Los expertos han dicho que la elección de Barack Obama como el próximo presidente de los Estados Unidos no cambiará la imagen del país en el extranjero de la noche a la mañana. Pero en América Latina, ya lo ha hecho.
Las felicitaciones han llovido de parte de líderes del hemisferio occidental, de la prensa, y de los ciudadanos. La mayoría celebran como Estados Unidos ha "roto las barreras raciales" al elegir al primer presidente afroamericano. En países que sufren problemas de diversidad y discriminación, la elección fue una gran noticia—y una noticia que no esperaban ver venir del inercial sistema político estadounidense. Las poblaciones afroamericanas de Brasil y otros lugares recibieron la ocasión con aun más entusiasmo.
Pero para los latinoamericanos, la fascinación por las elecciones estadounidenses va más allá de la raza. Luego de observar a distancia como los americanos escogían a George W. Bush en medio de acusaciones de fraude que fueron enterradas por las cortes, y luego ver el mismo episodio repetido en 2004, cualquier idea de que el sistema electoral estadounidense pudiera generar un cambio real recibiría una respuesta cuando menos escéptica. Para muchos, la elección de Obama demostró una capacidad de cambiar el rumbo y un nivel de participación ciudadana impensado.
Los Latinoamericanos realmente desprecian a George W. Bush. Allí, la popularidad de Bush alcanzó sus récords mundiales negativos. Obama parte con una tremenda ventaja en América Latina simplemente por no ser George Bush—o de su "banda". La mayoría de la gente al sur de la frontera cree que el presidente electo cambiará al menos un poco la radical política exterior estadounidense de unilateralismo y hegemonía en la región.
A pesar de que la política de Bush no incluyó la intervención militar en la región, si consistió en una incansable intimidación para forzar a los países a aceptar los modelos económicos de Washington, codificados en los Tratados de Libre Comerio, y aceptar la política exterior de Bush, expresada en el paradigma antiterrorista y la invasión a Irak. Cuando países como Bolivia o Ecuador se rehusaron a alinearse, la administración Bush buscó aislar a estos países económica y diplomaticamente, dividir el continente, y promover la oposición interna. La inflexibilidad y nula disposición a establecer un dialogo real profundizo los resentimientos, incluso entre aliados.
Ahora los líderes de la región dan la bienvenida al nuevo perfil de la Casa Blanca. Pero los líderes latinoamericanos aún no están corriendo a la cima de la montaña para proclamar el amanecer de una nueva era en las relaciones de sus países con EEUU. La respuesta podría describirse más bien como una esperanza vista a través del siempre desconfiado ojo que el continente mantiene sobre su vecino del norte. El gobierno estadounidense tiene un largo camino por delante si quiere deshacer el daño hecho a sus relaciones y su reputación luego de décadas de presidencias imperialistas demócratas y republicanas.
Muchos presidentes latinoamericanos han enviado sugerencias junto con sus felicitaciones al nuevo presidente. Lula en Brasil y Evo Morales en Bolivia han solicitado el final del embargo hacia Cuba. Morales añadió la demanda de la retirada de las tropas estadounidenses de la región. El presidente mexicano Felipe Calderón envió una breve nota congratulatoria, llamando al fortalecimiento de las relaciones bilaterales y enfatizando el rol de los mexicanos-americanos en las elecciones y la economía estadounidense. Esta fue su manera de insistir en la legalización de los inmigrantes mexicanos y la creación de marcos legales para la inmigración en el futuro.
La presidenta argentina Cristina Fernández Kirchner pidió al nuevo presidente que se comprometiera con el multilateralismo para confrontar la crisis financiera "aquellos que enfrentaron la guerra mundial comprendieron la importancia del multilateralismo y así deberíamos hacerlo nosotros… profundizando los cambios urgentes y necesarios para que el multilateralismo pueda responder a la complejidad de nuestras realidades".
Hugo Chávez declaró su esperanza de "edificar una agenda bilateral constructiva" con el nuevo presidente Obama, mientras tiró las últimas balas a Bush. La relación EEUU-Venezuela representa uno de los mayores desafíos que enfrenta la política exterior regional, y las importaciones de petróleo venezolano juegan un rol clave en la seguridad energética estadounidense. Aun así, las relaciones entre Hugo Chávez y Bush se han deteriorado al punto de romper las relaciones diplomáticas (pero no económicas) el pasado septiembre. Chávez ha liderado un movimiento de integración regional sin el Tío Sam que la administración Bush considera una amenaza a sus intereses, y promueve el socialismo del siglo XXI.
Obama ha ofrecido sentarse a hablar con Chávez y este ha dicho que está listo para devolver el ofrecimiento. También alabó la promesa de Obama de "destruir el centro de torturas de Guantánamo, retirar las tropas de Irak y conversar con los presidentes que han sido señalados como el "eje del mal" (en alusión al propio Chávez y otros líderes mundiales designados así por el presidente Bush).
El ecuatoriano Rafael Correa, por su parte, declaró que posee expectativas moderadas para con las relaciones con el gobierno de EEUU. "Creo que la política exterior norteamericana va a ser mas razonable mas humana, menos imperialista. Creo que s ele va a prestar mas atención a América Latina, pero no creo que vayan a haber cambios radicales".
Hasta el presidente colombiano Álvaro Uribe envío sus peticiones con su nota de felicitación. Y Uribe sabe perfectamente que no está en la mejor posición para pedir favores. El presidente colombiano apoyó abiertamente a John McCain para la presidencia, le sirvió de anfitrión en su visita a Suramérica, y criticó fuertemente al candidato demócrata por su negativa a apoyar el TLC que está estancado en el Congreso debido al negativo historial colombiano de derechos humanos.
A pesar de ser el país con mayor dependencia de la ayuda de EEUU, Uribe se pinto a si mismo en la esquina republicana mientras veía como los demócratas obtenían el control de la Casas Blanca y el Congreso. El analista Daniel García Peña declaró a la agencia AFP que "En estas elecciones, el presidente Uribe también pierde porque apoyo la agenda ideológica y guerrera de George W. Bush, una agenda que fue rechazada por el pueblo norteamericano … Obama tiene prioridades muy distintas en su relación con Colombia de las que tenia Bush".
Las peticiones de Uribe incluyeron el mantenimiento del Plan Colombia y la aprobación del TLC. Sonando un poco desesperado, citó algunas sospechosas estadísticas de la reducción del tráfico de cocaína colombiana al mercado estadounidense e imploró que el Plan "debe ser considerado antes de ser abandonado".
Las preocupaciones de Uribe acerca del Plan Colombia pueden ser una buena indicación de que la administración Obama reevaluará la ayuda militar estadounidense a la guerra contra las drogas. Un nuevo estudio de la GAO sobre el plan Colombia, comisionado por el ahora vicepresidente Joe Biden, concluyó que el Plan había fracasado en reducir la producción y el tráfico de drogas. Hasta ahora, Obama ha expresado su apoyo al Plan Colombia y al recién aprobado Plan México (Iniciativa Mérida) que aplica el mismo modelo en México, pero hay señales de que el enfoque basado en la ayuda militar y los mecanismos para ejecutar y hacer cumplir el plan puedan ser revisados.
Para los activistas de derechos humanos, protestantes indígenas y líderes sindicales colombianos, la expulsión de Uribe del paraíso proporcionado por su principal apoyo financiero y político en el hemisferio ofrece una oportunidad para buscar soluciones más pacificas.
Correa dijo que su verdadero sueño era que "llegue el día en que América Latina no deba preocuparse de quien es el presidente de Estado unidos, porque será suficientemente soberana y autónoma para pararse en sus dos pies". Mientras el día llega, América Latina permanece siendo altamente dependiente de lo que sucede en EEUU. La interconexión de no solo mercados sino también vidas humanas hace que la política norteamericana sea mucha más que pura especulación.
El presidente Obama está sobre una ola de entusiasmo del Norte y del Sur. Tiene una inmensa agenda esperándolo. Debe nombrar rápidamente embajadores en Latinoamérica, diplomáticos con mayor conocimiento y sensibilidad de la región. Actualmente Bolivia y Venezuela no tienen embajador y los nombramientos de Bush representan maneras viejas y repudiadas de hacer negocios.
El desafío mas importante será escuchar. Bush impuso una agenda que busco dividir el continente en la estrecha búsqueda de los intereses económicos de las compañías trasnacionales y los intereses políticos de su propia administración.
Cuando los mexicanos dicen "si no desarrollan un sistema de inmigración justo y legal, están empujando a los inmigrantes a los brazos de traficantes de humanos y alimentando el crimen organizado. Debemos hacer las cosas de manera diferente".
Cuando Bolivia dice, "nuestro proceso constitucional es un intento esperado de lidiar con una mayoría indígena que sufre la pobreza y la discriminación. Merece una oportunidad".
Esos son mensajes que vale la pena escuchar.
America Latina es un sitio ideal para empezar a practicar un nuevo enfoque de política exterior, un enfoque de no-intervención, multilateralismo y respeto mutuo. La región no supone ninguna amenaza real, no es un punto Caliente de guerra o terrorismo internacional. Una política del buen vecino podría crear relaciones más horizontales dirigidas a objetivos comunes como la paz, la justicia, estabilidad, seguridad y bienestar por encima de los estrechos intereses de los ricos y poderosos.
Es ese el tipo de cambio que mucha gente aquí espera de una presidencia de Obama.