Todos los gobiernos latinoamericanos hablan de integración, pero los pasos concretos para construirla son mucho más difíciles que las simples declaraciones. Tras el fracaso del ALCA, la región se enfrenta al desafío de mantenerse dividida a merced de los intereses de las grandes potencias, o comenzar el camino de la unidad continental. Y aún en el caso de que predominen las corrientes integracionistas, resta definir qué tipo de integración se pretende construir.
Tras dos siglos de vida independiente, las repúblicas latinoamericanas no han conseguido dar pasos sólidos hacia la superación de la balcanización, una de las peores herencias del colonialismo. En los círculos progresistas y de activistas sociales, las dificultades que encuentra la unidad latinoamericana suelen atribuirse a la labor divisionista que han realizado los diferentes imperialismos a lo largo de la historia. Sin embargo, una mirada más atenta de lo sucedido en estos dos siglos–desde los fracasos unitarios de Simón Bolívar en el norte de Sudamérica y de José Artigas en el Río de la Plata–permitiría concluir que las dificultades nacen, también, de los intereses contrapuestos de los múltiples sectores enfrentados en el tablero regional.
El año 2005 se abrió con el fracaso del ALCA en los términos presentados por los Estados Unidos, que era su principal proyecto estratégico para la región. La idea de crear un mercado único con los 34 países americanos suponía, en los hechos, consolidar la hegemonía de las transnacionales estadounidenses y profundizar las políticas de ajuste estructural–o sea el neoliberalismo–hasta tornarlas prácticamente irreversibles, lo que cristalizaría la hegemonía de Estados Unidos en el sistema internacional1 . En el reciente Foro Social Mundial celebrado en Porto Alegre, muchas voces observaron que el 1 de enero debería ser una fecha para festejar por parte de los movimientos sociales, ya que ese día se materializó una importante derrota de la diplomacia estadounidense en sus intentos por imponer el ALCA. Pese a esa victoria, y a los esfuerzos de varios países por convertir al Mercosur ampliado en alternativa, el camino de la integración regional sigue estando empedrado de buenas intenciones y cosecha apenas bonitos discursos que no se materializan.
El fracaso del ALCA y los límites de Washington
En los últimos años las políticas diseñadas por la Casa Blanca encuentran dificultades para materializarse. El escollo más importante lo constituyen los movimientos sociales de la región articulados en la Alianza Social Continental, quienes promovieron continuas movilizaciones contra el ALCA, que a partir de 2002 consiguieron sacar el debate de los ámbitos institucionales y especializados para llevarlo a la calle y a los ciudadanos comunes. A nivel de gobiernos, la oposición más tenaz ha sido la del gobierno brasileño presidido por Luiz Inacio Lula da Silva, que ha perfilado una política exterior propia, netamente diferenciada de las propuestas de los Estados Unidos, y que tiende a constituirse en polo de referencia no sólo para los países de la región sino para buena parte de los Estados del Sur de todo el mundo. La diplomacia de Itamaraty tiene una larga trayectoria de independencia, que con la gestión del actual canciller, Celso Amorim, ha dado pasos contundentes para tejer relaciones Sur-Sur de nuevo tipo. Brasil jugó un papel determinante en la formación de Grupo de los 20 (G-20), alianza de países que se oponen a los subsidios agrícolas del Norte y que consiguió descarrilar la cumbre de la OMC en Cancún, celebrada en setiembre de 20032 .
La diplomacia brasileña viene estableciendo sólidos acuerdos con países emergentes como China, India y Sudáfrica, intentando superar la dependencia comercial con la Unión Europea y los Estados Unidos. En esa dirección, ha jugado un doble papel al aplazar la creación del ALCA y pugnar por ampliar el Mercosur hasta abarcar a la casi totalidad de los países de la región. El primer objetivo ha sido cumplido eficazmente, aunque el segundo–como luego veremos–choca con problemas vinculados a las asimetrías e intereses opuestos entre Brasil y Argentina, principalmente. Dicho de otro modo, Brasil se ha mostrado más eficaz para enlentecer el ALCA que para construir una integración alternativa.
Lo cierto es que por primera vez en muchos años, la política de Washington hacia la región choca con límites precisos, que provienen básicamente del nuevo clima continental tras el creciente desgaste del modelo neoliberal. La reciente historia del ALCA así lo atestigua. El proyecto ALCA tuvo un tropezón importante en la Cumbre de Cancún de la OMC, donde aparecieron con nitidez las diferencias de fondo. Robert Zoellick, responsable de Comercio Exterior de los Estados Unidos, intentó suavizar la propuesta inicial en la VIII Cumbre Ministerial de las Américas celebrada en Miami el 20 de noviembre de 2003. Fue un evento clave. A esas alturas, Washington había optado por la flexibilidad–aceptando diferentes niveles de compromiso entre los integrantes, o lo que se llamó un “ALCA light”-, pero el resultado de la reunión fue un revés para su política. En palabras de Lula, Brasil consiguió “aquello con lo que soñábamos: hacer un ALCA solamente en lo que es posible, y dejar el resto para pelearlo en la Organización Mundial de Comercio”3 .
Finalmente, el fracaso del ALCA se debió a la tenaz resistencia de los movimientos de la región, pero también a la inflexible política de subsidios para la agricultura y las prácticas antidumping, temas que Estados Unidos no quiso debatir, mientras los países latinoamericanos mostraban recelos para abrir su sector de compras gubernamentales a las potentes empresas del Norte. Luego de la reunión de Miami, el año 2004 registró un constante estancamiento, llegándose a suspender algunas de las reuniones pactadas. A partir de ese momento, las partes en disputa comenzaron a mover sus piezas en el tablero regional: el Mercosur, liderado por Brasil, promueve su ampliación intentando abarcar a todos los países del continente e integrando a la Comunidad Andina de Naciones (CAN)4 a esa dinámica, a la vez que busca abrir acuerdos con otros países como India, Sudáfrica y la propia Unión Europea. Estados Unidos, por su parte, comenzó una carrera precipitada para establecer acuerdos bilaterales de libre comercio, como el que ya había suscrito con Chile, con países del CAN como Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú. Washington no modificó su estrategia sino que busca hacerla avanzar por otros caminos. En esa precipitada lucha por ganar aliados y aislar al adversario, se está jugando el destino de la integración regional.
El Mercosur estancado
Sin embargo, el Mercosur está estancado y nada parece indicar que esta situación vaya a cambiar en el corto plazo. Aunque, como señala un informe del Laboratorio de Políticas Públicas, el Mercosur “está sorteando con éxito el intento norteamericano de aislarlo del resto de los países del continente, como castigo por su posición sobre el ALCA”, lo cierto es que la alianza regional “está lejos de consolidar su núcleo de coincidencias básicas en torno a cómo llevar adelante el proceso de integración”5 . El ministro de Economía del gobierno de izquierda de Uruguay, Danilo Astori, reconoció las debilidades de la alianza regional, cuyo futuro caracterizó como “incierto”. “No puedo apoyar la idea de un parlamento regional cuando incluso no tenemos un mercado libre que funcione en la región”, apuntó Astori. El ministro cree imposible iniciar un proceso como la Comunidad Sudamericana de Naciones (que supone la integración de diez países) cuando el Mercosur, luego de más de una década, tiene instituciones extremadamente débiles, no consigue facilitar el traslado de mercancías dentro de los países que lo integran y no cesan los enfrentamientos comerciales entre Argentina y Brasil6 .
En la XXVI Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur, realizada el 8 de julio de 2004 en Puerto Iguazú (Argentina), quedó delineado el marco de alianzas. A los cuatro miembros fundadores se sumaron seis países: tres que ya tenían el estatuto de “Estados asociados” (Chile Bolivia y Perú) y también Venezuela y Colombia, como consecuencia del TLC firmado con la CAN. La lucha es frontal, ya que algunos de esos países están negociando, o tienen firmado ya, un TLC con Estados Unidos. En algunos casos, las dificultades nacen de viejos litigios (como el que enfrenta a Chile y Bolivia por la salida al mar), en otros son problemas derivados de las políticas neoliberales (como el conflicto del gas entre Chile y Argentina, por la nula inversión de las privatizadas argentinas que hace peligrar la exportación de gas). Pero, por encima de todo, aparecen los enfrentamientos derivados de la subordinación de casi todos los gobiernos a las grandes empresas–nacionales o multinacionales–que pretenden imponer sus estrechos intereses.
En síntesis, el Mercosur ha ganado en extensión pero no ha conseguido profundizar los vínculos entre sus miembros. La propia Secretaría del Mercosur, en un informe elevado en julio del año pasado, establece que “el modelo institucional en vigor no refleja hoy necesariamente un proyecto colectivo, ni una visión común sobre la integración regional”7 . La última Cumbre del Mercosur realizada en Ouro Preto (Brasil), en diciembre de 2004, no pudo modificar la situación y estuvo pautada por el debate en torno a las medidas proteccionistas tomadas por Argentina en forma unilateral y contraviniendo las normas internas del bloque. Con esas medidas, Argentina busca proteger su incipiente recuperación industrial. El ministro de Desarrollo, Industria y Comercio de Brasil, Luiz Fernando Furlan, contestó al ministro de Economía de Argentina–quien se quejaba de que las importaciones industriales desde Brasil impiden la consolidación de la industria argentina–señalando que “Brasil no dejó de invertir en todos estos últimos años. Incluso en los momentos de crisis, el sector empresarial continuó invirtiendo. La Argentina precisa invertir, remodelar y reformular su producción. Ese es un desafío mucho más de los argentinos que de nosotros”8 .
Ciertamente, el Mercosur no está consiguiendo siquiera avanzar en temas no económicos, como la creación de su futuro Parlamento, cuya puesta en marcha vence en 2006, pero para cuya concreción no hay acuerdo sobre la representatividad que tendrá cada país.
Un buen ejemplo de las dificultades, lo constituye la III Cumbre Sudamericana, realizada del 7 al 9 de diciembre en Cuzco, cuyo objetivo fue la creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN). La CSN quedó integrada por los cuatro países del Mercosur, los cinco del CAN y Chile, y serán invitados a sumarse al proyecto Guyana y Surinam. Es el más ambicioso proyecto integracionista puesto en marcha nunca, y cuenta con el fervoroso apoyo de los presidentes de Brasil y Venezuela, Lula y Hugo Chávez. Potencialmente, la CSN será el bloque más grande del mundo: 17 millones de kilómetros cuadrados, casi 400 millones de habitantes y un producto bruto de 800 mil millones de dólares; es el primer productor de alimentos del mundo, la mayor reserva de biodiversidad del planeta, tiene un tercio del agua dulce de la tierra y recursos petrolíferos y gasíferos para más de un siglo9 .
Pero la reunión de Cuzco fue un fracaso, aunque relativo. No se llegaron a acuerdos sustanciales, y faltaron a la cita los presidentes de tres países del Mercosur, siendo la ausencia de Néstor Kirchner, de Argentina, que alegó razones de salud, la más importante. ¿Qué hay detrás de la jugada argentina que dejó en mala posición a Lula y a la diplomacia brasileña? Básicamente dos problemas: uno de fondo, vinculado a las profundas asimetrías entre ambos países. Brasil tiene una industria pujante y Argentina está empezado a salir con grandes dificultades de la destrucción de su industria producida en los años 90 por el modelo neoliberal salvaje implementado por Carlos Menem. Además, Brasil y Argentina son competidores en casi todos los terrenos: exportan los mismos productos a los mismos países, básicamente commodities a China y países del Norte, y compiten por atraer inversores. En segundo lugar, aparece el resentimiento argentino por el nulo apoyo de Brasil en su fuerte lucha con el FMI para salir del default. Es un hecho que Kirchner demandó de Lula apoyo en su enfrentamiento con los organismos financieros internacionales, y ese apoyo nunca llegó.
A las ausencias de Kirchner y de los presidentes de Uruguay y Paraguay (Jorge Batlle y Nicanor Duarte), se sumaron las de los presidentes de Ecuador (Lucio Gutiérrez) y del mexicano Vicente Fox. El problema, es que la integración regional que hoy por hoy lidera Brasil, no parece que pueda avanzar sin la cooperación y el apoyo de su socio más importante, Argentina, una nación cuyo peso económico y político sigue siendo decisivo.
Los doce países firmaron la Declaración de Cuzco, que es el Acta Fundacional de la CSN, que se define como “espacio sudamericano integrado en lo político, social, económico, ambiental y de infraestructura, que fortalezca la identidad propia de América del Sur”. Entre los mecanismos para llegar a esos objetivos, figuran la profundización de los lazos Mercosur-Comunidad Andina de Naciones, la integración en materia energética y de comunicaciones y la coordinación política y diplomática, pero la CSN carecerá por ahora de instituciones hasta una próxima reunión que debería realizarse este mismo año en Brasil.
En las declaraciones, la CSN se diferencia claramente de las experiencias anteriores como el Mercosur y el CAN. La prioridad no está asignada al libre comercio sino a la democracia, la solidaridad, los derechos humanos, la libertad, la justicia social, el respeto a la integridad territorial, a la diversidad, la no discriminación y la afirmación de su autonomía, la igualdad soberana de los Estados y la solución pacífica de controversias”10 . Si la realidad se ajustara a lo que proclama el acta fundacional de la CSN, estaríamos ante un verdadero “proyecto de integración de los pueblos”11 . Pero a la luz de la historia reciente, es posible que no sea más que una declaración de buenas intenciones, pero “políticamente correcta”.
El rompecabezas regional resulta a veces demasiado complejo y los diferentes actores contribuyen muy poco a clarificarlos. En este momento, en la región existen tres iniciativas de integración relativamente complementarias: el Mercosur, la CAN y la CSN, a las que debe sumarse el ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas) lanzada en 2001 por Chávez.
El ALBA nunca pasó de ser una declaración de intenciones, que tuvo más aceptación entre los movimientos sociales que entre los demás gobiernos sudamericanos. Sin embargo, a fines de diciembre el presidente Chávez y su par cubano Fidel Castro, firmaron en La Habana la propuesta del ALBA, aunque ningún otro gobierno aprobó la iniciativa. Según el economista Manuel Hidalgo, de Attac, sería posible una confluencia entre “las dos tendencias que han venido confrontando la política imperial en la región: por un lado, la tendencia bolivariana, levantada por Venezuela y apoyada por numerosos movimientos sociales y políticos de la región, y por otro la tendencia ‘neodesarrollista’, representada por los gobiernos de Brasil y Argentina”12 . Aunque esta confluencia–que podría haberse plasmado en la reunión de Cuzco que creó la CSN–aún no se ha concretado, en los últimos meses se están dando algunos pasos que podrían ir en esa dirección.
Caminos paralelos: las iniciativas bilaterales
Ante las enormes dificultades que presenta la integración regional, los países más interesados en ella están dando pasos concretos para promover acuerdos bilaterales. Los principales protagonistas son por ahora Venezuela, Brasil y Argentina. El primero tiene a su favor la baza del petróleo, riqueza que utiliza hábilmente tanto a nivel interno como internacional. Venezuela ofrece petróleo barato y con buen financiamiento, una tentación difícil de eludir para países pobres. Argentina y Brasil hacen cada uno su juego, buscando resolver problemas o necesidades internas: la primera busca solucionar sus déficits energéticos por la falta de inversión, y el segundo intenta ampliar los mercados para el pujante empresariado industrial y el agrobusiness.
La quinta visita de Chávez a Argentina, a comienzos de este año, redundó en acuerdos estratégicos entre Caracas y Buenos Aires, que suponen entre otras cosas que Venezuela comienza a reemplazar proveedores estadounidenses por argentinos13 . Los acuerdos firmados abarcan las áreas energética, comercial, comunicacional y agropecuaria. Se llegó a un entendimiento entre la argentina Enarsa y la venezolana Pdvsa (empresas petroleras nacionales) para desarrollar proyectos de exploración, extracción, refinación, comercialización y transporte en la perspectiva de sumar a la brasileña Petrobras para conformar un gigante petrolero regional que llevaría el nombre de Petrosur. Argentina construirá cuatro buques-tanque petroleros para Venezuela, a un costo total de 240 millones de dólares, y ésta proveerá hidrocarburos líquidos para generación de energía térmica, cuya producción es insuficiente durante el crudo invierno rioplatense.
Por otro lado, Venezuela estudia la compra de los activos de la angloholandesa Shell en Argentina, en conjunto con Enarsa y Petrobras, lo que sería un paso enorme en materia de integración energética regional. Shell está retirando sus inversiones de América Latina y Pdvsa está en una fase de expansión, lo que le permitiría comprar la refinería, las estaciones de combustible y los canales de comercialización en Argentina. Los exportadores argentinos pueden beneficiarse a mediano y largo plazo en las ramas automotriz, de papel y cartón, plástico y manufacturas, pero también la exportación de cereales puede incrementarse notablemente. Venezuela desea importar ganado de raza para mejorar su escasa producción cárnica y láctea. El intercambio entre ambos países es aún escaso (Argentina exportó, en 2004, 430 millones de dólares a Venezuela, e importó apenas 52 millones), pero la tendencia indica que se online casino camina hacia un incremento constante.
Pocos días después Brasil y Venezuela firmaron, el 14 de febrero, un “acuerdo estratégico” en Caracas. La firma de 20 acuerdos bilaterales en materia de hidrocarburos, infraestructura y cooperación militar, que incluyen la venta de aviones de combate de la brasileña Embraer, es un significativo paso adelante en las relaciones de ambos países. El comercio bilateral ha casino online pasado de 880 millones de dólares en 2003 a 1.600 millones en 2004, y se prevé que este año llegará a los 3.000 millones. Pero el área de cooperación más importante es la relacionada con los hidrocarburos, en la que cooperarán las empresas venezolana Pdvsa y la brasileña Petrobras, que se asociarán en la explotación de gas y petróleo en los polos de desarrollo gasífero en el Golfo de Venezuela y la Faja del Orinoco, junto a las grandes empresas privadas brasileñas. Además, se construirá una refinería de petróleo en Brasil para procesar crudos de ambos países y se prevé construir conjuntamente navíos y plataformas petroleras14 .
Lula adelantó que se dispone a firmar “acuerdos estratégicos” con otros países de la región, lo que significa un claro dinamismo por parte de Brasil para atraer a su órbita a los demás países. Sin embargo, este tipo de acuerdos parecen destinados a beneficiar al empresariado de Brasil, que tiene una balanza comercial muy favorable con Venezuela y necesita ampliar sus mercados para continuar su expansión. Para algunos analistas, el “acuerdo estratégico” entre Brasil y Venezuela supone un viraje “sorpresivo y sorprendente” de Lula, que podría estar ligado al reciente fracaso de Washington a la hora de concretar el TLC con Colombia, Perú y Ecuador en la quinta ronda de negociaciones efectuada en Cartagena de Indias15.
Pero junto a la cooperación aparecen las disputas por la hegemonía regional. Como lo demuestran las recientes negociaciones comerciales con China, cada país está optando por desarrollar la política que más lo beneficia, aunque inevitablemente choca con los intereses de los vecinos. La gira del presidente chino Hu Jintao desnudó las diferencias entre Brasilia y Buenos Aires, toda vez que el gobierno de Lula se prestó a reconocer a China como “economía de mercado” (condición indispensable para ser miembro pleno de la OMC), lo que dejó al gobierno de Kirchner sin margen para tomar otra decisión que seguir los pasos de Brasil16. Los acuerdos firmados con China recibieron críticas de industriales y de movimientos sociales en ambos países: los primeros, por temor a que la competencia china arruine la industria local, mientras los segundos (en particular el movimiento sin tierra), recelan de una política económica volcada a la exportación de commodities, que termina afianzando el modelo neoliberal.
Es que dentro de la región, parecen existir pugnas cruzadas de intereses nacionales y hasta de liderazgos personales que llevan, por ejemplo, a alianzas entre Kirchner y Chávez, no acompañadas por Brasil, país que luego establece acuerdos como los recientemente firmados entre Lula y Chávez. Ellas pueden atribuirse a los intereses nacionales, pero ¿qué se entiende exactamente por “interés nacional”? Como veremos con algunos ejemplos, detrás de los conflictos entre países, y en ocasiones también detrás de algunas posturas a favor de la integración, gravitan los intereses de los grandes empresarios.
Libre comercio y desigualdades
Uno de los problemas con los que tropieza la integración regional deriva de la subordinación de casi todos los gobiernos a las grandes empresas–nacionales o multinacionales–que toman de rehenes a los gobiernos que, a su vez, poco hacen por deshacerse de las influencias empresariales. La pregunta sería: ¿puede construirse la integración regional sobre la base del libre comercio?
Veamos un ejemplo reciente, que ilustra estos problemas.
Días antes de la cumbre del Mercosur realizada en Puerto Iguazú, un serio conflicto entre Brasil y Argentina empañó una reunión trascendental para definir el futuro de la alianza regional. El gobierno argentino decidió restringir la importación de electrodomésticos brasileños que invadieron el mercado desplazando a los fabricantes nacionales. La multinacional argentina Techint realizó presiones en ese sentido, alegando los subsidios que recibe la industria brasileña. Ciertamente, el Estado brasileño otorga créditos a los exportadores a tasas preferenciales, pero además se venden como de “origen Mercosur” productos armados con piezas ingresadas por la zona franca de Manaos, lo que le da a los fabricantes brasileños grandes ventajas. Pese a ello, existen otras asimetrías vinculadas a la escasa inversión realizada por los industriales argentinos en el último lustro de estancamiento y crisis, a las diferencias en el tamaño de los mercados internos (180 millones de habitantes Brasil frente a 38 millones Argentina), a la mayor solidez del sistema bancario brasileño y a la baja relación de depósitos en moneda extranjera, frente a la masiva dolarización que sufrió Argentina en los 90.
Ante este conjunto de asimetrías, Techint–que fue una defensora entusiasta del gobierno de Carlos Menem–propuso ante la Unión Industrial Argentina, a fines del año 2003, la necesidad de replantear el Mercosur transformando la unión aduanera en una zona de libre comercio, para recuperar así el terreno perdido durante una década17 . Las permanentes controversias entre Argentina y Brasil, en las que también suele terciar Uruguay con argumentos similares, están empedrando el camino de la integración. En el caso de los electrodomésticos, Lula y Kirchner decidieron bajar el perfil de la confrontación y abrir un espacio de negociaciones. Pero la actitud conciliadora le valió al gobierno de Brasil un duro editorial del influyente O Estado de Sao Paulo, que lo acusó de mantener una actitud de “complacencia ante las agresiones de Argentina al libre comercio”18 . Resulta evidente que la política exterior de Brasilia y de Buenos Aires estuvo mediatizada por los intereses de las grandes empresas.
No será fácil salir de este laberinto. Por eso, es bueno clarificar lo que está en juego. La integración no tiene por qué ser favorable para los pueblos del continente. Un proyecto de integración orientado a abrir aún más las economías, “pensada como área de libre comercio, concebida principalmente como la construcción de un espacio económico de libre circulación de mercancías y capitales”, como apunta el sociólogo venezolano Edgardo Lander, está destinada a acentuar las desigualdades actuales y a garantizar el éxito de los más fuertes sobre la base de la explotación y exclusión de los más débiles19 .
El libre comercio es, intrínsecamente, generador de diferencias y desigualdades sociales y espaciales, dentro de cada país, en cada región y a todo lo largo y ancho del planeta, ya que está guiado por la lógica de la ganancia y es conducida por las grandes empresas. No sólo provoca polarizaciones entre sectores sociales, aumentando la brecha entre ricos y pobres; también genera polos de desarrollo y bolsones de marginación y pobreza, lleva la prosperidad a unas zonas y países y mantiene a otros en la exclusión o provoca su desindustrialización. A lo largo de los años 90, el crecimiento de Brasil se hizo, en alguna medida, a expensas del retroceso de la industria argentina.
Por último, parece insinuarse un recambio continental que puede resultar problemático, en la medida que vuelvan a cambiar los promotores y beneficiarios del “desarrollo” pero no se modifique el patrón de fondo. Las condiciones actuales están dadas para una retirada de Sudamérica, parcial pero cierta, de las grandes empresas multinacionales europeas y estadounidenses. Ese lugar puede ser ocupado por una integración más o menos igualitaria y equitativa a favor de los pueblos, lo que Lander denomina como “una integración defensiva que tenga como meta conquistar espacios de autonomía y soberanía para definir políticas públicas y opciones económicas propias”. O, por el contrario, pueden redefinirse las relaciones regionales a favor de un nuevo amo. El candidato, en este caso, es el empresariado brasileño.
Brasil es el único país que posee una importante estructura de producción industrial, mientras el resto fue arrastrado por la desindustrialización. Tiene una industria pesada con tecnología muy avanzada, una de cuyas banderas es la aeronáutica Embraer, capaz de ganar licitaciones en países del primer mundo. Aunque la presencia de empresas multinacionales es importante y las grandes empresas brasileñas están aliadas con el capital internacional, la mayoría de las empresas industriales son propiedad de brasileños, y Brasil es “el único país donde el capital financiero de propiedad de brasileños ocupa una posición interna dominante”20 . Es la única verdadera burguesía latinoamericana; “la única que tiene aparentemente los atributos de una burguesía nacional, porque sus intereses están asentados y ramificados en la economía de ese país”. ¿Por qué Quijano dice “aparentemente”? Porque Brasil es el campeón mundial de la desigualdad, el país más socialmente polarizado del mundo, donde el 10 por ciento más rico controla 70 veces más renta nacional que el 10 por ciento más pobre. Pero es, por lo mismo, el país menos democrático de la región, “el único país latinoamericano donde el ancien regime ha logrado no sólo mantenerse, modernizándose en términos de tecnología y de sus hábitos de consumo”21 . En resumidas cuentas, el empresariado brasileño ha llegado al lugar que ocupa gracias al control no democrático de un Estado no democrático, y gracias a la explotación brutal de los brasileños pobres.
Este empresariado es el que está detrás del rechazo de Brasil al ALCA, ya que necesita protegerse ante un proyecto que lo arruinaría. Pero es, también, el que parece estar comandando la integración “realmente existente”. En Caracas, durante la firma del acuerdo estratégico entre Brasil y Venezuela, se instaló el Foro Empresarial Binacional de Negocios. Lula, dirigiéndose a los empresarios (en realidad a los empresarios brasileños ya que los venezolanos combaten a Chávez), dijo: “Asóciense, hagan negocios, generen ingresos y puestos de trabajo. El éxito individual de ustedes también será el éxito de todos nosotros”22 .
Notas
- Atilio Borón, “El ALCA y la culminación de un proyecto imperial”, en revista OSAL No. 11, Buenos Aires, mayo-agosto de 2003.
- Walden Bello, “El significado de Cancún”, en revista OSAL No. 11, Buenos Aires, mayo-agosto de 2003.
- “Análisis de coyuntura sobre ALCA y Mercosur”, Rafael Gentili, en www.outrobrasil.net
- El Mercosur fue creado en 1991 y está integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. La Comunidad Andina de Naciones (CAN), está integrada por Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela.
- “Informe sobre el Mercosur”, Rafael Gentili, noviembre de 2004, en Politicainternacional.net.
- La República, Montevideo, 4 de enero de 2005.
- “Informe sobre el Mercosur”, Rafael Gentili, noviembre de 2004, en Politicainternacional.net
- Folha de Sao Paulo, 15 de diciembre de 2004.
- “Informe sobre el Mercosur”, diciembre de 2004, en Politicainternacional.net
- Declaración de Cuzco, en www.comunidadandina.org
- Edgardo Lander, “¿Modelos alternativos de integración? Proyectos neoliberales y resistencias populares”, en revista OSAL No. 15, Buenos Aires, setiembre-diciembre de 2004.
- Gustavo González, “América del ALCA al ALBA”, en www.ipsenespanol.net
- APM (Agencia Periodística del Mercosur, “Acuerdos Argentina-Venezuela: un ejemplo a seguir”, en www.alainet.org
- Agencia Latinoamericana de Información y Análisis-Dos, “Hagamos que esta sea la gran hora de Venezuela y Brasil”, en www.alia2.net
- Aram Aharonian, “Acuerdo estratégico Brasil-Venezuela”, en www.brecha.com.uy
- “Informe sobre el Mercosur”, noviembre de 2004.
- Raúl Zibechi, “El Mercosur y la integración regional. Una interminable carrera de obstáculos”, Masiosare, 18 de julio de 2004, en www.jornada.unam.mx
- O Estado de Sao Paulo, 9 de julio de 2004.
- Edgardo Lander, “¿Modelos alternativos de integración? Proyectos neoliberales y resistencias populares”.
- Aníbal Quijano, “El laberinto de América Latina, ¿hay otras salidas?”, en Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, Vol. 10, No. 1, Caracas, enero-abril de 2004, www.revele.com.ve
- Idem.
- www.alia2.net