El 2 de julio es un día histórico para los medios sociales en México. Un grupo de jóvenes transmitimos desde la sala de Comisiones Unidas del Senado, utilizando “antena libre” —uso del espectro radioeléctrico sin concesión— por el 102.1 de FM. El ingreso del equipo y mucho de lo que hicimos ese día fue producto de una estrategia arriesgada, que nos tomó muchos días de preparación. Como el ingreso al recinto legislativo es muy vigilado y ese día se reforzó, tuvimos que valernos de una improvisación propia de un film de acción para lograr el objetivo.
Quienes ese día ejercimos nuestro derecho a la comunicación, queremos resaltar dos reflexiones: primero, que los derechos no son negociables y que existen realmente en el acto de ejercerlos. Las radios comunitarias son proyectos sociales que seguirán más allá de cualquier legislación, si bien queremos disputar las mejores condiciones para que transmitan.
En segundo término, es aterrador que ni legisladores ni sus asesores ni la seguridad ni otros periodistas reconocieron el equipo de transmisión sino hasta que fue evidente que estábamos transmitiendo. Eso habla del gran desconocimiento que existe sobre los aspectos técnicos más elementales de esta práctica: se legisla sobre asuntos en que se desconoce lo básico.
El Pacto por México es un acuerdo cupular, discrecional y antidemocrático. Las reformas estructurales que ha encabezado han debido realizarse a espaldas de la ciudadanía. El día de nuestra protesta, pedimos la palabra para leer nuestro documento como una voz de la ciudadanía. Nos la negaron. La tomamos como último recurso legítimo, exigiendo debate.
La respuesta fue la violencia para acallarnos, desmedida y aparatosa. Así vivimos lo que tantos comunicadores han debido padecer por décadas: la lógica de un estado acostumbrado a silenciar, aislar, violentar y disolver derechos fundamentales cuando se cuestiona de frente la ausencia de democracia metodológica y cotidiana, más allá de lo electoral.
La imagen de una decena de custodios arrastrando a jóvenes activistas afuera del senado es la metáfora de nuestro actual gobierno: determinar mediante la fuerza, la imposición, con puertas giratorias —pasar de cargos corporativos a públicos para utilizar la función pública en beneficios privados— y arreglos discrecionales el futuro de México. En este punto vale detenerse: en México hay personajes que deciden sobre la vida de todas las personas y que no pasan por las urnas.
Son los poderes fácticos y sus dueños: Slim, Azcárraga y Salinas Pliego. Son empresarios que han dependido siempre de la protección de sus negocios por parte del estado, con presidentes y congresos que les permitieron volverse millonarios bloqueando la competencia, quienes además promovieron que las empresas públicas se les vendieran a precios de risa, para que lo que pagamos todos los mexicanos y mexicanas se convirtiera en un negocio privado. Padecemos una élite empresarial tan decadente que nunca ha podido hacer negocio sin su relación con la clase política. Esos empresarios no inventaron nada. No crearon negocios en igualdad de circunstancias. No innovaron. Crecieron a la sombra del estado, y ahora en la etapa neoliberal piden su adelgazamiento, quieren que se retire para que ellos puedan mandar sin límites. Son un riesgo hasta para el congreso que les favorece nuevamente con esta Ley de Telecomunicaciones.
Por eso no queremos discutir con los legisladores, sino con Emilio Azcárraga, Ricardo Salinas Pliego y Carlos Slim. El que un grupo de ciudadanos pueda poner límites, cara a cara, a poderes fácticos que deciden sobre nuestra vida, es el futuro de la democracia real. Imagina una reunión entre ciudadanos griegos, españoles, portugueses e italianos con el FMI para discutir las políticas de austeridad que les condenan a una vida sin garantías. Imagina el día en que realmente se exprese la ciudadanía y seamos iguales, sin intermediarios. Ese sueño es el que queremos construir y necesita medios de comunicación para difundirlo entre quienes compartimos el mismo sentir, las mismas frustraciones, los mismos desengaños.
Hace dos años México fue sacudido por las movilizaciones juveniles más grandes en décadas, con la exigencia de la democratización del sistema de medios. Para nosotros y nosotras, ese fue el prólogo de una obra que esta generación debe protagonizar. La ruta legislativa es necesaria, pero no es la única ni la final: la batalla por el espectro radioeléctrico está en las calles, los valles, las montañas y los pueblos. Ahí nos seguiremos escuchando. Porque ya no sabemos callar.
César Alan Ruiz Galicia es un joven activista y periodista. Él era un portavoz del movimiento # YoSoy132. Ha participado en el debate de la Ley de Reforma de las Telecomunicaciones, en defensa de los derechos de comunicación y proponiendo estrategias para la democratización del sistema de medios de comunicación. Promovió la incorporación de estaciones de radio comunitarias en la Constitución mexicana.