Entrevista con el Subcomandante Marcos
Hay un tiempo para pedir, otro para exigir y otro para ejercer
por
Gloria Muñoz Ramírez | 28 de enero de 2004
Inicio y motives de la guerra, los recuerdos, los enfrentamientos
El inicio de la guerra presenta para nosotros el dolor pero también la esperanza. Según la lectura que hacemos ahora eso es lo que marcó y permitió lo que ha pasado después. Estos más de nueve años no habrían sido posibles en su éxito sin esas primeras horas del levantamiento armado..
Aparte de los enfrentamientos entre el EZLN y el ejército federal, hoy otro enfrentamiento que no es propiamente agresivo, entre el EZLN y lo que nosotros llamamos la sociedad civil. Desde los primeros minutos del inicio del alzamiento se da este encuentro y, de alguna forma, comienza a aventar al ejército federal, una de las partes, como algo completamente exterior al conflicto.
Si se revisan las fotos de aquel primero de enero de 1994, se ve la convivencia, esa relación casi promiscua entre las tropas zapatistas y la sociedad civil. Lo que tengo ahora en mi memoria visual, es esa sorpresa de los civiles rodeando a los insurgentes, la sorpresa de verlos y también la sorpresa y el azoro que había en nosotros, en nuestras miradas y en nuestros rostros, al encontrarnos con esa gente. No había camaradería pero tampoco había agresividad en unos y otros. Como que unos y otros estábamos convencidos de que el otro no era el enemigo.
Esto va a marcar desde un principio lo que va a ser la relación a lo largo de todos estos años de encuentros, desencuentros, y reencuentros ente el EZLN y la sociedad civil. Es importante señalar, que desde el principio se da este encuentro y desde el principio el gobierno y el ejército empiezan a quedar al margen. Están, sí, como una fuerza agresiva contra la que se combate, pero que poco o nada va a tener que ver en lo que se va a construir—no en lo que se va a destruir—a lo largo de estos casi diez años. Es esa relación de sorpresa, primero de azoro: Ah ¡aquí estás! de uno y otro lado, zapatistas y civiles, a partir de ese primero de enero de 1994.
Durante todos los días de combate, la actitud de la sociedad civil respecto a los insurgentes es tratar de saber quiénes son, cómo son, qué piensan, qué quieren. Tratar de entender qué los había llevado a tomar esa decisión. Mientras que la actitud del gobierno federal y del ejército federal era aniquilarlos, aplastarlos, destruirlos, desaparecerlos. Y digamos que nosotros, después de los primeros combates en los que se tomaron las cabeceras, estábamos más ocupados en combatir, en permitir el repliegue de nuestras tropas y en sobrevivir.
Se supone que en una guerra los civiles aparecen como refugiados o como víctimas, y en este caso no eran ni una cosa ni otra, aunque, claro, hay casos en los que sí ocurrió así, que hubo refugiados y desplazados en aquellos días. Pero en la mayoría de los casos ahí andaban, al menos en las cabeceras que tomamos, en las plazas en las que combatimos, en las plazas en las que nos movimos, donde hubo combates, donde hubo presencia. La mayoría de población civil no huía ante la presencia de nuestras tropas.
Entonces desde las primeras horas de esta guerra que ya va para diez años, se da este encuentro y se desplaza desde ese entonces el lugar que siempre han querido pelear el gobierno federal y sus tropas, el lugar preponderante. Yo creo que ha sido determinante para muchas cosas que han ido apareciendo después.
Hay otra cosa, la forma de tomar las decisiones de los zapatistas, o sea construir las cosas desde abajo, no decidirlas desde arriba. Es eso lo que nos da la fuerza y la confianza de que estamos haciendo bien a la hora de que empezamos la guerra. Es una de las dudas que suele cargar, entre muchas más, un combatiente: si está bien lo que está haciendo. Nosotros teníamos muchas dudas, si íbamos a poder, si teníamos la capacidad, cuál iba a ser la respuesta de la gente, cuál iba a ser la respuesta del ejército enemigo, cuál iba ser la respuesta de los medios. Muchas dudas teníamos, pero no teníamos la duda de la legitimidad de lo que estábamos haciendo. No me refiero a la decisión personal de cada combatiente—que pesa y mucho—de decidirse a pelear hasta la muerte para conseguir algo. No, me refiero a lo que significa estar llevando a cabo la acción con un respaldo colectivo, en este caso de decenas de miles de indígenas y miles de combatientes.
Diez años: el fuego y la palabra, consolidar la autonomía
Más que dividir en grandes etapas este periodo, nosotros distinguiríamos tres grandes ejes a lo largo de estos casi diez años. El que nosotros llamaríamos el eje del fuego, que se refiere a las acciones militares, los preparativos, los combates, los movimientos propiamente militares. El eje de la palabra, que se refiere a encuentros, diálogos, comunicados, donde está la palabra o el silencio, es decir, la ausencia de palabra. El tercer eje sería la columna vertebral y se refiere al proceso organizativo o a la forma en que se va desarrollando la organización de los pueblos zapatistas. Esos tres ejes, el eje del fuego y el eje de la palabra, articulados por el eje de los pueblos, de sus procesos organizativos, son lo que marca los diez años de vida pública del EZLN.
El eje del fuego o el eje de la palabra, aparecen con mayor o menor intensidad, en determinados periodos con mayor o menor incidencia en la vida del EZLN y de su entorno, o en la vida nacional o en el mundo. Pero los dos ejes siempre tienen que ver y están determinados por la estructura que van adquiriendo los pueblos, que no solo son el sostén del EZLN, sino, como lo hemos dicho muchas veces, son el camino por el que anda el EZLN. El ritmo de su paso, el intervalo entre un paso y otro, la velocidad, tiene que ver, tanto en el fuego como el la palabra, con el proceso organizativo de los pueblos.
En algunos casos es el fuego, quiero decir la parte militar, preparativos de combate, movilizaciones, maniobras, combates propiamente dichos, acciones de avance o de repliegue, los más importantes o los que aparecen más visibles. En otros casos es preponderante la palabra, o los silencios que se construyen en entorno a la palabra, en este caso para decir callando, como decimos nosotros. A lo largo de estos casi diez años se marca uno y otro eje, pero siempre tiene que ver con la manera en que los pueblos se están organizando.
No es lo mismo como están organizadas las bases de apoyo del EZLN para la guerra, o cómo se organizan para dialogar con el gobierno o con la sociedad civil, o para resistir o para construir la autonomía, o para construir formas de gobierno, o para relacionarse con otros movimientos, o con otras organizaciones, o con gente que no es movimiento ni tiene organización.
En este caso, los pueblos, las bases de apoyo zapatista, adoptan formas que se van construyendo, que no vienen en ningún libro ni en ningún manual, ni, por supuesto, les hemos dicho nosotros. Son formas de organización que tienen que ver con su experiencia, y no me refiero sólo a su experiencia ancestral e histórica que viene de tantos siglos de resistencia, sino de la experiencia que han construido ya organizados como zapatistas.
EZLN y la lucha indígena
.Siguiendo la historia, nuestra historia, cuando se están discutiendo las leyes revolucionarias en 1993, en lo que ya se estaba formando con el nombre del Comité Clandestino Revolucionario Indígena, es decir, los jefes de los diferentes pueblos indios—tzeltal, tzotzil, tojolabal, chol, zoque y mam—se discutió si se iba a hacer hincapié en ciertas demandas indígenas del EZLN en el momento del alzamiento, y la parte que argumentó mejor y que triunfó fue la que decía que había que darle un carácter nacional, de tal forma que no se ubicara al movimiento con aspiraciones regionales o “étnicas”, porque se decía que el peligro es que se fuera a ver nuestra guerra como una guerra de indios contra mestizos, y que era un peligro que había que evitar. A mi me parece que la decisión fue acertada, que la Primera Declaración de la Selva Lacandon es contundente y es clara, que la definición más clara de la cuestión indígena conforme fue avanzando el movimiento ya después de hacerse publico, ya después del inicio de la guerra, fue también acertada y fue modesta. En ningún momento se pretendió encabezar ni hablar a nombre de todos los pueblos indios de México.
Ahora, el EZLN ya de manera pública no se presenta ni se concibe a si mismo como el parteaguas de la lucha indígena. Nosotros nos presentamos, como dice la Primera Declaración de la Selva, como parte de un proceso de lucha que viene de muchos años y que está en muchas partes. En el caso de México, la lucha indígena no empieza en 1994, ni empieza en Chiapas, hay antes de enero de 1994 muchas luchas de resistencia, de experiencias valiosas en muchas partes de México, con otros pueblos indios en diferentes regiones del país. Y el EZLN siempre lo ha dicho.
La mesa de San Andrés, la Mesa Uno que se refiere a Derechos y Cultura Indígenas no representó al EZLN. Si hubiéramos pensado que éramos los dirigentes del movimiento indígena nacional, habríamos entrado nada más nosotros. Invitamos a las organizaciones, grupos, intelectuales, todos los que han trabajado y que saben cuáles son las demandas de los pueblos indios, que son diferenciadas pero que se agrupan a grandes rasgos en esto que se ha definido como la autonomía. Esto era importante marcarlo desde el principio porque al inicio del movimiento, en los primeros meses, la clase política y muchos medios de comunicación afirman que el principal problema, o que el fundamento de la cuestión indígena en México es un problema de asistencialismo. Es decir, los indígenas son pobres y hay que darles limosna, en este caso, más limosna, más lástima.
En un principio se plantea el problema indígena como un problema de pobreza material y no como lo habían planteado no sólo el EZLN, sino, mucho antes, otros pueblos y organizaciones indígenas en el resto del país, quienes lo definieron como algo más complejo que implicaba cuestiones culturales, de autogobierno, de autonomía, y no meramente la falta de una limosna más sustanciosa. Al principio buena parte de la opinión pública nacional e internacional ve el problema como de “pobres inditos, hay que ayudarlos un poco, a que tengan buena casa y a que se eduquen,” pensando que la educación es la forma en que el indígena deja de ser indígena, aprende español, olvida su lengua, se amestiza o se ladiniza, como se decía antes, y eso significa que ya mejoró, el momento en que dejo de ser indígena.
Entonces, digamos, esa es una primera etapa de la lucha indígena. Se reconoce que en México y en el mundo las condiciones de vida de los indígenas son desastrosas, prehistóricas. Y se compara su situación con el proyecto de Salinas de Gortari, un proyecto de ingreso al primer mundo, el de un país capaz de darle batería a la globalización. Pero, evidentemente, el problema indígena no estaba sólo en esa comparación.
En la segunda etapa, que es alrededor de los diálogos de San Andrés, se pueden agrupar todas estas experiencias y demandas que hay en el momento en que el EZLN renuncia explícitamente—y lo cumple—al papel de vanguardia o de cabeza de ese movimiento indígena rico y muy variado. La gente entonces se da cuenta que el problema indígena no es sólo un problema económico, es también cultural, político y social. Y empiezan a plantearse las experiencias que hay en otros lados, comienzan a darse a conocer y a articularse en lo que son los Acuerdos de San Andrés, donde ya se incluyen demandas de autonomía, de autogobierno, culturales. Esto es lo que va a articularse luego en los municipios autónomos zapatistas y en las Juntas de Buen Gobierno, no sólo como producto de la experiencia zapatista sino que, ahora sí, recogiendo todo lo que habíamos aprendido de nuestro contacto con el movimiento indígena nacional, y en algunos casos con el movimiento internacional.
En esta segunda etapa, el movimiento indígena construye en México, junto con el EZLN—no dirigido por él—, esa especie de puente o de causa común que une a todos, que serían los Acuerdos de San Andrés, el reconocimiento constitucional de los pueblos indios para gobernar y gobernarse y decir un montón de casos. Porque en el momento en que se plantean las cosas sólo a nivel asistencialista, es donde el PRI, el PAN y el PRD, ven un filón: bueno—dicen—si se trata de dar más dinero está bien, nosotros nos quedamos con una parte y les damos otra, así compramos votos, etcétera. Pero en el momento en el que se plantean las demandas de los pueblos indios en cuanto a organización política y formas de gobierno, los partidos políticos no están de acuerdo, como lo demostraron en el Congreso de la Unión y ahora en sus campañas.
Entonces, pues, en la segunda etapa se empieza a construir un consenso sobre las demandas indígenas. En la tercera etapa, que va de la firma de los Acuerdos de San Andrés a la Marcha del Color de la Tierra, se empiezan a generalizar estas demandas, a difundir al interior del movimiento indígena nacional y también al exterior, a la sociedad civil, a los medios de comunicación, por medio de otras organizaciones sociales. Esa tercera etapa acaba cuando el Congreso de la Unión legisla en contra de esos derechos con el apoyo del Ejecutivo, y luego esa decisión es avalada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En ese momento se acaba esa etapa y empieza la etapa en la que estamos. En resumen: en la primera etapa se plantea la necesidad de ciertos derechos; en la segunda etapa se demanda el cumplimiento de esos derechos y en la última etapa se ejercen esos derechos, es en la que estamos ahora.
El mundo entre 1994 y 2003
El mundo que encontramos en enero de 1994 sí pensábamos o adivinábamos cómo iba a ser. Ya se había dado el derrumbe del campo socialista y la lucha armada en América Latina no era muy popular, ya no digamos en otras partes del mundo. Eso ya lo esperábamos. Pero el avance que había tenido el neoliberalismo y la globalización en todo el mundo resultó una sorpresa, porque entonces detectamos no sólo que había avanzado el proceso de destrucción y reconstrucción que hemos mencionado en algunos de los textos, sino que también había avanzado el nacimiento y el mantenimiento de formas de resistencia y de lucha en todo el mundo. Las internacionales socialistas o comunistas, o esas redes internacionales mutuas para oponerse al capitalismo, habían desaparecido, pero habían surgido focos de resistencia en varios lados y se estaban multiplicando. A eso se debe que el alzamiento haya tenido receptividad en una parte importante de la comunidad internacional, en gente organizada o con ganas de organizarse. Y me refiero a algo mas allá del sentimiento de lástima o de conmoción, legítima, por cierto, de emoción frente a lo que significaba el alzamiento del EZLN y, a través de el, poder conocer las condiciones indignantes en las vivían los pueblos indígenas antes de ese primero de enero de 1994. Eso fue para mucha gente; para otros, aparte de esto, significó una apuesta política seria.
Ese mundo que encontramos en 1994, si bien lo imaginábamos, no lo alcanzábamos a entender, y por eso no alcanzamos a entender la receptividad que tuvo en muchos grupos, sobre todo en grupos de jóvenes de todas las tendencias políticas y concepciones. No alcanzábamos a entender porque el movimiento zapatista provocó esta simpatía y que se crearan comités de solidaridad prácticamente en los cinco continentes.
El mundo que hay hoy, diez años después, está más polarizado. Es lo que nosotros preveíamos, que la globalización no estaba produciendo la aldea global sino un archipiélago mundial que se está agudizando, y no sólo en cuanto a los intereses económicos, políticos y sociales de esta gran sociedad, del poder en general, como decimos nosotros, de este reparto, conquista, y destrucción del mundo, sino también en cuanto a lo que se refiere a la resistencia, a la rebeldía que está creciendo de manera autónoma, independiente, no como línea de consecuencia, no como una resistencia que se pueda llevar a todas partes del mundo, sino que esta adquiriendo su modo en cada lugar.
El movimiento antiglobalización. No fuimos los primeros
El movimiento antiglobalización o, como ahora se dice, alterglobalización—porque no se trata de oponerse a que el mundo sea mundo, sino de crear otro mundo, como se dice por ahí—no pensamos que sea un movimiento lineal, con antecedentes y consecuentes, ni que tenga que ver con situaciones geográficas y de calendario, de fechas, de decir que primero fue Chiapas, luego Seattle y después Génova y ahora Cancún. No es que uno preceda al otro y lo herede.
Nosotros concebimos nuestro movimiento, y lo decíamos en 1994 a medios internacionales, como un síntoma de algo que estaba pasando o que estaba por suceder. Usamos entonces la imagen del iceberg, como dijimos, la punta del iceberg que está asomando y pronto asomarán puntas por otros lados, de algo que está abajo, que se está gestando y que está por reventar, decíamos entonces.
En este sentido, Chiapas no precede a Seattle en tanto que lo anuncie o Seattle sea la continuación. Seattle es otra manifestación de esa rebeldía mundial que se está gestando fuera de los partidos políticos, fuera de los canales tradicionales del quehacer político. Y así cada una de las manifestaciones, y no me refiero a las que han seguido a la Organización Mundial de Comercio y que se han convertido en su pesadilla más cotidiana, sino a otro tipo de manifestaciones o movilizaciones o movimientos más duraderos en contra de esa globalización de la muerte y de la destrucción.
Somos más modestos en cuanto a nuestro lugar. Somos un síntoma y pensamos que nuestro deber es mantenernos lo más posible como asidero y referente, pero no como un modelo a seguir. Por eso nunca hemos disputado, ni lo haremos, decir que el principio fue Chiapas y los Encuentros Continental e Intercontinental. La rebeldía que hay en Chiapas se llama zapatista, pero en Seattle se llama de otra forma, en la Unión Europea de una forma y en Asia de otra forma, en Oceanía de otra. Incluso dentro de México, en otras partes la rebeldía se llana de otra forma.
Nosotros vemos muy bien ese movimiento alterglobalizador, en el sentido en que no repite el modelo vertical de toma de decisiones, de arriba hacia abajo, y esto le ayuda a que no tenga un comando central, órganos de dirección o algo así. Y que el movimiento haya sabido respetar las diferentes formas que se manifiestan en su interior, los pensamientos, las corrientes, los modos, los intereses y la forma en que se toman decisiones.
Vemos que el movimiento antiglobalización o alterglobalización sigue siendo rico en experiencias, todavía tiene mucho que aportar y pensamos que va a dar mucho, siempre y cuando no caiga en la tentación de las estructuras o de las pasarelas. Es decir, el riesgo que hay siempre es que un movimiento se convierta en una pasarela de personalidades, sin que esas personalidades tengan respaldo de movilizaciones en sus lugares.
Nosotros pensamos que ese movimiento se está traduciendo ya no sólo en la crítica al modelo que representa, sino que en muchos aspectos, se están construyendo alternativas no en el papel, sino en formas de organización social en varios lugares donde ya se puede decir que hay gérmenes de ese otro mundo posible.
Se dice que diversos movimientos tanto de México como de otras partes del mundo, han visto en el zapatismo un ejemplo de lucha, e incluso, que algunos han retomado sus principios para la construcción de sus propias resistencias.
Nosotros les decimos: a los que siguen el ejemplo que no lo sigan. Pensamos que cada quien tiene que construir su propia experiencia y no repetir modelos. En ese sentido, lo que les ofrece el zapatismo es un espejo, pero un espejo no eres tú, en todo caso te ayuda sólo para ver como te ves, para peinarte de esta forma, para arreglarte. Entonces, les decimos que vean en nuestros errores y aciertos, si es que los hay, las cosas que les puedan servir para construir sus propios procesos, pero no se trata de exportar el zapatismo o de importarlo. Pensamos que la gente tiene la suficiente valentía y sabiduría para construir su propio proceso y su propio movimiento, porque tiene su propia historia. Eso no sólo hay que saludarlo, sino que hay que propiciarlo.
MAS CITAS DEL SUBCOMANDANTE MARCOS :
Sobre el EZLN en la lucha indígena:
“.el EZLN nunca se ha presentado como el representante, el líder o el conductor de todos los pueblos indios de México. El EZLN siempre ha dicho que sólo habla por los pueblos indios que están organizados dentro del EZLN, en concreto, en el sureste mexicano.”
Sobre la autocrítica:
“Si pudiera regresar el tiempo, lo que no volveríamos a hacer es permitir y.promover…que se haya sobredimensionado la figura de Marcos.”
Sobre la contrarreforma en Derechos y Cultura Indígenas:
“.fue un fracaso por toda la clase política, no nada más por Vicente Fox, sino por todos los poderes de la nación, por todos los partidos políticos por toda la clase política, ese proceso fracasó. Si hubiera triunfado no sólo habría sido ejemplar para México, sino para el mundo. Habría marcado una ruptura y un precedente para orientar procesos de diálogo y negociación en todo el mundo. Pero en lugar de eso, ellos prefirieron encerrarse en su cuarto a contar el dinero del que gozan, en lugar de resolver el problema y marcar un precedente para conflictos internacionales.”
Sobre las mujeres en el EZLN:
“Como EZLN nosotros pensamos que este movimiento de liberación, de emancipación de la mujer, tiene que ver mucho con las condiciones materiales, es decir, no puede ser independiente y libre la mujer que depende económicamente del hombre. En ese sentido, el avance de las cooperativas indígenas de mujeres les permite a ellas tener un ingreso y tener la independencia económica, les permite hacer muchas cosas que antes no se podía. Y eso se está tratando de generalizar, aunque no siempre a nivel de cooperativa, pero se trata de propiciar que las compañeras puedan trabajar u obtener un ingreso que les dé más independencia, y que eso propicie otras cosas. Pero de eso estamos muy lejos todavía, porque tiene que ver con las condiciones económicas de las comunidades zapatistas.”
Sobre las Juntas de Buen Gobierno:
“El principal reto es el que hemos enfrentado todos: el aprendizaje. Las Juntas de Buen Gobierno están ahora en ese proceso de aprendizaje, donde van a tener que delimitar bien sus funciones respecto de los municipios autónomos, porque en estos primeros días se han dado casos de invasión de funciones.”
Sobre el silence:
“El silencio lo venimos a descubrir más adelante, a la hora que descubrimos que el gobierno estaba más interesado en que habláramos, no importaba que mentáramos madres, pero que dijéramos algo porque pensaba que así sabía lo que estábamos haciendo. Y cuando estamos en silencio no sabe que estamos haciendo. Un ejército que ha usado la palabra de una manera tan fundamental como arma, cuando calla, les mueve a preocupación.”
Gloria Muñoz Ramirez es periodista mexicana. Esta entrevista fue tomada con permiso previo de su libro “20 y 10: El fuego y la palabra” Rebeldía/La Jornada 2003. México D.F.
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Cita recomendada:
Gloria Muñoz Ramírez, "Hay un tiempo para pedir, otro para exigir y otro para ejercer," Programa de las Américas (Silver City, NM: Interhemispheric
Resource Center, 28 de enero de 2004).
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en Internet:
http://www.americaspolicy.org/citizen-action/focus/2004/sp-0401marcos.html
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Escritor:
Gloria Muñoz Ramírez
Redacción: Laura Carlsen, IRC
Producción y diseño: Tonya Cannariato, IRC