Pedro Martin trabaja en una granja avícola en las afueras del poblado de Pegueros, Jalisco. Este estado se encuentra entre los más altos productores de pollo en México con un 11% de toda la producción nacional de carne de pollo.
Muchos de los amigos y parientes de Pedro ya se han ido de Pegueros para llegar al norte, empujados por la falta de trabajo y la pobreza de su pueblo. Pero Pedro declaró en el Washington Post que él está determinado a jugársela en México.
Por muchos años, Pedro y sus compañeros de trabajo nunca tuvieron alguna razón para considerar hacer el peligroso cruce de la frontera, ya que tenían un sueldo decente en la granja avícola y los pollos que se producían ahí siempre encontraban espacio en el mercado regional. Pero, desde que se removieron las barreras arancelarias que protegían contra las importaciones estadounidenses el primero de enero de este año, Pedro ya no está seguro de que podrá conservar su trabajo. Originalmente, el pollo no estaba contemplado para la eliminación de aranceles en el 2008, se suponía que estaba en la lista de remoción de tarifas y controles para la importación desde el año 2003.
Al encararse con un influjo de exportaciones de pollo de EEUU, la industria avícola convenció al gobierno mexicano de que "las importaciones causan una amenaza de graves daños a la industria nacional." El gobierno pidió una salvaguarda para restaurar la protección y se retrasó la liberación para el 2008.
La negociación no fue difícil. Los productores estadounidenses no se opusieron a la medida ya que las exportaciones de pierna de pollo a México representan un mero ingreso adicional para ellos. Dichos productores recuperan sus costos de producción y hacen algo de ingreso tan sólo con las ventas de la codiciada carne de pechuga de pollo en los mercados de Estados Unidos. La industria mexicana sostenía que los productores avícolas estadounidenses hacían "dumping" (exportar a precios por debajo del costo de producción) con las piernas de pollo en el mercado mexicano.
Lorenzo Martin, presidente de la Asociación de Avicultores de Tepatitlán (un pueblo vecino a Pegueros) y jefe de una granja avícola bien establecida en el área, advierte: "si EEUU empieza a vender a precios extra bajos fuera de los EEUU, entonces no serán solamente los productores pequeños y los individuos quienes se marcharán, sino también gente como yo."
Algunos de los granjeros avícolas desplazados de sus propias comunidades podrían terminar trabajando bajo condiciones precarias en plantas procesadoras de pollo en EEUU. El productor más grande de carne de aves de corral, Tyson, ha sido demandado dos veces ya por llevar a cabo una operación ilegal de contrabando de inmigrantes que incluía reclutamientos en México, provisión de documentos falsos y empleo de trabajadores indocumentados. Una demanda colectiva argumentaba que estas prácticas permitían a la compañía bajar los salarios en un rango de 10 a 30% .
En un reporte de 2005 de la organizaci ón no gubernamental Human Right s Watch, un trabajador de Tyson de una de sus plantas de Arkansas declaró: "Nos tienen bajo amenaza todo el tiempo. Saben que la mayoría de nosotros somos indocumentados—probablemente dos tercios. Lo único que les importa es meter personas a la planta. Mi supervisor dijo que ellos dicen que llamarán al INS si les damos problemas". A pesar de que se presentó abundante evidencia acerca de las prácticas de reclutamiento y contratación de la compañía, la políticamente poderosa transnacional con sede en Arkansas quedó impune.
Tyson también controla hoy en día, junto con Pilgrim’s Pride y la compañía mexicana Bachoco, el 52% de la producción de pollo en México. Esto en gran parte gracias a las reglas favorables para la inversión extranjera establecidas por el TLCAN. Dichas productoras avícolas industriales típicamente conducen a pérdidas de trabajo por cese de personal y a incrementos de los niveles de contaminación. Se dice que la rápida concentración de la producción de aves de corral en México es una amenaza para la soberanía alimenticia de las generaciones futuras.
El TLCAN prometió una integración económica tipo gana-gana sobre todo el subcontinente norteamericano. Estas dos historias de pollos sí resultan en una situación gana-gana, pero sólo para la firma Tyson, la cual gana al apoderarse de una parte del mercado mexicano y conducir a la compañía de Pedro a la bancarrota. Vuelve a ganar cuando contrata a Pedro, ahora desempleado, como un trabajador indocumentado en una planta de los EEUU. Mientras tanto, para todos sus trabajadores (tanto inmigrantes como nativos, legales e indocumentados) la movilidad corporativa unida a las leyes represivas de inmigración significan salarios más bajos, menos beneficios y menos poder en la relación empleador-empleado tanto en el extranjero como en casa.
Tyson y sus tres competidores más cercanos tienen un ahorro equivalente a US$1.25 mil millones al año en insumos para la producción debido a la suma de los subsidios otorgados por el gobierno de los EEUU al maíz y a la soya. De esta manera, las cosas difícilmente podrían estar mejor para este gigante de los alimentos.
Esto es lo más importante que se tiene que entender acerca del TLCAN, quienes son los ganadores y quienes los perdedores. El escenario gana-gana de Tyson es una situación pierde-pierde para Pedro y para miles como él. El sistema internacional está manipulado para fortalecer la mano de las mega-corporaciones y debilitar a los pequeños granjeros, a los trabajadores, a las mujeres productoras y a los migrantes.
La buena noticia es que nosotros podemos crear un nuevo escenario gana-gana. Podemos reformar las políticas migratorias para integrar legalmente en el sistema a los trabajadores y proveer todos los derechos laborales para que no sean, por su propia existencia, una competencia injusta para los trabajadores nacidos en los EEUU. Podemos garantizar el derecho a organizar, que es la única ruta abierta para emparejar los desequilibrios y la inequidad del sistema.
También podemos atender el llamado de los pequeños granjeros en México e incluso el de los candidatos presidenciales de EEUU y renegociar el TLCAN para crear y mantener trabajos dignos tanto en México como en los EEUU.