El reciente viaje del presidente Hugo Chávez a Rusia fue visualizado como parte de la carrera armamentista en la que estaría empeñado el dirigente boliviariano. Sin embargo los hechos indican que Venezuela está muy por detrás de los dos principales aliados de Washington en la región, Colombia y Chile, en la compra de armas.
Aunque Venezuela se lleva los titulares, no es por cierto el país que se encuentra a la vanguardia en cuanto a adquisiciones de armamentos. En los últimos años Chile ha comprado armas por US$2.785 millones, Venezuela por US$2.200 millones y Brasil, muy rezagado, ocupa el tercer lugar con US$1.342 millones. Un reciente informe de la revista especializada Military Power Review asegura que el país trasandino ha ascendido del cuarto al tercer lugar en el ranking de "capacidad militar" de Sudamérica, desplazando a Argentina de ese lugar y acercándose a Perú, que sigue ocupando el segundo sitio.
Venezuela también ascendió un lugar, pero sigue estando a considerable distancia de los países militarmente más poderosos. Si se observa el gasto en Defensa como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB), el primer lugar pertenece también a Chile, con el 3.8% en 2005, seguido de Colombia con el 3.7%, país que además se benefició de una cuantiosa ayuda militar de los Estados Unidos que asciende a US$3.000 millones desde 2001 por el Plan Colombia y el Plan Patriota. En 2005 Venezuela aún se situaba lejos, con el 1.6% del PIB en gastos militares, muy similar al promedio del país antes de la llegada al gobierno de Hugo Chávez.
Armas y cobre
El permanente aumento del precio del cobre, paralelo al del petróleo, que entre 2002 y 2006 creció en el mercado internacional un 400%, explica en gran medida lo que el instituto Nueva Mayoría de Argentina valora como un "proceso macizo pero gradual" de rearme en los últimos 15 años, acelerado desde 2003. En su informe "Rearme: los casos paradigmáticos de Chile y Venezuela y su impacto regional", el mencionado centro de estudios sostiene que el ministerio de Defensa chileno mantiene gran autonomía a la hora de diseñar su política gracias a la Ley Secreta del Cobre que destina un porcentaje de las exportaciones del metal a las fuerzas armadas.
El Ejército chileno redujo su personal en la última década de 120 mil a 40 mil efectivos, y se reorganizó creando ocho brigadas dando prioridad a la movilidad y la capacidad de fuego. Chile adquirió 100 tanques pesados Leonard II alemanes y puede adquirir otros tantos, 28 aviones F-16 provistos de misiles AMRAAN y bombas láser aire-aire inéditos hasta ahora en la región. Más impactante aún es la compra de dos modernos submarinos Scorpene franco-alemanes además de ocho fragatas misilísticas, aviones de patrullaje marítimos y buques petroleros. "Medios especializados han concluido que tomando en cuenta los tamaños relativos de los PIB de Brasil y Chile, este último destina seis veces más recursos económicos a equipamiento militar que la principal potencia de la región", sostiene Nueva Mayoría.
Venezuela se defiende
Mientras Chile mantiene excelentes relaciones con Estados Unidos, su principal proveedor de armas sofisticadas que sólo se reservan a los aliados, Caracas sufre desde 2006 el embargo de la superpotencia de armas, piezas y repuestos de uso militar. Israel y Suecia podrían adherir a ese boicot. Desde que en mayo de 2006 se realizaron maniobras navales en el Caribe por parte de Estados Unidos, Holanda y Gran Bretaña, se encendieron las alarmas en el país de Chávez ya que fueron las mayores celebradas en la región desde la crisis de los misiles con Cuba en 1962. En agosto de ese mismo año se supo que la Dirección Nacional de Inteligencia estadounidense había creado un cargo especial para tareas de inteligencia y operaciones especiales para Cuba y Venezuela.
Desde ese momento Caracas se lanzó a la compra de armas, pero debió recurrir a otros países que no tienen buenas relaciones con Washington, entre ellos Rusia, China e Irán, aunque también en España. Ya fueron entregados más de 52 mil fusiles AK-103 de los 100 mil que compró a Rusia para reemplazar los FAL belgas que datan de la década de 1950. Además busca comprar misiles antiaéreos M1 Tor (similares a los que acaba de adquirir Irán), 24 cazabombarderos SU-30, 30 helicópteros de transporte y ataque Mi-35, todo ello en Rusia, y media docena de corbetas y una docena de aviones de transporte españoles.
Hasta ahora Venezuela ha gastado unos US$3.000 millones en armas y ahora se especula que podría adquirir entre cinco y nueve submarinos convencionales (diesel-eléctricos). Según analistas militares, los submarinos aún no siendo de última generación "constituyen una potencial amenaza ante cualquier operación naval o anfibia" como lo demostró la guerra de las Malvinas, cuando un único y antiguo submarino argentino creó enormes dificultades a las fuerzas británicas.
Aunque no resulta adecuado hablar de una carrera armamentista regional, lo cierto es que Chávez parece estar diseñando una estrategia de defensa. De la experiencia de Irak tomó la enseñanza de la importancia de las milicias armadas para desarrollar una guerra asimétrica ante una posible invasión, de ahí la compra masiva de fusiles que podría estar en condiciones de fabricar si prosperan las negociaciones para instalar una planta en Venezuela. En paralelo, si opta por la compra de submarinos puede estar indicando que su país se prepara ante un eventual bloqueo marítimo que podría interrumpir las exportaciones de petróleo.
En todo caso, conviene tomar los datos anteriores con pinzas. Venezuela depende tanto de sus exportaciones de petróleo como Estados Unidos de las importaciones desde ese país. Las importaciones de crudo venezolano pasaron de US$15.200 millones en 2001 a US$34 mil millones en 2005. Venezuela ya es el tercer exportador de petróleo a Estados Unidos desplazando de ese lugar a Arabia Saudita.