos, las agencias de ayuda europeas y canadienses han procurado enfrentar el desarrollo a largo plazo de los servicios de salud de Haití enfocándose en la salud materna y del niño. Han donado al desarrollo de la atención médica primaria, salarios, adiestramiento de trabajadores comunitarios de salud y parteras locales, y materiales para la educación preventiva.
Este esfuerzo sin embargo se limita a cinco proyectos de escala menor esparcidos por el país. No cubre a Jacmel. Mientras tanto, algunos filántropos individuales en EEUU le brindan apoyo a los orfelinatos de Haití, pero la mayoría de los 200,000 niños huérfanos no reciben apoyo organizado, de acuerdo a UNICEF.
VIH-SIDA en el contexto de la crisis de salud
La mayoría del dinero de ayuda que está entrando a Haití tiene como enfoque en VIH/SIDA y tiene que ver con "protagonistas muy grandes" para quienes "el dinero no es un problema", dice UNICEF. A la cabeza está el gobierno de EEUU, el cual es el donante más grande de Haití, y un suplidor mayor de drogas farmacéuticas. Mucho de este dinero, sin embargo, se encuentra dirigido de vuelta a las industrias estadounidenses, las cuales han invertido grandemente en las medicinas y diagnósticos del VIH/SIDA.
El gobierno de George W. Bush inició el "Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA" (PEPFAR por sus siglas en inglés). El programa provee medicinas antiretrovirales (ARV) y estuches diagnósticos para la detección del VIH/SIDA. Mientras que el número de personas afectadas por el VIH/SIDA en Haití se proyectaba ser 5% en 1989, recientemente ha disminuido a 2.3% tras estudios comunitarios más comprehensivos.
El régimen vitalicio ARV requiere apoyo de laboratorio vigoroso para vigilar de forma regular a los pacientes que están tomando la medicina. También se necesitan técnicos altamente entrenados que puedan asegurar resultados precisos. Ambos son extremadamente escasos es Haití. Y mientras la medicina ARV ayuda a prolongar la vida, no ofrece una cura y no hay evidencia de cómo ayuda a las poblaciones desnutridas con una carga pesada de enfermedades que no pueden sobrevivir sólo de tabletas. EEUU mientras tanto no provee garantías de que el suministro gratis de estas medicinas costosas ARV van a continuar indefinidamente para pacientes que ya están en pleno tratamiento.
"El programa de planificación familiar de Haití también comenzó así", dice Marie Mercy Zevllos, Directora del Hope Centre, el cual provee consejería sobre el SIDA. "Inicialmente recibíamos todo el apoyo necesario—técnico y financiero. Pero cuando el gobierno cambió en EEUU el programa se acabó. El acercamiento actual es bueno para la industria farmacéutica en EEUU. Está ayudando a haitianos, pero también procura ayudarse a sí mismos".
La preocupación evidente con suministrarle medicinas para la SIDA a Haití no se ha extendido a otras medicinas salvavidas que afectan a la gran mayoría de la población. Incluso a las medicinas para las "infecciones oportunistas" relacionadas al SIDA como la tuberculosis o diarrea no les han prestado atención. Y mientras las cifras crecientes de enfermedades señalan una gama completa de problemas de salud y el sistema de salud se está desmoronado, el gobierno junto con los cabilderos del SIDA auspiciados por EEUU cantan victoria en disminuir el VIH/SIDA en Haití.
Otro caso omiso del discurso dominado por el SIDA sobre la salud haitiana es el papel vital de la comida nutritiva producida localmente, el agua limpia y la sanidad, y la diferencia que haría en todas las enfermedades de forma general. Una haitiana que trabaja en el departamento de visados de la Embajada de EEUU reportó que está viendo un número creciente de personas pobres que están sufriendo de "enfermedades extrañas debido a la nutrición pobre". Están siendo ayudados por algunas ONGs con base en EEUU para obtener tratamiento en su país. Tienen síntomas tales como cáncer o lesiones de la piel o retención del agua en el cerebro. Los que no pueden conseguir ayuda no tienen otra opción aparte de morir, dijo.
La solución puede radicar en alternativas tradicionales y comunitarias
El vudú, una práctica de cura y religión tradicional traída a Haití por los primeros esclavos africanos, es una fuerza de gran envergadura en las vidas de los haitianos. A pesar de que se reconoce oficialmente, no ha recibido mucho apoyo del gobierno, se queja Celestin Saummervil, un sacerdote del vudú. De acuerdo a él, el vudú junto con el uso de medicinas tradicionales realiza un papel importante en curar ciertos problemas de salud y se debe tratar antes de procurar la medicina moderna.
Saummervil dice que los curanderos tradicionales han recibido adiestramiento de doctores profesionales y que ellos refieren a pacientes a hospitales, pero que la colaboración es unidireccional porque la iglesia cristiana se opone al vudú. Mientras que el vudú puede usar la "magia negra" para causar daño, la mayoría de los sacerdotes vudús creen que se debe usar para proteger y ayudar a las personas y esforzarse por hacer el bien, enfatizó.
"La situación a la cual se enfrentan los pacientes rurales da pena porque no tienen acceso a la medicina moderna y el gobierno no los está ayudando. Nos sentimos mal porque no podemos hacer todo lo que queremos por ellos", añadió Saummervil. Mientras que el gobierno haitiano reconoce la importancia de elaborar medicinas herbales, no ha podido brindar apoyo substancial para su desarrollo, dada la plétora de sus prioridades.
Escasos de personal médico adiestrado y sujetos a la inestabilidad política constante, el gobierno haitiano no ha podido planificar más allá del "estado de emergencia". En esta situación, algo de esperanza radica en el surgimiento de organizaciones de base comunitarias que están empezando a tomar el mando al entender los factores que pudieran sostener su propia salud y medio ambiente.
Una de estas iniciativas se puede apreciar en Marigot. Allí organizaciones locales de jóvenes están sembrando árboles. La reforestación es clave para salvaguardar la capa superior del suelo y rejuvenecer su fertilidad con el fin de restaurar la autosuficiencia alimenticia local. En Puerto Príncipe, una barriada revela cómo el apoyo técnico y financiero de la India, Brasil y Sudáfrica está ayudándolos a llevar a cabo un proyecto piloto para la creación de ladrillos combustibles hechos de desperdicios. Esta iniciativa está satisfaciendo las necesidades de energía doméstica y generando ingresos, y además ha disminuido la violencia en la comunidad.
Otra fuente de esperanza es el desarrollo de asociaciones entre los países del sur global que pueden compartir experiencias relevantes a nuestras condiciones y construir redes de apoyo para desarrollar destrezas y conocimientos. Los periodistas haitianos hablaron sobre la necesidad de desarrollar vínculos con los países africanos y asiáticos que les permitan aprender de las experiencias de los países desarrollados que son relevantes para sus necesidades.