Junto a los Estados Unidos y Argentina, Brasil es hoy uno de los principales bastiones del agrinegocio a nivel global. Décima economía del mundo, el país es hoy el más desigual de un subcontinente que es, a su vez, el más desigual de todos. Allí, el 1.6 por ciento de los propietarios controla 46.78 por ciento de las tierras privadas. Y según un estudio de la organización no gubernamental, Consejo de Informaciones sobre Biotecnología, en 2007 Brasil fue responsable por el 12 por ciento de los cultivos transgénicos del mundo.
La quincuagésima edición de la Revista Sem Terra. Foto: www.mst.org.br. |
Hace algo más de 25 años, ante la concentración atroz de las tierras, nació en el pujante sur uno de los principales movimientos sociales de la región: el Movimiento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST). El objetivo, lo explicita hoy uno de los coordinadores nacionales del MST, João Pedro Stédile, era "organizar un movimiento de masas a nivel nacional, que pueda concientizar a los campesinos para que luchen por tierra, por reforma agraria (implicando cambios más amplios en la agricultura) y por una sociedad más justa e igualitaria. Queríamos, en fin, combatir la pobreza y la desigualdad social. Y la causa principal de esa situación en el campo era la concentración de la propiedad de la tierra, conocida como latifundio".
Así, la lucha madre de la organización es por la democratización de la tierra. La meta es la expropiación de los latifundios (para lo cual cuenta con la legitimidad y legalidad de la constitución de 1988) y la delimitación de un máximo de hectáreas para la propiedad rural. Complementariamente, luchan por una política agrícola destinada al pequeño productor. Para esto, con lectura política, presionan mediante tomas, ocupaciones y acampamentos.
El mapa rural del Brasil se ha reordenado en los últimos años con el auge del agrinegocio. Es por este nuevo fenómeno que el movimiento plantea que una reforma agraria tradicional que destruya los latifundios y reparta la tierra, ya no sirve por sí sola. Su argumento es que con el neoliberalismo, las burguesías nacionales negociaron con las transnacionales y abandonaron los mercados internos. Su negocio radica hoy en imponer monocultivos, monopolizar la venta de semillas y las patentes de los transgénicos. Por todo esto, sostienen que la lucha debe renovarse.
En el aspecto político, la lucha de cara al futuro implica varios desafíos. Uno de los riesgos es aislarse en lo rural, olvidando las ciudades. El peligro es grande, dado que resultado de las sucesivas migraciones internas, en su mayoría la población hoy es urbana. La redefinición del enemigo y los objetivos implica también un reordenamiento de las alianzas políticas. Ahora, lo dice el mismo Stédile, los campesinos dependerán cada vez más de sus acercamientos a los trabajadores urbanos para poder avanzar en sus conquistas.
Una de las herramientas para consolidar este vínculo entre trabajadores urbanos y rurales son los asentamientos en los suburbios pobres de las grandes ciudades o en las cercanías de los polos urbanos. Dichos asentamientos convocan a los sectores más castigados, aquellos que sobreviven en los márgenes del sistema. Sectores estos que, a su vez, comprenden las consignas rurales del movimiento dado que, en gran proporción, fueron hijos de las migraciones del campo a la ciudad. Es a ellos que les hablan (y es allí donde se reparten) los periódicos regionales, las radios comunitarias, los boletines.
Principales retos
|
Es así como mientras hacia dentro se impulsa la concientización de las bases mediante la "educación popular" que enseñó el gran pedagogo Paulo Freire, hacia fuera, la herramienta es la "comunicación popular", método que fomenta la participación, crea solidaridad de clase y a su vez busca la masividad. Convencer a convencidos en esta batalla no tiene mucho sentido.
La agenda alternativa
En estos tiempos en los que la política se aleja (y aísla) de la sociedad y la crisis de representación invade Latinoamérica, los partidos políticos readaptan sus estrategias. Con el objetivo de ganar elecciones, dedican la mayor parte de sus esfuerzos no a la construcción de base, sino a la visibilidad mediática. Salvo algunos dignos casos, el marketing político es hoy la clave en América Latina para alzarse con el control de las diferentes instituciones de nuestras democracias representativas.
Así es como los medios masivos de comunicación van dejando ser transmisores de noticias, para ser las noticias en sí mismas. Su rol es marcar agenda, delimitar la cancha del juego político, decidir sobre qué se debe discutir. "Antes podíamos decir que los medios eran un brazo de la elite brasileña, pero hoy con el crecimiento del capital financiero en el control de los medios de comunicación podemos decir que son parte orgánica de esa elite", asegura Igor Felipe, del sector de comunicación del MST al recordar que el banco Bradesco es uno de los mayores accionistas del diario O Estado de São Paulo. Es por eso, agrega, que para hacer la reforma agraria "es preciso democratizar los medios de comunicación".
En esta batalla por la tierra que lleva adelante el MST, está claro que en el fondo lo que se esconde una lucha política y cultural. Según João Paulo Rodrigues, miembro de la coordinación nacional del MST, "así como la reforma agraria no puede coexistir con el latifundio, el MST considera que es preciso destruir el monopolio de los medios para desconcentrarlos. La lucha por la democratización de las comunicaciones precisa integrar un proyecto político más amplio, capaz de transformar profundamente las estructuras de nuestras sociedades. Esto sólo será posible con el avance de las luchas sociales como un todo".
Con sus más de 180 millones de habitantes y sus más de 8,5 millones de kilómetros cuadrados, Brasil tiene magnitudes continentales. Por lo que cualquier organización o movimiento que aspire a tener influencia nacional debe plantearse la construcción en esos términos. Es que no existe un Brasil, son muchos.
A fines organizativos, en el MST existen jerarquías. Por un lado, están los dirigentes nacionales que son los que coordinan las posiciones ante los temas que el movimiento considera estratégicos. Luego, existe la dirección estatal, que representa a cada uno de los 24 Estados (sobre un total de 27) donde la organización tiene presencia. Más abajo, las regionales.
En lo comunicacional, la dirección nacional es la encargada de coordinar los tres principales medios del movimiento: El bimensuario "Jornal Sem Terra", la "Revista Sem Terra", y el sitio www.mst.org.br. Estos medios, sobre todo la revista, están principalmente dirigidos hacia la sociedad como un todo. La idea central es exponer la realidad campesina en los polos urbanos, a pesar de que siempre están disponibles en los asentamientos con el objetivo de reafirmar las consignas y argumentos del movimiento. Se reparten gratuitamente en sitios estratégicos y se fomenta la suscripción para solventarse económicamente.
El "Jornal dos Trabalhadores Rurais Sem Terra" surgió antes de la fundación oficial del MST. Su tirada es de 20 mil ejemplares mensuales y su objetivo es "sumar fuerzas en la lucha por la reforma agraria y por un proyecto popular par el Brasil". La revista es de tirada bimensual.
La página web, por su parte, es una sumatoria de todos los mecanismos y proclamas del movimiento. Existen links hacia ambos medios, se publican los manifiestos del movimiento en los más diversos campos, se pueden descargar programas de radio, libros en pdf, videos y fotos.
A la par, existen muchas experiencias dispersas en las regiones, como radios comunitarias, diarios, boletines. En su mayoría, estos están dirigidos a las comunidades locales. Una línea que en términos generales corta a todas estas producciones es la vocación por involucrar a las bases del campamento en la elaboración del material. En términos generales, salvo que sea un referente nacional, las notas no tienen firma, en búsqueda de cohesión.
Los destinatarios son por un lado los mismos campesinos y por el otro la población que pueda llegar a identificarse con las causas del movimiento. El objetivo, como es el caso del diario "Semeando" de reciente lanzamiento en la regional Campinas de São Paulo, es "influenciar en la opinión del campo popular y, a su vez, convocarlos a participar del movimiento".
El vínculo entre las regionales y las jerarquías superiores es de una armonía no exenta de conflictos menores. Se trata de una relación de apoyo y control.
El diario "Semeando", reconocen los mismos militantes, tiene la particularidad de haber sido construido por las bases. Ese factor sorprendió y enorgulleció a los dirigentes estatales, que planifican la realización de un documental para llevar esa experiencia a otras regiones y estados.
En términos nacionales, el MST junto a muchas otras organizaciones sociales del país viene planteando hace años la necesidad de una discusión profunda sobre el rol y la propiedad de los medios de comunicación. En el Brasil, denuncian, "menos de diez grupos—constituidos por familias o agremiaciones religiosas—controlan las mayores redes de comunicación, incluyendo la televisión, las radios, los diarios, revistas y portales de internet". Y agregan en el mismo comunicado: "Debe estar prohibido el uso de concesiones públicas de medios de comunicación como forma de obtención de lucro. La comunicación no es una mercadería. Ella es un servicio público en beneficio del pueblo, como determina la constitución brasileña, y no puede estar subordinada a la lógica financiera. Debe estar prohibido cualquier inversión o ingerencia extranjera en cualquier medio de comunicación".
Demandas ciudadanas Propuestas ciudadanas
|
A su vez, el punto 16 de la carta del último congreso nacional del MST, realizado entre los días 11 y 15 de junio de 2007, se define como objetivo estratégico "luchar para que cada asentamiento o comunidad del interior tenga sus propios medios de comunicación popular, como por ejemplo, radios comunitarias y libres. Luchar por la democratización de todos los medios de comunicación de la sociedad contribuyendo para la formación de la consciencia política y la valorización de la cultura del pueblo".
Consecuentemente, este debate, como tantos otros, representó siempre un tire y afloje con el gobierno de Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores. Así fue como recientemente el ejecutivo decidió convocar a la primera conferencia Nacional de Comunicación que se realizará entre el 1 y el 3 de diciembre de 2009, en Brasilia. Se trata de un espacio que pone el tema comunicacional en agenda. Espacio que los movimientos consideran conquista propia (el MST apoyó y acompañó a la comisión Pro-Conferencia), luego de años de batallas. Sin embargo, la convocatoria no deja de generar desconfianza no sólo en el MST, sino en todo el campo popular brasileño.
Al respecto, João Paulo Rodrigues afirma: "La conferencia es una consigna antigua de los movimientos por la democratización de la comunicación y es vista por ellos como una espacio posible de discusión y elaboración acerca de la comunicación en el Brasil, de su estructura monopolizada y excluyente y de la necesidad de la creación de medios de comunicación de la clase trabajadora. Su realización es, por tanto, un consecuencia de la reivindicación histórica de los movimientos sociales".
El gobierno de Lula se encargó de poner trabas a las potenciales modificaciones que puedan impulsarse desde la conferencia: en la comisión organizadora que se encarga de la reglamentación interna, ocho serán los representantes empresariales, siete los de los movimientos sociales. "Consideramos que existen medidas en el campo de la comunicación que, junto a transformaciones políticas y económicas profundas, contribuyen a la concreción de los cambios necesarios en la construcción de una sociedad verdaderamente justa e igualitaria. Por eso, defendemos el fin de la criminalización de las radios populares y alternativas y la revisión de las concesiones públicas de radio y TV", agrega Rodrigues.
El MST explicita sus objetivos que dudan la conferencia pueda resolver: la realización de propuestas efectivas para socializar los medios electrónicos, la creación de posibilidades para que todos y todas puedan producir y acceder a esos espacios, la destrucción de la barrera que separa al emisor y receptor.
Vínculos locales—globales
Jornal do Trabalhadores Rurais Sem Terra: ‘Sin lucha, no hay victoria’. Foto: www.mst.org.br. |
El debate sobre la democratización de los medios de comunicación corta transversalmente a toda América Latina. Es que se trata de un actor determinante en la definición de las correlaciones de fuerzas en cada uno de los países. Incluso, en varios países de tendencia progresista los medios han dejado de ser comunicadores, para pasar a ser los protagonistas. Sucede que ante la crisis de representación y la debacle post-neoliberal de las derechas, con un discurso anti-político los medios de comunicación ocuparon en muchos casos el rol de oposición política.
Así es como resulta simple comprobar que ante el giro a la izquierda de la región, los medios boicotean la integración, erosionando sistemáticamente las bases de apoyo de cada uno de los gobiernos con vocación latinoamericanista. Las herramientas suelen ser el silenciamiento de información, la parcialidad y la permanente editorialización.
Un caso concreto fueron los embates contra Lula cuando el presidente boliviano decidió nacionalizar los campos pertenecientes a Petrobras. Algo similar ocurrió cuando en Paraguay los campesinos comenzaron con las ocupaciones a los feudos de los terratenientes brasileños. O recientemente, cuando el presidente venezolano decidió nacionalizar las empresas de Techint, transnacional de capitales italo-argentinos, principalmente dedicada a la industria metalúrgica.
En todos los casos se trata de empresarios que extienden sus tentáculos hacia otros países, impulsando una suerte de sub-imperialismo. Y su mérito es mostrar que sus intereses son los de toda la nación, argumento que a su vez los habilita a exigir a los respectivos gobiernos rupturas y enemistades que atentan contra la integración de los pueblos de América Latina. Sus armas suelen ser los medios masivos de comunicación, de los que a su vez suelen ser si no propietarios, aliados en negocios.
A esto se suma que la pelea que da el MST brasileño tiene que ver con el nuevo rol que hoy asume la región en el mercado mundial. Por lo que la batalla por la democratización de la tierra no puede darse sólo en el frente nacional, dado que las fuerzas que impulsan el agrinegocio en cada uno de los países son las mismas.
La circunstancia paraguaya es elocuente. El país es el cuarto productor mundial de soja. Entre 1995 y 2006, la extensión sembrada casi se cuadruplicó, pasando de 735.000 a 2.400.000 de hectáreas, equivalentes a casi el 25% de la superficie cultivable. Su producción—equivalente al 10% del PBI y al 40% de las exportaciones paraguayas—es indisociable de lo que en tierras guaranies se denominan la "invasión brasileña". Según una estimación del investigador Sylvain Souchaud, el número de brasileños y sus descendientes—llamados popularmente "brasiguayos"—en Paraguay se acerca al medio millón. Ante esta realidad, unas de las principales promesas del por entonces candidato presidencial Fernando Lugo era la reforma agraria. A poco de la toma de posesión del ex obispo, en agosto 2008 los movimientos sociales campesinos iniciaron la toma de tierras de propietarios brasileños sin el aval explícito del gobierno. Fue entonces que Brasil movilizó tropas a las zonas fronterizas, a modo de respuesta orgánica de clase.
Aunque radicalmente distinto en cuanto a los actores y las aspiraciones de los movimientos sociales en la puja, el tema del agrinegocio es también central en la actual discusión política argentina. Algo similar sucede en Bolivia, donde en el fondo, detrás de la consigna autonomista de los departamentos de la "Media Luna" se esconde el control regional de la tierra a fin de evitar la reforma agraria que el gobierno de Evo Morales quiere impulsar.
Por estas razones, urge la necesidad de extender los lazos de solidaridad con los movimientos sociales de, al menos, los países vecinos. En términos organizativos, fue justamente esa la razón por la que nació la Vía Campesina una coalición de 148 organizaciones en 69 países del mundo que la soberanía alimenticia basada en la agricultura familiar y sustentable.
Estrategias y tácticas eficaces
|
En términos comunicacionales, desde la pagina web del movimiento se solidarizan e impulsan una campaña internacional en defensa de los cinco cubanos detenidos en los Estados Unidos acusados de espionaje.
A su vez existe una sección de contactos en los que el movimiento enumera las organizaciones con las que se solidariza. Entre ellas, Amnistía Internacional, diversos organismos de derechos humanos del Brasil, de desaparecidos políticos, la Asociación Madres de Plaza de Mayo de la Argentina, la Central Única de Trabajadores (CUT) del Brasil, y la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo. A su vez, hay links a varias de las instituciones gubernamentales, y a 24 medios alternativos de América Latina, entre los que se destacan los medios estatales venezolanos. El vínculo con la CUT habla de la necesaria organización que se precisa con los movimientos de trabajadores, eminentemente urbanos. En la misma línea se encuadra la relación con Movimiento de los Trabajadores Sin Techo. Son ellos, justamente, aquellos que sobreviven en los rincones de las ciudades, los pobres de toda pobreza.
En resumen, los desafíos son muchos y arduos. Por todo esto, a pesar de que en este contexto el gobierno de Lula no se caracteriza por su hostilidad, resulta preciso aglutinar a los movimientos sociales de los diferentes países en pos de una defensa conjunta de los problemas estructurales que son definitivamente comunes.