Señor Presidente: Calderón no es México

La visita del Presidente Obama a México ha producido declaraciones vagas y contradictorias. Mucha gente que había esperado con ilusión un nuevo enfoque que buscara reparar las inequidades de la relación binacional, poco hallará en estas declaraciones dónde cifrar sus esperanzas.

Obama comenzó apoyando entusiastamente al Presidente Felipe Calderón. Expresó su "admiración" por el "coraje" de Calderón en la crecientemente sangrienta guerra contra las drogas y llegó, inclulso, a promocionar la apuesta de Calderón para ser anfitrión de la próxima reunión de la UN sobre Cambio Climático.

Estas oberturas sirvieron sin duda para disminuir tensiones entre los dos gobiernos que se fueron creando a partir de las declaraciones de E.U. de que México es casi un "estado fallido" que estaba perdiendo el control de su propio territorio ante los carteles de la droga y una potencial amenaza a la seguridad nacional. Pero al enfocar su viaje sobre la persona de Calderón, y buscando reforzar el indice de aprobación de su liderazgo, Obama olvida que Calderón es un presidente polémico en una nación profundamente dividida como resultado, tanto de sus políticas de derecha como de las dudas que penden sobre la legitimidad de su presidencia.

Obviamene, Calderón es la contraparte formal de Obama, pero los innecesarios espaldarazos producen irritación entre el 50% de la población, que se sintió defraudada por su ascenso al gobierno determinado por la Corte. Adviértase que Calderón no desperdició tiempo en elogiar a la persona de Obama que, en realidad, no fue su candidato preferido en las elecciones de 2008.

Las propuestas presentadas por ambos presidentes fueron, en su mayoría, demasiado vagas para ser evaluadas o no respondieron a las necesidades de sus respectivos públicos. Calderón ofreció propuestas para profundizar el NAFTA, construyendo infraestructura en la frontera para aumentar los flujos económicos, reformas en los reglamentos de aduana y eliminación de barreras tarifarias y no tarifarias. Al hacerlo, se apoyó en el desprestigiado argumento de que, compitiendo como un bloque en una economía global competitiva, ambos países algún día disfrutaran de prosperidad.

Esto, en momentos en que ese modelo ha colapsado, dejando a millones de personas sin trabajo a ambos lados de la frontera.

Mientras tanto, los agricultores mexicanos, que se han visto forzados a dejar sus tierras por las importaciones de E.U., estaban preparando una demostración para reclamar una renegociación del capítulo del tratado referido a Agricultura.

Como se preveía, ambos presidentes confirmaron su compromiso con una militarizada y fracasada "guerra contra las drogas" en México. Obama sí declaró que la relación binacional no debería definirse sólo en temas de seguridad, sino en términos de programas reales—de poner el dinero de uno donde está la boca de uno—lo que sigue siendo el caso. La Iniciativa de Mérida aumentó 10 veces la ayuda a México en un área: Seguridad. Este modelo, que emplea al ejército para obstruir la provisión de drogas ilegales, no ha registrado éxitos en ninguna parte del mundo. Por otra parte, sabemos que provoca daños ambientales extensos, violencia, desplazamiento, violación de derechos humanos y reducción de las libertades civiles.

Las propuestas sobre energía y "empleos verdes" fueron poco claras. Los mexicanos están cautelosos respecto a propuestas que comprometen los recursos energéticos en la forma en que debieron hacerlo los canadienses con el NAFTA, y hay tambièn una considerable crítica de los mercados del carbón como una alternativa basada en los mercados, que requiere reglamentos sobre emisiones contaminantes.

El lado soleado en el horizonte de estas agitadas relaciones E.U.—México es el tema de la inmigración. Obama reiteró su compromiso de legalizar a los trabajadores mexicanos indocumentados establecidos al norte de la frontera, aunque cobrándoles algunos multas. Recientes relatos en las noticias indican que se está moviendo en este sentido. Calderón no ofreció nuevas propuestas para generar o conservar empleos en zonas de alta expulsión, ni tampoco Obama ofreció propuestas en este crucial tema.

Hasta ahora, ambos han evitado temas controvertidos: la renegociación del NAFTA, la corrupción, inequidad o, directamente la crisis económica. No hablaron de medidas específicas para generar empleos en México o aliviar la aplastante pobreza que afecta a millones de familias mexicanas.

La acción de involucrarse el gobierno de E.U. en el aparato de seguridad nacional de México, promovida por la Iniciativa de Mérida—el paquete de ayuda militar y policial diseñado por la Administración Bush y aprobada por el Congreso, despierta problemas sensibles de soberanía. Los agregados a medidas dentro de los E.U. no borra esos temores, ni el énfasis al formular erróneamente el papel de México en el problema transnacional.

De igual modo, las buenas intenciones y declaraciones vacías no resuelven el problema de las profundas asimetrías e inequidades creadas por el NAFTA, que alimentan la inmigración de México a Estados Unidos.

Estos problemas serán parte de la agenda de la Cumbre de las Américas. Allí, las alternativas de globalización dirigida por corporaciones que se está desarrollando en todo el hemisferio tendrá un lugar central, poniendo en relieve el fracaso de los viejos modelos.

Los presidentes Obama y Calderón tienen la obligación de revisar sus propuestas y buscar una "nueva era" que realmente dé respuestas a las múltiples crisis—económica, financiera, ambiental, social y de seguridad—que caracteriza este momento de la relación binacional.

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