Parece que la crisis en Honduras está llegando a una satisfactoria conclusión. Es posible que puedan ir todavía muy mal, pero el Secretario de Estado Adjunto Tom Shannon ha sido claro que a menos que Mel Zelaya se siente en la silla presidencial previo a las elecciones de noviembre 29 ni los Estados Unidos ni otro gobierno del hemisferio reconocerá los resultados de las elecciones. Entonces mientras podemos esperar algunas maniobras tendientes a salvar cara y retrasos, es razonable concluir que el golpe ha terminado y ha fracasado.
Me preocupo por una declaración que apareció en la prensa hondureña hoy atribuido a Shannon en el cual parece que dice que independientemente de cómo el voto del congreso resulte los Estados Unidos aceptará el resultado. Si esta es una acotación precisa podría estar llamando a problemas.
Tal y como miro hacia atrás a las motivaciones del presente golpe, me sacuden las muchas similitudes entre el golpe de 1963 y el derrocamiento del gobierno constitucional en 2009.
En 1963, hacia el fin de su periodo de mandato, el Presidente Villeda Morales podía ver atrás con satisfacción a sus logros. Su programa de reformas incluyó seguridad social, pagos de respaldos sociales para los pobres y el código del trabajo.
Temerosos de que el posible sucesor de Villeda, Modesto Rodas, pudiera continuar su programa de moderado cambio, aquellos que tenían el reino del poder económico convencieron a los líderes militares de la nación de que era su deber patriótico de proteger la democracia deponiendo al Presidente Villeda Morales y enviándolo al exilio.
En 2009 hacia el fin de su mandato, Mel Zelaya podía ver con atrás con satisfacción a sus logros. Empujó legislación para preservar los bosques depredados, bloqueó esfuerzos de privatizar las compañías de telecomunicaciones, revocó concesiones de compañías mineras que dañaban el medio ambiente y elevó el salario mínimo. Animado por el amplio llamado de su agenda popular, Zelaya programó una encuesta para determinar el apoyo de la opinión pública para una asamblea constituyente para reformar la constitución.
Temerosos de que el pueblo hondureño pudiera aprobar un referéndum de reforma, y con él, la posibilidad de un posible segundo periodo en la oficina del presidente, no para Zelaya sino para los futuros presidentes, aquellos que tienen el reino del poder económico convencieron a los congresistas y a los líderes militares que era su deber patriótico proteger la democracia y deponer al Presidente Zelaya.
En 1963, aquellos que provocaron el golpe usaron su dominio de la prensa y la radio para acusar falsamente a Villeda Morales de actuar como herramienta del líder cubano Fidel Castro.
En 2009, aquellos que provocaron el golpe usaron su dominio en la prensa y TV para acusar falsamente al Presidente Zelaya de actuar como herramienta del presidente venezolano Hugo Chávez.
En 1963, el golpe exitoso fue conducido por una serie de gobiernos dominados por los militares que establecieron límites al ejercicio de libertades civiles, incluyendo restricciones de la libertad de expresión y asociación. Entonces, durante los años 1980 los militares hondureños, con nuestra ayuda y apoyo, establecieron el infame Batallón 316 que torturó y asesinó ciudadanos cuyo único crimen era el de oponerse al uso del territorio hondureño como una base de lanzamiento de ataques a Nicaragua y desestabilizar al gobierno Sandinista.
En 2009, el golpe no solo falló, sino que dañó, posiblemente con fatalidad, la cohesión del partido Liberal, y triunfó en crear un nuevo sentido de empoderamiento entre el liderazgo de los pobres.
Por décadas, muchos pobres hondureños han visto a los políticos con indiferencia y desconfianza. El Arzobispo Luis Santos Villeda habla por ellos cuando dice "nunca ha existido una verdadera democracia en Honduras. Todo lo que tenemos es un sistema electoral donde las personas pueden escoger candidatos impuestos desde arriba". El acusa a las élites poderosas de deponer a Mel Zelaya porque "él defendió a los pobres".
Es cierto que la preocupación genuina por los pobres que demostró Mel Zelaya, de alguna forma estremeció al pueblo de su letargo político y de pronto grandes números de pobres hondureños tuvieron una causa. Guiados por líderes de sindicatos y organizaciones campesinas, las marchas de protestas surgieron a través del país. Una joven maestra, dijo a un espectador: "Yo no marcho por Mel Zelaya, marcho para exigir el regreso del gobierno constitucional."
Durante los pasados cuatro meses de represión esporádica y declaraciones de ley marcial, esa joven maestra y muchos miles como ella han experimentado un despertar político. Ellos han descubierto que en una democracia, el cambio pacífico es posible y que los líderes corruptos pueden caer ante la acción concertada.
Estos nuevos activistas también son políticos realistas. Ellas entienden que son ciudadanos de una pequeña y empobrecida nación que requiere del apoyo de la comunidad internacional para lograr progreso práctico y promover justicia económica. Ellos sienten un orgullo justificado de tener los ojos del mundo sobre ellos, y que ellos han caminado un largo camino con la ayuda de sus socios hemisféricos hacia la abolición del nombre de la descripción de marca de Honduras como "la quintaesencia de la república bananera".
En la Cumbre de las Américas, el Presidente Obama prometió una nueva visión para las Américas, un hemisferio occidental democrático compuesto por socios iguales comprometidos entre ellos sobre la base del interés común y valores compartidos. Cuando los militares hondureños capturaron a Zelaya a punta de armas y lo forzaron al exilio, Obama inmediatamente declaró que la separación era "ilegal" y dijo "no queremos volver atrás a ese oscuro pasado."
Mientras los diplomáticos de los Estados Unidos ocasionalmente vacilaron en llevar a cabo la guía presidencial, el Subsecretario de Estado Thomas Shannon no lo hizo. El les dijo a los responsables de este golpe de meses que las elecciones no serían reconocidas por la administración Obama mientras no se restableciera el orden constitucional. La Secretaria Clinton habló con el líder golpista Roberto Micheletti quien la acusó de tener un vocabulario limitado a una palabra "restitución".
Aquellos que alegan que traer de nuevo al Presidente Zelaya solo serviría para extender la influencia del Presidente Chávez, están completamente equivocados. Un Presidente Obama que falle en jugar un papel de liderazgo en la restauración del gobierno constitucional, sí estaría cumpliendo los sueños de cualquier demagogo anti-americano quien acusaría a los Estados Unidos de hablar democracia pero practicar conveniencia.
Mediante el rechazo de ser separado de nuestros socios hemisféricos, trabajando a través de la Organización de Estados Americanos, el Presidente Obama y la Secretaria de Estado Clinton han jugado un papel fundamental en lograr una victoria limpia para la democracia y el hemisferio occidental. La Organización de Estados Americanos ha hecho una importante contribución para el resultado exitoso mediante el mantenimiento de la presión en el gobierno golpista y llamando a los actores lideres, incluyendo los E.E.U.U., a sus deberes y responsabilidades bajo la Carta.
Honduras es conocido por su inequidad económica. Los pocos ricos poseen los medios de poder y están literalmente sobre la ley. Esos oligarcas han aprendido una cara lección. Más que eso, el golpe que patrocinaron pudo haber despertado al pueblo hondureño de su largo sueño de Rip Van Winkle de indiferencia política.
No sería una sorpresa para mí si Mel Zelaya no se desvanece en su rol de un Barón del ganado, pero al contrario emerge como un líder simbólico que unifique un nuevo movimiento popular cuyo primer objetivo podría ser la convocatoria una asamblea constituyente para redactar un nuevo documento de gobierno que pudiera dar a los líderes electos más poder para reducir los excesos de la elite económica hondureña.