El Mercosur (Mercado Común del Sur), integrado en 1991 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, se describe a si mismo como un proyecto de integración regional "a través de la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos, el establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común, la coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales y la armonización de legislaciones." Además de los cuatro países fundadores, Venezuela ha firmado carta de membresía, y Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Peru son Estados Asociados.
Presidente de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur, Carlos "Chacho" Alvarez. Foto: www.presidenciamercosur.org. |
El camino del Mercosur nunca ha sido fácil. Tanto en lo conceptual como en lo práctico, ha enfrentado grandes retos: pleitos entre los paises miembros, críticas a su sesgo comercial, diferencias políticas, lentitud burocrática. A pesar de los obstáculos, ha avanzado y con la llegada al poder de gobiernos de centro-izquierda ha recibido un impulso por el renovado énfasis en la integración regional horizontal. La coyuntura actual—marcada por la crisis económica y los cambios políticos—presenta nuevos retos. En entrevista con el CIP Programa de las Américas, ex Vicepresidente de Argentina y Presidente de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur, Carlos "Chacho" Alvarez, explica los errores y aciertos de la organización regional y lo que tiene que hacer hacia el futuro.
Laura Carlsen (LC): ¿Cómo se adapta el proyecto del Mercosur con la crisis, y la caída en el comercio regional? ¿La crisis retrasa el proyecto regional de integración?
Carlos Álvarez (CA): No, la crisis financiera y económica pone a los proyectos regionales de integración en un dilema importante porque las crisis en las economías emergentes, o en el mundo periférico, hacen recostar a los países sobre las economías nacionales. Entonces algunos de esos países pueden llegar a tomar algunas medidas más proteccionistas para defender su empleo, defender su industria, y esas medidas pueden ser tomadas en contra de lo que se logró en el mercado regional.
El Mercosur ya tuvo algunos acontecimientos, algunas decisiones que están todavía, por suerte, siendo discutidas de manera bilateral y dentro del propio bloque sin haber ido ni al Tribunal de Controversias del Mercosur, ni a la OMC, pero hay cierto clima por parte de los miembros del Mercosur de buscar salidas que tengan que ver con medidas proteccionistas que pueden poner en discusión lo alcanzado. Sobre todo por ciertas falencias del proceso de integración y ciertas limitantes en el camino que se ha optado, porque desde mi perspectiva, la integración tomó un sesgo excesivamente comercial, que es donde los países compiten.
El sesgo comercial de la integración tiene dos grandes contradicciones: el primero que establece competencia; el segundo que hace de las empresas el sujeto central de la integración, o sea que, a diferencia de ser los pueblos o distintos sectores sociales, terminan siendo los protagonistas excluyentes los empresarios y las empresas. Entonces tenemos un desbalance, un discurso por un lado que habla de la integración post-neoliberal a partir de los cambios de los gobiernos que hubo en Sudamérica y los países del Mercosur (no te olvides que el Mercosur tiene cinco presidentes progresistas, por decirlo así: Lula, Tabaré, Lugo que fue el último en Paraguay, Kirchner y Chávez en Venezuela) que plantean una integración de carácter más profundo y más integral. Y el otro que ubica a lo comercial en la matriz de integración, producto de la etapa neoliberal, la etapa del Mercosur de los años noventa. Sin embargo, nos cuesta mucho adecuar el enfoque de la integración, y adecuar el proyecto a los nuevos vientos que soplaron en Sudamérica, lo que supondría reformas de carácter institucional y organizativo muy profundas para dar cuenta de esta nueva situación.
Este carácter liberal, "comercialista", paradójicamente hace débil el proyecto, porque hace que sea un proyecto que frente a vientos fuertes, en términos económicos y financieros, los países queden a merced de las oscilaciones de carácter comercial, y la suerte del proyecto está muy vinculada al crecimiento o disminución del comercio como variable principal, como núcleo duro de la integración.
Entonces yo creo que el desafío del Mercosur, más que cómo enfrentar la crisis, y en consonancia con UNASUR, sigue siendo el tener una agenda de integración que intente justamente tomar la dimensión social, trabajar en el plano de lo científico-tecnológico y pensar juntos los temas más estratégicos como son los temas de educación, los temas de la sociedad del conocimiento, los temas del empleo; y también por supuesto la integración productiva, que tiene que ver más con la capacidad de asociarnos a través de las pequeñas y medianas empresas de la región.
Eso significaría un salto en cuanto a pensar la complementariedad de los modelos de desarrollo que tiene el progresismo en la región y eso resulta difícil porque terminan predominando las estrategias nacionales.
Por ejemplo, ahora intentamos hacer que los países se reúnan para unificar la estrategia frente a la reunión del Grupo de los 20. Fue muy difícil lograr que hubiesen reuniones conjuntas para que el Mercosur o UNASUR junto con México, que también pertenece al Grupo de los 20, unifiquen las posiciones de América Latina, conviertan a América Latina en un sujeto político partícipe del reordenamiento del nuevo orden internacional, que es lo que siempre vinimos bregando—salir de las márgenes del sistema mundial y pasar a ser protagonistas del sistema mundial. Ahora hay una gran oportunidad para eso, sin embargo, creo que aún teniendo procesos de integración como la UNASUR, Mercosur, la Comunidad Andina, el CARICOM, terminamos sin poder articular las posiciones de los países aprovechando las estructuras de carácter subregional.
Ahora estamos convocando Mercosur y SELA (Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe) a una reunión de todos los organismos de integración para ver estos temas, para ver cómo se pueden complementar agendas para que no haya superposición de proyectos. Nosotros tenemos una tendencia también a dejar incompletos los proyectos y jugar hacia adelante, o sea que no terminamos Mercosur y creamos UNASUR.
Yo creo en parte que estamos superponiendo espacios de integración sin terminar de profundizar o de completar los espacios que tenemos desde hace muchos años, como el caso de Mercosur que acaba de cumplir 18 años.
Y luego, hay que agregar los conflictos entre los países: el caso de la CAN (Comunidad Andina) que ahora están enfrentados por el problema limítrofe Bolivia, Perú y Chile. De los cuatro países que componen la CAN, hay dos que tienen conflicto; y en el Mercosur está el conflicto entre Uruguay y Argentina por las fábricas de celulosa.
Todo este cuadro hace que, desde mi perspectiva, todavía no hemos aprovechado esta gran coyuntura política y económica que tuvo y todavía tiene Sudamérica, porque con la mayoría de gobernantes de izquierda democrática la integración tenía que haberse desarrollado a un ritmo, yo creo, más importante, tenía que haber dado un estirón grande la cuestión de integración.
LC: Y no pasa…
CA: No pasa porque sigue habiendo una tensión entre, como decía antes, los temas de coyuntura que enfrentan los Estados nacionales y las agendas estratégicas. La integración tiene que ver con una mirada más de mediano plazo, más estratégica y eso te pone en cierta contradicción con las demandas y las necesidades de coyuntura que tienen los gobiernos, de dar respuesta más inmediata, más de día a día.
LC: ¿Hay perspectivas de ampliar esta visión del Mercosur, que siempre ha tenido el enfoque en lo comercial, en un proyecto más integral?
CA: Bueno, tiene que haber ahí un cambio en lo institucional, porque tenemos una integración de carácter excesivamente inter-gubernamental y eso conspira contra las posibilidades de ampliación y profundización.
Hay pocos funcionarios con mentalidad regional, con mentalidad comunitaria. En Europa se cuestiona muchas veces la escisión o la distancia entre la burocracia de Bruselas y las realidades nacionales. Acá estamos en un proceso inverso, acá tenemos toda la realidad nacional, y poca gente o pocos funcionarios con mentalidad regional, que piensen en la región y que se dediquen a full, o sea todo su tiempo, a los temas regionales. Entonces necesitaríamos tener una mini-Bruselas, por lo menos, que definiendo algunos temas estratégicos, como los que nombraba antes, tuviese responsables regionales de seguir esas políticas, siempre dejando, por supuesto, la decisión a los países sin afectar las decisiones nacionales, sin pretender pasar a la supranacionalidad.
No estamos en condiciones de ir hacia la supranacionalidad básicamente por la asimetría entre los países. Es imposible pensar que Brasil va delegar soberanía teniendo el 70% del PBI del Mercosur, para poner un ejemplo, es difícil que quiera compartir soberanía con Uruguay o Paraguay que tienen alrededor del 1% al 2% del PBI de la región. Pero sí, se pueden buscar algunas fórmulas intermedias de mejor coordinación, de mejor intergubernamentalidad y sobre todo de seguimiento de los temas por parte de funcionarios dedicados exclusivamente a lo regional.
En Mercosur estamos formando un instituto para ver los temas de la formación de los funcionarios de manera conjunta, apostando a mediano plazo. Creo que ahí hay una carencia decisiva. Es lo que está pasando también en el Parlamento del Mercosur. Los diputados piensan en la lógica de lo que dice su país y nos cuesta mucho armar bloques por afinidades ideológicas y en clave regional. Ese es un obstáculo grande. El otro es que los partidos de nuestros países no tienen en la agenda el tema de integración. El tema de la integración queda asociado a las burocracias técnicas de las cancillerías que siguen día a día el proyecto. Los partidos tienen la integración en los discursos pero no lo quieren incorporar al debate cotidiano de la política.
LC: Hablando de este problema, Brasil ha hablado mucho de la importancia de la integración, sin embargo, se sabe que hace poco recortó sus aportaciones al Mercosur.
CA: Bueno eso ya se revirtió. Yo creo que Brasil tiene un compromiso, sobre todo el de Lula. Yo creo que si el PT no sigue en el gobierno, los procesos de integración pueden sufrir una merma, es decir, un cambio político en la región—en Argentina, en Brasil, en Chile y en Uruguay—significaría un retroceso.
Por ejemplo, en Uruguay hubo un gran debate hace dos años, en 2006, sobre la posibilidad de firmar un TLC [Tratado de Libre Comercio] con Estados Unidos y eso entraba en contradicción con los acuerdos del Mercosur. El partido que enfrenta al Frente Amplio en Uruguay, el Partido Nacional, ha planteado ya que si ellos ganan van a seguir planteando un acuerdo con los Estados Unidos y que hay que relativizar los acuerdos del Mercosur.
En el caso de Argentina, las corrientes que están enfrentadas al gobierno son muy críticas respecto a Venezuela, confunden gobierno y Estado; entonces como no comparten con Chávez, subestiman el hecho de que Venezuela como Estado y como país ingrese como miembro pleno al Mercosur.
En estos tres casos se demuestra que si hay una alternancia política a partir de los procesos electorales, la integración podría sufrir un retroceso. En el caso, por ejemplo, de Brasil los partidarios del PSDB—el partido de Serra y de Aecio Neves, gobernador de Minas Gerais, son los candidatos que enfrentarían al gobierno—plantea hacer del Mercosur un área de libre comercio… O sea que ahí vemos las dificultades que enfrentan estos procesos.
LC: De Venezuela, ¿Cómo está el calendario para la entrada de Venezuela? Y ¿Qué impacto tendrá en el Mercosur?
CA: Uno ve que, haciendo abstracción de los gobiernos, es muy importante una Venezuela mirando hacia el sur, porque eso no ha pasado nunca en la historia de América Latina y Sudamérica. Venezuela estaba siempre mirando hacia el Caribe y directamente hacia los Estados Unidos. Venezuela mirando hacia el sur da la posibilidad de vertebrar un eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires. Es la posibilidad de que a partir de ese eje se facilite mucho la integración de Sudamérica.
Entonces la integración de Venezuela tiene esa importancia estratégica. Después completa la ecuación en términos de sistemas productivos y de articulación de los recursos que tiene la región, porque es una región muy rica en alimentos, en minerales, en biodiversidad y la incorporación de Venezuela con energía, con el petróleo, completa la matriz de una dotación de recursos que permite sustentar un modelo de desarrollo con más autonomía y con mas sustentabilidad, se hace más independiente en un mundo más interconectado y más interrelacionado, nos hace más autónomos si logramos, justamente, poder hacer complementaria la dotación de recursos que tiene cada uno de nuestros países.
Si tenemos una potencia alimentaria y le agregas el ser una potencia energética, tendrás resuelto en términos estratégicos los temas de energía, de la seguridad energética, y mejoraría los márgenes de autonomía relativa que puede tener Sudamérica. Para articular visiones, tiempos, necesidades, y demanda en los países es un proceso muy complejo pero hay que ser pacientes en los temas de integración. Si uno ve el día a día puede ser ganado por el escepticismo—habrá que tener un optimismo de mediano plazo.
LC: Ud. mencionó algunas veces la UNASUR. ¿El Mercosur y la UNASUR son paralelos, complementarios o conflictivos?
CA: Quieren ser complementarios, si son conflictivos, perdimos. Por ejemplo, UNASUR, ha hecho bien en elegir algunos temas que no estaban en la agenda del Mercosur ni de la CAN, por ejemplo el Consejo de Defensa Regional, es decir, unificar las estrategias de defensa nacional, que los ejércitos se complementen, que tengan hipótesis de conflictos comunes, que haya una cierta regulación de armamentismo en la región, que se desarrolle confianza entre las distintas fuerzas armadas. Es una idea muy importante: ir a una estrategia de defensa regional común. Ahí UNASUR cumple un papel muy importante porque reúne a doce países.
Es muy difícil pensar que UNASUR pueda avanzar en políticas sociales si el Mercosur y la CAN no lo hacen en las unidades subregionales más pequeñas. Es muy difícil hacer entre doce países lo que no pudimos hacer bien entre cinco, o la integración productiva o la integración científica-tecnológica. Pero, por ejemplo, el tema energético es un tema que puede ser tomado como tema sudamericano, las interconexiones, y el tema de infraestructura también. Creo que hay tres grandes temas que UNASUR tiene: infraestructura, energía y defensa regional.
LC: ¿Y los otros temas?
CA: Creo que hay que tomar pocos temas y ser eficaces en ellos, porque una cosa que tenemos los latinoamericanos es superponer estructuras y querer abarcar mucho más de lo que se puede abarcar, queremos saltar 500 metros cuando no se ha saltado uno. El otro problema que tenemos es mucho discurso—una brecha entre el discurso integracionista y la materialización de ese discurso.
Estos tres déficits son los que hay que combatir: exceso de retórica en la integración, la superposición de estructuras o de proyectos, y el plantearse muchos temas, no definir los puntos estratégicos en los que hay que poner toda la atención y la fuerza de los países.
Esto es una mirada realista, pero también tenemos que ver que cuando uno va a una reunión hoy de Sudamérica, entre los presidentes ve que hay un clima de entendimiento político muy fuerte donde se han dado avances muy importantes. Hay cosas que se están dando en la región que antes parecía muy difícil que se pudiera dar. El tema de la consolidación de la democracia en la región, el tema de cómo la región resuelve sus propios conflictos, por ejemplo, como se resolvió el conflicto entre Colombia y Ecuador, como actuó el Grupo de Río, el entendimiento entre los presidentes. Hay avances importantes, pero nos parecen insuficientes respecto a la fidelidad ideológica y respecto a la etapa histórica que atravesamos. Yo recuerdo la cumbre del Mercosur en Córdoba (en 2006), la última en la que participó Fidel Castro en su última reunión pública, en la cual ingresaba Venezuela, estaban los presidentes de los doce países y había un clima de optimismo político extraordinario.
LC: ¿Hasta donde se ha perdido ese optimismo?
CA: El clima estaba muy sentido por la política, y la política es un ingrediente central para conducir el proceso pero luego hay que agregarle otros ingredientes. No alcanza la política sola con las afinidades ideológicas, hay que darle organización, hay que darle más instituciones, hay que generar procesos que no sean fácilmente reversibles.
LC: Bajo el gobierno de Bush, se empleaba la estrategia de los TLC’s bilaterales después del fracaso del ALCA [Area de Libre Comercio de las Américas].
CA: Los mini ALCAS fracasaron. Los bilaterales funcionaron en Perú, pero eso ya termina.
LC: Eso es lo que iba a preguntar. ¿Esperan algún cambio con el nuevo gobierno de los Estados Unidos?
CA: Yo creo que hay una nueva relación que tendría que fundamentarse bajo dos premisas: 1) La aceptación de Estados Unidos de que Sudamérica resuelve sus propios problemas. Que no tiene que haber una visión paternalista-intervencionista de Estados Unidos en la región y 2) La relación tiene que basarse en la agenda de desarrollo que tiene la región. Porque la agenda planetaria y sus problemas centrales como el terrorismo internacional que plantea Estados Unidos, el tema (ahora menos con Obama) de los "conflictos de civilizaciones", estos temas no están en Sudamérica. Sudamérica lo que necesita es una relación del tu a tu, como decía Carlos Fuentes, con Estados Unidos, basados en las estrategias de desarrollo y los temas de la desigualdad. Hasta que no se reconozca la prioridad de estas temáticas, la relación no va a ser buena.
LC: ¿Cree Ud. que habrá una mejor relación?
CA: Yo soy de los que cree que es bueno que no estemos dentro de las prioridades de los Estados Unidos, que no es malo que no estemos en el radar de los Estados Unidos… Nosotros nos planteamos una zona desnuclearizada, que no tiene guerra de armamentos, que no tiene terrorismo internacional, que no tiene grandes conflictos étnicos, que los conflictos son gobernables y son, digamos, procesables por los propios gobiernos; ahí no necesitamos a los E.E.U.U. con su visión paternalista o intervencionista.
Necesitamos una reestructuración del orden financiero internacional que colabore en un modelo de desarrollo distinto a lo que fue la etapa del Consenso de Washington, que no sea el puro ajuste ortodoxo de las economías.
LC: El proyecto de integración de los procesos productivos, ¿está avanzando?
CA: Creamos un fondo PYMES [pequeñas y medianas empresas], dando garantías, creamos un ámbito donde participan las secretarías de industria de los países. Para mi gusto, más lento de lo que podría caminar.
LC: ¿Se ha logrado cambiar el modelo hacia uno más sustentable?
CA: Todavía no.
LC: ¿Por las estrategias nacionales?
CA: Por la dificultad para pasar de las estrategias nacionales a la complementación de los modelos de desarrollo, y las tensiones políticas, por ejemplo, el conflicto entre Uruguay y Argentina por las papeleras ha enrarecido el vínculo, lo ha hecho más problemático.
LC: ¿Y ahora con los pleitos comerciales entre Brasil y Argentina?
CA: Solo hay que saber dialogarlo. Hay buena predisposición de Brasil para entender las necesidades de desarrollo industrial de la Argentina. No puede haber un Brasil agroindustrial fuerte y una Argentina meramente pastoril, y de hecho Brasil lo entiende. Entonces las posibilidades de acuerdo y de diálogo son muchas para resolver este tema. La relación Argentina-Brasil es buena, y eso es importante.
LC: ¿Cuáles son los logros principales de los últimos años?
CA: El principal logro ha sido la consolidación de la democracia en la región. Creo que los proyectos de integración tuvieron mucho que ver porque derrumbaron las hipótesis de conflicto que enfrentaban a los países. El mayor activo que tenemos es que somos una región mucho más confiable, mucho más predecible y una región donde tenemos el 99% de gobiernos democráticos.
El tema que nosotros avanzamos en Mercosur es que se empieza a tomar en cuenta el tema de las asimetrías entre los países, y la creación del Fondo de Convergencia Estructural fue muy importante. Hay que implementar el fondo, pero ya tener un fondo donde los países con economías mayores aporten para el desarrollo de las economías menores ha sido un avance importante.
Y el otro tema es que se ha tomado conciencia de la importancia de la dimensión social de la integración que es el tema clave en nuestra región.