Con este ensayo, el IRC Programa de Las Américas presenta una
nueva serie mensual, en colaboración con el National Security Archive
(NSA) en Washington, DC. Según Kate Doyle, la Directora del Proyecto
México del NSA, "El objetivo principal del proyecto es cuestionar
los mitos de la política exterior, en ambos lados de la frontera."
Doyle analiza los archivos recién abiertos en EE.UU y México
de casi cuatro décadas, para descubrir nuevas evidencias y llevar a
la luz pública las historias ocultas de la relación bilateral.
Los resultados nos permite separar el discurso formal de los motivos reales,
y proporcionan elementos para reconsruir la diplomacia binacional a base de
los intereses compsrtidos, la transparencia y la participación ciudadana.
Los documentos originales y los ensayos previos se encuentran en: www.nsarchive.org/mexico.
Esperamos sus comentarios en: <americas@irc-online.org>
Una Embajada Confundida
Como muchos mexicanos, los funcionarios de la Embajada de Estados Unidos
en México no estaban preparados para la intensidad de las protestas
de los estudiantes y la violencia desatada por el régimen de Díaz
Ordaz, en respuesta a las mismas. Con frecuencia, los reportes que salían
de la Embajada durante la crisis eran muy confusos, probablemente porque los
funcionarios de la embajada estaban más cerca de la clase política
mexicana que los funcionarios de otras agencias estadunidenses y tenían
tendencia a creerse su propaganda. Por una parte, la Embajada tenía
fe en la hegemonía del régimen; y por otra, los funcionarios
estadunidenses daban por descontado la posibilidad de que los estudiantes
pudieran representar un desafío serio para el gobierno.
Incentivada por una petición de Washington, después de los
disturbios de Mayo, en París, la Embajada escribió varias valoraciones
sobre el gremio de estudiantes mexicanos, las cuales fallaron al no prevenir
la tormenta que se avecinaba. El 14 de junio, menos de seis días antes
del primer choque entre los estudiantes y las fuerzas de seguridad, la Embajada
predijo, de manera confidencial, que en México no podía pasar
nada comparable a lo acontecido en París:
El gobierno y el partido oficial (PRI), mantienen por todo el país
un contacto persuasivo con el pueblo, lo cual sirve no sólo para darle
al partido y al gobierno una continua valoración del sentimiento popular,
sino también para "venderle" al pueblo las decisiones y políticas
gubernamentales. ( ) El gobierno cuenta con diversos medios para medir
e influenciar la opinión de los estudiantes, y ha mostrado capacidad
y voluntad para tomar medidas enérgicas de forma decidida, hasta la
fecha con efectos saludables, cuando el malestar excede lo que se consideran
límites aceptables. Además, las manifestaciones estudiantiles,
aunque generan mucho interés en los medios, carecen de fuerza para
llevar a una crisis nacional
Estados Unidos sabía, mucho antes de que la violencia comenzara,
que el gobierno mexicano temía que hubiera intentos de interrumpir
los Juegos Olímpicos, el comienzo de los cuales estaba programado para
el 12 de octubre, en Ciudad México. En abril, y de nuevo en mayo, el
Pentágono recibió de los militares mexicanos peticiones urgentes
para que enviaran radios militares, y el abasto suficiente para cargar millares
de morteros y rifles, junto con altos explosivos," las cuales enviaron.
(Más tarde, a mediados de agosto, la Agencia de Defensa de Inteligencia
pasaría a Washington un pedido de material de entrenamiento para el
control de disturbios, que hizo el Ejército mexicano).
Una vez comenzados los disturbios, la Embajada adoptó rápidamente
la línea del régimen, de que las protestas de los estudiantes
estaban inspiradas por los comunistas de línea dura. Citando evidencia
de que el Partido Comunista, con la complicidad de la Embajada Soviética,
había maquinado el conflicto del 26 de julio, los funcionarios estadunidenses
escribieron en un cable secreto a la Casa Blanca que "La Embajada considera
que existen grandes posibilidades de que Moscú haya ordenado al PCM
(Partido Comunista de México) que adopte tácticas más
combativas." Esta posición la cambiaron a los pocos días,
cuando análisis más realistas remplazaron las ficciones dadas
por el gobierno de Díaz Ordaz para el consumo público sobre
la influencia extranjera en el movimiento.
La confusión de Estados Unidos también aumentó porque
el propio régimen estaba dividido sobre las tácticas que debía
utilizar con los estudiantes. A pesar de que en los primeros disturbios, a
fines de Julio, se usó la violencia policial y la fuerza militar, casi
todo el mes de agosto pasó sin que se produjera intervención
coercitiva por parte del gobierno, a pesar de las muchas manipulaciones que
había entre bastidores.
Fundamental en la toma de decisiones del régimen fue una figura
clave en el gobierno–y uno de las principales fuentes de información
de la Embajada–el Secretario de Gobernación, Luis Echeverría
Álvarez. En todos estos años, Echeverría ha negado, repetidas
veces, haber sido protagonista de los disturbios estudiantiles del 68. Todavía
en 1998 le dijo a una reportera de El Universal que él había
jugado sólo un papel menor, bajo mandato del Presidente Díaz
Ordaz, quien más tarde lo nombraría candidato por el PRI para
las elecciones nacionales de 1970. La periodista, Irma Rosa Martínez,
le preguntó a Echeverría si su participación en los hechos
del 68 afectó sus posibilidades de ser nominado para presidente.
–Pues me favoreció a mí porque yo no intervine en nada.
Eso fue, lo manejó todo el presidente, todo, lo político y lo
militar, con el secretario de la Defensa. Yo hice una vez declaraciones para
el diálogo público y hasta ahí. No me perjudicó
en nada.
– Pero a usted como secretario de Gobernación ¿no le habían
encargado encarar esta parte del problema, la negociación?
– No, no, no. Todo lo manejó el presidente. Todo, todo. No hubo negociación.
Cuando había borlote los dejaba y luego mandaba al Ejército.
Pero según documentos de la CIA y del Departamento de Estado, Echeverría
creó y lideró un grupo de trabajo clave, conformado por importantes
funcionarios del gobierno, que tuvieron a su cargo el diseño de una
respuesta a las protestas estudiantiles, inmediatamente después de
que éstas comenzaron, el 26 de julio. La estación de la CIA
advirtió, el 31 de julio, que "Un "Comité de Estrategia",
bajo la dirección del Ministro de Gobierno, Luis Echeverría,
opina que la actual ola de disturbios ha sido puesta bajo control." En
Washington, el Buró de Investigaciones e Inteligencia del Departamento
de Estado (INR) identificó al comité como el organismo principal
que dirigía los esfuerzos del gobierno para cortarles el paso a los
estudiantes–fuera por la fuerza o a través de la coerción.
Después de la primera confrontación entre policías y
estudiantes, el INR escribió, el 6 de agosto:
El comité decidió permitir la efervescencia de los estudiantes
durante un tiempo, esperando que la situación no se volviera violenta.
Sin embargo, se alertó y se puso en posición a las tropas. Al
parecer, el gobierno consideraba crucial el periodo alrededor del día
29, y cuando actuó, usó toda su fuerza en un esfuerzo para convencer
a los violentos estudiantes de que no tolerarían que se rompiera el
orden público. ( )
Al mismo tiempo que se aplicaba esa fuerza, el gobierno trabajó calladamente
con el rector de la Universidad Nacional Autónoma y con algunos líderes
estudiantes. El comité estratégico, actuando bajo las instrucciones
del presidente, advirtió al rector para que alentara las manifestaciones
en el campo universitario, para evitar que llegaran a desembocar en violencia
generalizada.
En el primer periodo, el régimen todavía no estaba seguro
sobre cuál carta jugar: la mano dura o la mano conciliatoria. El 31
de julio, la CIA informó que tanto el Director de la Federal de Seguridad,
Fernando Gutiérrez Barrios, como el Secretario General de la UNAM,
Fernando Solana, habían confirmado en privado que "ni el gobierno
mexicano ni los directivos de la universidad tienen ningún plan para
lidiar con el actual problema de las agitaciones y las protestas estudiantiles".
La CIA en el terreno
Mientras la Embajada luchaba por encontrarle sentido a la estrategia del
régimen, la CIA estaba ocupada en reunir información de inteligencia
fresca sobre el terreno, conforme la iban descubriendo. Curiosamente, la mayoría
de los archivos desclasificados de la CIA sobre 1968, viene de la dirección
clandestina, y son informes hechos desde la estación de la agencia
en Ciudad México. Los documentos tienen la ventaja de ser instantáneas
vívidas tomadas en el terreno, por un lado; por otro, tienen la gran
desventaja de contener poco análisis o "inteligencia terminada"
que pudiera ayudar a contextualizar los hechos.
A pesar de que el gobierno de Estados Unidos ha desclasificado docenas de documentos sobre la masacre de Tlatelolco de los archivos secretos de la CIA, del Departamento de Estado, el Pentágono, El FBI y la Casa Blanca, ciertos archivos claves permanecen clasificados e inaccesibles para el público. -Documentos desclasificados de la Casa Blanca indican que la CIA hizo un -El Buró Federal de Investigación (FBI) también realizó -No se ha desclasificado ningún documento escrito por el Agregado -En una carta escrita el 1 de noviembre por el Director de Asuntos del -La CIA publicó el 17 de enero de 1969, un informe especial sobre -Finalmente, ni uno solo de los documentos desclasificados por el gobierno |
Los archivos desclasificados dejan en claro que la estación de la
CIA en México informó casi diariamente sobre los disturbios
del 26 de julio al 2 de octubre, usando fuentes que incluían a Fernando
Gutiérrez Barrios y a otros funcionarios dentro de la DFS, a Luis Echeverría,
a funcionarios de la oficina del Presidente, a un funcionario en la Secretaría
de Educación, así como contactos en la universidad (que incluían
a administradores y estudiantes), e información de inteligencia recogida
por "observadores entrenados"–los cuales podrían ser funcionarios
americanos de la estación u oficiales de la inteligencia de "enlace,"
mexicanos.
Se recogió información sobre cada aspecto de la crisis, pero
las fuentes de la CIA se concentraron más intensamente en los estudiantes
"izquierdistas" y los "agitadores conocidos" (como los
estudiantes de la UNAM Luis González de Alba, Gilberto Guevara Niebla,
Romero González Medrano, Jesús Rodríguez, Roberta Avendaño
e Ignacio Rodríguez), los profesores radicales (como el profesor del
IPN Fausto Trejo Fuentes y Eli de Gortari), sobre las tendencias políticas
dentro de varias escuelas de la UNAM y sobre las actividades y el paradero
de conocidos miembros del Partido Comunista.
En particular, la CIA rastreó los intentos que hizo el régimen
de penetrar e influenciar a la comunidad universitaria desde adentro. Los
oficiales de la CIA tendían a percibir tales esfuerzos a través
del lente de las fuentes que tenían dentro del régimen. Seguida
a la decisión del rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, de apoyar
la causa de los estudiantes y liderar las reuniones de protesta dentro de
la Ciudad Universitaria-un paso que tomó para evitar la violencia-la
estación escribió, el 9 de agosto, que
Las estrategias del gobierno en las últimas semanas–hacer concesiones
para contemporizar, mezcladas con la fuerza y también con alentar a
los rectores de las universidades para que hagan se ganen a los estudiantes,
ejerciendo así una influencia moderada–fue efectiva.
Como la Embajada, la estación sufría el hecho de estar muy
cerca de sus fuentes. La CIA todavía estaba convencida, a mediados
de agosto, de que Díaz Ordaz y sus hombres podrían dividir y
conquistar el movimiento estudiantil de 1968 en la capital, como lo habían
hecho con las protestas en los estados en los años 60: (10 de agosto)
"El gobierno está al tanto de que hay divisiones entre varias
facciones de estudiantes, y está involucrado activamente en crear más
división, para impedir de esa forma que surja un grupo de liderazgo
unificado." Pero cuando la crisis empezó a alargarse y se volvió
más violenta, la CIA comenzó a reconocer el cambio que estaba
teniendo lugar. Como observó la estación el 9 de septiembre,
Esta experiencia ha mostrado que el gobierno y el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) no tienen ya el poder, ni el control total sobre la conducta
pública que existía previamente. Mientras que quedan pocas dudas
de que los estudiantes mexicanos han sido influenciados por los levantamientos
estudiantiles en Estados Unidos y Europa, los recientes disturbios de estudiantes
han sido una nueva experiencia para México y pueden ser una advertencia
de las cosas que vendrán. El viejo orden está pasando, y ( )
los estudiantes se han dado cuenta de que pueden ser un elemento significativo
en el proceso de la toma de decisiones de la nación, y ya no están
contentos con la actitud protectora del gobierno.
Poco antes de la confrontación del 2 de octubre, los despachos que
enviaba la agencia a Washington comenzaron a reflejar la idea de que el régimen
de Díaz Ordaz estaba acorralando al movimiento. El 26 de septiembre,
justo seis días antes de Tlatelolco, la estación envió
un cable describiendo los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y
los estudiantes de la Escuela Vocacional número Dos y número
Cinco. Un policía disparó y mató a un estudiante afuera
de una de las escuelas; al día siguiente, los estudiantes se reunieron
con la familia en la casa de la víctima para marchar en la procesión
funeraria rumbo al cementerio. "La marcha fue vigilada por miembros de
los servicios de seguridad", informó la CIA.
La política que sigue actualmente el gobierno para calmar los levantamientos
estudiantes es que el ejército o la policía ocupe inmediatamente
cualquier escuela que sea usada ilegalmente como centro de actividades subversivas.
( ) Tanto el Ministro de Gobernación como el Director de la Federal
de Seguridad opinan que no existe peligro de que los Juegos Olímpicos
sean afectados, y, más, que la situación estará muy
pronto bajo total control, lo que significa un cese de todos los actos
de violencia. (Énfasis agregado).
Masacre en Tlatelolco
Entre los documentos estadunidenses desclasificados hay pocos informes
de primera mano de "observadores entrenados" presentes en la Plaza
de las Tres Culturas. Lo que existen son resúmenes de lo que se creyó
había pasado, según lo recolectado por los informes de prensa,
y a través de funcionarios de la inteligencia y de oficiales del gobierno
mexicano. En las horas y días inmediatos que siguieron a la matanza,
todas las agencias estadunidenses que operaban en México–la Embajada,
la estación de la CIA, el Departamento de Defensa y el FBI–aceptaron
inicialmente la línea de argumento del régimen, de que estudiantes
francotiradores, previamente posicionados, habían provocado la masacre.
Sin embargo, para mediados de octubre, los oficiales americanos se habían
retractado de esa teoría y expresaban sus dudas sobre si la confrontación
la comenzaron los estudiantes o las fuerzas de seguridad gubernamentales.
"Las versiones difieren", escribió la Embajada a Washington
el 20 de octubre, "sobre si los disparos vinieron de la Plaza o del vecino
Edificio de Apartamentos Chihuahua y sobre si vinieron de los estudiantes
o de las fuerzas del orden".
El informe de la Agencia de Defensa de Inteligencia contradecía
las explicaciones oficiales de que las tropas mexicanas habían sido
sitiadas y que estas trataron de mantener el orden mientras los estudiantes
radicales atacaban. El 18 de octubre, el agregado militar describió
la escena: "Había una considerable desorganización entre
los elementos del Ejército presentes (
) y hubo cierta cantidad
de fuego indiscriminado por parte de los soldados, quienes, más que
tratar de localizar la fuente exacta de los disparos de los francotiradores,
dispararon abiertamente al edificio de apartamentos. Sin embargo, no se reportó
ningún fuego indiscriminado por parte de los soldados hacia la plaza.
Estas mismas fuentes dijeron que se vio a los soldados saqueando tiendas en
algunos de los apartamentos del edificio, una situación que indica
que no estaban muy bien controlados por sus oficiales".
Mientras que se aclaraba la situación en los días que siguieron
a la matanza, los oficiales americanos tomaron nota de los intentos del gobierno
mexicano para exonerar al régimen de culpa por la confrontación.
En un informe escrito por el Buró de Investigaciones e Inteligencia
el 10 de octubre, el Departamento de Estado reveló que el gobierno
había "arreglado" que el líder estudiantil Sócrates
Campos Lemus acusara a políticos del PRI, como Carlos Madrazo, de fundar
y orquestar el movimiento estudiantil. "Los motivos que tiene el gobierno
para hacer esto no están claros todavía, pero puede estar tratando
de hacer que la culpa por su ineptitud a la hora de manejar el asunto recaiga
sobre personas que el gobierno siente podrían ser muy fáciles
de destruir políticamente".
Después de Tlatelolco, los oficiales estadunidenses tomaron una
postura firme al lado del gobierno de Díaz Ordaz sin cuestionar su
versión de los hechos, a pesar del turbio punto de vista que tenían
sobre las acciones del gobierno. Un día después de Tlatelolco,
el Subsecretario de Estado para Latinoamérica, Covey Oliver, escribió
al Secretario que, "Creemos que es importante evitar cualquier señal
de que desconfiamos en la habilidad (del gobierno de México) para controlar
la situación". Y examinando "los escenarios de contingencia"
esbozados por la Embajada estadunidense en noviembre, el embajador exhortó
a Washington a que estuviera preparado para garantizarle a México los
paquetes de apoyo en asistencia financiera y económica, en caso de
que la violencia estudiantil continuara o se incrementara, como una manera
de mostrar el apoyo de Estados Unidos al régimen.
Pero Estados Unidos reconoció la profunda significación de
la matanza de Tlatelolco y el enorme abismo que se había abierto entre
un régimen intransigente y los estudiantes que demandaban cambios.
El 10 de octubre, el Departamento de Estado escribió una aguda y pesimista
nota sobre el asunto:
Parece improbable que el PRI pueda encontrar una solución fundamental
al problema sin cambiar la convicción ampliamente extendida de que
éste está atrincherado, estancado y motivado únicamente
por sus propios intereses internos. Hay que convencer a los estudiantes de
que, a pesar de la enorme deshonestidad y los sobornos que han sido el sello
del PRI, el partido es todavía, o podrá ser, una fuerza vital
para el cambio político y social, así como para el crecimiento
económico. El liderazgo actual no parece estar dispuesto a comprender
la magnitud del problema de la alienación de los estudiantes, ni de
aceptar este como una advertencia seria de que el partido no está respondiendo
a las necesidades legítimas de un segmento de la sociedad mexicana
que se hace sentir cada día más.